DAMIÁN
Apenas entramos al departamento Rayo salió disparado a la sala y comenzó a maullar cuando vio que Violet venía conmigo. Ella de inmediato se agachó a acariciarlo y él a lamerle las manos. Me reí cuando se acurrucó entre sus brazos como un bebé.
—Espero que Cayden te haya cuidado bien —me dirigí a Rayo y Violet alzó la mirada sorprendida.
—¿Lo cuidó él?
—Y Jules.
—¿Ya son amigos de nuevo?
—¿Amigos? Nunca —fingí asco y ella se rio.
El departamento se veía mucho más iluminado con Violet ahí, ignorando el hecho de que su cabello platinado se reflejaba en todos los sitios de colores claros.
—Bueno, pero al menos se pusieron de acuerdo con algo —comentó, positiva.
—Él se ofreció a cuidar de Rayo. No se lo pedí yo —continué mi camino hasta mi habitación para desarmar el bolso que había llevado. Escuché sus pasos venir detrás de mí.
Dejé el bolso encima de la cama y comencé a sacar la ropa que debía lavar.
—¿Qué te dijeron cuando fuiste a inscribirme a la academia? —estaba apoyada en el marco de la puerta, observándome.
—Que las clases comenzarán en septiembre y que probablemente te llamen para algún taller de verano antes de entrar.
Mi corazón dio un brinco.
—¿Y sobre el concurso que la profesora quería que te inscribieras?
Me giré hacia ella.
—No me pidas tanto.
—¿Y si busco las bases? ¡Tal vez es un buen premio!
—Violet...
Mi voz se cortó cuando desapareció de mi campo de visión y corrió por el pasillo seguramente a abrir su laptop y buscar las bases del concurso. No sé cómo lo consiguió tan rápido, pero quince minutos después regresó hasta mi habitación con el notebook entre sus manos y comenzó a leer en voz alta.
—Ser mayor de dieciocho años, textos cortos y de autoría propia, entregar los textos impresos...
—Violet —sonreí, observándola. —No voy a participar de...
—¡Premios! —alzó la voz, de buen humor. —Primer lugar: 1.500 euros y una publicación de primera plana en el periódico nacional. Segundo lugar: 500 euros y una mención honrosa en el periódico nacional. Tercer lugar: Diploma de honor por haber participado.
—¿1.500 euros? —me sorprendí.
La vi mover sus cejas de arriba hacia abajo, sonriente, y yo negué con la cabeza.
—Reconoce que es una buena idea, escribes genial, Damián.
—Por el premio, sí. Por mi escritura, no.
—Entonces hazlo por el premio, quizá te lleves una sorpresa... ¡Premio doble!
Me reí.
—Lo pensaré.
Sus ojos miraron la pantalla nuevamente.
—De acuerdo, tienes... exactamente tres días para pensarlo.
—¿Y qué enviaré?
—La recopilación de cartas —habló con sencillez.
Resoplé.
No era mala idea, pero no estaba seguro de querer compartir con todo el mundo —si me iba bien, claro— lo que ocurría con mi cabeza cuando todo estaba hecho un desastre conmigo. No sabía si era capaz de compartir los recuerdos que tenía con Bianca, con el Damián pequeño ni con las personas de mi círculo que en algún momento me habían decepcionado. Todavía no había sido capaz de enviarles las cartas a Evan, ni a mamá... ni siquiera había sido capaz de regresar a mi antigua ciudad para visitar a Bianca ¿Y ya iba a poner en el ojo público mis emociones? Si. Necesitaba pensarlo una vez más.
Asentí levemente mientras Violet sonreía sin enterarse de lo que estaba pensando.
—Lo pensaré —repetí. Y ella se sintió satisfecha con mi respuesta.
***
Por alguna razón, tener a Violet en el departamento me hacía sentir tranquilo, como si todo estuviera equilibrado en casa y en mi vida. Y percibía que ella también sentía lo mismo, pues no le costó volver a quitarse las zapatillas y sujetarse el cabello en una cola desordenada para acostarse en el sofá de la sala y ver a los vendedores de mansiones con Rayo en sus piernas. La vida con Violet se volvía más fácil, y esperaba que así se mantuviera.
—No haré nada —oí su voz hablando con alguien a través del teléfono.
Estaba fumando un cigarrillo en el balcón y ella estaba, como siempre, preparándose un té de manzanilla en la cocina.
—No, no es necesario que vengas porque no lo celebraré. Estoy preocupada de ahorrar un poco para... no, Morgan.
¿Celebrar?
Apagué la colilla y la lancé al basurero del balcón.
Apenas entré al departamento Violet salió de la cocina con una taza entre sus manos y el móvil pegado a su oreja sosteniéndolo con el hombro.
—Son solo veintiún años, puedo lidiar con ello —sonrió. Sus ojos verdes se posaron en los míos y encontró una respuesta. —La verdad es que celebraré con Damián, algo privado, así que puedes venir en otra fecha y... sí. Si, de acuerdo. ¡Adiós!
Colgó. Lanzó el móvil al sofá y bufó.
—¿Celebrar algo conmigo? ¿Privado? ¿Estás invitándome a una cita? —sonreí, burlesco. Sus mejillas se tiñeron de rojo y negó rápidamente con su cabeza.
—No. Solo es porque pronto será mi cumpleaños y Morgan quería venir pensando en que no tendría nada que hacer sin ella.
Abrí los ojos de par en par.
¿Por qué nunca se me ocurrió preguntarle cuándo era su cumpleaños?
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—12 de mayo.
—Pero si es en... —miré el calendario de la pared. —Nueve días, ¿Por qué no lo mencionaste?
Se encogió de hombros.
—¿Tu cuando estás de cumpleaños? —me preguntó.
—27 de octubre —respondí rápidamente. —Pero no cambies el tema...
—No soy fanática de mis cumpleaños. No de los últimos, al menos.
Sonreí.
—Ahora lo serás, sin presión.
Me devolvió la sonrisa.
Claramente antes de poder planear algo para celebrar el cumpleaños de Violet, fui obligado —de buena manera y con chantaje (un helado)— a decidir si inscribirme o no en el concurso de la academia con los textos. Decidí que si, por lo que tuve a una Violet emocionada a mi costado mientras escribía en su notebook lo que en algún momento escribí a mano. Luego solo le faltó ir dando saltitos a la impresora y yendo a dejarlos a la Academia de teatro. Tardaban un mes en dar los resultados.
Me hacía bien verla sonreír y hablarme sin parar sobre algún tema, y esa tarde me hizo bien salir del departamento y oír todo el camino sobre lo orgullosa que se sentía de verme avanzar y de estar cerca de mí. Me hizo bien oír que nunca había encontrado a alguien como yo. Me hizo bien sentir que nuevamente podía ser único para una persona... una persona que era un torbellino colorido y que realmente me quería sin trabas. Con quien no necesitaba fingir nada.
A veces me preguntaba si la vida había cometido un error al enviarme personas buenas o qué es lo yo que había hecho tan bien para que estuvieran aquí, conmigo.
***
No estoy muy seguro de cómo Cayden se enteró que Violet estaría de cumpleaños, pero no tardó nada en organizar algo en un bar conocido y preguntarle a la platinada si le molestaba que invitara a un par de amigos cercanos a él. Por supuesto Violet no tuvo problemas, pero me pidió encarecidamente que fuera con ella porque no se sentía muy cómoda la primera vez que hablaba con una persona desconocida. Como a mí me valía una mierda, por supuesto que iba a ir.
No iba a un bar desde la última vez que lo intenté y tuve que regresar al departamento.
—Solo son dos amigos y una amiga —habló Cayden al teléfono, estaba en altavoz. —¿No te incomoda?
—No —sonrió Violet, como si él pudiera verla. —Igual es para compartir... no es necesario que sepan que es por mi cumpleaños y...
—De hecho, si, que lo sepan, no vamos a ese bar para verlos a ellos —hablé y oí la risa de Cayden, pero no me reí, solo observé la sonrisa de Violet y cómo negó con su cabeza.
—De acuerdo, pero faltan un par de días.
—¿Harás algo el mismo martes?
—No lo creo, conseguí un trabajo de media mañana para ir a pasear dos perros.
—¡Suerte!
—Gracias, Cayden.
—Adiós, Damián.
—Nos vemos.
Violet apretó el botón rojo.
—No deberías trabajar en tu cumpleaños —la observé fijamente.
—Así tendré un poco más de dinero para el fin de semana —se encogió de hombros restándole importancia.
Asentí levemente.
—¿Y dónde irás a pasear esos perros...?
—Cerca de la torre Eiffel, no recuerdo la dirección exacta, a ver... —comenzó a buscar en el móvil y me la enseñó. Era relativamente cerca.
VIOLET
Recuerdo con alegría los últimos cumpleaños que mis padres me celebraron en casa con desayuno a la cama, mucha comida y regalos. Los días cálidos yendo a clases y abrazando a mis amigos que siempre recordaban mi cumpleaños. Pero no recuerdo con tanta alegría el cumpleaños que pensé sería "el mejor" y terminó siendo un completo desastre. Recuerdo a mi exnovio sobre una silla de madera, borracho, bailando al ritmo de la música mientras todos sus amigos lo vitoreaban y mi amiga me decía que nos fuéramos. Por supuesto me quedé y terminé llorando en el baño del departamento de aquel chico que pensaba era el amor de mi vida.
Ahora volver a tener una fiesta en mi cumpleaños me atemorizaba un poco, pero estaba constantemente recordándome que estaba con otras personas y que Damián estaría ahí, conmigo. Que no tendría que lidiar con un idiota borracho ni con insultos por querer disfrutar mi día y no cuidar de alguien más.
Cuando me levanté esa mañana, Damián ya se había ido al trabajo, por lo que rápidamente me di una ducha y salí del departamento en búsqueda de la dirección para el trabajo esporádico de pasear perros. Afortunadamente era cerca, por lo que llegué a tiempo y la señora estaba esperándome con un pequeño bulldog y un gran pastor alemán sujetos con una correa y sonriéndome.
—¡Se portan muy bien! Muchas gracias por venir —me dijo, con un semblante emocionado.
Ojalá no le hubiese hecho caso.
El pequeño bulldog le ladraba a todo lo que se movía y el pastor alemán solo quería correr detrás de palomas que parecían venir a fastidiarlo con intención. Intenté mantener la compostura cuando la fuerza del pastor alemán me jaló lejos y me hizo caer de rodillas al cemento. Me puse de pie, me sacudí las rodillas y fingí que no me había dolido, pero no pude evitar que algunas personas me observaran con la intención de ayudarme.
Finalmente conseguí controlar un poco la situación y caminamos por los alrededores al menos por una hora. Hora en la que recibí dos llamadas para felicitarme: Mis padres y Morgan.
Por un momento esperé un mensaje de Damián e incluso sentí la sensación de vacío cuando no desperté con él diciéndome feliz cumpleaños, quizá ni siquiera lo recordaba, estaba tan concentrado en ir a sus terapias y cumplir todas las tareas con su psicóloga que me parecía un tanto egoísta esperar más de él cuando realmente estaba poniendo todo de su parte para salir del agujero en el que a veces se metía.
Mi móvil comenzó a sonar nuevamente, lo saqué de mi bolsillo mientras los perros olían el césped y vi que se trataba de una llamada de Cayden.
—¿Hola?
—¡Feliz cumpleaños! —vociferó a través del móvil. —¿Cómo estás?
—Gracias, Cayden. Estoy bien, ¿Y tú?
—¡Bien! Solo llamaba para desearte un feliz cumpleaños, ¿Estás trabajando?
—Sí, pero solo me queda una hora y ya, afortunadamente.
—Espero poder pasar a verte en la tarde, pero al menos el fin de semana nos veremos en el bar ¿no?
—Claro que sí, no me lo perderé.
—Ya les dije a mis amigos que es tu cumpleaños...
—No era necesario, de verdad.
—Quise ahorrarme la patada en las pelotas de Damián.
Me reí.
Hablé un poco más con él sobre Jules y el trabajo que estaba haciendo y luego colgamos. Miré la hora y comencé a caminar de vuelta hacia la casa de la dueña de los perros. Nuevamente el pastor alemán quiso correr y nuevamente tuve que aplicar toda mi fuerza para que no se escapara de mi lado, pero el tirón me dejó nuevamente con las rodillas y las palmas de las manos en el cemento para no irme de lleno con la cara. El rostro se me tiñó de color rojo, no sabía si por la vergüenza o por el dolor que esta vez había significado caerme, me puse de pie y rápidamente caí en cuenta de que el bulldog no estaba en mi otra mano.
—Mierda.
Presa del pánico le pedí al pastor alemán que se quedara quieto —por supuesto no lo hizo— y comencé a mirar a mi alrededor, nada. Caminé rápidamente esperando encontrarlo, pero solo vi a personas observarme las piernas. Miré hacia abajo y noté mis rodillas con sangre, pero no me importó, ahora me preocupaba el bendito bulldog. No sabía si caminar hacia la casa o devolverme, pero como estaba nerviosa, me devolví. No podía llegar sin el perro.
—¡Blaise! —grité. —¡Blaise! —caminé un poco más. —Hola —detuve a una pareja. —¿Han visto a un pequeño perro bulldog por aquí? Es blanco, pequeño... bulldog...
Negaron y continuaron su camino.
Me empezó a doler el estómago, las rodillas me exigieron que me detuviera porque ellas también existían y estaban heridas y no pude evitar sentir ganas de llorar... ¡¿Cómo iba a perder a un maldito perro?!
Saqué el móvil de mi pantalón dispuesta a llamar a la dueña para explicar lo ocurrido, pero cuando giré sobre mis pies en un instinto desesperado de seguir buscando donde ya había estado, a unos pocos metros de mí vi a Damián. Mi mirada se fue directamente al suelo ¡Era el perro! Damián tenía la correa en su mano y me observaba con una ceja alzada. De inmediato colgué antes de que la dueña me contestara.
—¡Damián! —corrí hacia él, emocionada. —¿Qué haces aquí? Y el perro... ¿Cómo lo encontraste?
—No debería ser legal que pasees perros de ese tamaño —observó al pastor alemán y luego mis rodillas. —Vine por ti y te encontré de rodillas en el suelo gritándole a este perrito.
—¿Venir por mí?
—¿De verdad es lo único que oíste?
Resoplé.
—Estoy estresada.
—Un té de manzanilla te vendría bien.
Asentí dándole la razón.
—Dame eso —cogió la correa del pastor alemán y me pasó la del bulldog. —Vamos, te acompañaré a dejarlos y luego iremos por unas papas fritas. Bueno, y una venda para esas rodillas... —comenzó a caminar y yo me quedé petrificada, se giró hacia mí. —¿No vienes? No puedes robarte los perros, Violeta.
—¿Papas fritas? —Pregunté.
Sonrió.
—Y helado.
Le devolví la sonrisa.
—¿Tu invitas?
—Es tu cumpleaños.
—Me encanta la forma en cómo me dices feliz cumpleaños.
Se rio, pero yo lo decía en serio.
—Feliz cumpleaños, Violet. —sus ojos cafés se quedaron en los míos y algo se revolvió dentro de mí. —Te tengo un regalo, pero primero iremos a curar esas rodillas ¿De acuerdo?
—Si. Me duelen. Y gracias... por venir —me acerqué a él y comenzamos a caminar.
Dejamos a los perros sin ningún tipo de problema, recibí mi pago y luego caminamos hacia la parada de autobuses. Me senté a esperar el que nos servía y ahora sí pude mirar con atención mis rodillas. La que más había sufrido el golpe era mi rodilla izquierda, ahora con sangre seca y piedrecillas incrustadas, la sangre había corrido por mi pierna y tenía manchado hasta el tobillo. La pierna derecha estaba más decente, solo un rasmillón que sanaría dentro de nada, pero aun así Damián negó con su cabeza y resopló.
—¿No te has puesto a pensar en pasear solo a chihuahuas?
—No pagan tan bien.
—Tienes la rodilla hinchada.
—Lo sé.
—Pasaremos a comprar algo para curarte eso.
Antes de ir a comer pasamos por una farmacia y Damián compró lo necesario para curarme las heridas, no sabía por qué él sabía tanto de primeros auxilios, pero me sorprendió cuando nos sentamos en una banca y comenzó a sacar los utensilios de la bolsa plástica.
—¿Cómo sabías que debíamos comprar?
—Digamos que... me caía mucho.
—¿Cuándo pequeño?
—Más grande también, en moto. Y debía curarme las heridas.
—¿No ibas al hospital o algo?
—Al hospital solo llegaba cuando estaba a punto de morir —sonrió, pero me pareció terrible. —Ven aquí —palmeó su pierna, lo observé sin entender ¿Quería que subiera mi pierna a su regazo? Al parecer lo dudé mucho, pues fue él quien me tomó la pierna con delicadeza y la puso sobre las de él.
Tuve que tragar saliva por lo nerviosa que me puse, a él pareció no afectarle nada.
—Quizá con un pantalón te hubieses hecho menos daño —dijo mientras mojaba un algodón con desinfectante.
—En el móvil aparecía que el día estaría cálido, siempre está bien un vestido.
Él sonrió.
Primero deslizó el algodón por mi tobillo hasta la rodilla para limpiarme, luego se quedó mirándome la herida y poco a poco comenzó a limpiarla. Me mordí la mejilla cuando me dolió.
—¿Por qué no me ayudaste cuando me viste caer en la distancia?
—Porque se te había escapado un perro, Violet.
Toque a toque comenzó a sacar las piedrecillas y a limpiar la sangre seca.
Por ahora solo el algodón hacía contacto con mi piel, por lo que podía mantener la compostura.
—He paseado a perros más grandes, de verdad, pero ese era muy inquieto ¡Y la dueña dijo que se portaban bien!
—Jamás le creas a una madre, siempre ven a sus bebés con amor cuando en realidad son unos demonios.
Me reí.
—Tienes razón.
—Listo —había acabado de limpiar y ahora estaba saliendo solo un poco de sangre. Con una agilidad que no había visto puso un parche sobre mi herida y luego comenzó a vendar. Levanté la pierna y él rodeó mi rodilla con la venda. Una de sus manos estaba sosteniéndome el tobillo, por lo que no podía dejar de pensar en el calor de su piel sobre la mía. —Creo que ya está —aseguró la venda y su mano descansó justo por encima de mi rodilla. Me observó a los ojos.
—Gracias.
—¿Dolió?
—Bastante.
—¿Ahora si vamos por unas papas fritas?
Estábamos tan cerca.
Mi pierna encima de las de él, su mano en mi muslo, sus ojos posados en los míos...
Miré sus labios y tragué saliva.
—Sí, y un helado.
Por un microsegundo sus ojos me observaron la boca y sonrió. Alzó la vista y yo rápidamente quité mi pierna de encima y me puse de pie, nerviosa.
***
Capítulo de regalito y que por supuesto se merecían <3
¿Que teorías tienen para esta historia? Yo les quiero confesar que según mis cálculos, no quedan más de diez capítulos :o (pero puedo equivocarme) ¡Lxs leo!
BESOPOS
XOXOXO
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