Capítulo 31: Volver a vivir
DAMIÁN
Me gustaría describir el rostro emocionado de Violet esa mañana cuando nos subimos al tren que nos llevaría de regreso a mi antigua ciudad, pero en lo único que fui capaz de enfocar toda mi energía fue en no querer tirarme por el vagón y regresar al departamento con Rayo. Ella me hablaba acerca del paisaje, pero yo no podía dejar de pensar en que estaba volviendo a uno de los sitios que me había destrozado la vida y que no estaba seguro de si sería capaz de golpear la puerta de mi madre para verla otra vez.
—Te aseguro que será un buen viaje, Damián —la oí. Fue lo único que pude escuchar con claridad desde que habíamos abordado. La observé un momento, sus ojos verdes me calmaban, me hacían tener esperanza en que realmente todo iba a estar bien, que no necesitaba tanto, solo ella observándome y diciéndome que no pasaba nada, que era normal sentir miedo o nervios, que estaría conmigo.
—Eso espero —contesté.
Me sonrió levemente, apoyó su mano en la mía y luego volvió a mirar por la ventanilla.
Me calmó escucharla todo el viaje hablarme acerca de su vida en su pueblito. Vivíamos relativamente cerca, a quizá una o dos horas. Podríamos habernos encontrado más cerca de nuestros hogares, pero el destino nos hizo encontrarnos en París. Habló la mitad del viaje prácticamente sola, pues no me salían las palabras, parecían atascadas en mi garganta, pero me gustaba oírla y ella lo sabía. Ella sabía que hablándome podía calmar mis pensamientos, era muy inteligente cuando se trataba de mí. O detallista, quizá.
***
El tren se detuvo y desperté con el altavoz anunciando el sitio en el que estábamos. Mi cabeza estaba apoyada en el hombro de Violet y cuando me acomodé en el asiento ella también despertó.
—¿Llegamos? —me preguntó.
—Si.
Algunos pasajeros comenzaron a ponerse de pie en busca de sus maletas, lo mismo hicimos después de unos segundos.
Nos bajamos del tren despidiéndonos de los encargados y caminamos a través de la estación buscando un taxi. El sol ya estaba escondiéndose y todavía no era capaz de mirar a mi alrededor para contemplar el sitio al que había regresado después de tanto tiempo.
Finalmente conseguimos un taxi, le di la dirección de casa y se puso en marcha. Esta vez Violet mantuvo el silencio y se quedó mirando por la ventanilla del auto. Yo hice lo mismo. Un nudo se posó en mi garganta cuando noté que las calles seguían vacías, viejas y sombrías por el sector en el que estaba mi casa. El camino gris cada vez se hacía más oscuro a medida que las casas pasaban a través del vidrio, los edificios, los recuerdos.
El taxi se detuvo afuera de casa. Violet me observó antes de decirle que nos bajáramos, el tipo nos ayudó con nuestros bolsos y luego se marchó dejándonos en la acera mirando la casa que por tantos años me había visto crecer. El jardín estaba limpio, las luces encendidas se reflejaban a través de las persianas pálidas y cuando avancé no pude evitar mirar el cemento. No había marcas de colilla de cigarrillos. Tampoco sonaba la música fuerte. Solo era una casa como todas las demás.
Avanzamos hasta estar de pie frente a la puerta de madera café. Violet me sonrió para tranquilizarme, pero ahora me sudaban las manos. Era consciente de que nunca sabría con lo que me iba a encontrar hasta que la puerta se abriera. Antes de golpear tuve el impulso de apoyar la palma en la puerta y empujar, pero estaba cerrada. Violet no entendió, pero no quise explicar la cantidad de veces en que esa puerta estuvo abierta cuando yo llegaba de la escuela o del trabajo.
Golpeé cuatro veces. Dos segundos bastaron para que la puerta se abriera.
Sus ojos se quedaron en los míos, pestañeó mirándome, sorprendida. Y vislumbré la capa de lágrimas que se posó en ellos.
—Damián —botó el aire de sus pulmones y se acercó a mí para abrazarme.
Olía a un perfume dulce y a acondicionador de manzanilla. Sus brazos delgados me rodearon y se apegó a mí, llenándose de mi presencia. Cuando era pequeño, ella solía ser un poco más cariñosa conmigo, pero llegados los quince años nunca más la abracé ni fui cariñoso, el único contacto físico que teníamos era cuando debía levantarla del sofá o sacarla de algún bar. Sin embargo, ahora su abrazo se sintió como los primeros. Como aquellos que necesitaba recibir cuando tenía un día de mierda. Por supuesto que correspondí su abrazo, yo también la había echado de menos sin darme cuenta. Despegarme de ella y de todo lo que habíamos pasado juntos me había costado mucho, ahora se sentía como volver a encontrarme con esa parte de mí que me exigió crecer.
—¿Cómo estás, hijo? —se alejó levemente de mí y me tomó el rostro con ambas manos, inspeccionándome.
Realmente se veía bien y eso me tranquilizó todavía más. No tenía que enseñarle a Violet la peor parte de mi vida.
—Bien, estoy bien... —sonreí levemente. —¿Y tú?
—Bien —dejó caer una lágrima y la secó de inmediato. Sus ojos se fueron a los de Violet que estaba un poco más atrás, alzó las cejas y le sonrió. La platinada solo la observó con una sonrisa en los labios.
—¡Hola! Tu debes ser Violet —se acercó mamá. Violet asintió, se dieron un pequeño abrazo y luego entramos a casa. —¿El viaje ha sido muy largo? —preguntó mamá mientras nos adentrábamos en la casa.
—No lo sé... nos quedamos dormidos y no se sintió nada... —contestó Violet por mí.
Yo me encontraba preocupado de inspeccionar mi alrededor: El pasillo limpio, el aroma a hogar, cuadros y plantas nuevas. Alcé la vista cuando noté el silencio que se había formado, Violet y mi madre estaban mirándome.
—Si, he hecho algunos cambios... —comentó mi madre. —¿Te gusta?
—Sí.
—¿Es una begonia? —se acercó Violet a una planta de flores rojas. Me reí en silencio. —¡Es preciosa!
—Sí, me ha costado mantenerla, pero me gustan las plantas que me dan trabajo —le contestó mi madre.
—Si. Le cuidaba una begonia a la primera mujer que me arrendó un departamento en París, me costó muchísimo mantenerla, se moría sola... —continuó Violet.
Mi madre sonrió mirándola, sorprendida, pero por supuesto Violet no se dio cuenta de que ya le había caído bien a Berenice Wyde.
—¿Comieron algo? Preparé un pastel de frambuesa que vi en internet.
Mi apetito había desaparecido apenas entré a casa, por lo que dije que no, pero Violet vio a mi madre tan ilusionada que le dijo que si, por lo que ambas se dirigieron a la cocina. Por un momento tuve la impulsividad de querer detener a Violet y entrar yo primero a la cocina para asegurarme de que todo estuviera en orden, pero me detuve cuando en la distancia vi que todo estaba limpio.
Caminé hasta allí, me apoyé en el marco de la puerta y observé cómo mi madre le cortaba un pedazo de pastel a Violet.
—¿De quién es esa chaqueta? —pregunté. En la entrada había algo que probablemente mi madre no usaría. Ella alzó la vista.
—Es de una amiga, estoy viviendo con ella. Acomodamos la habitación que usábamos de lavandería para ella.
—¿Y por qué no arrendaste mi habitación? Es más grande.
—Por si regresabas.
Tragué duro, pero la entendí.
—Está muy rico —oímos a Violet. Ya le había dado una mordida al pastel. —Debe enseñarme esta receta.
—Por supuesto que sí, cariño —le sonrió mamá. —Vayamos a la sala.
Caminamos hasta allá, Violet se sentó en el sofá frente a mamá y yo me quedé sentado en una silla del comedor que estaba al lado.
—Debes tener mucho que contar —me observó mamá. —¿En qué estás trabajando?
—Sigo en el restaurant mexicano con Patrick.
—¿Y tú?
Violet la miró.
—Trabajaba en una empresa de finanzas, pero ahora estudiaré en una academia de teatro.
—Qué bonito —sonrió mamá. —Se ha sentido como una eternidad no tener a Damián aquí.
—No es para tanto —me encogí de hombros.
—Damián hace mucha falta cuando no está —opinó Violet dándole la razón. —Pero él todavía no lo asume.
Sonreí mirándola.
—Basta, Violeta. ¿Y tú, estás en algo? —le pregunté a mamá.
—Estoy trabajando en la cafetería de una escuela y también hago voluntariado en... bueno, el centro de rehabilitación.
Asentí levemente.
—¿Todo ha ido bien con eso?
—Si. Ha sido difícil, pero todo va bien hasta ahora.
—Me alegro, mamá.
Ella sonrió.
—Evan me contó que conociste a Cayden —dijo de pronto y Violet casi se atraganta con el poco pastel que le quedaba.
—Si. —no quise darle mayor importancia. —Todavía no lo acepto tanto, pero ahí está, jodiéndome el día.
—Me alegra que puedas formar una relación con él, Damián. Al final, ninguno de ustedes tuvo la culpa de lo que ocurrió.
—Así es... —me puse de pie. —Iré a fumar un cigarrillo, ¿Vienes? —observé a Violet. Ella de inmediato asintió.
—Iré a sacar algunas cosas de tu habitación para que se acomoden —comentó mamá. Solo asentí.
No quería hablar de Cayden con ella, ya era bastante incómodo volver a verla y que estuviese completamente bien.
Empujé la puerta del patio trasero y salí seguido de Violet.
—¿Todo bien? —me preguntó.
—Sí.
—Te pareces mucho a ella.
Asentí.
—¿Realmente estás bien? —se acercó un poco más a mí cuando me vio encender el cigarro con las manos temblorosas.
—Es muy extraño —confesé. —Pero supongo que me acostumbraré.
—¿Qué es lo extraño?
Miré la oscuridad del patio trasero, el césped corto, la pared gris de atrás.
—Cuando llegaba a casa siempre todo estaba hecho un puto desastre —bajé la voz. —La puerta abierta, la música encendida. La cocina envuelta en mierda, mi madre en el sofá cayéndose de la borrachera... el piso sucio, la nevera vacía. Olor a alcohol, a cigarrillo, a miseria...—le di una calada larga al cigarrillo. —Y ahora esto. Un hogar. No me lo creo, ¿Tu podrías creerlo? —busqué una respuesta en su mirada. —¿Le crees? ¿Crees que realmente está bien y no ha vuelto a consumir?
Las preguntas salieron tan rápidas que no fui capaz de detenerlas. Violet se acercó lentamente a mí, enganchó su mano en mi codo y me miró con comprensión.
—Le creo. Lo único que veo es un hogar cálido, una mujer hermosa y un hijo que ha venido de visita después de un año. Veo una casa limpia, una madre emocionada por ver a su niño... —sonrió.
Sentí el nudo posarse en mi garganta.
—¿Y si todo se repite otra vez? Quizá estaba mejor cuando yo estaba lejos... ¿Y si yo le recuerdo el efecto que tenía el alcohol en ella? ¿Y si hago que decaiga otra vez?
Negó rápidamente.
—Claro que no, Damián. No eres el culpable de nada, no eres el detonante de ninguna persona. Eres todo lo bueno que podría pasarle a alguien, más a tu madre, que estoy muy segura de que se ha esforzado muchísimo por estar bien, por ti, por ella. Gracias a ti, ¿No lo ves?
—Tengo miedo del futuro, Violet —bajé la mirada.
—El futuro se ve hermoso desde aquí, Damián.
No lo entendí hasta que su mirada se fue hasta el ventanal de casa, mi madre se había sentado en el sofá con una revista en sus manos. Veía un hogar, ese hogar que me hizo falta cuando niño... y si, ella tenía razón, el futuro se veía bien desde ese sitio. Del sitio que me había visto padecer, gritar, llorar y golpear cosas. El futuro quería brillar ahora. Ahora cuando yo estaba tratando de sanar y todo a mi alrededor parecía querer equilibrarse.
Observé a Violet, ella seguía mirando hacia adentro.
Observé su perfil, su sonrisa, su piel blanca y sus largas pestañas. Su nariz pequeña y su cabello rubio atípico en un lugar que en algún momento se me hizo tan malditamente oscuro. Violet era un futuro brillante.
—Tienes razón —confesé al fin. —El futuro se ve bien desde aquí.
Se apegó más a mí, sonriente.
—La vida se ve bonita cuando regresas al sitio que te destruyó y te das cuenta de que todo se ha ido equilibrando, que todo ha regresado al sitio en el que siempre debió estar. Cuesta aclarar la vista cuando has llorado tanto, pero cuando lo haces... el paisaje es bonito.
—Tu eres bonita, no necesito otro paisaje.
—Entonces mírame mucho, así no se arruinará nada más en tu vida. Nunca más.
Sonreí.
—Aunque si tuvieras los ojos oscuros no serías un tan bonito paisaje.
Ella rodó los ojos y se separó de mí, me reí.
—Es que con esos ojazos cualquiera —continué, burlándome.
—Solo son verdes, como un brócoli, insípidos.
—No insultes a las verduras.
—En cambio, tú, tienes un color más divertido y bonito.
—Qué dices.
—Cafés. El té puede ser café, el café es café, el chocolate es café, el cruasán que me regalaste por primera vez era café...
—La caca también es café. Y la de rayo huele muy mal.
Me observó, seria. Yo sonreí.
—Si no hiciéramos caca, nos moriríamos, así que sigue siendo divertida e indispensable.
Solté una carcajada, le revolví el cabello y la jalé hacia adentro.
—Vamos adentro, Violeta.
***
Nunca se había sentido tan tensional el momento de ir a dormir como ahora. Estábamos en mi habitación, la cama era pequeña y la tensión entre nosotros era claramente por lo que había sucedido hace unos días, sobre todo porque no habíamos vuelto a hablar del tema, parecía como si nunca hubiese ocurrido, pero claramente fue real, pues ahora no estaríamos mirando hacia cualquier sitio.
—Tu madre me ofreció la habitación pequeña de su arrendataria, puedo dormir ahí.
—No sé ni quien es, no. No pasa nada, Violeta.
Ella asintió, fue directo hacia su bolso y comenzó a sacar su pijama, lo dejó sobre la cama y se quedó mirándome.
—Voltéate.
Alcé una ceja, pero ella insistió con la mirada, así que lo hice. La oí cambiándose.
—Listo.
Se había subido a la cama, estaba justo al rincón, como siempre.
Miré mi pantalón de chándal para dormir, me quité toda la ropa quedándome solo con el bóxer y me coloqué el pijama. No sé si ella me miró, pero no había nada que no conociera ya de mí.
Me tendí a su lado y cuando apagué la luz, el reflejo de la ventana que daba hacia la calle me asechó. Recordé la noche en que Bianca estuvo en mi habitación durmiendo con la ropa puesta justo sobre mi cama. Recordé todas las noches en que decidí no quedarme, colocarme una chaqueta e ir en mi moto al callejón que siempre nos recibía con sus brazos abiertos.
—Mañana por la noche quiero que me acompañes a un sitio —hablé.
—¿Dónde?
—Serendipia.
—¿Qué es eso?
—¿No sabes lo que significa?
—Si lo sé —respondió. Yo me sorprendí y me giré a mirarla. —¿Qué?
—¿Cómo lo sabes?
—Leo mucho.
Sonreí.
—¿Sabes más palabras raras?
—Algunas.
—Cuéntame —bajé la voz. Ella se acomodó cerca de mí.
—Limerencia, ataraxia, sempiterno, inefable, melifluo, etéreo, inmarcesible, inexorable... ¿Las conocías?
—No todas... ¿Qué es limenerencia?
—Limerencia.
—Eso.
—No te lo diré, pero me recuerda a ti —contestó y yo me acomodé para mirarla.
—No puedes hacer eso, dime —pedí.
—Algún día lo sabrás.
—Violet...
—¿Y sempiterno?
—Otra cosa que me recuerda a ti.
—Violeta —reí.
—¿Y tú donde aprendiste palabras extrañas?
—En el centro de menores una asistente nos enseñaba, pero no me cambies el tema, dime —pedí nuevamente.
—Me dormí —contestó y comenzó a fingir un ronquido.
Reí.
—De acuerdo, no me digas, pero lo averiguaré.
—Bonne nuit, Damián.
—Buenas noches, Violet.
***
Esa mañana desperté con el grito de Violet y un movimiento en la cama. Por el grito quedé sentado en la cama y el movimiento me hizo pensar de inmediato que era un terremoto, pero no fue así, cuando abrí los ojos y mi corazón comenzó a calmarse mirando a mi alrededor y viendo que en realidad nada catastrófico estaba pasando, me puse una mano en el pecho.
—¡Violet! —me enfadé. —No puedes despertarme así, casi me infarto.
Ella ya estaba de pie mirando algo en su móvil y saltaba emocionada, me enseñó la pantalla, pero con sus saltos solo veía una pantalla blanca, borrosa ir de arriba abajo.
—No veo nada, ¿Qué ocurre?
—¡Ganaste! —gritó.
—¿Qué? —pestañeé sin entender.
—¡Ganaste! ¡Ganaste el concurso! ¡Tienes el primer lugar! —continuó chillando, me quedé petrificado sin poder reaccionar y solo sentí cómo se acercó a mí a toda velocidad y se lanzó a abrazarme. Por el impacto me golpeé la cabeza en la pared y ella se alejó de mí y se puso una mano en la boca. —Lo lamento, ¿Estás bien?
Respiré hondo, fruncí el ceño y me acaricié la nuca.
—A ver... no, no estoy entendiendo.
Continuó sobre mí, pero se enderezó quedando sentada sobre mis muslos como una niña.
—Has ganado el primer lugar del concurso de textos cortos en la Academia, Damián —dijo esta vez con lentitud, intentando calmar la emoción que era evidente.
—Me estás mintiendo —fruncí el ceño, le quité el móvil y comencé a leer.
—Claro que no, me ha llegado una notificación al correo y los ganadores están publicados en la página, ahí estás... estás ahí ¿Te ves?
Me quedé mirando la pantalla del móvil intentando leer lo que decía el resultado del concurso.
Primer lugar: Damián Wyde, "Recopilación de cartas breves"
Alcé la vista y me encontré con los ojos de Violet, que seguía emocionada y al borde del llanto.
—¿Por qué vas a llorar? —pregunté, aun congelado.
—¡Porque has ganado! ¡¿No es una noticia genial?!
—Debe haber un error, Violet. ¿Y si llamamos? Quizá cuando nos comuniquemos con ellos nos digan que se han equivocado en subir la información a la página web y...
—¡Claro que no, Damián! —Se hincó en la cama, me cogió de los hombros y nuevamente empezó a saltar. —¡Ganaste! ¡Ganaste! No me lo puedo creer, eres genial.
—Que no es... no es para tanto, tal vez...
—¡Por favor créelo! —chilló.
De pronto, mi móvil comenzó a sonar en la mesita de noche, ambos nos miramos al mismo tiempo y ella abrió los ojos con dramatismo, deslicé el botón verde por la pantalla.
—¿Hola?
—Buenos días, ¿Me comunico con Damián Wyde? Lo llamamos por el concurso de textos breves de la Academia.
Puse el altavoz de inmediato y Violet se quedó con las manos en la boca escuchando.
—Si, soy yo.
—Queremos informarle que los ganadores ya están publicados en nuestra página web y nos es grato comunicarle que ha sacado el primer lugar del concurso. Agradeceríamos que dentro de la próxima semana pueda acercarse a la Academia para explicarle sobre el premio y...
Dejé de entender lo que me estaba diciendo, hablaba francés, pues no entendía absolutamente todo lo que decía, además ya estaba sintiendo un poco de nervios en el cuerpo, solo veía a Violet que asentía cada vez más emocionada. Solo fui capaz de agradecer y colgar.
—No entendí muy bien lo que dijo al final —confesé.
—Solo cosas formales sobre el premio que recibirás, pero... ¿Estás feliz? —se calmó nuevamente.
—No sé... es que...
—Si, ganaste.
—¿Y tendré que publicar este pequeño libro para que todo el mundo lo vea?
Ella asintió levemente.
—No sé si quiero.
—¿Rechazarás el primer lugar? —la expresión de su rostro cambió completamente, se quedó mirándome al borde de la desilusión. —Está bien si quieres hacerlo, no te sientas presionado por mí —sonrió con tristeza. —Es solo que... me alegra que seas reconocido de esta manera, me alegra que tus cartas breves hayan causado algo en los jueces, porque eso significa que realmente sintieron que fue real. Y te valoraron por eso.
—¿Tú crees?
—¡Claro que sí!
Me quedé mirándola por un momento y decidí relajar mis hombros, boté todo el aire que tenía en mis pulmones y le sonreí. Ella me sonrió de vuelta y volvió a abrazarme, esta vez correspondí su abrazo.
El mundo se estaba equilibrando.
¿Así se sentía volver a vivir?
***
¡Hola bbys! ¡Feliz viernes!
¿Qué tal?
Espero que hayan disfrutado el capítulo <3
BESOPOS
XOXOXO
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