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Capítulo 16: Debo soltarte, Damián

|Debo soltarte, Damián|

Por un momento no entendí las palabras que salieron de su boca, luego pestañeé reaccionando.

—¿Qué?

—Ven, siéntate por favor —me pidió.

Me acerqué lentamente a él, sin creérmelo todavía.

—¿Cuál es tu parentesco con Damián Wyde?

—Sólo somos amigos.

—¿Sabes de alguien que esté en la ciudad que sea su familiar?

—Su hermano.

Él asintió anotando algo en su hoja.

—Bueno, Violet, Damián ha tenido una sobredosis de drogas.

—Pero si él no...

Me detuve en seco cuando noté que mis palabras podían sonar ridículas, había cientos de cosas que no sabía de Damián todavía... no podía afirmar que él no consumía drogas.

—¿Qué consumió? —pregunté, luego tragué duro.

—Muchas cosas... cocaína, marihuana, neopreno... hasta hemos encontrado excremento en lo que ingirió, pero lo que más encontramos fue cocaína.

—¿Cómo...cómo lo encontraron? ¿Dónde estaba?

—Las personas que lo vinieron a dejar nos dijeron que estaba en un bar, se desmayó.

—Dios.

Mis piernas y mis manos temblaban.

—A lo que quiero llegar con todo esto es que es sumamente peligroso llegar a estos extremos, si esos chicos no lo hubiesen traído quizá ahora estaría muerto —bajó la voz y a mí se me apretó el estómago —Es muy probable que si ha llegado a estos extremos es que ya sea un adicto y...

—¿Cómo?

—Sí... es probable que esto se haya transformado en una adicción que deba tratar, sino todo se puede volver... caótico. Es muy importante que tenga una red de apoyo y que él entienda que no está bien.

Me quedé en silencio.

¿Una red de apoyo? Pero... ¿Quiénes?

—Ahora ya está estable y cuando despierte podremos hablar con él y entregarle toda la ayuda que necesite ¿de acuerdo?

Asentí.

Él apoyó una mano sobre las mías y me sonrió.

—Tranquila.

El doctor me dejó quedarme ahí hasta que Damián despertara mientras él tuvo que irse para ver otros pacientes. Acerqué la silla hasta la camilla en donde estaba Damián y me senté a su lado, lo observé en silencio y un nudo se posó en mi garganta otra vez...

¿Cómo podía ayudarlo? ¿Cómo podía salvarlo de ese agujero que parecía succionarlo cada vez que podía?

Apoyé mi frente en la camilla, justo al costado de una de sus manos y una lágrima me traicionó. Es que tenía muchísima rabia. Tenía rabia de que a personas tan buenas les pasaran cosas tan malas. Me enfadaba muchísimo que alguien con un corazón tan bueno tuviera que estar sufriendo de esa manera, pues seguramente sentía que nada estaba bien y que no podría seguir adelante sin que lo empujaran.

Quería ayudarlo.

Y por supuesto lo iba a ayudar, ahora por ningún motivo iba a largarme a mi ciudad.

No podía darle la espalda a Damián sabiendo que él no me la dio a mí cuando me quedé sin nada. No podía darle la espalda cuando sabía que muy en el fondo su corazón seguía latiendo con la esperanza de que todo mejoraría.

Tragué duro, no quería seguir llorando, menos a solas en una sala de hospital con él durmiendo a mi lado.

De pronto, una mano se posó en mi cabeza y me acarició con mucha lentitud, alcé la vista de inmediato, Damián estaba mirándome con sus ojos cansados.

—Estás aquí... —me dijo y yo abrí bien mis ojos.

—Que susto me has...

—Bianca —me cortó y yo me quedé congelada.

Sus ojos cafés estaban perdidos en mí, pero claramente no estaba viéndome a mí. Se veía cansado, destruido y la sonrisa nostálgica que tenía en el rostro me desencajó y destruyó en partes iguales. Lentamente le cogí la mano y el respiró con dificultad.

—Te amo... lo sabes ¿no? Sí que te amo.

Apenas podía oírlo por lo tanto que le costaba hablar.

—Por favor no me sueltes —pidió y luego me apretó levemente la mano.

La alucinación que estaba teniendo me asustó un poco, sobre todo porque de verdad creía que estaba viendo a Bianca y realmente no podía verme a mí. Me dolía el corazón, quería ayudarlo, quería abrazarlo y armarlo de una vez. Respiré hondo armándome de valor mientras él cada vez se hundía más en mis ojos.

—Debo soltarte, Damián... —susurré con mi voz quebrada. —Debo soltarte para que seas feliz.

—¿Y quién... quién será mi único rayo de luz ahora?

Tragué saliva.

—Siempre puede venir un torbellino colorido a llevarse todo lo que te destruye.

Él me soltó levemente.

—Violet.

Me quedé quieta ¿Me había reconocido o...?

—Violet... —repitió.

Esta vez se giró un poco y volvió a cerrar los ojos, dio un gran suspiro y volvió a quedarse dormido.

Me puse de pie y caminé por alrededor de la sala por un momento, me dolía el pecho, nunca me había preocupado así por una persona que conocía hace tan poco. Apenas entró el doctor a la sala le comenté lo que sucedió, pero él me calmó diciéndome que todo estaba bien, que era normal por el estado en el que estaba.

—Puedes ir por un té si quieres, él estará bien, o puedes volver a casa... él no se irá de aquí hasta que revisemos si todo está bien.

Negué rápidamente.

—Me quedo con él.

Él asintió.

—Iré por un té, vuelvo en unos minutos.

Salí de la sala y respiré hondo. Esto era demasiado para mi corazón inestable, así que me fui a la cafetería del hospital a buscar un té, pero por supuesto había de los de siempre, nada de manzanilla o algo que me relajara. Sin embargo, sentir el estómago caliente me hizo sentir un poco más reconfortada.

Cogí mi móvil, ya eran cerca de las tres de la madrugada y hace sólo unos minutos me había escrito Cayden.

Cayden: ¿Noticias?

Violet: Ha tenido una sobredosis

De inmediato lo vi ponerse en línea.

Cayden: ¿Está despierto?

Violet: Todavía no, están estabilizándolo aun más

Cayden: ¿Estás bien?

Miré el mensaje por un momento.

Violet: No

Cayden: Lo ayudaremos

Respiré hondo.

Violet: Damián no soportará perder otro vínculo

Cayden: Ni yo perderme la oportunidad de joder a mi hermano

Cayden: Y que Ju tenga un tío a quien pedirle dinero, por supuesto

Eso me hizo sonreír.

Bloqueé el móvil y terminé de beberme el té mirando un punto inexistente en el mesón, luego me levanté y subí como un zombi al piso en que se encontraba Damián. El médico no estaba en la sala, pero igual entré y me quedé a su lado, seguía durmiendo. Apoyé la cabeza en la camilla y cerré los ojos.

Un sonido me sobresaltó y de inmediato saqué la cabeza de la camilla, me había quedado dormida.

Pestañeé rápidamente aclarándome la vista y lo vi...

Damián estaba despierto.

Me observó a los ojos y por un momento sentí terror de que siguiera viendo a otra persona en mí, por lo que me mantuve en completo silencio con la mirada puesta en él.

—¿Fuiste por pizza?

Luego sonrió con culpa en sus ojos.

—No me decidí por el sabor...

—No me llamaste.

Me encogí de hombros y sentí mis ojos aguarse.

—Era una sorpresa.

—¿Celebrábamos algo?

Guardé silencio y sentí que su mirada me llegó justo al corazón. Ya no podía fingir fortaleza por tanto tiempo, pero antes de que pudiera decirle algo, él se relamió los labios.

—Creo que... creo que necesito ayuda.

Mi mirada se iluminó.

—¿Dices...?

—Sí. Necesito ayuda de un profesional —confesó con cierto desagrado en la voz, pero a la vez estaba muy seguro —No quiero...bueno... no quiero convertirme en algo que siempre odié.

—Damián... —me acerqué a él y le cogí una mano. Él me observó.

—No quiero convertirme en un adicto, no quiero ser como mamá. No quiero que me vayan a sacar de bares ni destruir a las personas... no quiero no saber qué está ocurriendo a mi alrededor... y nada. Necesito ayuda.

Mi corazón se hizo chiquito y sin pensarlo dos veces me acerqué a él para abrazarlo con fuerza. Él se quedó congelado por un momento, pero no me importó, yo sólo lo abracé con fuerza desde su cuello.

—No te dejaré solo ¿está bien?

—Violet...

—Olvídalo, no me iré, aunque estés enfadado, de seguro con una pizza se te pasa y...

—Violet...

—De verdad. Si quieres podemos comprar otro cactus o hacer más tés de manzanilla.

—Violet me asfixias —me dijo apenas y yo lo solté. Él me regaló una sonrisa que terminó por iluminarme lo que quedaba de noche. —Esta vez sí aceptaré tu ayuda.

Casi di un brinco.

—No vuelvas a irte —se quedó mirándome fijamente y a mí se me apretó el estómago. —Rayo no va a sobrevivir si no estás con él.

Sonreí.

—Debe ser por las croquetas de atún que le doy por las noches.

—Probablemente sea por las siestas de cuatro horas.

—No dormimos cuatro horas —entrecerré los ojos.

—Bueno... tres y media.

—Damián...

La puerta se abrió y me callé, era el doctor, quien se acercó a nosotros y nos sonrió con amabilidad.

—Ya despertaste, Damián —lo observó.

Damián asintió levemente.

—Te haré unos chequeos médicos y luego conversamos con más calma ¿de acuerdo?

De inmediato entendí que debía salir de la sala, así que eso hice mientras el doctor lo revisaba.

Cogí el móvil y abrí el chat de Cayden.

Violet: ¡Despertó!

Eran casi las cinco de la madrugada, por lo que no me contestó, de seguro ya estaba durmiendo.

Apenas el doctor terminó de examinar a Damián salió a buscarme y cuando entré vi que él ya estaba semi sentado en la camilla bebiendo un poco de agua.

—Bueno, Damián... —el doctor comenzó a hablar.

—Sí, necesito ayuda... lo sé —lo detuvo Damián.

El doctor asintió.

—Afortunadamente hemos podido estabilizarte rápido y no tienes ninguna secuela, podrás seguir haciendo tu vida, pero esta vez... esta vez espero que de una forma más saludable.

Él sólo asintió dándole la razón.

—Seguro que esta señorita te ayudará —el médico puso una mano en mi hombro.

Damián me observó con una pequeña sonrisa.

—Todo estará bien —aseguré.

—Iré a hacer un par de papeles y luego podrán ir a casa.

El doctor nos dejó a solas unos minutos después y yo volví a sentarme al costado de la camilla, respiré hondo y sólo observé los ojos cafés de Damián que ahora estaban fijos en un punto de la pared.

—Lo lamento —habló sin mirarme.

—Tranquilo.

—No deberías estar aquí ni menos cargando con una cosa así.

Resoplé.

—El único que no debería estar cargando con algo así eres tú.

Él fijó sus ojos en los míos con el ceño levemente fruncido.

—¿Qué dices?

Me encogí de hombros.

—¿Qué crees? ¿Qué te echaré la culpa por tener sentimientos y pensar que no puedes seguir adelante sin drogarte o beber hasta morir? —me puse de pie y luego me senté en la camilla junto a él —No eres el culpable de que todo haya tomado este rumbo.

Se quedó congelado mirándome y por unos microsegundos noté que apareció un brillo diferente en sus ojos, casi como si hubiese abierto una puerta dentro de ellos. Tragó duro, pude notarlo, y anuló todas sus emociones respirando hondo y apretando los puños sobre su estómago.

—¿Crees que pueda salir de esto?

—Confío en ti.

—No me des esa responsabilidad, te lo dije.

—No me has decepcionado.

—¿Ah, no?

Negué con la cabeza.

—Confío en ti —repetí.

—Necesito confiar en mí como tú lo haces.

Sonreí levemente.

—Lo harás.

Me alegró enterarme de verdad que Damián quería recibir ayuda, pues todo el tiempo en que estuvimos en la sala del hospital vimos diferentes lugares en los que podía inscribirse para solicitar ayuda. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera y lo entendí cuando él mismo le preguntó al médico sobre especialistas que pudieran ayudarlo de verdad. Debo confesar que me ablandó el corazón que el doctor fuera tan amable con nosotros y cuando nos marchamos a casa por la tarde le di unas quinientas veces las gracias.

Damián seguía algo débil cuando salió del hospital y se fue a casa en un taxi, en cambio yo tuve que desviar mi camino para ir por mis cosas a la habitación miserable en la que pensaba quedarme. Me dolían los pies y los ojos, tenía muchísimo sueño y sentía los hombros tensos.

Apenas terminé de ordenar mis cosas, caminé por el pasillo y golpeé la puerta de Cayden, sólo pasaron unos minutos cuando él abrió la puerta y se encontró conmigo.

—Violet.

Tenía el cabello mojado y estaba acelerado, como si hubiese corrido para abrirme la puerta, se notaba que recién había salido de la ducha.

—Entra, por favor, tengo a Ju en la bañera.

Y corrió hacia adentro. Al menos su habitación contaba con un baño privado, me acerqué a la puerta del baño que estaba abierta y sonreí al ver que el niño salpicaba agua por todos lados mientras jugaba con un avioncito de plástico. Cayden luchaba con el shampoo y el jabón.

—¿Necesitas ayuda?

—Lo tengo bajo control.

—Parece que te has dado una ducha tú y no él.

Se rio.

El pequeño hizo contacto visual conmigo y se quedó mirándome, pensé que iba a cohibirse o algo parecido, pero no, me sonrió con dulzura y continuó jugando como si no le pareciera nada mi presencia ahí.

—Iba a terminar de bañar a Ju para ir a ver a Damián.

Lo observé.

—¿De verdad?

—Sí, quiero que conozca a Jules.

—No creo que sea buena idea... está muy cansado.

Cayden alzó la vista.

—¿Muy?

—Sí. Sólo venía a contarte que aceptó recibir ayuda y... y creo que estará bien, pero no creo que sea buena idea que... no sé... te acerques tanto cuando está así.

—¿Así como?

—Cayden... —respiré hondo y luego me apoyé en el marco de la puerta —No sé si estoy equivocándome, pero creo que verte tan repentinamente lo ha desestabilizado... un poco.

—Lo sé.

—Quiero protegerlo un poco.

Él sonrió.

—Ya, sólo ten cuidado.

—¿Cuidado con qué o por qué?

Él se encogió de hombros y giró a Jules para echarle agua en la cabeza.

—Damián no está listo para enamorarse, Violet.

Arrugué las cejas y sentí mi rostro acalorarse.

—¿Qué dices? No pretendo hacer que se enamore, somos amigos.

—Sólo cuídate. Y cuídalo.

Entrecerré los ojos con cierta incertidumbre, pero no quise seguir hablando del tema, era un poco incomodo sabiendo que él y yo todavía no formábamos un vínculo de amistad, pese a que era muy sencillo comunicarse con Cayden. Entregaba una confianza similar a Damián.

Me despedí de él y salí junto a mi maleta.

— —


—¡Rayito! —lo abracé con fuerza cuando me recibió en la puerta.

—Te extrañó —sonrió Damián.

Noté que ya se había dado una ducha, pero seguía con bolsas negras debajo de los ojos.

—Yo también a él —besé sus orejitas y luego volví a dejarlo en el suelo. —Prepararé un poco de sopa, deberías descansar.

Él me observó un momento y luego asintió.

—Si... tengo mucho sueño. Tú también deberías dormir, has estado toda la noche en el hospital y...

—Termino de hacer la sopa y duermo.

Él sonrió.

—De acuerdo, Violeta, buenas noches.

—Descansa.

Caminó por el pasillo, abrió la puerta de su habitación y luego se encerró.

DAMIÁN

Así de inestable era mi vida.

Un día estaba bien, otro día mal.

Diez meses estaba sobrio.

En una noche lo mandaba todo a la mierda.

Me senté al borde de la cama y respiré hondo. Todavía me dolía la cabeza y los párpados me pesaban, sentía el sabor amargo de la droga justo en mi lengua y entendí que sería una pésima noche aun siendo las una de la tarde. Entendí que venía la abstinencia y todo podía salirse de control.

Debía ser fuerte.

Caminé por alrededor de la habitación y recorrí cada lugar en donde tenía drogas. Cajones, armario, mesa de noche y luego los lancé por el cuarto de baño.

Apenas salí del baño vi que la platinada estaba asomada por el pasillo.

—¿Todo bien?

—Sí.

Y volví a mi habitación.

No podía dejar de pensar en los ojos azules de Bianca. No podía dejar de pensar en su sonrisa, en su forma de hablarme y en sus abrazos. No podía dejar de pensar en sus besos, sus manos, en su cuerpo cerca del mío por las noches y los baños que nos dábamos juntos en esa bañera gigantesca que tenía.

La vi en mis sueños cuando estaba en el hospital y se sintió tan real. Se sintió tan real su mano sobre la mía.

Joder. No era sana la forma en cómo la extrañaba.

Y tenía miedo, sí, tenía miedo de mi adicción, de mi abuso con las sustancias y de cómo podía terminar si no recibía algún tipo de ayuda.

Tenía miedo de no poder jamás sacármela de la cabeza.

¿Qué iba a ser de mí si me volvía loco?

¿Si tenían que internarme por no ser lo suficientemente capaz de controlar lo que sentía?

¿Si tenían que encerrarme porque la veía en todos los putos lados que iba?

¿Qué iba a ser de mí si no lograba amar nunca más?

***

¡Capítulo de domingo! <3

Cuéntenme qué les han parecido los últimos dos capítulos, no saben lo que me sirven en realidad los comentarios y sus votos jijij

BESOPOS

XOXOXO

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