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NO ES PARA TANTO

Sé que he hecho daño a Tyler, pero ¿me importa? Yo diría que no, a estas alturas, ya debería estar hasta acostumbrado a que le hable mal. Se lo merece. Él me ha hablado mal desde que tengo uso de razón. Bromitas sin gracia, tonterías absurdas soltadas por su boca y comentarios hirientes que sólo llegan a mi corazón para destruirme un poquito más de lo que estoy. Así que sí, de nuevo, se lo merece.

Llevo años planeando mi dieciocho cumpleaños. Años. Literalmente. Tenía todo medido e imaginado al dedillo en mi cabeza: la ropa que iba a ponerme, el pelo que iba a peinarme, el maquillaje que iba a lucir, la tarta y las velas perfectas y hasta lo que haría después y antes de soplarlas. Era todo tan perfecto que nada se compara al cumpleaños que he tenido hoy y que le he hecho pasar a Tyler.

Hoy habría estado a mi lado Amber, con su deslumbrante melena pelirroja y esa sonrisa de oreja a oreja con hoyuelos que tanto la caracteriza. Pasaríamos de los chicos, nos iríamos a la fiesta de inicio de verano que se celebra en Ses Voltes, en pleno centro de la ciudad y bailaríamos como locas. Ese era mi cumpleaños perfecto. Esos eran mis verdaderos dieciocho, no lo de ahora.

—¿Puedo pasar? —El sonido de los dedos de Marta piqueteando en la puerta me sacan de mi ensimismamiento.

Asiento con la cabeza.

—Noa, cariño, ¿qué ha pasado? —suspira —. Bueno, más bien, ¿qué te pasa?

Se sienta al borde de la cama en la que yo estoy en posición fetal y me acaricia la pierna.

Marta, además de ser la mejor amiga de mi madre y una segunda madre para mí también es mi madrina, lo que según el cristianismo significa que si en algún momento mi madre falta, ella sería su sustituta. Y sinceramente, sé que estaría en buenas manos.

—Yo... —Me reincorporo en la cama y la miro a los ojos.

Creo que ahora entiendo por qué James se enamoró de ella nada más verla por primera vez en Madrid en su viaje de Erasmus. Marta es guapísima, nada tiene que envidiarle a ninguna modelo de revista. Para la edad que tiene, cosa que no sé con exactitud, tiene un cuerpazo increíble. Es alta, como su hijo, morena y tiene el pelo tan rizado que podría confundirse con una escarola perfectamente. Supongo que de ahí le viene a Tyler el tener el pelo rizado que le cae por la frente. Es una pena que siempre lo lleve rapado por los lados, los rizos de su madre y por lo tanto los suyos son realmente preciosos. Marta tiene una juventud realmente resplandeciente en la mirada y hace que me sienta como en casa, pero ahora... me siento tan desnuda que duele.

Marta siempre saca todo de mí.

—No lo sé —digo al fin.

—¿Es por Tyler? —pregunta apartándome un mechón de pelo de la cara y poniéndome detrás de la oreja.

Arrugo la frente.

—¿Por qué todo el mundo se piensa que estoy así por Tyler? —digo en voz anta sin darme cuenta —. Perdón, he preguntado en voz alta.

—Tranquila —sonríe —. Todo el mundo sabe lo de Tyler.

—¿Lo de Tyler? —pregunto dubitativa.

—No hace falta que te lo explique, cariño, toda la familia lo sabe.

—¿Saber qué exactamente?

Estoy empezando a cabrearme y creo que sería la primera vez que Marta me ve así.

—Que estás enamorada de Ty —sonríe como si le fuera la vida en ello.

¿Está...? ¿Está contenta por eso? Espera un momento, ¿que estoy enamorada de Tyler? ¿Qué narices...?

—¿Qué pasa? —pregunta.

En su mirada se cruzan millones de preguntas, como si realmente supiera que ha metido la mata y que no tiene ni idea de absolutamente nada.

—Oh... vaya... no es eso.

¿Se le nota decepcionada? ¡Ay por favor, no entiendo nada!

—Yo, pe-pensaba. perdona, cariño. De verdad. —Intenta tocarme la pierna de nuevo, pero se la aparto bruscamente —. Todo la familia lo cree, pero eh, Noa, no es malo. Claro que no. Sabes que no es malo, ¿verdad? Puedes amar a quien quieras.

—Estás equivocada, Marta.

Me pongo en pie y voy a mi armario en busca de cualquier cosa que no sea mirar a los ojos a Marta.

Resoplo.

—¿De verdad se piensa toda la familia que estoy enamorada de tu hijo? —pregunto casi refunfuñando con una percha en la mano y una camisa azul en la otra.

Marta asiente.

—Genial, o sea que él no es el único que se lo tiene creído.

Marta suelta una pequeña carcajada.

—Perdona, no quería ofender —le digo sin saber muy bien por qué. Observo cómo quedaría esa camisa azul con un bikini blanco de encaje en el espejo del armario y busco unos pantalones a juego.

—No me ofendes. —Y vuelve a reírse.

—¿Qué te hace tanta gracia?

—Nada, solo que... toda la familia sabe lo vuestro, menos vosotros.

—No sé de qué me estás hablando.

¿Tyler y yo? Por favor, que no me haga reír.

—Estoy segura de que sí. Desde que naciste y él tenía cinco años toda la familia entera supo que vosotros ibais a ser los que perpetuaran nuestro hogar.

—¿Qué hablas, Marta? Por favor, eso es de locos, deja de decir tonterías. No quiero nada con tu hijo, no por nada, pero creo que merezco a alguien mejor.

Marta niega con la cabeza y a mí el corazón me martillea únicamente por el simple hecho de pensar en algo así. ¿De verdad Marta y toda la familia sabe algo de esto? ¿Qué narices se imaginan? ¿Cómo que lo saben todos menos nosotros? Definitivamente vivo en un universo paralelo al de Marta ahora mismo.

—Ya os daréis cuenta con el tiempo, y, además, a mí no me importaría tenerte como nuera.

—Anda, cállate —le digo riéndome y tirándole la primera prenda de ropa que pillo a la cara —. Será mejor que dejemos el tema. ¿De qué te ríes tanto? Y deja de mirarme así, por favor, que me vas a desgastar.

Las bromas con Marta siempre son increíbles y ojalá no se termine nunca esta relación, pero...

—Estás tan mayor —interrumpe mis pensamiento diciendo en voz alta algo como si se lo dijera para sí misma en vez de para mí.

—¿Supongo que eso es lo que tiene cumplir años cada año?

—Eras nuestra pequeña —sonríe con añoranza y me observa de arriba abajo —. Pero ya eres toda una mujer y me cuesta un poquito hacerme a la idea.

Sus ojos brillan un poquito por algo que considero que es agua... ¿está llorando? Ay, no, por favor, no quiero más lloros este año.

—Eh, Marta. —Me siento a su lado y envuelvo sus manos en las mías—. Siempre te seguiré queriendo, sea pequeña, mayor o súper vieja. Tú siempre serás como mamá.

Marta me sonríe, sobre un poquito por la nariz y asiente con la cabeza.

—Ese conjunto seguro que te queda increíble, pero ¿vas a salir? —Duda.

—Eso creo.

—¿Con quién?

—No lo sé, yo... simplemente quería cambiarme de ropa.

—Ahora mismo llevas la camiseta preferida de tu padre.

—¿Qué? —Me miro de reojo en el espejo de armario.

Vaya, es verdad, pues qué asco. Más razón para quitármela.

La camiseta es de los Ramones, que, pese a ser una banda estadounidense de punk, mi madre y él iban a todos los conciertos desde el momento en el que vinieron por primera vez a Menorca y se encontraron con unos tipos muy extraños que iban cantando por ahí "Baby, I Love You", una canción que a día de hoy resulta ser LA CANCIÓN. Siempre se dice que las parejas suelen tener canciones que las representa, pues la de mis padres es esta. Y no puede ser más hipócrita.

Me quito la camiseta y la echo al cesto de la ropa sucia con demasiado desdén. No sé por qué la llevo puesta y mucho menos por qué llevo algo que me ha regalado mi padre.

—Noa, ¿no vas a contarme por qué estás con este humor?

—No creo que sea relevante.

—Ya te digo yo a ti que sí. Estamos preocupadas por ti.

—Pues no lo estéis, no es necesario. Se me pasará. Siempre es así, ¿no? Las cosas pasan.

—Mira, no sé de qué hablas, pero estoy segura de que la camiseta de los Ramones no se merece que la trates así. —Se levanta de la cama y se dirige al cesto de la ropa sucia. No he encestado dentro, así que ella misma la coloca en su sitio —. ¿Estás así por lo de Manu?

El corazón se me para el seco y dejo de abotonarme la camisa.

—¿Sabes lo de mi padre? —pregunto girándome tan rápido como puedo.

—No, no sabía nada, pero acabas de darme la respuesta a todo. Estás así por tu padre. Bien, ahora, cuéntame, ¿qué ha ocurrido?

—Marta...—resoplo.

—No pongas los ojos en blanco, ahora ya sé que es por él. Tú jamás has tenido una actitud así, ni en tu cumpleaños, ni nunca. Tu cumpleaños era el día más especial de todo el verano y ahora... ¿qué ha pasado? ¿Por qué no quieres estar en la misma mesa con nosotros? ¿Qué te ha hecho tu padre? Sé cómo puede llegar a ser, de verdad, pero no creo que sea para tanto.

El "no es para tanto" me retumba en los oídos.

Odio esa frase. Odio lo que significa. Y odio a la persona que le dio sentido.

—No tienes ni idea de nada, Marta. Será mejor que dejes el tema.

Estoy cabreada. Muchísimo. Los latidos del corazón que parecían haberse parado vuelven a su ritmo, pero cada vez más rápido. No me viene muy bien ahora mismo una taquicardia, pero si debo pasarla para terminar esta conversación, lo haré.

—Noa, para, mírame. —Me sujeta el brazo y me observa fijamente. Tiene los ojos igual de bonitos que su hijo—. Nada que haya hecho tu padre merece la pena para fastidiarte el verano, ni a ti, ni a tu madre ni al resto de la familia, ¿me estás entendiendo?

—Madre mía, ni mi madre me echa estos puros.

—¡Deja ya los botones de la camisa, por favor! —Está en el límite y me hace mucha gracia verla así. Siempre ha sido así. Marta no puede ponerse tan seria y esperar que no me ría —. A mí no me hace gracia, Noa, tu madre está preocupada, tu hermano también y nosotros por supuesto. Has hecho que Tyler no quiera ni abrir los regalos y que tu madre deje de sonreír.

—Que mi madre deje de sonreír no es culpa mía —le digo lo más tajantemente posible.

—Pues lo has hecho, la comida ha sido un desas...

—Ya te dicho que no es por mí. Puedes creerme.

—¿Y qué ha pasado entonces? —pregunta con los brazos en jarra y ya soltándome del brazo.

—No hace falta ni que te lo diga, estoy segura de que puedes hacerte una idea.

Termino de colocarme las zapatillas blancas y me observo en el espejo. Bien.

Moño desmontado, check.

Pantalones blancos impolutos, perfecto.

Bikini blanco de encaje con camisa azul sobrepuesta, hecho.

Bolso blanco pequeño para llevar lo justo y necesario, listo.

¿Qué más se necesita para ir a una fiesta?

—No creo que sea lo que me imagino.

—Piensa mal y acertarás.

—Estás tan repelente, Noa —suspira de nuevo por decimoquinta vez.

—Espero que os guste mi nuevo mood. ¿No se dice así en Inglaterra?

Marta me observa de arriba abajo, niega con la cabeza y, aunque me gustaría creer que es por mi acento inglés, es realmente porque está decepcionada conmigo. Bien, supongo que así es más difícil que la gente te haga daño. Si se alejan, no hay daño que hacer.

—Cuando quieras hablar ya sabes dónde encontrarme —dice dándose por vencida al fin —. Pero recuerda que el verano termina y que yo no estoy aquí eternamente, ni yo ni Tyler.

—¿Y por qué metes ahora a tu maldito hijo en esta conversación?

—Porque me ha contado lo que le has dicho en el porche y quiero que sepas que él te quiere, pero no va a esperar todo el verano para que cambies tu actitud. Y yo tampoco.

Me quedo quieta. Todo lo quieta que se puede estar cuando alguien te afirma que su hijo te quiere. No respiro, por si fuera un sueño y con la mirada enfurecida de Marta y su terrible cierre de puerta, me tambaleo.

¿Qué me quiere? A mí me tienen que estar grabando.

—¿Y la cámara oculta? —miro hacia el techo —. No me lo puedo creer, ¿puede ir algo más a peor? —resoplo.

Me toco el puente de la nariz y respiro hondo. ¿De verdad acabo de escuchar lo que acabo de escuchar? Esto es surrealista. ¿Cómo va a quererme Tyler después de todo lo que ha salido por su boca? ¿Después de lo que ha hecho, de la gente que ha conocido a mis espaldas, de no haberme dirigido ni una sola palabra bonita en años?

Me parece increíble.

Pero ya está, Noa, fin de la historia. Seguramente Marta se lo haya inventado porque otra cosa no, pero ya ha dicho que le encantaría que fuera su nuera, pero sinceramente, ¿eso estaría bien? Sería como... ¿salir casi con mi hermano?

Puaj.

—Para, Noa, para. Ya está bien —digo en voz alta.

Sí, vais a tener que acostumbraros porque suelo hacerlo mucho. Lo de hablar en voz alta digo. Perdonadme, pero es que sino no aclaro mis ideas.

Creo que podría ir a hablar con Tyler, no sé, tal vez pedirle perdón por no ser el día ni el momento adecuado para haberle dicho lo que le he dicho, ¿no? Sí, creo que será lo mejor.

—¿Puedo pasar? —pregunto tras dar un par de golpes a la puerta de al lado de mi habitación.

Mira que la villa es grande, eh, pues tuvo que elegir el cuarto que literalmente está pegado al mío. Pared con pared. Si se tira un pedo, lo escucho. No os podéis creer todo lo que he escuchado de esa habitación, pero esas historias dan para muchos capítulos más.

—¿Qué quieres ahora, Noa?

Para mi sorpresa... ¡es la maldita primera vez que le escucho decir mi nombre!

—¿Acabas de decir "Noa"? —Juraría que se me va a caer la mandíbula al suelo.

—Te llamas así, ¿no? —dice quitándose un poco de agua de la cabeza con la toalla.

Vaya, lo he pillado recién salido de la ducha y, ¿cómo puede ser posible que a una persona le quede tan bien una única toalla en la cintura?

—¡Eh, espabila! —Eleva la voz chasqueando los dedos delante de mi cara —. ¿Qué quieres?

—Eh... —tartamudeo. Mierda, soy lo peor cuando él está delante —. Yo... quería...

—¿Sí? —Él siempre tan arrogante.

—¿Sabes qué? No, no quería nada. Iba a pedirte perdón por mis palabras, pero es que te mereces que te las diga. Eso y mucho más.

—No pongas esa cara de asco que sé que te gusta lo que ves.

—Eres tan creído. —Me cruzo de brazos. Bien, defensiva número uno.

—Ya, claro, como si eso no te gustara de mí.

—¿Vas a algún sitio? —pregunto entrando en su habitación sin permiso y observándolo a través del espejo que tiene sobre su tocador.

—¿A caso te importa? —Se pone el reloj en la muñeca y se añade tres litros de colonia a la camisa blanca playera que ha escogido, la cual he de decir que le queda como un guante.

¿Le hacen las camisas a medida?

—Te estoy hablando, tía —resopla negando con la cabeza.

Tierra llamando a Noa. Céntrate, por favor.

—Sí, me importa. ¿Dónde vas?

—Me voy a una fiesta —sentencia.

—Rectifico. Nos vamos a una fiesta —sonrío de oreja a oreja.

—Ni de coña.

—Llévame a la fiesta que me prometiste con diecisiete años. Dijiste que las promesas que hacíamos se tenían que cumplir, así que cumple con tu palabra. Al menos cumple con esa.

La mandíbula de Tyler comienza a palpitar y me doy una palmadita mental porque sé que esa última frase le ha jodido en lo más hondo y no sabéis cuánto me alegro. No es que no cumpla sus promesas, de hecho, algunas sí que lo ha hecho, pero... bueno, digamos que las más importantes no las ha llevado a cabo.

Tyler me observa de arriba abajo con un brillo realmente malévolo en los ojos y sonríe de oreja a oreja. Hace esa maldita mueca con los labios y sé por un momento que está pensando en qué decirme exactamente. ¿Será hiriente, tal vez una vacilación?

—Está bien.

Vale, eso es lo último que esperaba escuchar.

—¿Cómo dices?

—Que está bien. Te vienes de fiesta. Con Manu y conmigo.

—Eh... vale, sí, vale. Perfecto. Cojo mi bolso y bajo.

—¡Eh, chicos, bajad, tengo una sorpresa! —la voz de mi hermano me saca del pozo azul en el que me había sumergido porque otra cosa no, pero que Tyler me desafíe con la mirada no es nada nuevo y aunque lo odio, me encanta a partes iguales.

—¿Una sorpresa? —pregunto frunciendo el ceño.

—Es para ti —dice dándose la vuelta para coger su cartera de la mesita de noche.

—¿Para mí? —pregunto más emocionada de lo que debería después de haberle hecho pasar el peor cumpleaños de la historia de Villa Ignacio.

—¿Quieres acaso que te diga lo que es o bajas y lo compruebas tu solita?

—Eres taaaan simpático cuando quieres, Tyler.

—Lo mismo digo, Hottie. —Deja alargar la última palabra y me dirige a la salida de su habitación cerrando la puerta con un estruendo que me hace saltar.

Será gilipollas.

En fin, respiro hondo, me alineo los chacras cogiendo el bolso y me dirijo a la entrada de la Villa.

—¡Noa! —Mi nombre me retumba de golpe en los oídos y siento cómo un peso se avalancha contra mí sin pedir permiso y me tambaleo.

—¿Qué narices? —murmullo. Respiro fuertemente y... —. ¿Amber?

—¡Feliz cumpleaños, meja, te amo, te amo, te amo! —chilla Amber todavía en mis brazos y besándome por todos los lados.

—¡Oh, por Dios, oh, por Dios! —Me uno a sus gritos y comenzamos a dar saltitos juntas —. ¿Estás aquí de verdad? —La observo de arriba abajo y está preciosa. Pelirroja como nunca, con una sonrisa preciosa en los labios con unos hoyuelos de ensueño y un conjunto de infarto de encaje blanco y azul.

Dios sabe bien que somos almas gemelas porque vamos casi iguales.

—¡Estoy aquí de verdad, tía!

Amber se ríe a carcajada y mi hermano, al cual parece ser que no ha tragado jamás a mi mejor amiga, comienza a hacer arcadas.

—Va a ser la noche más larga de mi vida —comenta mi hermano mirándonos la una a la otra.

—¡Va a ser la mejor noche de la historia del verano de Menorca! —chilla Amber sacándole la lengua.

—Secundo lo de Manu, vais a ser un lastre toda la noche.

—Ten cuidado no te enamores de mí bailando, Tyler.

—Ten cuidado no te enamores tú más de mí, Hottie.

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¡Bueno, bueno, hola! ¿Cómo vais viendo el avance de los capítulos? ¿Os gusta la historia?

Gracias por leerme ❤️

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