Capítulo 9: Familia Harris
Damián pestañeó confundido.
—¿Estás hablando en serio? —preguntó cuando lo quedé mirando fijamente esperando una respuesta.
—Sé que es una tontería... y que es infantil, pero no tengo otra opción.
—Claro que hay otra opción.
—Decir la verdad no lo es para mí. No hasta que tenga algo estable en mi vida.
La expresión de Damián indicaba que me diría que no, era un chico serio y directo, de lo poco que nos conocíamos eso era lo que más destacaba en él. No mentía, no le gustaba. Prefería hacer daño diciendo la verdad, así que comencé a resignarme. Giré sobre mis pies y nuevamente empecé a caminar de un lado a otro, pensando en qué iba a inventar. Ni siquiera tenía otro amigo o amiga que pudiera prestarme su departamento. Sólo tenía a Damián.
—Está bien —lo oí. Me detuve en seco y lo observé a los ojos.
—¿Qué?
—Finjamos. Soy muy bueno mintiendo. Tu no tanto —habló con completa normalidad.
Tenía razón, yo era pésima mentirosa, pero no importaba ¡Me esforzaría!
Me acerqué a él y le tomé los brazos.
—Gracias, gracias. En serio gracias —lo único que me faltaba era apretarlo en un abrazo o comenzar a saltar como una niña pequeña.
Él sólo me observaba con una impactante serenidad en la mirada.
—Necesitamos algún tipo de señal si algo se nos está yendo a la mierda ¿no? —opinó regresándome a la realidad.
Asentí.
—Si... inventemos algo.
—Rayo se hizo caca.
—¿De verdad quieres que sea esa? —arrugué el entrecejo.
—No. De verdad se hizo —lo vi asomarse por el pasillo y arrugó la nariz. Luego regresó la vista hasta mí —, pero podría funcionar.
—Perfecto —sonreí.
Todo estaba armado, o eso creía, sólo faltaba que mi familia me creyera y que no nos pusieran en una situación incómoda.
Cuando continuamos comiendo pizza Damián y yo fuimos enfáticos en poner límites: Nada de besos, nada de abrazos, nada de dormir en la misma cama. Nada de cosas amorosas. Él había puesto la mayoría de los límites, pero lo entendí de inmediato. Damián todavía no sanaba sus heridas y yo no quería incomodarlo o hacerlo sentir mal. Además, estaba bien siendo su amiga, ya que todavía no tenía muy claro si yo había trabajado bien en todas mis trabas emocionales.
Apenas pude dormir, le había enviado un mensaje a Morgan para que me ayudara a contarle a mi madre que había «conseguido un novio» y que ahora «vivía con él». Ella chilló un rato por mensajes alucinando que yo era muy feliz en París y también con que se moría de ganas de conocer al «pobre chico» que me había escogido como su novia. Así que aquella mañana, muy temprano, recibí una llamada de mi madre no tan emocionada.
—¿Cómo que tienes un novio y vives con él? —fue lo primero que me dijo al contestarle.
—Quería explicarte, pero no supe cómo... —comenzó mi actuación.
—¿Es un buen chico?
—Lo es.
El silencio se quedó entre nosotras por un momento.
—¿Cómo es que decides vivir tan rápido con un chico? ¿Es francés? ¿Es de buena familia? ¿En qué trabaja? —sus preguntas fueron aumentando y no supe a cuál responder, así que sólo mantuve el silencio hasta oír la última pregunta —¿Me estás escuchando?
—Sí. Por supuesto que te escucho, pero ya lo conocerás aquí mamá...
—Te llamaré cuando esté en el hotel. Un beso.
—Adiós —colgué.
Me quedé mirando el techo por un largo rato, no podía conciliar el sueño otra vez. Miré la hora en el móvil: 6:12AM.
Me dirigí a la cocina y enseguida Rayo salió disparado de mi cama para seguirme —sí, nuevamente había decidido dormir conmigo—. Me preparé un té, un sándwich y comencé a desayunar. Si, a esa hora. Hasta encendí la televisión para no sentirme tan sola. La verdad era que la ansiedad estaba comiéndome las entrañas.
No me gustaba decepcionar a las personas, menos a mi familia que bastante habían padecido por mi culpa. Bueno, en realidad por la culpa de una joven Violet que no entendía los riesgos de las relaciones con personas que conocías por internet y que tenían diez años más que tú.
De pronto, mi móvil sonó y noté que había un correo de la academia de teatro. Abrí mis ojos de par en par y sin darme cuenta estaba emocionada abriendo un correo que seguramente era automático para todo el mundo. Efectivamente era un mensaje automático, pero no me importó, se extendía que las audiciones para ganar una beca y estudiar ahí serían en un mes. Había un archivo con las bases de postulación y en lo primero que me fijé fue en que tendría que pararme en un escenario, presentarme ante algunos académicos y «hablar con el corazón» ¿Qué significaba eso? Continué leyendo: Los postulantes tendrán que traer líneas de su autoría para postular.
¿Cómo que de su autoría?
¿No me iban a hacer decir las líneas de Julieta? ¡Me las sabía de memoria!
—Céntrate —susurré para mis adentros. —Lo harás bien.
Pese a saber esa noticia, estaba emocionada y no me percaté hasta que estuve afuera de la puerta de Damián a punto de golpear para contarle sobre el correo que me había llegado. Miré la hora una vez más 7:02 AM. Me sentía culpable por golpear la puerta y despertarlo, así que retrocedí unos pasos.
De pronto, el que golpeó la puerta de Damián fue Rayo. Comenzó a maullar afuera y a rascar la puerta.
—Shht, ¡Rayo! —susurré con fuerza, lo cogí entre mis brazos y antes de que pudiera llegar a mi habitación, la puerta de Damián se abrió.
—¡Entra! —se oyó su voz.
Rayo se escapó de mis manos de un salto y corrió hacia la habitación de Damián.
Me quedé inmóvil. Si no me movía, no me vería. Pero Rayo no entró, se quedó con la mitad del cuerpo afuera de la habitación, traicionándome.
—¿Qué? ¿Ya te aburriste de dormir con Violet, traidor? —lo oí.
Eché aire por la nariz, sonriendo. Y eso fue lo que me delató. La puerta se abrió hasta atrás y sus ojos chocaron los míos, culpables. Tenía el cabello desordenado, usaba un pantalón hasta las rodillas y una camiseta un poco más grande que él.
—¿Qué haces parada en medio del pasillo?
—Pues... nada. Pasillando.
—Estoy seguro de que esa palabra no existe.
Me encogí de hombros.
—La inventé.
—Ya, en serio, ¿qué haces? —se restregó los ojos y se apoyó en el marco de la puerta. Finalmente, Rayo entró en la habitación dejándonos a solas. Gato sobrenatural.
—No podía dormir.
—Y estabas «pasillando»
—Desayuné. Y recibí una noticia.
—¿Tus padres no vienen?
—Si vienen, es otra noticia.
Su cara de decepción se hizo notar, pero no lo culpaba, yo tampoco tenía ganas de recibir a mi familia.
—Cuéntame.
—En realidad quería despertarte para decírtelo, pero es muy temprano y...
—Y Rayo se te adelantó.
—Prometo que intenté detenerlo.
—Ya dime, Violet, te ves nerviosa —sonrió.
—Me enviaron las bases de postulación para la beca de la academia de teatro —le conté. Él alzó sus cejas y sonrió otra vez —Debo ir a una audición, pero ¿sabes que es lo peor? Debo inventar mis propias líneas.
—¿Cómo? ¿No te hacen actuar como Julieta o... Romeo? —arrugó el entrecejo.
—Eso pensaba.
—Entonces es aún más fácil.
Me acerqué a él.
—Claro que no. No sé escribir, por eso prefiero la actuación. Así aprendo cosas de memoria y ya.
—Tranquila, Violeta.
—¿Cómo que Violeta?
—Estás dramatizando como esa chica de Disney.
Arrugué el entrecejo, pero él esbozó una sonrisa. Lo vi salir de su habitación y caminó por mi costado dirigiéndose al baño.
—Me daré una ducha.
Ese día Damián trabajaba, lo había olvidado.
Me metí a mi habitación y abrí las puertas del armario inspeccionando entre mis cosas qué sería lo adecuado para recibir a mis padres, pero rápidamente pensé que eso sería una tontería... no podía pensar tanto en función de ellos.
No sé cuánto estuve metida en mi habitación sumergida en mis pensamientos, sólo fue la voz de Damián que me despertó.
—¡Me avisas cuando lleguen mis suegros! —exclamó.
Fruncí el ceño, corrí a la puerta y lo miré por el pasillo, estaba a punto de salir del departamento.
—Estoy actuando ¿cómo voy? —esbozó una sonrisa.
—Mejor que yo, seguro.
—Nos vemos, Violeta —salió del departamento y cerró la puerta dejándome a solas con Rayo.
Finalmente opté por un pantalón oscuro y un chaleco holgado de color crema. Ya habían pasado un par de horas desde que desperté, ordené el departamento, jugué con Rayo y hasta le cambié la arena. Estaba tan nerviosa que estuve a punto de entrar a la habitación de Damián para aspirarla, pero debía calmarme. Si, cuando estaba nerviosa solía asear todos los lugares posibles.
Morgan ya me había avisado que estaban en la ciudad dejando las cosas en el hotel y cuando les envié mi ubicación comencé a desesperarme. Abrí el chat de Damián y le escribí.
Violet: De seguro ya vienen hacia acá
Damián: Salgo en una hora ¿Podrás sobrevivir?
Violet: Creo...
Damián: ¿Dónde está Violeta la positiva?
Violet: Debajo de la cama
Bloqueé el móvil.
De pronto recordé que venían a almorzar conmigo y ni siquiera había pensado en qué cocinar. Me metí a la cocina de inmediato y comencé a revolver mercadería como si fuera el fin del mundo: Pastas, arroz, sopas, un par de cosas desconocidas para mí, condimentos y ¿un tarro de atún?
Me quedé mirando el arroz.
—Tú eres el escogido —le dije. —¡¿dónde estás pollo frito?! —abrí la nevera.
«Miau» oí desde el pasillo.
De seguro Rayo pensaba que estaba volviéndome loca.
El teléfono del departamento sonó unos segundos después, lo levanté luego de unos segundos.
—¿Hola?
—La familia Harris está abajo ¿Pueden subir?
—Sí, gracias.
—De acuerdo —colgó.
El timbre del departamento sonó unos minutos después, sólo eran tres pisos, era obvio que no tardarían nada. Me acerqué a la puerta y pegué mi ojo a la mirilla. Mi estómago se apretó cuando vi a mis padres con una gran sonrisa ahí afuera, no alcanzaba a ver a Morgan y a su novio, así que sólo me armé de valor y les abrí.
Todos los ojos se posaron en mí y yo sólo fui capaz de observar a mamá.
Ella me inspeccionó de pies a cabeza y fue papá el que se acercó para abrazarme con fuerza.
—¡Cuánto tiempo, Violet!
No alcancé a contestar nada, pues ya tenía a mi madre abrazándome y dándome besos en las mejillas como una loca. No pude fingir que no me gustó que me hayan dado tanto cariño al verme.
—¿Cómo estás hija? —me preguntó mamá adentrándose en el pequeño departamento.
—Estoy muy bien... los extrañé muchísimo —en parte era verdad, sólo me daba un terror horrible decepcionarlos.
—Nosotros también hija —me respondió papá.
Ambos se adentraron en el departamento y la siguiente en abrazarme fue Morgan, pero mis ojos chocaron con su novio, quien estaba detrás. Era un chico alto, delgado, de piel morena y ojos oscuros. Me sonrió con amabilidad pese a que no nos conocíamos, él llevaba bastante tiempo junto a mi hermana, pero era de otra ciudad y nunca nos habíamos visto en persona.
Morgan estaba igual que la última vez que la había visto, delgada, con su cuerpo en forma porque le encantaba hacer deporte. Sus despampanantes ojos café claro me recorrieron con cariño cuando me tomó de los hombros para mirarme. Mi hermana siempre se había destacado por tener unas pestañas larguísimas.
—Estoy muy feliz de verte, Violet —me sonrió.
—Yo también Morgan —le devolví la sonrisa.
—Ven, Jacob —llamó a su novio —. Ella es Violet, mi hermana —me presentó. El chico se acercó a besarme en la mejilla.
—Mucho gusto, Violet.
—Igualmente —sonreí.
Era sumamente educado. Dios. De seguro mi madre lo adoraba.
—¡¿Y tu novio?! —oí la voz de mamá.
Cerré la puerta empujando a mi hermana hacia la sala y les pedí que se acomodaran.
—Está trabajando —observé el reloj de la pared —. Ya debe estar por regresar.
—Tenemos ganas de ir a comer afuera ¿conoces algún lugar? —me sonrió papá.
Adiós arroz con pollo frito.
—Creo que si... —de inmediato pensé en Patrick.
***
¡Hola!
Este capítulo es un poquito más corto de lo que pensé, pero les prometo que estoy trabajando en escribir mucho para pronto poder hacer una maratón jijij <3
¡No olviden votar y comentar! Ya veo que me leen de distintos países, para lxs que no saben aun, yo soy de Chile :D
Nos leemos pronto.
BESOPOS
XOXOXO
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro