Cuatro Cuentos
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Gotham city, año desconocido, primera tierra innumerada
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—Deberías dejar de hacer eso.
—Está en mi naturaleza.
—Aún así, ya sabes que no me gusta verte herido.
—Y a mí no me gusta que dudes de mí.
—¿Quién ha dicho que dudo de ti?
—Dudas de mi naturaleza.
—Si lo hiciera entonces no estaría aquí, contigo.
—Hemos recorrido un largo camino para llegar hasta donde estamos, Jumishat.
—Y no me arrepiento de nada.
Cuando Rachel terminó de sanar las nuevas heridas del hombre, no pudo evitar sonreír melancólicamente. Habían pasado por mucho, demasiadas heridas habían llegado para quedarse y su relación estaba cubierta por un espeso y agridulce manto de cicatrices. ¿Habían llorado? Sí. ¿Habían dolido? Sí. ¿Se arrepienten? En lo absoluto. ¿Cambiarían algo? Nada de nada.
Habían pasado años desde que decidieron su destino, desde que resurgieron de las cenizas y se alzaron triunfantes sobre todo. Rachel tomó la decisión de dejar atrás a su familia y amistades en San Francisco y Jump City, y Damian había tomado la ardua decisión de salir de las sombras de su pasado y aceptar orgulloso el manto que alguna vez le había pertenecido a su padre.
Con el tiempo ambos lograron, a base de sangre y dedicación, hacer una vida juntos en contra de todas las adversidades y tormentas. Unieron sus lazos en matrimonio bajo una luna llena y roja, Damian le encargó el manto de Murciélago a Grayson y ella se consagró a esa familia. Ahora Ifrit y Raven patrullaban Gotham por las noches, regalando sus propias porciones de justicia regularmente letal o piadosa y tratando de llevar algo de luz a una ciudad de sombras.
Mucho tiempo había pasado desde aquello, 17 años para ser exactos, y ahora que el mundo renacía de otra crisis ambos debían estar más unidos que nunca.
Ifrit llevó sus manos vendadas al rostro pálido y frío de su amada, y ella le dijo con sus ojos todo aquello que callaba. Siempre era así con ambos, se decían con las amatistas y las esmeraldas lo que no podían hablar con palabras. El silencio reinaba en el que habían convertido en su hogar cuando ambos labios se tocaron de la misma forma que 20 años atrás. El beso fue tierno, trémulo pero con la potencia del que ama desmesuradamente, del que desea mostrar con el cuerpo su amor.
Una voz leve carraspeó desde la puerta del lugar, causando que ambas aves se separaran a regañadientes, emocionados y sumidos en la promesa nunca dicha de terminar con sus asuntos más tarde y en su alcoba. Damian le robó otro rápido beso a su esposa, interrumpido una vez más por el dichoso carraspeo que ahora sonó más fuerte que antes.
Miraron a la puerta en silencio y con una expresión insatisfecha en el rostro para ver a la asesina del momento. Sahira estaba allí, su cabello de noche purpúrea callendo elegantemente sobre sus hombros y cubriendo uno de sus ojos esmeralda. Ella sonrió de esa forma tan particular que al matrimonio le recordaba a Talia, sonrió a sabiendas de que había interrumpido el momento, sonrió con esa sonrisa tan malditamente típica de los Al Ghul y de su padre.
—Saben, si desean disfrutar la noche entonces les recomiendo que lo hagan en otro lugar.
—¿Y por qué sería eso, hija mía?
Damian no pudo contener esa expresión de leve molestia en su rostro, no le gustaba ser interrumpido y mucho menos que su sangre le dijese qué hacer. Raven le posó una pequeña mano en el hombro, pero ella sabía que él era incapaz de enojarse verdaderamente con alguno de los gemelos, los amaba demasiado.
—Nada me ha llamado hace un rato, dice que ella vendrá a pasar la noche junto con Mar'i y Dan-el —aclaró la muchacha aguantando la risa.
—¿Y?
—Aparentemente quieren tener una «noche en grupo», ya saben, ver películas, escuchar a Mar'i contar chismes, burlarse de Dan y cosas así. Además, estoy 200% segura de que si Nada viene, Cadmium y Scarlett seguirán sus pasos.
«Maldito Todd por hacer a sus hijos idénticos a él.»
Rachel rió levemente ante el comentario mental de su esposo, y Sahira los observó mientras negaba una y otra vez con su cabeza, ya acostumbrada a las interacciones de sus padres. Ella fue la que rompió el silencio.
—¿Entonces qué harán?
—Supongo que no nos queda otra opción, ¿no es así, Damian?
—Desgraciadamente.
La joven pareció indiferente ante la respuesta, de no ser por su sonrisa y la emoción en su voz. Iba a salir de la habitación cuando las palabras de su padre cruzaron su camino.
—¿Dónde está tu hermano?
—Ya lo conoces, probablemente ande por ahí pintando o escribiendo alguna novela nueva. Dice que Dorian Hyde ha desaparecido del mundo del arte durante demasiado tiempo. Al parecer está planeando su regreso.
Acto seguido la chica abandonó el lugar, dejando una leve risa en su madre y el mismo rostro inexpresivo en su padre.
—Es demasiado parecido a ti en ese aspecto.
—Muharib siempre ha sido un amante de la literatura, eso te lo debe a ti. Pero debo admitir que en cuanto al arte pictórico se refiere, es muy probable que algún día me sobrepase.
—¿Estás diciendo que tu hijo es mejor artista que tú? ¿En serio han salido esas palabras de tus labios?
—No entiendo porqué lo encuentras tan difícil de creer. Después de todo tanto Sahira como Muharib han crecido rodeados del arte en todas sus facetas.
—Sí, el sonido del violín y los cantos provenientes de la habitación de Sah lo confirman.
Las risas de ambos envolvieron el ambiente, y cuando ambas voces dejaron de sonar, Damian rompió el silencio en un murmullo leve, bajo, profundo y sensual.
—Entonces, ¿continuamos lo que dejamos pendiente?
—¿La casa del lago?
—Hecho.
El portal los llevó a esa cabaña alejada del mundo y los adolescentes caóticos. Ambos sabían que los gemelos (mayormente Muharib) eran responsables, y que de hacer una locura entonces probablemente Mar'i o Dan le contarían todo a sus respectivos padres.
Pero lo que no sabían es que tanto Grayson como Jonathan desconocían de la existencia de muchas travesuras llevadas a cabo por los chicos.
Y nunca deberían enterarse.
Tal y como lo dijo la de piel canela, los chicos llegaron al poco tiempo de desaparecer sus padres.
Mar'i se adentró en la mansión como si fuese la dueña del lugar, Nada la saludó de la forma que ambas acostumbraban, Cadmium y ella chocaron puños, Scarlett le sonrió al mismo tiempo que la saludaba con la mano y antes de que Dan pudiese decir o hacer algo, Sahira le cerró la puerta en las narices mientras lo ignoraba olímpicamente como acostumbraba y mostraba una sonrisa de victoria y satisfacción en el rostro.
Segundos después Mar'i abrió la puerta mientras alegaba a modo de reproche que no debía ser tan dura con sus amigos porque bla bla bla charla motivacional bla bla bla el típico discurso de los Grayson bla bla bla. Cuando Dan-el se adentró en el lugar solamente le sacó la lengua, ganándose la clásica mirada de «¿acaso eres un niño?» de parte de Sahira y la indiferencia de esta última.
—¿Y dónde está el antipático?
Nada fue la primera en romper el silencio.
—Muharib debe estar en la biblioteca, quizás escribiendo algo, ya sabes como es.
Una sonrisa macabra se abrió paso en el rostro de su mejor amiga.
—Bien, entonces supongo que iré a molestarlo un rato.
Acto seguido la chica se alejó por los pasillos, recordándole a todos una vez más la razón por la que Nada Wilkes-Ducard era conocida como una Clon de su madre. Sahira sonrió al saber la desgracia de su hermanito, aunque luego notó las grandes bolsas que la híbrida cargaba, y se sintió golpeada por la curiosidad.
—¿Mar'i, se puede saber qué demonios llevas en esas bolsas? Son más grandes que la cabeza del alien.
—¡Hey! —Dan exclamó medianamente ofendido ante el sobrenombre, y todos decidieron ignorarlo pues ya estaban acostumbrados a las peleas eternas de la primogénita de los Wayne y el hijo de los Kent. En cambio la joven de cabellos oscuros que se convertían en una llamarada progresivamente le respondió a la pregunta alegre.
—¡Oh! —intervino Mar'i—. Estaba esperando a que lo preguntaras. Encontré algunas películas viejas en el garage de mi papá y pensé que sería una buena idea que las viéramos todos juntos.
Los Todd suspiraron mientras dejaban a su amiga como incorregible, y fue Scarlett quien habló primero.
—Mar'i, ya te dijimos que no es una buena idea...
—¿Por qué no?
—Ya conoces a Muharib...
—¿Qué ocurre con mi hermano?
Con una mano cubriendo la mitad de su rostro Cadmium habló, ignorando las risas mal disimuladas de Dan y los suspiros exasperados de su hermana menor.
—Mar'i, dile a Sah de qué compañía cinematográfica son las películas que quieres ver.
—¿Compañía? ¡Ah, sí! ¡Son de Disney!
El silencio se proclamó presente luego de la afirmación, la de ojos esmeralda y cabellos cuervo no asimilaba la información, mientras que los Todd esperaban por alguna reacción de su parte, Mar'i sonreía en inocencia y sin tener alguna idea de lo que ocurriría mientras que a Dan se le hacía cada vez más difícil contener la risa.
—¿Sah, estás bien?
—Que Lucifer nos ampare...
Dan estalló en carcajadas.
Definitivamente, esta noche sería endemoniadamente larga.
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Nanda Parbat, año desconocido, segunda tierra innumerada
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—Cuéntanos la historia una vez más.
—Ya la conoceis a la perfección, no creo que les interese volver a escuchar lo mismo.
—Haz la prueba.
Rachel suspiró ante la insistencia de los gemelos, y separó los labios por enésima vez para contar una vez más aquella anécdota que lo cambió todo.
Fue hace muchos años atrás, cuando tanto ella como Damian aún eran jóvenes mas no inocentes, cuando una creciente amistad comenzaba a florecer en algo más profundo, duradero y atemorizante. Todos ya conocen la historia, el vástago del primer ángel caído amenaza con invadir la Tierra mientras busca a su descendiente más poderoso con el objetivo de dominar aquello que nadie había sido capaz de proclamar como propio.
Raven no era, por aquel entonces, indiferente a las amenazas de Trigon, y más de una vez había luchado a capa y espada con tal de evitar que este cumpliera su objetivo. Pero esta vez fue diferente ya que el demonio consiguió y sacó a la luz una parte de ella que ni siquiera ella misma sabía que existía. Lenore apareció entonces, tomando control sobre su persona y llevándose con ella las vidas y almas de miles de personas inocentes.
Cuando la joven despertó no recordaba nada, o mejor dicho, lo recordaba todo. La sangre, la satisfacción al arrebatar una vida, la muerte convirtiéndose en su aliada. Recordaba haber cometido tales actos y no ser capaz de detenerlo, haber observado el espectáculo como un espectador encerrado en su propio cuerpo. Lo veía, lo sentía, mas no lo controlaba.
Ella intentó explicarlo todo, que ese había sido su padre, que ella no tenía culpa de nada a pesar de que en su propia mente se aborreciera a sí misma. Pero no quisieron escucharla, alegando que debieron haberlo visto venir y que no debieron haber confiado en una demonio como ella en primer lugar. Todos la abandonaron, sus amigos, los titanes, sus compañeros, inclusive Starfire le dijo que ya no la conocía. Todos le dieron la espalda.
Todos menos él.
Damian siempre creyó en ella, siempre supo que no mentía pues era justamente él el único que podría saber cómo se sentía, que podía decir «te comprendo» sin mentir. Es por eso que Damian la ayudó a escapar de la cárcel especial en la que la retenían mientras que los magos ideaban un plan para acabar con su existencia sin liberar a Trigon. Él le mostró el camino, distrajo a los "héroes" y luchó, derramó sangre por protegerla.
Ella aún recuerda la mirada del chico, decidida y fuerte. Esa mirada que le dio mientras se enfrentaba a su propia familia en pos de darle una chance a escapar. Lo llamaban traidor, y su propio padre llegó al punto de decirle que fue un error confiar en él, pensar que podría llegar a cambiarlo, porque ahora veía que nada lograría eliminar el asesino bastardo de su interior.
—Ella lo ha hecho. Y ahora el único culpable de que este «asesino» en mi interior salga a la luz, eres tú.
Rachel abrió un portal con la intención de sacarlos a ambos de allí, pero Damian se quitó el antifaz, le dijo algo que no logró escuchar y la arrojó al portal sin previo aviso, quedándose él atrás. Años pasaron sin que Raven volviera a verlo o saber de él, años en los que ella fue capaz de encontrarse a sí misma y darse cuenta del verdadero desastre que Lenore había causado.
Fue entonces que tomó la decisión.
Si los demás la veían como un monstruo, un demonio...
Entonces eso es lo que sería.
Aceptó a Lenore como una parte de sí misma y se prometió no volver a caer ante los juegos de héroes y la promesa de un mundo mejor. El mundo era más infierno que el inframundo mismo, y ahora Raven repartía su propia versión de justicia siempre y cuando lo considerara necesario, ahora conocida como Corvus . Su fama creció, y ahora era el ángel negro de la venganza y la muerte, una renegada a la que le dieron y le quitaron todo sin dudarlo.
Ellos la habían hecho lo que era ahora, y debían afrontar las consecuencias.
No era una villana ni mucho menos una heroína. Hacía lo que creía conveniente y cuando lo pensara necesario. Ya no la usarían nunca más, no volverían a jugar con ella.
Luego escuchó rumores, rumores acerca de una nueva era para la Liga de Asesinos, rumores de un nuevo Ra's Al Ghul tan letal como justo, tan misericordioso como vengativo. Ella escuchó las descripciones, y sin dudarlo ni un segundo abrió un portal y apareció en la sala del trono de la sede del credo en Nanda Parbat.
No dijeron una palabra cuando se reencontraron, pues las palabras no fueron necesarias, en cambio se acercaron lentamente, se abrazaron, y Rachel recordó lo mucho que añoraba el perfume natural de Damian.
Al parecer él también fue sometido y juzgado después de lo que ocurrió, su familia le dio la espalda justo como a ella solo por decidir apoyar a una inocente a la que todos señalaban con el dedo. Peleó con su padre, y la pelea fue la última que ambos tuviesen como dos Waynes. Damian se reconcilió con su pasado, abandonó a decisión propia esa vida de falsas esperanzas y decepciones disfrazadas de un " quizás".
Volvió al único lugar en el que se sabía libre, aceptado. Y con la furia y la determinación en su mirar tomó el trono que se le había sido renegado. No temió volver a derramar sangre, y una vez que la máscara de Anubis se hizo presente en su rostro y los juramentos gritaron por toda la Orden, prometió liderar a la Liga a una nueva Era como su digno y ahora eterno Ra's.
Él le dijo que su próximo movimiento habría sido buscarla por mar y tierra, por cielo y espacio hasta encontrarla, pero al parecer ella se le había adelantado.
Ocurrió después una confesión largamente esperada, un beso y una promesa nunca dicha, una promesa de eternidad junto al otro.
Y el resto de la historia fluyó como un río de corrientes calmadas y voraces.
Pasó el tiempo, y Rachel no tardó en darse cuenta de que Damian no había sido el único en librar batallas después de lo que ocurrió. Maya, Colin y Suren habían seguido sus pasos, prometiendo seguirlo a donde fuese y luchar siempre a su lado, luchar por su Ra's, luchar por su hermano, su amigo y su Salvador. Todd también estaba allí, al parecer no tardó mucho en unirse a los planes de su hermanito pues, en sus palabras, se cansó de todo, de fingir y de tener que jugar limpio, de ser incomprendido. Todos siguieron a Damian porque con él estaba su hogar, y porque con él deseaban estar.
No fue mucho tiempo después de aquello que Rachel se supo próxima en traer vida al mundo, pues las dos nuevas almas que crecían en su interior le confirmaron tanto sus miedos más profundos como las alegrías más eternas. Maya fue la siguiente en acompañarla, alegando que era cosa del destino que ella y Colin cayeran en las dulces garras de la paternidad al mismo tiempo que Raven y Damian.
La Liga crecía más fuerte que nunca pues por primera vez en su historia, las Sombras seguían a su Ra's por admiración, respeto y devoción en lugar de temor, deber y obsesión. Prosperaron bajo el mandato de Hafid, y Alghurab se supo completa allí, aceptada. Cuando los gemelos decidieron saludar al mundo una gran tormenta azotó las tierras baldías de Parbat, tormenta que se detuvo al escucharse el llanto de Sahira, la primera en nacer, tormenta que volvió a caer, ahora más aminoradamente cuando la respiración de Muharib, el segundo, llenó la habitación con calma.
Pero esa noche una traidora se abrió paso entre la algarabía, aprovechó un momento de debilidad de la joven madre y se dispuso a arrebatarle la vida a las dos almas que apenas habían aprendido a vivir, mas sus planes no dieron resultados, falló, y no salió impune.
Curare fue castigada con la muerte, Damian se encontró con el nuevo murciélago, un pretendiente de apellido McGinnis, y se reconcilió con su padre.
17 años pasaron desde aquel momento, y aún hoy en día Sahira continúa escuchando la historia con el mismo fervor y vitalidad que la caracterizaban.
Al terminar las anécdotas los gemelos se despidieron de la mujer, alegando que Nada, Scarlett y Cadmium los esperaban en las puertas del lugar, apresurados e impacientes pues tanto Mar'i como Dan-el los visitarían como cada mes.
Rachel sonrió, observando las figuras de Sahira y Muharib caminar una junto a la otra, suspirando mientras buscaba las semejanzas ocultas entre sus hijos y su amor. Tomó las flores del jardín, abrió un portal al templo sagrado de los Al Ghul y se acercó lentamente al simple monumento que se alzaba sobre la humilde tumba. Se arrodilló frente a la misma, encendió un incienso junto a ella y dejó el ramo de crisantemos rojos y rosas negras sobre la negra y esmeralda lápida.
—Son demasiado parecidos a ti, Zamarad.
Suspiró antes de dejar un trémulo y frío beso sobre la soberbia y durmiente piedra.
~~Damian Hafid Al Ghul ~~
~~ líder del presente ~~
~~amante del pasado ~~
~~ padre del futuro ~~
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Antigua mansión de los Wayne, año desconocido, tercera tierra innumerada ( conocida para algunos como Tierra-43)
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—¿Te duele estar aquí? ¿Después de todo lo que ha ocurrido dentro de estas paredes?
—Pensé que lo haría. Pensé que sería tan grande el dolor o el remordimiento que me juraría a mí mismo no volver a pisar los suelos de este maldito lugar.
—¿Y qué sientes entonces, si no es dolor? ¿Qué sientes?
—Nada.
La mujer sonrió, misteriosa, única y oscura como ella sola. Su sonrisa parecía llamar y eliminar a los demonios al mismo tiempo, acusar y alabar a los ángeles sin temor a esa dualidad prohibida. Él se perdió en su sonrisa, regalándole a la vez la propia. El hombre la tomó dominante por la ligera y fina cintura, la acercó a su cuerpo con necesidad y se proclamó poseedor único de esos labios que lo volvían loco.
En este mundo, este maldito mundo ya nada importaba, ya todo había dejado de importar hace tantos años que ni el tiempo mismo se atrevía a contarlos. El infierno se había hecho uno con la tierra, la tierra se fundió con el inframundo en un canto agonizante y letal en su totalidad. Era, verdaderamente, una tierra de pesadillas.
El murciélago había perdido la razón hace demasiados años, convirtiéndose en uno con su nombre, en un monstruo de alas negras y chillido agonizante y guerrero. Un mundo de monstruos, vampiros y magia. Allí había crecido el último de los Al Ghul, el último de los Wayne. Siendo hijo y nieto de aquellos sumidos en las sombras, la maldición del vampirismo cayó irremediablemente sobre sus hombros. Y siendo un niño de no más de tres años, probó la sangre humana por primera vez.
Las vueltas hacían a su vida girar como un tornado de negras sombras que se esconden en las noches. Talia lo crió, lo entrenó en pos de derrocar a Ra's pues la muy maldita deseaba tomar su trono, lo deseaba tanto que le dio a Damian la maldición de la vida para ello solamente. Él era su herramienta, y ella le permitió conocer a su padre antes de cumplir con su objetivo. Pero Damian se encariñó con él, ambos se amaron y se respetaron a su manera, y es por eso que al joven le dolió tanto ver a Bruce convertirse en lo que es hoy día.
El de ojos rubí intentó advertirle, le dijo gritando a su padre que esa idea en contra del enemigo, en contra de Drácula, le golpearía de vuelta con más fuerza y violencia, y todo sería peor que antes. Pero Bruce no lo escuchó, nunca lo hacía. El hombre ignoró las advertencias de su hijo, de la única persona que conocía en su propia carne a lo que estaba a punto de sucumbir, a la persona que intentaba por todos los medios que su progenitor no cayera ante la infección que le aquejaba desde siempre, porque el mal que su condición le regalaba no se lo desearía ni a su peor enemigo.
Pero Batman ya estaba decidido, así que no escuchó la voz desesperada de Damian, y resultó infectado a voluntad propia con la maldita "enfermedad". Derrotó a Drácula y salvó Gotham una vez más, eso es cierto. Pero a qué costo. Durante los primeros meses Bruce fue capaz de controlar el vampirismo, usando toda su fuerza de voluntad para no caer ante la necesidad de sangre. Y Damian pensó, por un ínfimo instante, que él estaría bien, que nada saldría mal y que exageró demasiado en su momento...
Qué equivocado estaba.
Bruce perdió el control, la anterior Liga de la Justicia terminó infectada también, el credo de asesinos se perdía entre guerras internas al fallecer Ra's y desaparecer Talia, su familia se perdió entre las sombras, ¿y todo para qué?
Un enemigo había sido derrotado, pero a costa del mundo.
Todo terminó siendo, a fin de cuentas, mucho peor que si el Conde hubiese logrado su cometido.
La cordura se fue por el desagüe y las pesadillas salieron a la luz.
Damian intentó no sucumbir también ante su instinto más primitivo, no consumir sangre de no ser estrictamente necesario. Intentó traer de nuevo la luz a un mundo en el que solo existían sombras y gritar con su voz todo lo que se callaba. Intentó ser para el mundo lo que su padre fue una vez para él.
La luz.
La esperanza.
Pero no tardó mucho antes de darse cuenta de que debido a su naturaleza y todo lo que era eso jamás sería posible.
Él era la sombra.
El desaliento.
La sangre fue tan necesaria en algún punto de su historia que se vio obligado a modificar aquel traje de sus tiempos como Sombra. Ahora tubos de rojo tan ardiente como sus ojos lo recorrían de pies a cabeza, y dentro de dichos tubos delgados: sangre, estaban atados a su cuerpo por medio de aquel traje tan negro como la noche que se cernía sobre la tierra a todas horas, se colocó el símbolo de Robin en su pecho, porque en algún momento de su historia una hermana le había dicho que esa 'R' significaba 'Redención', y no 'Ruina'.
Cayó en las sombras irremediablemente, cayó más profundo que nunca, cayó para no volver a levantarse, cayó en soledad, porque la soledad siempre le había hecho compañía. Decidió entonces, en el fondo de su desesperación y su oscuridad, que si el mundo iba a ignorarlo entonces él los obligaría a escuchar, y no fue hasta después que la Liga de Sangre asesinó a la única persona que le importaba en este mundo y se alimentó de su sangre, que Damian se decidió a hacerles pagar por todo, a convertirse en el espectro que los caza y busca venganza desde las sombras.
Porque la muerte de Maya les costaría muy caro.
Se enfrentó a ellos en furia, y con sus hojas de plata afilada y una que otra estaca de madera —porque era necesario recurrir a la vieja escuela en ciertos casos, pues los métodos antiguos a veces eran más eficientes que los modernos— se llevó la existencia vacía, rudimentaria y desalmada de los que en algún momento habían sido héroes que luchaban por lo justo. Green Lantern, Flash, Cyborg, Aquaman, Green Arrow, por mencionar algunos viejos nombres ahora en desuso.
Ahora todo el planeta temblaba con la simple mención de su nombre, pues junto al cambio de alma también abandonó el nombre de ave libre y roja como la sangre.
Redemption, se hacía llamar.
Redemption, en honor a una buena amiga, a una irremediable mujer, a su única hermana, al alma más pura, a aquella que le perdonó cuando él no se concedía tal cosa como el perdón a sí mismo.
Pero fue cuando Redemption tuvo que enfrentarse con la tríada, que se vio obligado a reconocer que no sería capaz de eliminarlos a todos por su cuenta.
Y es entonces que ella entró en escena.
Un viejo y prohibido libro perteneciente alguna vez a los Al Ghul le dijo los pasos a tomar, y él, con suma destreza y determinación, llevó a cabo el llamado, los pentágonos, las maldiciones y los hechizos con tal de conseguir su cometido. Allí, surgiendo entre el humo negro proveniente del pentágono pintado en el centro de la habitación, apareció una figura pálida, delgada, femenina, endemoniadamente hermosa y elegantemente mortífera.
Era una demonio, una que Damian se atrevió a llamar con el fin de terminar con todo de una vez por todas.
Se presentó como Lenore, y le dijo en un susurro que según estipulaba el libro maldito y los cánticos que la llamaron, ella lo acompañaría en su misión, sería su sombra y estaría bajo su mandato hasta que lograse su cometido, con esto el trato se rompería y ella regresaría a los infiernos hasta que algún otro insolente mortal se atreviese a perturbar su sueño y llamar para fines propios a la gobernante de la primera grada del Purgatorio.
Ella lo acompañaría durante su misión, y cuando esta última terminase entonces el trato se rompería y ella regresaría al infierno.
Esas eran las condiciones.
Los años pasaron en guerra, y para cuando llegó el momento de acabar con el último de los malditos, ya ambos demonios se habían convertido en confidentes, amigos y almas fusionadas. Ella le había confesado su verdadero nombre, y él le contó sus secretos más profundos, sus temores y dudas. La misión se cumplió, pero ya ninguno deseaba separarse del otro. Se besaron con furia y pasión reprimida, desafiando con el beso a los demonios.
Ella fue expulsada del Purgatorio y los Infiernos por acto de traición, pero les recordó luego quién era su abuelo, y los ángeles y demonios callaron, le permitieron conservar sus dones e inmortalidad a cambio de nunca volver a pisar las malditas tierras que la vieron nacer. Desafiaron juntos a todos los demonios, a todos los ángeles, y la guerra fue tan vasta, tan duradera y tan justificada que no dudaron ni un segundo en desafiar a cualquier maldita alma que se les interpusiera en su camino.
Los amantes triunfaron, pero ahora el linaje de Raven no le permitía prolongarse, ambos no podrían jamás juntar sus sangres, tener la dicha de traer vida, pero otra vez, este no era un mundo en el que desearan ver a algún heredero crecer.
Porque podrían estar juntos por toda la eternidad, pero jamás podrían tener la dicha de saberse padres, no podrían ver nacer a ningún hijo.
Ahora aquí estaban, 200 años después de verse por primera vez y en el mismo lugar en el que todo comenzó.
El pacto se había roto, y ahora ambos se veían obligados a formar un nuevo trato. Esa era la condición para que ambos siguieran juntos , ese trato que habían hecho antes debía renovarse si no deseaban que ella fuese arrastrada por sus hermanos al haber roto la promesa. Estaban atados por cadenas invisibles, pero Damian y Raven, en toda su astucia, usarían su sufrimiento para lograr sus fines, usarían lo que les habían quitado para ganar la compañía del otro.
—Has llamado por mi presencia, así que me veré obligada a ser tu sombra y acompañarte hasta que tu objetivo sea cumplido. Dime, mortal, ¿a qué aspiras?
Damian sonrió de esa forma tan malditamente suya.
Esta vez el contrato sería eterno.
Usarían sus desventajas a su favor.
Jugarían con el destino.
—Mi único objetivo, mi única aspiración es tener un heredero con la mujer que hace a mi corazón latir.
Ella sonrió.
Ya nada ni nadie los separaría.
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Torre de los Titanes, año actual, cuarta tierra innumerada
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—¿Un sueño?
Revivió los momentos en su mente agitada, las visiones regresaban a ella fuertemente y sin control. Miró a sus alrededores, dándose cuenta de que se encontraba en su habitación a oscuras, y según la poca luz proveniente de sus ventanales era muy probable que fuese de noche. Miró al reloj en la mesa a su lado, y este confirmó sus teorías. 3.30am, qué oportuno.
Respiraba con dificultad, las imágenes de ese sueño tan extraño la cazaban sin descansar ni un segundo. Revivió los momentos en su mente, uno tras de otro antes de darse cuenta de que a diferencia de los sueños, estos no desaparecían mientras más intentaba recordarlos. Parecían tan reales, tan verdaderos. Es como si hubiese vivido cada uno de esos momentos en su piel, como si fuesen memorias.
Pero ella no vivía en Gotham, no tenía dos gemelos por hijos.
Ella no había aceptado a Lenore, no lideraba a la Liga de Asesinos.
Ella no era una demonio que cumplía un contrato en una tierra de pesadillas.
La única explicación posible es que era todo un sueño, pero no se sentía como uno.
¿Serían visiones?
Fue entonces que se dio cuenta.
Eran visiones, vistazos a otros mundos pues no era indiferente a la existencia de otras tierras, otros universos.
Pero sentía que olvidaba algo.
¿Quién era el padre de esa tal Sahira y ese tal Muharib?
¿Quién la había dejado como líder del credo de asesinos?
¿Quién había llevado a cabo el contrato?
No podía recordar.
Y ese era el único aspecto de todo aquello que parecía, verdaderamente, un sueño.
Intentó volver a dormir pero sus ojos no se cerraban.
No podía alejar las escenas de su mente.
Era capaz de recordar todo sin esfuerzo y al más mínimo detalle, y aún así no sabía ni se acordaba de la identidad del padre, el líder y el amante.
Sin darse cuenta pasaron las horas, y ese debate interno no aminoraba, en cambio se fortalecía con el pasar de los segundos.
Sintió como llamaron a su puerta, bajó la mirada a su reloj y por algún motivo no se sorprendió al ver que marcaba las 7:00 am.
Abrió la puerta y una alegre Starfire le dijo que el desayuno estaba listo, y que la esperaban.
El día pasó y Rachel se ausentaba más a cada minuto.
Pasaba las horas mirando a la nada y cuando le preguntaban la razón o hablaban con ella parecía no escuchar.
Les preocupaba, es cierto, pero no era la primera vez que algo como aquello ocurría y sabían que dejarla ser era la mejor opción en tales momentos.
Pero un par de ojos esmeralda no se alejaban de su figura, preguntándose qué andaba mal con la muchacha.
Pasaron los días y Rachel parecía más ausente a medida que el tiempo pasaba.
Ahora no salía de su habitación si no era para comer o entrenar.
Meditaba más de la cuenta.
Y es que las memorias no se iban, las imágenes se volvían más furiosas y ella había llegado al punto en el que confundía las visiones con recuerdos.
Pensaba que se trataba de Sahira cuando escuchaba un violín tocar por las noches.
Se levantaba más temprano con la intención de entrenar con los asesinos.
Leía y leía buscando algún modo de prolongar el contrato.
Pero lo que verdaderamente le aquejaba es que aún no era capaz de recordar quién era la sombra.
La alarma sonó a punto de acabar el quinto día del suplicio.
La ciudad estaba siendo atacada, y debían acudir al momento y sin dudar.
Lucharon con todo lo que tenían, pero no fue suficiente.
Los asesinos habían ido para entregar un mensaje a su heredero al trono, y en el camino seguían las órdenes de crear caos con el fin de llamar su atención.
Cosa que lograron con honores.
La lucha fue ardua pues la liga parecía más unida que antes.
Hubieron algunas bajas por parte de los civiles, muchas heridas recibidas por los héroes.
Para cuando llegó el momento justo los asesinos se retiraron tan de pronto como habían aparecido, dejando una parte de la ciudad en llamas, algún que otro hospital lleno y una mitad demonio al punto del desmayo.
El maldito portal que había abierto para ayudar a los civiles a escapar le había drenado las fuerzas, eso sin contar los escudos, hechizos y la respectiva falta de sueño que había cultivado durante estos últimos días.
Se sabía más débil por culpa de las visiones.
Estaba a punto de sucumbir ante sus pies, cuando un antifaz verde oscuro interrumpió su vista y le llevó un millar de imágenes a la mente.
Se agarró la cabeza y cayó ante sus rodillas en repentina agonía.
Ya lo sabía.
Lo sabía todo.
La identidad del padre, el líder y el amante había estado frente a ella durante todo este tiempo y fue tan ciega que no lo vio.
Era aquello que todas las visiones tenían en común.
Ellos dos.
Una amatista y un esmeralda.
Se desmayó, porque fue demasiado para ella.
Demasiada información que analizar.
Demasiadas verdades que soportar.
Simplemente...
Demasiado.
Cuando despertó el techo blanco de la enfermería de la Torre la saludó.
Se sentó en su cama y se encontró con unas esmeraldas que acababan de abrir la puerta de la habitación.
Ninguno se movió.
Ninguno dijo una palabra.
Excepto él.
—No deberías estar sentada.
—Me siento mejor.
—No mientas.
—No estoy mintiendo.
Él solo la miró a los ojos, la atravesó con su mirar, negó levemente con la cabeza y luego de unos segundos volvió a hablar.
—No mientas.
Ella rodó los ojos, decidiendo quedarse en silencio.
Él tomó asiento a su lado.
Y habló otra vez.
—Has estado más débil últimamente. ¿Alguna razón en especial?
Ella lo recordó todo entonces.
Pero por algún motivo las visiones ya no la acosaban, ella ya no deseaba dejar de verlas.
Ahora solo parecían partes de otras historias, memorias lejanas y agridulces que le daban una pista de cómo podría ser su futuro.
Sonrió levemente, y negó con la cabeza.
—Mi padre está más molesto que de costumbre, eso es todo.
Mintió a medias.
Sintió la mirada incrédula del chico quemarse en su piel.
Ella estaba segura de que le replicaría, de que le presionaría a decirle la verdad, de que no le convenció la mentira.
En cambio él solo asintió y se levantó de su lado con lentitud.
—Voy a buscarte un poco de agua, estás deshidratada y debes cuidar de tu salud por tu bien y el del equipo.
Iba a cruzar la puerta, cuando se detuvo y le habló una vez más, aún de espaldas.
—Acuéstate y descansa, lo necesitas.
Él cerró las puertas tras sus pasos, y ella suspiró quizás aliviada, quizás decepcionada.
¿Era él durante todo este tiempo?
¿Aquel de sus visiones?
¿El padre?
¿El líder?
¿El amante?
¿Era él?
Se le hacía, no difícil, sino extraño de creer.
Damian y ella eran solamente compañeros, buenos amigos y, si lo quieren llamar de esa forma, confidentes.
Pero de allí a... eso...
No le era posible imaginar un futuro junto a Damian Wayne.
Y sin embargo lo vio con sus propios ojos.
Él abrió la puerta una vez más, y le dio el vaso de agua que traía con una delicadeza impropia de él.
Ella lo tomó con gusto, dejando que sus manos mantuviesen el contacto al pasar el objeto durante más tiempo de la cuenta.
Ambos encadenaron los ojos del uno con el otro.
Ella se ahogó en mares de esmeraldas.
Él se perdió en universos amatistas.
Se separaron unos minutos luego.
Él miró al techo, nervioso.
Ella clavó sus ojos en el suelo, ansiosa.
Y fue entonces cuando ella recordó su mirar.
Fue entonces cuando admitió...
Que un futuro a su lado no le parecía tan mala idea.
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