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Parte sin título 4


Muy buenos Días , les traje la actualización de esta loca historia, espero les guste.

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Capítulo 4

Su piel se tornó roja, ardía, el pellejo comenzó a levantarse desprendiéndose de la carne, pequeños pigmento rojos comenzaron a aparecer. Pese al dolor continuo tallando con fuerza, quería arrancarse esa piel, profanada por tantas personas, borrar esa suciedad que sentía, tal vez...así.

Arrojo el trapo y comenzó a llorar, sentado en esa enorme tina de madera, rodeado de agua cada vez más fría. Los gritos de Pefko hace mucho que dejaron de escucharse, así como el molesto golpeteo en la puerta, pero eso poco le importo al mayor, se había quedado en silencio, abrazando sus piernas y sollozando.

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Horas atrás.

Se sentía algo incómodo, enfundado en ese blanco traje y con el moño negro estrangulándole, ahora entendía porque Manigoldo se la pasaba jalándole o lo terminaba arrancando de su cuello. Sus ojos viajaban de un lado a otro, admirando el amplio y exuberante salón, los ricos sí que vivían bien. Gigantescos vitrales con escenas religiosas y míticas, cortinas de seda tan grandes que bien podría envolver toda su casa con una, el piso parecía estar bañado por algún liquido viscoso y brillante, sí, se veían hermosos...pero muy resbalosos.

-cuidado Alba-chan

Manigoldo alcanzo a sujetarlo de la cintura, antes de terminar sentado en el piso.

-lo...lo siento, gracias

El italiano suspiro cansado, lo sujeto con fuerza y le llevo hasta una de las enormes mesas colocadas a los costados.

-ahora sabes por qué quería traer botas, pero te pusiste como princesa y me regañaste ¡no Manigoldo, esas botas no quedan con el traje, bla,bla,bla! Estas mierdas de salones siempre tienen los pisos todos embarrados de baba, malditos pisos resbalosos ¿Cuántos caracoles abran matado para dejar este tan brilloso?

Albafica le miro enojado, odiaba que lo regañara, sus ojos viajaron a los demás invitados ¿Cómo demonios le hacían para caminar, o los meseros para correr cargando las charolas?

-di...disculpa

Un ligero toque en su brazo y una suave voz captaron su atención. A un costado suyo se encontraba una hermosa jovencita, con impecables bucles castaños, piel trigueña, labios carmín y ojos muy grandes y verdosos, los cuales brillaban ilusionados.

-¿le...le gustaría bailar?

Albafica se estremeció un poco, la chica se había acercado demasiado, la atrevida jovencita tomo su mano y le arrastro a la pista de baile, podía escuchar las risas de Manigoldo a su espalda.

Comenzó a danzar despacio, concentrando su peso en los talones para no resbalar, le sonrió a la joven que le miraba embelesada, no le desagradaba bailar...pero el acoso de la chiquilla comenzaba a molestarle, esa niña ya se había recargado en su pecho como cualquier enamorada. El chico suspiro cansado pero no borro la sonrisa, sabia fingir muy bien, en una vuelta se topó con la mirada burlona de Manigoldo. El italiano se reía y posaba de forma tonta, burlándose de la incomodidad del menor, al final le señalo una esquina.

Una gran cantidad de jovencitas, y no tan jovencitas, les observaban fijamente, viendo con ensoñación al apuesto joven que finalmente se dignaba a bailar...y con ira y celos a la pequeña trigueña. Esto lo sorprendió, estaba acostumbrado a las miradas lujuriosas, pero que las de odio no fuesen dirigidas a su persona era nuevo.

Cuando el baile termino las jovencitas corrieron hasta él para solicitar una pieza, el chico se sintió intimidado al ser rodeado por tanta dama, busco ayuda en su compañero pero no funciono, Manigoldo solo se encogió de hombros, miro a ambos lados y se retiró al bar silbando... ¡Maldito traidor!

Ahora lamentaba el haber ido a esa estúpida fiesta, pero el mayor no le dejo muchas opciones.

-tu deber es acompañarme, eres mi mano derecha en los negocios, conoces los movimientos y protocolos por lo que tu opinión es muy importante....aparte, en lo que tu arreglas todo ¡yo me voy a emborrachar al bar! ya sabes tú trabajas y yo bebo.

No está de más decir que en cuanto el italiano soltó esto Albafica le cerró la puerta en la cara, pero Manigoldo era insistente, estuvo tocando por un buen rato, al final ingreso por una ventana, con ayuda del pequeño Pefko, y no dejo de acosarlo hasta que acepto.

Logro zafarse de las señoritas después de un buen rato, mareado por el perfume de estas y tanta vuelta, busco a Manigoldo por todo el salón, por increíble que parezca el italiano no estaba en el bar, subió las escaleras admirando la decoración, saludando de forma cortes a las personas que sonreían al verlo.

El segundo piso contaba con una gran cantidad de salones, posiblemente Manigoldo está en uno de estos, se asomó con cuidado buscándole. Eran salones lujosos, en algunos había una gran cantidad de damas, charlando en sillones de terciopelo rojo, ocultas tras enormes abanicos. En otros se encontraba jóvenes parejas, ocultos del bullicio, buscando un poco de privacidad para darse algún beso y susurrarse palabras melosas al oído. Sus mejillas se incendiaron al imaginarse con su compañero en una situación similar...pero de verdad comenzaba a desearlo. Sus pasos le llevaron hasta una enorme puerta blanca, decorada con dos ciervos de madera, abrió despacio...parecía un estudio.

Un grupo de hombres se encontraban ahí, enfundados en sus caros trajes y bebiendo en copas de cristal cortado con filos de oro, eran hombres maduros, con miradas frías y calculadoras, hombres de negocios dueños de empresas importantes...Manigoldo estaba con ellos.

El italiano estaba recargado en un gabinete con una copa en mano, hablando con dos hombres de edad avanzada, tenía una mirada seria, decidida, su voz era clara con un timbre fuerte, pero no intimidante, hablaba sobre una transacción en las telas, un producto tan fino como la seda, hermoso y resistente, teñido con especia extravagantes y aromáticas traídas de América.

Albafica sonrió al ver como los hombres estrechaban su mano y aceptaban el negocio, estaba por entrar a felicitarlo cuando un fuerte agarre en su brazo le alejo de la puerta, arrastrándolo por un corredor.

-mi querida rosa, es bueno volver a verte.

Escuchar esa voz ocasiono que todo su cuerpo temblara.

Minos lo arrastro hasta la última habitación, alejado del salón principal, entraron a una diminuta sala que precedía a un par de puertas de cristal, adornadas con cortinas rosas. Albafica escucho los gemidos que provenían del interior, esas habitaciones las conocía muy bien.

-veo, mi querida rosa, que te diviertes con el conde ¡mírate! pareces un muñequito de porcelana, ja,ja.

Albafica le miro furioso, intento salir de ahí pero Minos no lo permitió, lo azoto contra la pared y doblo sus muñecas.

-¡suéltame!

-ja,ja, no me vez por un tiempo y ya crees que puedes gritarme y ordenar cosas. Lo azoto con fuerza en el piso y se sentó arriba de él,- no olvides que eres mío mocoso, me perteneces.

-¡No, no es cierto!

-claro que sí, eres una puta que trabaja para mí, un mocoso imbécil al cual recogí y salve, te salve a ti y a ese pequeño bastardo que cuidas, no olvides que de no ser por mi ese escuincle de mierda estaría muerto.

Albafica le miro furioso, como se atrevía a insultar a su primo, intento zafarse pero Minos no le soltaba, por lo que termino escupiéndole para liberar su enojo.

Los ojos de Minos se abrieron sorprendidos, podía sentir la saliva caliente deslizándose por su mejilla ¡ese Maldito! ¿Cómo se atrevía a insultarlo? Le soltó una bofetada mirándole con furia.

-¡imbécil!, acaso crees que por ser la puta favorita del conde puedes rebelarte, crees que por vestir bien estas a mi nivel, niño estúpido, tú eres solo una basura, un imbécil que solo sirve para que le den por el culo y nada más.

-no, no es cierto.

-¿Qué no? ja, claro que sí, o ya olvidaste cuantos te han follado, pero claro, como ahora te coge una sola persona te crees especial, importante, pero sigues siendo la puta de siempre, por eso es que el conde me paga, para cogerte todas las noches y...

-no es verdad, él me respeta, nunca me ha tocado.

Esta declaración sorprendió a Minos, no creía lo que escuchaba ¿Qué hombre paga para coger y no lo hace? pero por la mirada del menor se dio cuenta que era cierto. Ahora entendía por qué actuaba así, por que el chico se veía con más confianza y valor, más feliz, comenzaba a valorarse de nuevo, sentirse útil...pero él se encargaría de despedazar esa confianza. Comenzó a reír como poseso asustando al menor.

-ja,ja, no te ha tocado, ja,ja,ja, pero que imbécil, ja, ja.

-¡cállate, él no es ningún imbécil! ¡El único imbécil eres tú!

Las ganas de cruzarle el rostro regresaron, pero logro contenerse...había otras formas de dañar.

-Te diré algo mocoso, sujetando su barbilla, - La verdad me sorprendí cuando el conde pago por ti, por lo general la nobleza contrata putas mejores, de clase alta, pero parece que él decidió romper el protocolo y probar con algo bajo...aunque, una sonrisa siniestra adorno sus labios, -tienes razón, no creo que te vea como su puta...más bien ¡eres su mascota! un lindo animalito que recogió de la calle, al cual baña y viste, peina su cabellito y lo saca a pasear, presumiendo lo hermoso que es.

Albafica le miro con furia, estaba por reclamar pero Minos no lo dejo.

-porque ¿Quién querría follar con alguien como tú? por muy hermosa que sea tu cara, haz cogido tantas veces que debes darle asco, Parece que no quiso meterla ahí donde hasta un vil marino se ha corrido.

-eso no es verdad.

-no, ya, entonces quieres decir que está enamorado de ti. El rostro de Albafica se sonrojo y el chico quedo congelado-eso, te ha dicho que te quiere, que eres especial, dime Albafica ¿acaso te ha besado?- la incomodidad y el silencio era la respuesta que necesitaba- como querría besar una boca que está sucia, una boca que ha chupado tantas vergas. No niño, no es estúpido, si quiere sexo, puede cogerse a cualquier chica o chico en este lugar, vírgenes, gente de su nivel y todos tranquilos como siempre, para después salir con la frente en alto...con su linda mascota al lado, porque eso eres, un perrito al cual le gusta tenerlo bien alimentado y limpio...un muñequito de aparador.

Sus ojos comenzaron a aguarse, mordía sus labios reprimiendo el llanto...no, no era verdad, Manigoldo no...

-vamos preciosa, te hare gritar.

Una pareja ingreso a la habitación, Albafica aprovecho la distracción para empujar a Minos y salir de ahí, corrió a la habitación donde había visto al italiano, Minos mentía, Manigoldo no le veía como una mascota, había algo más, podía asegura que incluso eran amigos. Al llegar encontró el salón vacío, parece que la reunión termino, se apresuró a bajar al salón para hablar con el italiano, a media escalera su cuerpo se petrifico, una fuerte presión en su pecho lo ataco, así como una infinita tristeza. Manigoldo se encontraba ahí, a media pista...besando a una chica, sus manos acunaban el rostro de la joven y mantenía los ojos cerrados.

-¡guaf, guaf.

Escucho la voz de Minos a su espalda, lo había seguido, el albino le veía burlón e imitaba los ladridos de un cachorro, no lo soporto, su visión se tornó gris, bajo las escaleras con paso veloz, directo a la salida, tomo un carro y se marchó.

Cuando llego a casa azoto con fuerza la puerta, mientras el llanto contenido comenzaba a brotar, se sentía tan mal que incluso las palabras de Minos comenzaron a ser verdad para él. Miro la ropa que traía, ese fino traje blanco que el italiano le había comprado para la fiesta, esos zapatos tan incomodos y brillosos, el reloj de plata...sus accesorios, llevo la mano hasta la cinta que sujetaba su cabello en una coleta "un animalito al cual alimenta y viste, después peina su cabello y lo saca a pasear" las palabras de Minos resonaban en su mente, se encamino al baño encerrándose ahí.

Comenzó a quitarse la ropa a jalones, sentía que le picaba, cuando quedo desnudo contemplo su cuerpo, las marcas de sus anteriores encuentros habían desaparecido, su piel nuevamente se encontraba intacta, sin mordeduras o chupetones, cero rasguños o hematomas. A su mente llego el recuerdo de la primera vez que vio al italiano, se había desnudado , recostado en la cama esperando a que le poseyera...pero Manigoldo no lo hizo, solo deslizo sus dedos por su piel y ...le menciono las marcas, marcas que le desagradaron...que le dieron asco.

El dolor en su pecho regreso, estresado comenzó a llenar la bañera con agua fría y se metió, empezó a tallar con fuerza, buscando borrar marcas inexistentes en su piel.

-toc, toc-

-¿Albafica? ¿Estás bien?

El pequeño Pefko se había despertado, sorprendido por la repentina llegada de su primo, creyó que llegaría más tarde de esa fiesta, a la cual Manigoldo no le dejo ir pero prometió compensarlo enseñándole a montar. El chiquillo golpeaba con fuerza la puerta, podía escuchar sollozos al otro lado.

-Albafica...Albafica abre...soy yo, Pefko.

-....

-¿Albafica?

-....

-¡Albafica abre!

-vete Pefko.

La delgada voz de su primo le asunto, se oía mal.

-no, abre.

-vete

-Albafica... ¿estas llorando?

-vete Pefko

-¿Qué tienes, por qué lloras?

-ve a dormir Pefko.

-no, ábreme

-¡QUE TE LARGUES! ¡FUERA!

El grito asusto al menor, sus regordetas mejillas no tardaron en humedecerse con lágrimas, se alejó espantado de la puerta, apretando sus manitas. Su primo estaba llorando y él no podía ayudar. Camino espantado hasta la entrada, tenía que hacer algo, salió a la calle en busca de ayuda, adentrándose en esos obscuros callejones, tan peligrosos para un infante.

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El frio calaba su cuerpo, sus labios se teñían poco a poco de azul, su blanca y tersa piel ya se encontraba grisácea y arrugada como pasa. El agua se había teñido de un rojo pálido, resultado de los raspones que se hizo en brazos y piernas. Continuaba sentado en la tina, meciéndose y abrazando sus piernas, se sentía mal, cansado...sucio.

-¡ALBAFICA!

La puerta se abrió de golpe, gracias a la patada que Manigoldo le regalo. El italiano abrió los ojos asustado al ver a su amigo, corrió hasta el peli celeste e intento sacarle del agua. Estaba frio y titiritaba, tenía sus ojos rojos e hinchados, había llorado mucho.

-¿Alba?

En cuanto lo toco Albafica comenzó a retorcerse, el joven se negaba a salir del agua, pataleaba y le lanzaba golpes.

Pefko veía todo desde la puerta, el chiquillo lloraba mientras se aferraba a la chaqueta del italiano que le cubría del frio.

Manigoldo se desesperó, intentaba no herirlo, tenía unos raspones muy fuertes en sus brazos y piernas, pero Albafica no se lo dejaba fácil, aparte los lloriqueos del niño le ponía nervioso, ese pequeño se estaba asustando mucho. Desesperado no le quedo de otra más que soltarle una bofetada.

El golpe pareció acomodar las ideas del peli celeste, que se quedó quieto, sus ojos se clavaron en el responsable del ardor en su mejilla, poco a poco sus ojos comenzaron a aguarse.

-Albafica, tranquilo, soy yo.

-Ma...Manigoldo.

Asustado se lanzó a su cuello, abrazándole con fuerza.

Manigoldo logro equilibrarse para no terminar dentro de la bañera, aunque ya estaba completamente empapado como para preocuparse por ello.

-ya Alba-chan, ya, no llores.

Lo tomo con cuidado de la cintura y lo saco del agua, se sentó en el frio suelo acunando al menor en sus piernas, sobaba su espalda intentando calmarle, los sollozos del chico se oían tan tristes que le desgarraban el pecho. Empezó a arrullarle, exprimiendo el agua de su cabello, sus ojos viajaban de su compañero a esa agua rojisa ¿Qué diablos le paso para ponerse así? suspiro desganado y se levantó con el joven, cargándolo cual princesa, después le preguntaría el motivo, ahora tenía que atenderlo antes de que le diera pulmonía.

-Pefko, -le hablo al chiquillo que brinco al oír su voz, lo miro con tristeza, -ve por unas mantas y calienta un poco de agua...será una larga noche.

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Y se acabó, el siguiente capítulo será la versión de Manigoldo

Espero el capítulo fuese de su agrado, les agradezco mucho si llegaron hasta aquí, en especial por mi pésima ortografía.

Les deseo una buena noche, día o tarde, dependiendo el momento en que lo lean, cuídense mucho y los leo en el siguiente capítulo.


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