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Datos curiosos: los 8 inmortales

El taoísmo y la cultura china popular rinden especial homenaje y alabanza a ocho individuos que por medio de la piedad y la virtud lograron obtener existencias perennes. Más conocidos como los ocho inmortales. Estos personajes son un grupo de deidades de la mitología china que según las creencias, existieron terrenalmente y nacieron durante las dinastías Tang o Song, tiempo en el cual practicaron las técnicas de la alquimia y los métodos de la inmortalidad.

Rara vez aparecen por separado y cada uno de sus poderes pueden ser transferidos a sus respectivas herramientas, los cuales tienen la capacidad de dar vida o destruir el mal.

Los Ocho Inmortales son: Lü Dongbin, Lan Caihe, Zhang Guo Lao, He Xiangu, Li Tieguai, Han Xiangzi, Zhongli Quan, y Cao Guojiu

Los ocho inmortales viven con los dioses en las montañas de Kun Lun, en el centro de la tierra. Allí se divierten en los jardines del Emperador de Jade, el señor supremo de los cielos, donde crece el melocotonero mágico de la inmortalidad. Cada milenio se los invita junto a los dioses, a comer melocotones en una gran celebración que realiza la Emperatriz Wang, esposa del Emperador de Jade.

¿Qué representan?

Es interesante destacar que cada uno de los inmortales representa un aspecto de la comunidad china, por esta razón, los ocho inmortales personifica cada una de las funciones que puede realizar la nación cuando hay armonía en cada una de las partes.

De esta manera, Zhongli Quan representa a los milicianos; Lü Dongbin a los burócratas (funcionarios); Li Tieguai a los enfermos y heridos; Han Xiangzi a los sabios; Cao Guojiu representa a la nobleza; Zhang Guo Lao a los ancianos; Lan Caihe a los pobres y He Xiangu a las doncellas.



🏛  La actividad anterior consistía en escribir un pequeño relato que incluyera a estas deidades chinas y al creador de dicha historia. 


El siguiente relato pertenece a LanitaOros


Corrí alistarme para abordar la ruta que nos llevaría al museo La piedra del sol, esa semana el tema era la mitología China. Cuando estuve lista, fui por mi plantita, parecía desmayada, la sostuve con unos palillos y así me la llevé. 

Llegamos justos de tiempo. Vi que mis compañeros enseñaban su planta antes de ingresar. Llegó mi turno, la encargada miró mi plantita y luego a mí, le sonreí simpática, pero no me dejó pasar. Me llevó a la cocina, me dijo que revolviera la masa y cuando estuviera lista, podía entrar. No lo podía creer, yo que ni tendía mi cama. 

Al poco tiempo ya estaba cansada, no podía dejar de revolver porque se hacía grumos. De pronto salió un vapor aromático que me tumbó a la silla y, por la puerta, apareció un señor con ropas tradicionales chinas, hasta tenía una espada, y era chino; no pensé que los del museo se lo tomaran tan en serio. Mientras se peinaba un bigotico con los dedos, olfateó y dijo: "Ya casi está el mijo, sígueme".

Cruzamos la puerta y quedé perpleja, qué trabajo tan bien hecho. "Me llamo Lü Dongbin", dijo mientras ascendíamos a la montaña, "Y yo...", "Lo sé, Lana", me interrumpió. (Claro, la que faltaba en la lista), pensé. 

Llegamos al templo, en la puerta estaba un joven, sus vestimentas tenían detalles femeninos y masculinos. Me dio la mano y me llevó a sembrar flores. ¡Más trabajo! 

Fue chévere, me clavé algunas espinas, pero ya no se me morirían más plantitas. En ese momento, apareció una joven brincando entre las copas de los árboles y no veía cuerdas que la sostuvieran, traía una canasta llena de manzanas. ¡Qué hambre!, me dio solo una, que porque eran para la mamá. "Adiós Lan Caihe", dijo la joven, "Adiós He Xiangu". Le respondió él.

Seguí mi camino, vi un hombre desdoblando el dumi de una mula, bebía algo y luego escupía un chorrito sobre la boca del animal, empezó a inflarse y moverse como si cobrara vida. "¡Increíble!, también hay magos". Se fue en su mula, se despidió de cuatro ancianos que estaban reunidos en una mesa, ellos dijeron: "Adiós Zhang Guo Lao".

Uno de ellos, era bien... poco agraciado, se sujetaba el pelo con una cinta dorada y le salía una burbujita de vapor de la cabeza con un símbolo raro. Li Tieguai, era su nombre.

En seguida, un hombre tocando una flauta que hacía bailar a... "¡mi plantita!", ahí si tenía ánimos la condenada. Han Xiangzi se llamaba el de la flautita. 

A su lado estaba un señor de abundante barba y sin camisa, sacudió un abanico y la mesa se volvió dorada, "¡Vaya!, otro mago". Zhongli Quan, le decían.

El último, otro barbón, vestía como un emperador, sacó un pergamino de una cajita, recitó lo que decía, llegó una cigüeña y se lo llevó. "Adiós Cao Guojiu". Dijeron todos...

"Lana", gritó mi profesora para despertarme, me levanté y me limpié las babas. Por suerte dormí poco y no se quemó la masa. 

Recogí mi plantita que ahora se sostenía sin los palillos y entré al museo; lleno de estatuas, igualitas a las personas de mi sueño...


¡Felicitamos a Lanita por compartir con nosotros este maravilloso relato! Te has llevado también 20 puntos. 🎉

¡Nos vemos en otra actividad!

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