Capítulo 6: Violet Harris
|Violet Harris|
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Estuvimos en silencio mirando la calle vacía por un largo rato. Violet se había armado de valor al entrar al departamento y traerme otro té de manzanilla que terminó de calmarme por completo.
Cuando regresé a la realidad entendí que había tenido, una vez más, una crisis de las que ya no quería más en mi vida. Antes de venir a París tuve una en donde desperté en el hospital... y ahora estaban regresando a mi vida.
Miré de reojo a Violet quien estaba sentada con los pies puestos en la silla, justo con sus rodillas pegadas al pecho. Me sentí mal por ella... y por mí. No quería tener que dar explicaciones de por qué me sucedían estas cosas.
—No suele pasarme —corté el silencio que había en el balcón.
Ella giró su cabeza hacia mí y sólo asintió con tranquilidad.
—No hay problema.
—Gracias.
No solía ser agradecido, pero esta vez lo estaba de verdad. No sabía en qué hubiese terminado si ella no estaba justo frente a mí para calmar mi crisis. De seguro me desmayaba y despertaba en el suelo del balcón al otro día.
—Creo que deberíamos hablar cosas más... alegres —sugirió ella. Se acomodó en la silla y me observó.
—¿Cómo qué?
—¿Qué es lo que más te gusta hacer?
—¿Fumar? —contesté sin entender el hilo de la conversación.
—Debe haber algo que te apasione hacer, Damián —me sonrió.
—Claro. Fumar, comer y dormir.
Ella pestañeó dramáticamente.
—¿Me has visto hacer algo diferente desde que vives aquí? —le pregunté. Ella negó con la cabeza —¿Qué te hace pensar que tengo un pasatiempo que me apasiona?
Se encogió de hombros.
—Me gusta creer que todos tienen algo en su vida que los hace completamente felices.
—¿Qué es lo que te apasiona a ti? —me atreví a preguntar.
No quería entrar en su vida. No tanto, pero ya viviendo juntos era un poco más complicado evitar ciertos temas de conversación que para todos —excepto para mí— eran completamente normales.
—Te reirás.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué me reiría?
—Todos se ríen cuando lo digo.
—¿Acaso tu pasamiento favorito es cuidar plantas?
—En parte sí.
—Entonces me reiré sólo un poco.
Ella sonrió levemente.
—El teatro —confesó.
—¿Pero ir al teatro o...
—Actuar.
—¿Qué? —reí.
—¡Te has reído!
—Es que me has mirado así, pero no me rio por eso.
—Bueno, eso... me gusta el teatro.
De pronto, algo se encendió en mi cabeza y la observé. Ella arrugó el entrecejo cuando vio mi expresión.
—¿Acaso has venido a Francia persiguiendo la actuación?
Rápidamente noté cómo se le ruborizaron las mejillas. La había descubierto, pero se apresuró a negar con su cabeza.
—Por supuesto que no. He venido porque me contrató esa empresa de finanzas y acepté el empleo, pero ahora me corrieron —resopló.
—Mientes.
—No.
—Sí. Mírate, no sabes mentir.
Ella rodó los ojos.
—Mejor cambiemos el tema.
—¿Quieres estudiar algo relacionado con el teatro?
—¡No! —elevó su voz, horrorizada —Mi madre se volvería loca. Papá también... y bueno... Morgan —levemente miró hacia el edificio que teníamos en frente —. Ya estudié algo relacionado con finanzas, estudiar otra cosa sería perder el tiempo.
—¿Perder el tiempo? —arrugué el entrecejo —Creí que perder el tiempo era dedicarse a algo que odias —solté.
—También lo es.
—¿Entonces?
—No odio las finanzas.
—De acuerdo —contesté sin creerle, ella lo notó.
El silencio volvió a posarse entre nosotros y la vi bostezar. Se restregó los ojos con sus dedos y luego apoyó el mentón en sus rodillas.
—Ve a dormir. Es tarde —sugerí.
Violet negó con su cabeza apenas le aconsejé eso.
—Estás quedándote dormida ahí.
Era verdad, a ratos cerraba los ojos y se quedaba así, luego los abría y fingía estar mirando la calle vacía.
—Dormiré en el sofá —comentó, se puso de pie y miró adentro del oscuro departamento. Y se quedó conmigo.
—No puedes dormir en el sofá... es decir, puedes. Pero es de Rayo y te va a molestar toda la noche.
Ella sonrió.
—Puedo con él.
—¿Por qué le temes tanto a la oscuridad? —pregunté de pronto. Ella se quedó mirándome a los ojos por un momento eterno.
VIOLET
No podía contarle.
No podía contarle el peor episodio de mi vida, sobre todo porque me había esforzado durante todo un año en olvidarlo. Todo estaba bien ahora, no necesitaba recordar aquel episodio que me atormentaba en ocasiones como estas... cuando se iba la luz.
—Siempre le he tenido un poco de fobia —mentí, pero por supuesto no me creyó, pude verlo en sus ojos cafés.
Aun sabiendo que había mentido, no continuó preguntándome.
—Puedes dormir con una vela en la habitación.
Peor. Sólo negué con mi cabeza y saqué el móvil de mi bolsillo, encendí la linterna y entré al departamento.
Cada paso que daba era peor que el anterior, tragué saliva porque la boca se me había secado y caminé por el pasillo hasta la habitación, apoyé mi mano en el pomo de la puerta y respiré hondo una vez más.
—No seas una maldita cobarde ahora —susurré para mí.
Cerré los ojos con fuerza y giré la manilla adentrándome en la habitación. Iluminé mi camino con la luz del móvil, quité la frazada de la cama de un tirón y rápidamente me dispuse a caminar hacia la sala, pero apenas llegué a la puerta, choqué con una persona consiguiendo que el terror me invadiera como nunca.
—Auch —lo oí.
—¡Damián! —apunté la linterna directo a su cara y él se quejó, bajó mi móvil y se quedó mirándome.
—Violet, casi estás corriendo por el departamento para llegar a la sala.
Era verdad y nuevamente me sentí expuesta frente a él.
—Si... lo lamento...sólo que...nada. Tenía un poco...ya sabes. Un poco de prisa —me trabé como una tonta.
—Sugeriré luces de emergencia en el comité del edifico la próxima vez que se vaya la luz —me dijo.
Se me apretó el estómago.
—No es necesario.
—Estás temblando.
—Me has dado un gran susto apareciéndote así.
—¿Por qué? Sólo estamos tú y yo en este departamento de mala muerte.
—No hablaremos de esto ¿sí? No te he preguntado por qué hace una hora te ha dado una crisis de pánico. Y no te diré tampoco por qué le temo a la oscuridad. Y seguimos normal ¿está bien?
Pensé que había sido muy dura al hablarle así, yo nunca era así, jamás estaba a la defensiva ni menos agresiva, pero el terror que me invadía me estaba haciendo actuar como otra persona. Sin embargo, su reacción me sorprendió. Sólo elevó la comisura de sus labios y luego esbozó una pequeña sonrisa.
—Creo que estamos en la misma sintonía —me dijo. —No quiero saber más de la cuenta sobre tu vida... es demasiado complicado. Y tú tampoco te vas a enterar de la mía. Es sólo que usualmente se corta la luz una vez al mes y no quiero tener que estar viéndote dormir en el sofá cada vez que eso suceda.
—Oh... —me descoloqué un poco —De acuerdo, sí, me encargaré de comprar una luz con batería.
Sólo se quedó mirándome, se hizo a un lado y yo salí con mi frazada hacia el sofá de la sala. Rayo ya estaba instalado ahí, así que fui cuidadosa cuando lo moví, acomodé un par de cojines y luego me tendí cubriéndome por completa. Dejé la luz del móvil encendida asumiendo que podíamos estar todo el día sin luz y quedaría sin batería y cerré los ojos.
—Buenas noches, Violet —oí su voz desde el pasillo.
—Buenas noches —contesté sin abrir los ojos.
La luz que entró por la ventana a eso de las siete de la mañana terminó por despertarme, Rayo estaba acostado sobre mis piernas y cuando me moví, gruñó, así que me quedé quieta. Miré la linterna del móvil, estaba apagada. De seguro se había agotado toda la batería.
Como pude logré sentarme en el sofá sin despertar al pequeño Rayo y di un gran suspiro.
La noche anterior me costó conciliar el sueño pese a que me obligué a pensar cosas agradables. Eso decía mi terapeuta que hacía bien. Me decía que debía pensar en lo que me hacía feliz, en los lugares que me gustaban e incluso en personas que me hacían sentir paz. Eso me relajaría... y tenía algo de razón, pero últimamente no tanto.
—Buenos días —oí la voz de Damián. De inmediato me giré.
Seguía en pijama con el cabello desordenado y un tazón de café en la mano.
—¿Llegó la luz?
—Anoche, a las cuatro de la madrugada. Te apagué la linterna, así no quedabas sin batería.
Me sorprendí.
—Gracias.
Damián era un chico muy extraño. Al menos uno de los que no acostumbras a conocer a la vuelta de la esquina, aunque literalmente nos habíamos conocido estrellándonos justo en una esquina. Su mirada vacía me recordaba a la mía hace unos años atrás, a veces estaba horas sin salir de su habitación y cuando decidía salir lo hacía sólo para fumar un cigarrillo en el balcón.
Es un chico frío y muy directo, tanto que en ocasiones me deja congelada sin saber qué responderle. Sin embargo, debajo de toda esa capa gélida de hielo hay una buena persona y lo sé. Lo sé porque si no fuera así jamás me hubiera ofrecido un espacio en su departamento, lo sé porque aun sin entenderme... aceptó mis tés de manzanilla que todo el mundo detesta y se burla de mi obsesión por saber todas las propiedades de los tés ¡Es que de verdad tienen muchísimas! ¡Sobre todo los naturales!
Concéntrate.
No era una opción para mí regresar a mi ciudad. No quería poner en marcha atrás mis sueños, menos darle en el gusto a Morgan quien siempre me recalcó que no llegaría a ser nada en la vida con la actitud perdedora que me cargaba. Eso me lo decía hace años atrás cuando nadie en mi familia estaba enterado que tenía una relación tormentosa con un hombre diez años mayor que yo.
«¡No puedo tener otra actitud, Morgan!» Me daban ganas de gritarle, pero nunca se lo dije. Y ella nunca se disculpó conmigo... quizá lo seguía pensando o hasta se le había olvidado. A mí no.
Damián había aparecido en mi vida en el momento justo. Todo iba a desmoronarse y él apareció para ayudarme, así que era una buena persona para mí. Y no me importaba que fuera frío, directo ni tampoco que me costara iniciar una conversación con él. Yo era buena hablando e iniciando conversaciones, así que no necesitaba mucho de él para sentirme cómoda.
Lo que sí me tenía incómoda era no encontrar un trabajo.
Cogí el móvil que seguía en la mesa de centro y de inmediato noté que tenía un correo, fruncí el ceño cuando noté que era de un lugar al que había postulado para un empleo de finanzas.
"Estimada Violet,
Hemos leído tu carta de presentación y nos ha interesado tu desempeño en las empresas que has trabajado. En este momento nos encontramos buscando una asistente de economía y finanzas. Te esperamos a las 15:00hrs. Para una entrevista.
Saludos cordiales,
La jefatura"
Me puse de pie de un salto ¡La entrevista era hoy!
Damián frunció el ceño cuando me vio dar un brinco.
—¿Te ha seguido Tom Holland en Instagram? —me preguntó, luego bebió de su café.
—¡Mucho mejor! Tengo una entrevista a las tres ¿Puedes creerlo? ¡Al fin!
—¿Relacionada con el teatro?
Mis hombros bajaron, dejé de saltar.
—¿Dije algo malo? —alzó las cejas.
—Estudié economía y finanzas.
—¿Entonces la entrevista es para una de esas empresas ricas y extravagantes?
Asentí.
—La misma mierda aburrida que la del señor Blanchet —finalizó. Luego giró sobre sus pies y desapareció por el pasillo.
Intenté ignorar su comentario, nada me sacaría de mi positivismo.
Cuando iba de camino a la entrevista mamá había llamado un par de veces, pero no quería responderle, sus preguntas siempre estaban relacionadas al dinero que estaba ganando en la empresa y que tan grande era el departamento en el que estaba. Papá era parecido, pero le importaba un poco más cómo me encontraba y si había desayunado.
Me bajé del autobús en donde me indicaba el mapa de mi móvil. Había casas antiguas en el sector y edificios pequeños, era un barrio peligroso. Había un par de vagabundos en las soleras y también desde las calles se desprendía un olor fétido a orina de humano. Caminé esquivando las grietas de la acera para no enterrar mis tacones allí e intenté mirar el móvil lo menos posible para que nadie osara robármelo.
Llegué a una estructura de metal envuelta en grafitis con una puerta que ni siquiera estaba cerrada, la empujé levemente y entré esquivando las paredes porque el blazer que llevaba era rosa pálido y era sumamente difícil quitarle las manchas. Ya lo había ensuciado una vez con chocolate caliente.
—¡Violet Harris! —oí la voz de un hombre mayor.
DAMIÁN
Habían pasado dos horas desde que Violet había dejado una estela de su perfume dulce por todo el departamento, hasta me habían dado ganas de estornudar.
Como ese día no trabajaba, decidí que era una buena idea limpiar un poco mi habitación. En ocasiones limpiar me ayudaba a despejar mi cabeza, pero entendí que fue una pésima idea cuando se me cayó una caja vieja a la alfombra y se desparramaron por todo el lugar las cosas que tenía adentro.
Eran fotografías, cartas y también un móvil antiguo.
Me quedé de pie sin acercarme al desastre que causé. Miré las fotografías en la distancia y se me revolvió el estómago. Tragué duro y antes de poder recogerlas, el timbre del departamento sonó frenéticamente una y otra vez. Fruncí el ceño sin entender lo que ocurría cuando caí en cuenta de que podía ser Violet. El timbre sonaba una y otra vez.
Caminé por el pasillo y no vi la mirilla, sólo abrí la puerta y Violet entró apresurada al departamento. Pestañeé confundido. La observé de pies a cabeza, estaba igual a como había salido, pero cuando noté su rostro envuelto en lágrimas y con todo el maquillaje corrido noté que algo anduvo pésimo.
—¿Qué...
—Le monde entier est dégoûtant. Tout craint! —chilló moviéndose de un lado a otro, desesperada —Comment est-il possible qu'ils veuillent profiter de moi comme ça? Vieil homme stupide. Je ne suis pas si mal que ça...
—A ver —la detuve en seco, cerré la puerta a mis espaldas y luego caminé hacia ella. Sus ojos verdosos me observaron fijamente —En español sería mucho más fácil entender...
La vi respirar profundo, se quitó las lágrimas de los ojos y lanzó su bolso al sofá, de donde Rayo salió disparado por el susto.
—No era una empresa de finanzas.
—¿Cómo?
—¡Era un maldito prostíbulo! Estaban reclutando chicas para trabajar. Me ha dicho que me pagará no sé cuántos euros y que... y que si no quería ser una más... podía... ¡Podía llevarle las finanzas!
—¿Qué?
Sus palabras me descolocaron. Estaba temblando, hablaba en serio, de verdad le habían dicho algo así.
—Dios... creo que lo más sensato es que vuelva a mi ciudad y trabaje con mis padres, no conseguiré nunca un empleo.
—Violet.
—¿Qué?
—¿Y qué has dicho?
—¡Pues que no! —elevó el tono de su voz haciéndome entender si acaso no era obvia su respuesta. —Quería que me quedara a cualquier precio y me amenazó ¡Me dijo que si le contaba a alguien se encargaría de buscarme y meter todos mis huesos en una caja para enviárselos a mi madre!
Quedé congelado.
—De acuerdo, cálmate —le pedí, intentando contenerla. No era bueno conteniendo a las personas, antes sí. Ahora no. Me acerqué un poco más a ella y apoyé mis manos en sus brazos, ella dejó de moverse y me observó —Ya estás en casa, nada va a pasarte si estás aquí.
Ella dio un suspiro, retrocedió un paso y sus ojos volvieron a llenarse lágrimas. Vi temblar su labio inferior y sin previo aviso me abrazó con fuerza. Me quedé inmóvil.
—Tenía mucho miedo —confesó entre lágrimas.
¿Sabes hace cuanto no daba un abrazo?
Su pequeño cuerpo pegado al mío me hizo sentir extraño, casi fuera de lugar, pero aun así apoyé mis manos levemente en su espalda, fingiendo que sabía dar muy buenos abrazos reconfortantes. A ella no le importó que yo no lo abrazara, sólo se quedó pegada a mí mientras lloraba en silencio, luego se alejó levemente y se quitó las lágrimas de las mejillas.
—Lo lamento —dijo —. No quise ser imprudente... creo que... creo que me daré una ducha.
Asentí sin decirle nada.
Giró sobre sus pies y desapareció por el pasillo.
***
Lo prometido es deuda <3
Muchísimas gracias por leer
¡Cada vez estoy amando más a Violet y a Damián en esta versión!
¡Nos leemos el viernes! <3
BESOPOS
XOXOXO
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