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Capítulo 21: Soltar

La psicóloga estaba mirándome mientras mi pierna derecha iba de arriba abajo, me estaba hablando algo que no tenía relación con mis problemas, pero sabía que sólo estaba haciéndolo para que me relajara, pero yo no podía hacerlo, sabía de qué teníamos que hablar y no me sentía preparado para hacerlo, o tal vez sí, pero todavía mi cerebro estaba procesándolo.

—Te noto inquieto ¿Quieres un vaso con agua?

Negué.

—Es por el tema de hoy ¿No?

Y no aguanté.

—No soy de darme muchas vueltas y...

—Lo sé —me detuvo. —Pero creo que debes respetarte a ti mismo, no te presiones.

—¿Entonces podemos no hablar de eso hoy?

—¿Has escrito su carta?

—Sí.

—¿La trajiste?

—Sí.

—¿Eres capaz de leerla?

—No —solté sin pensarlo —, apenas fui capaz de escribirla.

Ella asintió levemente, relajada.

—¿Por qué crees que te cuesta tanto hablar de ella?

La quedé mirando un momento, esas preguntas las encontraba insólitas, no entendía cómo ella me hacía una pregunta así sabiendo prácticamente todo lo que ocurrió. Me había estudiado y no era capaz de deducir que...

—Ella es lo más importante que he tenido en toda mi vida.

—No lo dudo —me sonrió levemente. —Es complicado aceptar cuando alguien se va tan repentinamente de nuestra vida y es completamente normal vivir un luto, aceptar nuestras emociones y dejarlas que existan, ¿Crees que hoy estás permitiendo que las emociones que has reprimido consumiendo drogas o queriendo acabar con tu vida... salgan a la luz?

—No quiero permitirlo.

—¿Por qué?

—Porque no sé en qué me convertiré.

—Sólo tienes una opción frente a eso. Convertirte en un Damián capaz de cerrar heridas y aceptar... aceptar que no puedes controlar ni proteger a todo el mundo.

El nudo se posó levemente en mi garganta, sentí mi corazón acelerarse y apreté la mandíbula reprimiendo el dolor que sentía.

—Yo... no... —aclaré mi garganta, intenté respirar —No...no puedo.

—¿Qué no puedes?

—No puedo aceptar que no logré protegerla.

—¿Por qué crees que eras la persona correcta para hacerlo, Damián?

—Porque nadie más lo hizo, nunca. Y porque... porque la quería. La amaba con toda mi puta vida.

La voz se me quebró.

Y por primera vez, sentí que solté una parte de mi cuerpo que antes no había podido.

Guardé silencio y bajé la mirada.

—Muchas personas le fallaron antes de que tú llegaras a su vida. Las personas que realmente debieron protegerla le fallaron antes que tú llegaras ¿Por qué piensas que podrías haberla salvado?

—No sé si iba a lograr salvarla de su mundo interior... pero merecía mucho más. Merecía ir a terapia y sanar... como yo ahora. Merecía más que yo. Merecía disfrutar su vida...reír...viajar. Merecía tanto, y nadie se lo dio.

—¿Qué crees que estarías haciendo ahora si ella estuviese viva?

Me encogí de hombros.

—Seguramente ayudándola.

—¿Y cuándo ibas a ayudarte a ti?

Su pregunta fue tan directa que me hizo enfadar.

—No necesitaba esto ¿sabes? No necesitaba que la arrancaran de mi vida para venir aquí.

—No creo en ningún sentido que debía suceder lo que sucedió. Ni tampoco dudo de todo el amor que se tenían, pero... ¿Era sano? ¿Ambos estaban libres de sus dolores y listos para amar de verdad?

—Yo sí.

—¿Y ella?

Y la recordé.

Recordé cuando tuve que desaparecer de la vida de Bianca para protegerla, cuando tuve que hacer que pensara que yo ya no estaba más. Recordé cuando tuve que llegar a tiempo para que no se lanzara al vacío. Ella no era capaz de vivir sin mí... no era capaz todavía de quererse a sí misma o encontrar una razón válida para vivir.

Pero no podía aceptarlo.

—Tal vez sólo necesitaba... necesitaba que la amaran con mucha más fuerza.

—Estoy segura de que la quisiste hasta desgarrarte, Damián.

Sí. Incluso más que eso.

—Debemos trabajar en soltar, en aprender a vivir con nosotros mismos y no por otros. Vamos a trabajar en la culpa... porque dentro de todo lo que ocurrió, tú no eres el culpable de nada, ¿Sabes de lo que podrías ser culpable? —me observó directamente —De aferrarte a la única persona que te mostró cariño e interés, de aferrarte y enamorarte de la primera persona que llenó todos los vacíos que dejaron en tu vida. De eso puede ser, pero de que ella no esté aquí, vamos Damián, ambos sabemos que sólo hay un culpable. Y ahora está tras las rejas.

***


VIOLET

Me dolía la cabeza y mi buzón de mensajes estaba lleno a causa de Morgan quien no dejaba de enviarme textos para que regresara a casa, al principio había sido muy dura conmigo, pero ahora estaba en su faceta de hermana preocupada, prácticamente pidiéndome "por favor" que regresara, pero no lo haría, no hasta saber el resultado de mañana.

Y ni siquiera tenía un texto escrito.

Me tendí en la cama boca abajo al borde de la frustración.

Damián golpeó mi puerta un par de veces y, como siempre, antes de que pudiera decir algo, él la abrió. Se quedó mirándome apoyado en el marco.

—Pareces una estrella de mar.

Me giré con dificultad para verlo.

—Creo que no sirvo para esto.

—¿Aun nada?

Negué.

Lo vi sonreír sin enseñar sus dientes y caminó por el pasillo, fruncí el ceño con confusión sentándome en la cama y antes de que pudiera asomarme para saber qué estaba pasando, lo vi regresar con una caja entre sus manos. Tragué duro cuando noté que era la caja de cartas que una vez nos había hecho discutir por mi imprudencia.

—Te la dejaré aquí —se acercó lentamente a mi cama, dejó la caja ahí y luego de su bolsillo sacó más papeles. —Aquí tienes más.

—No puedo aceptar esto —me adelanté. —No quiero invadir tu privacidad otra vez, entiendo que hay cosas que no quieres mostrarme y...

—Hey, tranquila, Violeta —sonrió levemente —He escrito mucho las últimas semanas, de seguro algo te sirve.

—¿Y si descubren que no lo escribí yo?

—Seguro que no, no escribo tan bien —se encogió de hombros.

No pude evitar esbozar una sonrisa de felicidad, me puse de pie y me lancé a abrazarlo con fuerza dando pequeños saltitos. Él sólo rio de mí un momento.

—Merezco que prepares la cena ahora ¿no? —alzó una ceja cuando me separé de él.

—Claro que sí —sonreí —, puedo pedir pizza.

—Joder ¡Existe la comida casera, Violeta!

—Pero no digas nada si la pasta me queda sin sal —lo señalé.

Él fingió tener un cierre en la boca.

Pero finalmente la cena no salió tan mal, la pasta con boloñesa me había quedado mejor de lo esperado. Y comí muy rápido, pues estaba muy ansiosa por encontrar un texto que se acomodara a la audición.

—Irás a verme ¿Verdad? —le pregunté.

Él asintió.

—Ya te dije, si lo haces mal, no nos conocemos.

—Haré lo mejor posible.

—¿A qué hora es?

—Cerca de las siete de la tarde.

—Si. Tengo que ir con la psicóloga, me paso de ahí para el teatro.

Respiré hondo.

—Gracias. De verdad.

—¿Por qué?

—Por muchas cosas, pero principalmente por aparecerte en mi vida —le dije muy rápidamente y él frunció el ceño —Es que, si no aparecías, nunca me hubiese atrevido a esto.

—No mientas, lo habrías hecho igual.

—Créeme que no.

Apenas terminamos de cenar, Damián me obligó a encerrarme en mi habitación y encontrar un texto adecuado para mi audición, pues mi idea era no dejarlo solo y ver una película o algo, pero él insistió en que no y se encerró en su habitación junto a Rayo para que no me molestara en mi proceso creativo.

La caja que tenía frente a mí estaba algo deteriorada, pero las cartas parecían estar intactas, comencé a sacarlas una a una. Algunas eran más cortas que otras y nuevamente releí la que estaba dedicada a su padre. Tuve que detenerme un momento cuando comencé a leer las cartas enumeradas para Bianca, no podía creer lo enamorado que él estaba de ella. Se me apretó el estómago cuando noté que las cartas comenzaban con un Damián esperanzado, pasaban a otro lleno de odio y luego terminaban pidiendo perdón.

¿Iba a ser capaz de relatar una cosa así en voz alta?

Cogí las últimas hojas que Damián había traído en su bolsillo y noté que eran más extensas y mucho más recientes, de seguro eran las que debía mostrarle a la psicóloga. Miré los sobres y noté que estaban dirigidas a diferentes personas.

1. Damián del pasado.

2. Damián del presente.

3. Damián del futuro.

4. Papá.

5. Mamá.

6. Cayden.

7. Bianca.

Debo confesar que terminé quebrada con cada una de ellas, pero ya sabía cuál iba a leer para todo el teatro.

El mundo merecía saber que había un chico en un lugar de París intentando sobrevivir y anteponerse a todos sus demonios.

Me sequé las lágrimas con el puño de mi sudadera y me puse de pie, abrí la puerta del pasillo y caminé lentamente hasta estar afuera de la habitación de Damián, respiré hondo, armándome de valor. Iba a golpear, pero me sobresalté cuando la puerta se abrió y Damián apareció frente a mí. Él también se asustó al verme y rápidamente sentí mi cara tornarse colorada.

—Lo lamento... yo... yo venía a...

—Me has dado un puto susto, Violeta —sonrió.

Su sonrisa me calmó un poco.

—¿Estabas llorando?

—Claro que no.

—Estabas llorando —confirmó.

—Sólo... sólo quería decirte que... que lo estás haciendo muy bien.

El arrugó las cejas.

—¿Qué?

—Lo estás haciendo bien. Todo.

—No estoy entendiendo a qué te refieres.

—A la vida, Damián. Todo lo que estás haciendo por estar mejor, lo estás haciendo genial. De verdad.

La sonrisa volvió lentamente a su rostro y luego se quedó apoyado en el marco de la puerta, justo frente a mí.

—Me estoy esforzando.

—Lo sé.

Estábamos muy cerca.

Sus ojos cafés se quedaron en los míos por unos segundos que me parecieron infinitos. Me relamí los labios porque de los nervios se me habían secado. El silencio entre nosotros, justo ahora, estaba siendo tensional.

—¿Por qué estás mirándome así? —me preguntó de pronto, tragué duro.

—¿Así cómo?

Se encogió de hombros.

—Como si quisieras decirme algo.

—Ya te lo he dicho.

—¿Es todo?

—Sí.

Él se relamió los labios y asintió levemente.

—¿Encontraste algo que te sirviera?

—Sí, es...

—No quiero saberlo todavía —me interrumpió. —Deja que me sorprenda un poco con la audición ¿no?

Sonreí.

—De acuerdo.

Nuestras miradas fueron interrumpidas por el timbre que sonó a continuación, miré la hora y noté que eran cerca de las nueve de la noche, Damián frunció el ceño y se adelantó para ir a abrir. Lo seguí detrás y cuando se asomó por la mirilla de la puerta, se giró hacia mí.

—Es para ti.

Arrugué las cejas.

—¿Quién es?

—Cayden.

Damián no abrió la puerta, sólo se despidió con la mano y caminó por el pasillo para encerrarse en su habitación. Giré la manilla y frente a mí apareció Cayden, pero sin Jules, de inmediato fruncí el ceño.

—Cayden.

—Traje comida para quitar los nervios —alzó una bolsa de su mano.

Me reí.

—¿Y Jules?

—Con la niñera, sólo tengo hasta media noche, luego tengo que volver.

—Como la cenicienta —sonreí.

—Sí, algo así.

—Pasa —hablé cuando noté que todavía seguía afuera del departamento, él se adelantó para entrar y dejó la bolsa encima de la mesa de centro, buscó algo con la mirada que supuse era Damián.

—Está en su habitación.

Mi comentario no pareció preocuparle, se acercó a la bolsa y comenzó a abrirla.

—Traje palomitas y un par de dulces —sacó las cosas y yo me acerqué, me senté en el sofá y él sólo me sonrió con espontaneidad. —¿Ya encontraste algo para mañana?

—Sí.

—¿Ya practicaste?

—Un poco, pero prefiero que se sorprendan mañana.

Él alzó una ceja y sólo sonrió.

Cuando iba a abrir el paquete de palomitas, oí la puerta de la habitación de Damián abrirse, los pasitos de Rayo nos hicieron girar y vimos a Damián junto al pequeño gatito observándonos.

—Cayden, qué sorpresa —la voz de Damián fue irónica y yo le fruncí el ceño.

Cogió un cigarro de la cajetilla y deslizó el vidrio del balcón para salir a fumar.

—Si, vine a verlos... quería que Violet dejara de pensar un poco en la audición de mañana.

—Que bueno es Cayden —sonrió Damián, luego se encendió el cigarrillo de lo más tranquilo.

Lo vi apoyarse en la barandilla del balcón dándonos la espalda. Finalmente abrí el paquete de palomitas y cuando probé una noté que eran dulces, lo que me hizo abrir los ojos con ilusión.

—Me encantan.

Cayden estiró su mano y sacó un poco de palomitas, se las llevó a la boca y asintió entusiasmado.

—Cuando pequeño solía ponerles chocolate derretido encima —me contó.

—Deben quedar muy ricas.

—Sí, papá lo hacía mucho —soltó con espontaneidad, pero en una fracción de segundos noté incomodidad en su mirada, pues miró de reojo a Damián, pero por supuesto Damián nos ignoró.

—Pues en casa son más de palomitas saladas —le conté.

Vi a Damián girarse hacia nosotros y elevó levemente la comisura de sus labios.

—¿Te gustan las palomitas, Damián? —le pregunté para integrarlo a la conversación.

—No —contestó seco.

—Cuando estés en la ciudad deberías ir a casa a comer con nosotros —le sonrió Cayden. Puedo jurar que sus palabras fueron con la mejor intención, pero la expresión de Damián se enserió, se quedó mirándolo un momento.

—No creo que lo haga, pero gracias —soltó.

—¿No piensas viajar en algún momento?

Damián se encogió de hombros.

—No es como si tuviera muy buenos recuerdos para regresar.

Cayden asintió levemente.

—¿Tu si tienes buenos recuerdos? —le pregunté a Cayden quien me observó a los ojos. Asintió levemente.

—Sí. Crecí ahí y... tengo muchos amigos a los que me gustaría volver a ver.

—¿Viven cerca? —pregunté mirándolos intercaladamente.

Cayden iba a responder, pero Damián se le adelantó.

—No. Cayden creció en un barrio mejor, a mí me puedes ir a ver a los suburbios —sonrió.

—De seguro nos encontramos alguna vez sin conocernos —comentó Cayden.

—No lo creo. Cuando salí del centro de menores sólo me dediqué a salvarle el culo a mamá, tu tenías otro tipo de vida.

—No exenta de problemas.

—De seguro problemas que podías resolver.

La conversación entre ellos estaba volviéndose cada vez más tensa y yo sólo guardé silencio.

—Depende del punto de vista —continuó Cayden.

Damián sonrió.

—¿Qué tipo de problemas podías tener, Cayden?

—Por muy diferente que nos hayamos criado, ninguno está exento de problemas.

—A ver... ¿Evan no te compraba los sándwiches que querías?

Cayden se echó a reír con un rastro de irritación.

—Que nuestras infancias sean distintas no quiere decir que haya sido un puto superficial.

—¿Ah no? ¿Con qué problemas se tropieza un niño que tiene todo en la vida?

Cayden pareció dudar un segundo.

—Con ninguno —confirmó Damián —, problemas caprichosos.

—Cuando todo el mundo espera demasiado de ti, es un problema, un problema que repercute en algún momento en tu vida.

Damián rodó los ojos.

—¿Y cuando no esperan nada?

—Puedes vivir en paz.

—O creer que no le importas a nadie.

—No te conocíamos —se defendió Cayden —. No puedes culparnos por eso. Menos a mí.

—Tu madre es hermana de la mía, una puta llamada luego de haberle destrozado la vida era suficiente ¿no? De pasada se enteraban de que tenía a un niño en casa muriéndose de hambre.

—Lo sé, pero no es mi problema, no era consciente de esto hasta hace un par de meses. No entiendo por qué me estás diciendo esto a mí.

—Creo que la conversación se desvió un poco —intervine, necesitaba calmar a esos dos o quizá terminaría peor, pero la voz de Damián se atravesó sobre la mía.

—No te culpo, en absoluto. Sólo me jode saber que tus problemas se trataban de que los demás esperaban mucho de ti cuando yo estaba en la mierda intentando que alguien me diera atención.

—Los extremos son...

—Malos, lo sé —contestó —. Sólo... todavía no me acostumbro al hecho de que estés en mi departamento contándonos sobre ti, sobre tu infancia, sobre Evan... ¿Por qué querría escuchar la vida que pude tener, pero que no tuve? Más que una ayuda, Cayden, pareces ser un puto detonante.

Mierda.

Cayden se puso de pie y miró el reloj de su muñeca.

—Me iré a casa.

Damián lo observó un momento, entró al departamento y negó con su cabeza.

—El departamento también es de Violet, así que puedes estar aquí. Sólo avísame cuando vengas para no estar. No por ahora, al menos.

Y continuó su camino hasta su habitación, se escuchó que cerró la puerta y yo me quedé congelada mirando a Cayden.

—Lo lamento... —bajé la voz.

—No, lo lamento yo —soltó Cayden de pronto —No quise provocar esto.

—No es tu culpa.

—Ni la de Damián —se adelantó él.

Respiró hondo y volvió a sentarse a mi lado.

Damián había sido muy duro con él, pero por alguna razón no podía enfadarme por su actitud porque sabía que por dentro estaba destrozado y todas sus palabras tenían un trasfondo.

—Eres muy comprensivo, Cayden —lo observé.

—No puedo sólo ir y darle un puñetazo por todo lo que dice ¿no? —dijo muy convencido —Sé que mis padres lo jodieron todo, pero... no puedo hacer más. No elegí nacer ahí.

—Y los quieres.

—Sí, por supuesto que los quiero. Hicieron las cosas mal, sí, pero no puedo juzgarlos por estar enamorados.

Asentí levemente.

—Sé que Damián sanará esas heridas... —bajé la voz.

—Yo también.

—Pero bueno... las palomitas si están ricas.

Él sonrió, luego se mantuvo unos segundos en silencio con sus ojos puestos en los míos.

—Intenta no salir dañada, ¿de acuerdo?

Asentí levemente sin saber qué responderle.

La verdad es que Cayden no estuvo por mucho tiempo más en el departamento y entendía su ida tan repentina, pues la tensa conversación con Damián había dejado el ambiente extraño. Cuando se fue, dejé las cosas sobre la mesa, me cepillé los dientes y regresé a mi habitación, apenas me tendí en la cama, escuché unos golpecitos en mi puerta.

No respondí, pero él entró igualmente.

Sus ojos cafés se quedaron en los míos, yo me senté en la cama y fruncí el ceño.

Él se sentó al final de la cama, miró sus manos un momento, respiró profundo y luego volvió a mirarme.

—Lo lamento.

—¿Por qué exactamente?

—No era necesario que presenciaras esa conversación incómoda. A veces sólo... sólo no puedo acostumbrarme a esto y... —se encogió de hombros —Y soy un idiota impulsivo la mayoría del tiempo.

—No estoy enfadada.

—¿No?

—No.

—No quiero alejar a Cayden de tu vida, puede ser un... un buen chico para ti.

—¿Tú crees?

—No hay nada que unos puñetazos no puedan arreglar.

Me reí.

—Este lugar también es tuyo, puedes traer a quien quieras —continuó.

—Me conformo con mi roomie.

Él sonrió.

Se puso de pie y caminó hacia la puerta, pero antes de salir se giró hacia mí.

—Descansa, Violeta.

—Bonne nuit, Damián.

Lo vi esbozar una sonrisa, me guiñó un ojo y salió de mi habitación.


***

Viernes de Damián y Violet <3

¿Qué tal estuvo su semana?

La mía muy movida y escribiendo muchísimo. Espero que pronto nos volvamos a leer, por el momento me estoy esforzando con traerles al menos una vez a la semana a Damián por aquí.

BESOPOS

XOXOXO

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