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Capítulo 34: Reencuentros

VIOLET

Caminamos a través de ese sitio en completo silencio. La noche anterior, comiendo pizza junto a su madre, me contó que jamás lo había pisado y nunca esperaba hacerlo, sin embargo, esa mañana apenas abrió los ojos me comentó que necesitaba ir. Y ahí estábamos: Atravesando un cementerio.

Todo estaba envuelto en césped y árboles, flores en las esquinas y lápidas limpias. Todavía era temprano, por lo que no había tantas personas visitando a sus seres queridos.

Damián iba con la mirada hacia el camino de tierra que pisábamos y, la verdad, no me atreví a decir nada porque jamás sería suficiente para hacerlo sentir mejor. La historia de Bianca se había metido en mis entrañas, el corazón se me estrujó cuando oía a Damián y no pude dimensionar las ganas que tenía de que siguiera viva, aunque eso significara perder para siempre a Damián.

Doblamos a la derecha y mis pies se detuvieron un segundo después de que Damián lo hizo. Tuve que respirar hondo cuando nos detuvimos frente a una lápida gris, él alzó levemente la vista nublada. Yo tardé un poco más en mirar.

"Bianca Morelli: 17 de agosto de 1999 – 28 de diciembre de 2018"

Me sorprendió gratamente ver que su lápida estaba llena de grandes rosas coloridas y tulipanes preciosos. Había regalos, algunos llaveros con diamantes de fantasía y también un par de cartas que parecían recientemente puestas, ya que estaban completamente intactas, pese a la humedad de días anteriores.

Miré de reojo a Damián. Buscó algo en el bolsillo de su pantalón y se arrodilló frente a la lápida. Algo se quebró dentro de mi corazón, pero me mantuve de pie dándole su espacio.

Lo vi sacar un cigarrillo junto a un encendedor, le temblaban las manos. Lentamente colocó ambos objetos sobre el frío cemento. Lo vi sonreír. Me agaché a su lado mirando la lápida, y no pude evitar poner mi atención en las cartas, lo único que alcancé a ver fue la escritura del sobre... "Mamá te ama". Fue lo único que alcancé a ver porque Damián las cogió rápidamente y empezó a pasar una a una, todas eran de su madre. Se detuvo y echó una sonrisa sarcástica.

—Son de ella —hablé cuando noté el odio posarse en los ojos de Damián.

Estaba segura de que las rompería justo ahí, pero cuando me oyó alzó la vista y volvió a dejarlas sobre el cemento.

—Tienes razón.

No sabía si todos tenían la capacidad de perdonar lo que aquella mujer había hecho —o lo que no— por su hija. De hecho, no creía necesario tener que perdonar todo para avanzar. Pero de lo que estaba segura era de que esas cartas le pertenecían a ella, aunque no estuviese terrenalmente ahí. Nadie podía romperlas, ni siquiera él.

El silencio volvió a posarse entre nosotros, solo podía oír el viento chocar con nuestros rostros y con las flores que estaban ahí. La paz que sentí estando frente a ella me llenó los pulmones y noté lo mismo con Damián, cuando no había derramado ninguna lágrima y solo tenía una sonrisa ladina en el rostro. No me percaté que en un momento ambos habíamos cerrado los ojos sintiendo nuestro alrededor, solo fui consciente de eso por los pasos que se oyeron en la tierra detrás de nosotros.

Nos sobresaltamos, pero ninguno se movió de donde estaba.

Miré hacia atrás y lo primero que vi fue a una mujer delgada de cabello negro. Estaba tan delgada que sus pómulos prominentes se notaban mucho más. Entendí de inmediato quien era al ver el parecido que tenía con Bianca y sus fotografías. Llevaba un abrigo encima que la cubría hasta los tobillos y cuando me puse de pie imitando a Damián noté que tenía un cochecito de bebé a su lado.

Tragué duro.

La mujer no le despegó la vista a Damián, parecía gratamente sorprendida, pero él lo menos que tenía en su rostro era emoción, era un tempano de hielo.

—Damián —habló la mujer.

—Claire.

Su frialdad me llegó a los huesos y se me apretó el estómago cuando los ojos de aquella mujer se posaron en los míos. No pude ni siquiera imitar una sonrisa por la tensión que se había formado en el ambiente. De lo único que fui capaz fue de saludar con un leve asentimiento de cabeza y luego girarme a ver a Damián.

—Me alegra verte aquí... —sonrió ella. Damián observó el coche, luego alzó la vista hacia ella sin corresponderle. —Es mi hija, Bree.

—No esperaba encontrarme contigo, la verdad. Ya nos íbamos —soltó él, finalmente.

—Claro que no, debiste... debiste haber esperado mucho por venir y... debes quedarte. Estoy segura de que Bianca estaría feliz de verte.

La vena del cuello de Damián se marcó con fuerza, estaba controlándose.

—No podrías estar segura nunca de algo así. No la conocías.

Pensé que se convertiría en una discusión, pero ella bajó la mirada. Culpable.

—Fui a verte cuando estuviste en el hospital. Antes de que te fueras a Francia. —Primera nota de sorpresa que vi en el rostro de Damián. —Fui a la casa de tu madre, pero no estaba. Y mis contactos me llevaron al hospital... quería entregarte esto —buscó algo en su bolsillo y de ahí sacó una pulsera plateada con algunas diademas.

Los ojos cafés de Damián se quedaron fijos en la pulsera sin cogerla.

—¿Por qué no se la entregaste a mi madre? Ella podría habérmela pasado.

—Sabía que te iba a volver a ver.

—Es de ella. Tiene que estar con ella.

Se refería a Bianca.

—Hicieron... bueno... redujeron su cuerpo y me entregaron esto porque sacaron los objetos de valor.

—Devuélvesela. No la quiero, es de ella.

Noté que ahora tenía la mandíbula apretada y vi pánico en su rostro. No iba a tomar la pulsera, podía verlo. Sin embargo, la mujer se acercó más de lo debido, cogió la mano de Damián y se la pasó con sus ojos envueltos en lágrimas.

—No merezco tener algo tan valioso para ella, tú sí.

Damián apretó con fuerza la pulsera en su puño. Sus ojos se nublaron en una capa de lágrimas, le cayó una y se la secó rápidamente, con rabia.

—¿Con quién puedo hablar para que la regresen con ella? —preguntó él, alzó la vista y comenzó a mirar a su alrededor, desestabilizado.

—Damián —hablé bajito, pero él no se detuvo a darme atención.

—Con nadie... he decidido hacer una cremación y llevarme sus cenizas a casa.

Eso fue el detonante para que Damián se saliera de sus casillas.

—¿Qué demonios estás hablando? —se acercó a ella y yo me mantuve rígida detrás. —¿Qué esperas? ¿Llevarla "a casa"? ¿De qué mierda de casa hablas? ¿De la que la vio sufrir como si hubiese estado en una puta cárcel?

Sus preguntas fueron afiladas y frías, pero la mujer no pareció romperse frente a él.

—Por supuesto que no. Ya no tengo nada que ver con Vincent. Compré una casa fuera de la ciudad, solo estamos Bree y yo.

—No te la lleves.

—¿Qué?

—No. Por favor —la voz se le quebró. —No te la lleves.

—Este es un lugar frío, Bianca no merece esto.

—¡Estuvo viviendo contigo por diecinueve años! ¡Eso es lo bastante frío para mí!

Se provocó un silencio doloroso entre ambos. Yo que me mantenía al margen podía sentir la presión en el tórax.

—Pagué por mis errores, ahora déjame remediarlo —la voz de la mujer fue calma.

Él se quedó sin entender a lo que se refería hasta que sus ojos se desviaron a la lápida que tenía en frente.

—¿Pagar por tus errores? —Damián soltó una risa sarcástica.

—Vincent está muerto —soltó de pronto, pero él no se vio afectado con esa información. Tal vez solo fingía ser fuerte. —Ya no existe más. Y sin él, quiero pensar que murió esa parte de mí que fue tan desconsiderada con mi hija. Quiero creer que todo lo estúpida que fui se ha ido con él... —la voz se le quebró.

—¿Cómo murió?

—A golpes.

—¿Qué? ¿Quiénes fueron?

—No quise saber más.

Damián desvió su mirada y chocó con la mía. Observó nuevamente la lápida de Bianca y soltó todo el aire de sus pulmones.

—Solo espero que haya pagado en vida todo lo que hizo. —murmuró Damián.

—Yo también.


DAMIÁN

Siete tipos habían asesinado a Vincent Hayden.

Siete.

Le habían roto tres costillas. Dos dedos y la rodilla izquierda. Le habían proporcionado tantos golpes que los médicos mencionaron un derrame cerebral como causa de muerte final.

¿Quién había movido los hilos?

Brain.

No se me había pasado por la cabeza encontrarme con Brain en este viaje de regreso, pero luego de oír sobre Vincent fue la única persona que creía capaz de algo así. No le presenté a Violet. Solo aparecí de sorpresa en una de sus oficinas y no se sorprendió de verme, por supuesto ya sabía que me encontraba en la ciudad. No necesitó decirme nada para entender que él había movido todos los hilos, solo con ver su media sonrisa sirviéndose un whiskey del caro en uno de sus vasos de cristal me confirmó que nada era casualidad frente a sus ojos.

—Un año encerrado le di. Nada más. No merecía seguir vivo.

Quise rebatir, explicarle que quizá estaba sufriendo mucho más vivo, pero no fui capaz de abrir la boca cuando él empezó a hablar.

—Hay que extinguir a todos esos hijos de puta. Y yo no soy un policía, Damián.

—¿Cómo entraste ahí?

—¿Entrar? —rio. —Solo bastó una llamada telefónica.

Había estado un año encerrado en el sitio donde lo tenía Evan, luego lo engañaron llevándolo a donde estaban todos los demás para que pudiera respirar algo de aire. El mismo día murió. Había muerto pensando en que su estadía en prisión mejoraría. Había muerto volviéndose loco.

—Tarde o temprano las cosas se pagan. Todo vuelve a su sitio.

Cruzamos miradas.

Brain daba miedo en muchos aspectos, pero en ese momento solo me entregó alivio.

—Nunca me dejaste hacerlo a mí.

—No iba a permitir que te ensuciaras de esa forma.

—Merecía verlo así.

Se quedó mirándome un momento, luego puso su vaso sobre el mesón de vidrio y buscó algo en el cajón de su costado hasta que sacó un sobre blanco, el cual abrió y de dónde sacó muchas fotografías. Me observó antes de esparcirlas todas por la mesa.

—Esta es la única forma en que permitiré que ensucies tus manos, viendo estas fotos.

Me acerqué al mesón y cogí una al azar. Tuve que aguantar la repulsión que sentí en mi estómago cuando mis ojos chocaron con una fotografía de Vincent completamente desfigurado. No había ninguna parte que me recordara cuánto en realidad lo odié. Solo sentí lástima y un nudo en el pecho, por lo que rápidamente dejé la fotografía sobre la mesa y no tomé ninguna más.

—Que el lado oscuro se encargue de apagar a estos hijos de puta. Tú no. No perteneces a este sitio, así que vete.

—¿Qué? —fruncí el ceño.

—No quiero verte aquí ¿oíste? —se puso de pie y apoyó las manos sobre el mesón. Su voz sonaba más seria que nunca, pero por algún motivo no estaba enfadado. —Vete y no regreses. Despréndete de hijos de puta como este y vive tu vida, Damián. Vive la vida que tienes por delante, todo va a estar bien.

El nudo se posó en mi garganta.

—No me olvidaré de lo que hiciste por mí —continuó. —Te perseguiré desde las sombras, si te volteas a verme o quieres caminar hacia este sitio solo te esperará una patada en las pelotas.

Sonreí.

—¿Esta es tu forma de decirme que me quieres cuidar de tu mundo, Brain?

Él asintió.

—Eres joven, sigues siendo estúpido, pero tienes un futuro brillante. No lo desperdicies regresando aquí.

—No lo haré.

Se enderezó, asintió con una sonrisa y yo se la devolví.

Giré sobre mis pies y salí de su oficina con una tranquilidad que no esperé tener en un sitio de Brain Walker.


***

Cuando llegamos al departamento en Paris esa mañana nos encontramos con Cayden y Jules. Habían ido a ver a Rayo, Jules jugaba con él por el departamento mientras Cayden limpiaba la caja de arena. Se alegró de vernos y por primera vez no sentí la incomodidad de tenerlo cerca. Solo le agradecí por cuidar a Rayo.

—¿Qué harás ahora que ganaste ese concurso? —me preguntó Cayden mientras desempacaba la ropa sucia en la sala.

—No sé, no lo he pensado.

—¿Regresarás a casa?

—¿A casa? —lo observé.

Violet fingió no haberme mirado de pronto, solo continuó mirando algo en su móvil.

—Si. Pensé que quizá era un impulso para regresar, ¿Pensabas quedarte para siempre en Paris? —continuó. Me lo había replanteado durante el viaje de regreso a Paris, pero no lo había dicho en voz alta. Miré a Violet de reojo mientras Cayden seguía hablando. —Ya logré sacar papeles para Jules, creo que yo sí regresaré a casa. Así papá puede ver a Jules y... estar cerca... no sé... de mi familia.

—Me alegra que puedas volver y que Evan conozca a Jules.

Él notó que no quería responder sobre mí, así que no insistió.

—¿Y cuándo comienzan las clases? —continuó su conversación con Violet.

—En septiembre, primera o segunda semana, más o menos.

—Irás a vernos a la ciudad de vez en cuando ¿No?

Miré de reojo a Violet mientras me ponía de pie con la ropa sucia.

—Apenas pueda —sonrió ella.

Caminé por el pasillo y dejé la ropa sucia encima del lavado. Me quedé un momento y mis ojos se quedaron pegados en el pasillo.

¿Era hora de regresar?


***

Hola bbs ¿Cómo están?

¡Buen inicio de semana! 

Les adelanto las noticias que no querían: Esta historia llega a su fin, el último capítulo es el 37 y luego viene el epílogo. Realmente estoy muy ilusionada con el término de esta etapa, escribir a un personaje como Damián Wyde ha sido toda una aventura.

¿Qué esperan de este final? ¡Las leo!

BESOPOS

XOXOXO 

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