Capítulo final.
Espero dejen mucho amor para nuestros bebés :)
Rykel
Puse en peligro a mi familia, a mis hermanos y a sus hijos, algo que no me iba a perdonar nunca. Siempre fui un hombre que se adelantaba a los hechos y esta vez bajé la guardia, eso no volvería a pasar, no iba a permitir que mi familia pasara por algo así una vez más, la incertidumbre y el miedo que les hice pasar fue horrible. Nunca me había visto en la penosa necesidad de tener que huir y ahora lo había hecho dejando a mis hijos a su suerte, sin saber si estaban bien, cuando Alen y Mees habían sufrido un ataque y ambos estaban convalecientes.
Me juré que no volveríamos a pasar por una situación así y lo iba a cumplir con mi vida de ser necesario.
Habían pasado unos meses ya desde que regresamos a Ámsterdam. Ahora cada uno estaba en su casa, con su familia, los negocios estaban bien y por ahora no había problemas, esperaba que las cosas siguieran así de bien porque ya no era el mismo de hace años, estos pagan factura y ser uno de los jefes te va dejando sin alma ni espíritu, pero yo tenía a mi lado mi ancla, mi pequeña Aleid.
La mañana era fresca en Ámsterdam, el sol se colaba por las cortinas que se movían con la ligera brisa del amanecer. Me encontraba al lado del gran ventanal, apreciando a Aleid que seguía dormida, su cabello negro azabache estaba desparramado por toda la almohada y la sabana solo cubría la mitad de sus piernas, su espalda estaba descubierta y me permití apreciar los lunares en su piel.
Mi esposa era hermosa, la más hermosa de todas. Era inteligente, educada y sexy, me había sacado la lotería con ella, no podía pedir nada más porque a su lado lo tenía todo.
Aleid abrió los ojos lentamente, me miró y una sonrisa se dibujó en sus labios. Bostezó y se incorporó en la cama, estaba desnuda y para ella eso ya no significaba tener pena. Llevábamos muchos años siendo esposos, así que la pena había quedado de lado hacía tanto que podía andar desnuda frente a mí.
—¿Por qué me miras así? —se frotó los ojos con las palmas de las manos y se pasó los dedos por el cabello para acomodarlo un poco.
—Sigo sin creer que eres mi esposa y me has dado dos hijos —me acerqué a la cama para dejar un tierno beso en su mejilla —. Eres hermosa.
Pasé mis dedos por su mejilla y quité algunos cabellos que tenía en los costados.
—La mujer más hermosa de todas.
—Y tú eres el hombre más sexy y encantador de todos —dejó una suave caricia en mi barbilla —. Soy tan feliz a tu lado.
—¿A pesar de todo lo que hemos pasado últimamente? —levanté una ceja.
—Cuando me casé contigo sabía a lo que me enfrentaba, no iba con los ojos cerrados.
—Y aún así aceptaste casarte conmigo —asintió.
—Y lo haría de nuevo si volviera a nacer. No dudaría ni un segundo en unir mi vida contigo, amarte y darte todo de mí —soltó un suspiro —. Me has dado los mejores años, me salvaste y me diste todo lo que no te pedí. Me tratas cómo una reina y no puedo pedir más.
—Eres una reina, Aleid, el amor de mi vida —deslicé mi mano y cogí la suya para subirla a la altura de mis labios y dejarle besos en el dorso.
—Te amo, Rykel De Vaux.
—Y yo te amo a ti, señorita Venner —me acerqué para dejar un beso en su frente y me puse de pie —. Te espero abajo —asintió y salí de la habitación.
Bajé las escaleras y escuché algo de ruido en la cocina, al entrar Alen estaba detrás de la estufa preparando su desayuno. Al girarse y verme sonrió para darle una mordida a su tostada.
—Buenos días, pa —pasó a mi lado y fue a la isla para empezar a desayunar.
—Buenos días —fui a buscar una taza y encendí la cafetera.
—¿Y mamá? —me senté a su lado.
—Ahora baja —asintió y empezó a desayunar.
Que solo se sentía todo sin Robin pero ella estaba bien con Khail y más le valía a ese ruso que tratara bien a mi hija porque sino se las iba a ver conmigo, no tendría piedad ni compasión por su persona. Si la lastimaba yo lo iba a lastimar a él, le haría pagar cada lágrima, estaba más que advertido.
—Extrañas a Ro, ¿cierto? —asentí. No tenía caso negar nada, era mi hija. Era más que obvio que su ausencia dolía, al igual que su hermano era la luz de esta casa y por más que me gustaría no preocuparme por ellos no lo podía evitar.
Podían pasar mil años y aún así me iba a preocupar por ellos, su salud y su bienestar. Yo los vi crecer, estuve con ellos cuando se enfermaron, les ayudé con las tareas, estuve en los festivales y cada evento de la escuela, limpié sus lagrimas cuando se llegaban a lastimar. No podía aceptar que ya no eran unos niños y que estaban haciendo sus vidas. Robin se había ido a vivir con su novio y Alen iba a entrar a la universidad, ya no eran mis bebés aunque jamás los iba a dejar de mirar de esa manera, ambos sabían que su papá siempre iba a estar para ellos, para lo que sea que necesitaran.
Al mirar a Alen ya no era el joven de casi diecinueve años, sino el niño de cinco años que apenas podía sostener la cuchara con cereal porque todo se le caía dentro del plato. Mi pequeño rubio con pecas en la nariz y esos abismales ojos azules. Sonrió al verme y metía la cuchara dentro del plato para coger más cereal con leche.
—Papá —su voz era dulce.
Parpadeé para regresar y era él de nuevo. Cómo habían pasado los años, ese niño quedó atrás hace tanto.
—¿Estás bien? —asentí y me puse de pie para ir por el café. Apagué la cafetera y me serví un poco, al llevar la taza a mis labios soplé un poco y sorbí. Aleid entró ya vestida y con el móvil en las manos.
—Heleen me ha mandado un mensaje. Hein quiere que nos reunamos este fin de semana, pasar un día juntos de nuevo —nos miró a Alen y a mí que caminé de regreso a mi lugar.
—Por mí está bien, no sé ustedes —ahora yo los miré.
—Yo sí quiero —dijo Alen.
—Yo también, sería agradable pasar un día todos en familia cómo antes —se sentó a mi lado y cogió un pedazo de fruta que Alen había picado —. Le voy a decir que sí, a ver que dice Myrthe —tecleó en su móvil.
Lo más probable es que aceptara también, los chicos estaban de vacaciones y no había mucho que hacer. Un día en familia, con amigos era un buen plan para el fin de semana, nada de preocupaciones, negocios o algo por estilo. Las cosas estaban relajadas en este momento y amaba que fuera así, ahora más que nunca quería paz, no problemas, guerras o muertes, solo paz y ya. Amaba los días en casa sin tener nada que hacer más que estar con mi esposa y mi hijo, ya no me gustaba andar de aquí para allá o tener que hacerme cargo de armas o cosas ilícitas. La tranquilidad era algo que ansiaba más que nada.
Entré al despacho y me quedé observando las pocas fotografías que se habían podido rescatar de entre los escombros que quedaron de la casa que mi padre levantó hace años. En una de ellas estaban él y Teté juntos, cuando eran jóvenes. Cogí la fotografía y pasé mis dedos por la imagen soltando un suspiro lleno de melancolía.
Muchas veces me pregunté que hubiera pasado si mi padre no hubiera muerto ese día, quizá hubiera visto a sus nietos crecer, quizá hubiera encontrado el amor en otra mujer, quizá las cosas hubieran sido diferentes y esto no estaría pasando. Aunque pasaran mil años no iba a dejar de pensar en ellos, en el hombre que me sacó de aquel orfanato y la mujer que me crió cómo si fuera mi madre. Ellos me dieron todo lo que necesitaba y mucho más de lo que merecía también, me salvaron la vida y siempre les iba a estar agradecido.
La puerta se abrió y dejé la fotografía en su lugar. Aleid se acercó guardando el móvil en uno de los bolsillos de su pantalón, me abrazó por detrás apoyando su mejilla en mi espalda. Solté un suspiro cogiendo sus manos.
—¿Estás bien? —asentí —. No te creo —sonreí. Me conocía demasiado bien.
—Estaba pensando en papá y en Teté.
—Me hubiera gustado conocer a tu padre —me separé de ella y me giré para llevarla hacia el sofá. Me senté y ella lo hizo en mis piernas —. También me hubiera gustado que me platicara cosas de mi mamá —rodeé su cintura con mis brazos.
—Estaba tan enamorado de ella.
—Cuando me dijiste eso no podía entender cómo, pero al final el mundo es cómo un pañuelo, ¿no?
—Si tu madre era cómo tú o tus hermanas no tengo dudas del porque Rykel se enamoró de ella —me dio la razón.
—Heleen es idéntica a ella en el físico y las tres tenemos algo de ella también —suspiró —. Era tan buena que no merecía morir de esa manera, pero las cosas siempre pasan por algo.
—Como que hayas llegado al Verderf a pedir trabajo.
—Sabes que te cautivé desde el primer segundo que me miraste —me dio un golpecito en la nariz con el dedo índice.
—Y no fue en ese lugar, sino en la cafetería. Te veías tan indefensa, rota y destrozada, quise acercarme pero pensé que no sería buena idea, tú estabas pasando por un duelo y yo era un problema en tu vida —aparté un mechón negro que caía en su mejilla.
—Te hubiera dicho que te alejaras —negué.
—Sabes que no.
—Quizá no —se encogió de hombros —. Pero no iba a caer tan fácil en tus redes.
—Eras una mujer un poco difícil pero nunca me di por vencido contigo. Que llegaras a mi vida fue lo mejor que pudo pasarme, me diste dos hermosos hijos y una bella familia a la que amo y voy a cuidar. Te juro que me voy a encargar de cuidarte y amarte el resto de mis días.
—Te amo, Rykel —subió una mano a mi mejilla mientras que yo sostenía su cintura con las mías.
—Y yo te amo a ti, señorita Venner —acorté la poca distancia que nos separaba y subí la mano izquierda a su nuca para atraerla a mí y estampar sus labios con los míos y besarla. Amaba besarla y no quedarme con estas ganas que me recorrían cada que estaba cerca de ella. Deslicé mi lengua por sus labios y la metí en su boca, hundí mis dedos en la tela de la blusa que llevaba puesta aquel día y gimió en mis labios.
Si de algo estaba seguro es de este amor que sentía por ella, quemaba todo a su paso, arrasaba mi ser y ardía cada centímetro de mi alma. Darle todo a Aleid fue lo mejor que pude hacer, cambiar por ella y ser una mejor persona trajeron a mi vida cosas buenas. Nunca me iba a arrepentir de ninguna de las decisiones que me trajeron a este momento, a este lugar.
Hein
Quien iba a decir que un día iba a tener hijos, yo que me veía solo y divorciado más de una vez, llevaba muchos años de casado y tenía dos hijos, ahora un yerno también. Dios. Tenía que aceptar que mi Hennie ya no era una niña, era una mujer. Una mujer. Era tan difícil aceptar que había crecido, que estaba haciendo su vida y que ese chico era el amor de su vida. ¿El amor de su vida? Tenía diecinueve años, ¿cómo podía saber eso? No entendía. Quería comprender pero a veces me era tan difícil hacerlo.
—Deja que preocuparte por ella —mi panquecito entró a la cocina.
—¿De qué hablas? —fruncí el ceño y seguí preparando los postres para la comida que habría en la casa de Rykel.
—De Hennie, te preocupa que Mannes la lastime —iba a negar con la cabeza pero Heleen me señaló —. Y no me digas que no. No acabas de entender que Mannes quiere a nuestra hija. Ya llevan tiempo juntos y mira, ella es feliz.
—Lo siento, sí, pero siempre será mi niña y eso no va a cambiar con el paso de los años.
—Y Haden siempre será mi niño, pero entiendo que está creciendo y que tiene que hacer su vida —suspiré. Heleen estaba a mi lado.
—¿Por qué todo tiene que ser tan difícil con los hijos?
—Así tienen que ser las cosas, Hein —sonrió.
—Panquecito —acerqué mi mano a su mejilla y dejé una caricia en su piel junto con un poco de harina —. Gracias por estar conmigo, todo es más fácil para mí contigo a mi lado.
—Me casé contigo para toda la vida, estaré a tu lado más allá de la muerte...
—¿Tanto? —entornó los ojos.
—Tonto —me dio un golpecito en el brazo y su móvil empezó a sonar —. Te salvó la campana, Hein De Vaux —me señaló y se alejó para hablar.
Era del trabajo, siempre había algo que hacer, que revisar o yo que sé.
Me quedé solo unos minutos pero Hennie apareció después con las manos detrás de la espalda.
—¿Y mamá? —miró la cocina.
—Recibió una llamada del trabajo —se acercó y se quedó a mi lado.
—¿Eso es para mañana? —asentí y acercó la mano con toda la intención de meter el dedo a la mezcla pero antes de que lo hiciera le di un golpe en la mano.
—Deja —se rio.
—Quiero decirte algo.
—Dilo —jaló el taburete para sentarse.
—¿Recuerdas que les dije que quiero ser escritora? —asentí.
—Ya lo eres —la señalé.
—Bueno, pues...—frente a ella puso el manuscrito ya impreso.
—¿Es ese? —asintió con algo de pena, sus mejillas se tiñeron de rojo. Me quité el exceso de harina de las manos con el delantal y cogí el manuscrito con mucho cuidado de no mancharlo —. Eternal —musité y empecé a pasar las hojas.
—Lo voy a llevar a la editorial, ya está terminado, agregue más cosas, quité algunas y...—pasó saliva —. Ahí está, mi trabajo de meses está ahí —señaló el manuscrito en mis manos.
—¿Puedo leerlo antes de que lo mandes a la editorial? Imprime otra copia y lo leo sin prisas.
—¿Quieres leer lo que he escrito? —asentí. Aquello le sorprendió.
—Claro que sí, se ve interesante, vampiros, brujas, hombres lobo, demonios...Una trama interesante y todo eso salió de esa cabecita —señalé su sien —. Siempre supe que tenías una gran imaginación pero tú creaste mundos, le diste vida a tantos personajes, estás un poco loquita.
—¡Papá! —se quejó.
—Hay que estar un poco chiflado para crear tantas historias, admítelo —apretó los labios en una fina línea.
—Estoy pensando en otra historia, se va a titular *El reino de la oscuridad*
—Dime más —se escuchaba tan ilusionada, tenía ese brillo en los ojos que me decía esto era más que un pasatiempo para ella.
—Un reino sumido en la oscuridad, un príncipe cruel y una princesa perdida.
—Y mucho sexo —añadí.
—¡No! Dios, no habrá sexo, es una historia de fantasía, no necesita de sexo.
—Está bien, ¿entonces? ¿Me vas a dar otra copia? —asintió —. Genial.
—Pero no se la muestres a nadie, eh. Si me aceptan quiero que lean la historia en papel. Voy a tener a Caden y Bryony en mis manos, ¿te imaginas un libro mío en papel?
—¿Te lo imaginas tú? —le entregué la copia y suspiró.
—Se van a sentir orgullosos de mí —musitó.
—Yo ya me siento orgulloso de ti, mi amor, y claro que te van a aceptar. Tu historia es buena, tus personajes no son planos, todos tienen personalidad y la trama es maravillosa.
—Gracias, pa, por apoyarme siempre y por ser el primero en leer lo que escribo.
—Te quiero mucho, nunca olvides eso —asintió.
—Y yo a ti —se quedó conmigo hasta que llegó Haden.
—Lo siento, lo siento —se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo del taburete, fue hacia el fregadero para lavarse las manos.
—¿Dónde andas? —miré la hora en mi reloj —. Dijiste que ibas a llegar temprano.
—Ya sé pero estaba con Lieve y después la pasé a dejar a su casa —se secó las manos con el trapo y se puso un delantal.
—Que bello te ves —Hennie se burló de él.
—Pero ya estoy aquí —suspiró, estaba agitado.
—Estaba con su novia dándose besitos —siguió Hennie.
Haden arrastró la mirada a su hermana.
—Muchos besitos —le negué con la cabeza. Era bien sabido que Haden era más reservado con estas cosas, un poco penoso también. A su edad era virgen y eso estaba bien, no era un promiscuo cómo yo a su edad, mi hijo era más parecido a su madre, además de que nos encargamos de educarlos con valores, a los dos.
—¿Nos ayudas? —le pregunté a Hennie.
—Gracias pero no, yo prefiero ver cómo lo hacen.
Se apartó un poco y solo nos observaba ir de un lado al otro de la cocina.
A los dos los quería, eran mis hijos, pero con cada uno compartía gustos diferentes. Con Haden la cocina, ambos éramos los cocineros de la familia y con Hennie era el cómplice de todo lo que se le ocurría hacer, la apoyé cuando dijo que quería ser pintora, cuando dijo que quería ser actriz, cuando se le metió la idea de no estudiar y ahora que quería escribir. Siempre los iba a apoyar, nunca los iba a dejar solos, tendrían en mí un padre en quien confiar cómo yo lo tuve, sería un buen esposo, un gran hermano y un padre ejemplar.
Aprendí de Rykel y de Daen, los dos me enseñaban a ser una buena persona. Ahora más que nunca estaba agradecido por ponerlos en mi camino, porque eran mis hermanos. Estaba agradecido por todo lo que tenía y no pedía más.
Daen
Había veces que me despertaba bañado en sudor por las pesadillas que me atormentaban cada noche, eran retazos de lo que pasé hace tantos años, imágenes que no me iban a dejar nunca por más que yo lo deseara. Sangre, había mucha sangre y dolor, gritos de angustia, la carne me ardía, estaba muriendo y solo podía ver a mi padre cuando él también falleció, a mi madre cuando la vi una última vez. Pensé que algún día estas imágenes se iban a ir de mi cabeza, que al fin iba a poder ser libre pero eso no fue así, estaba condenado a repetir aquel día el resto de mis días.
Tener a Myrthe a mi lado ayudaba, mis hijos y mis hermanos, pero nada era suficiente para borrar lo que pasé ese día en manos de esos malditos. Por momentos pensé que iba a morir, sentí que así iba a ser y hubiera querido que así fuera pero la vida tenía otras cosas preparadas para mí. Me dio lo que más anhelaba, una familia, hijos, una maravillosa esposa.
Sé que no hice las cosas bien y que casarme antes de los veinte no fue la manera correcta pero saber que algún día podía pasar lo de los italianos me hizo darme cuenta que no tenemos la vida comprada y que todo puede cambiar de un segundo al otro. Así que casarme con ella y hacerla mi esposa fue la mejor decisión de todas. Jamás me iba a arrepentir de eso, de amar a Myrthe con esta intensidad tan férrea.
Abrí los ojos de par en par y me erguí para sentarme en la cama. El pecho me subía y bajaba, tenía la frente perlada en sudor y la boca seca.
—Daen —musitó Myrthe a mi lado, adormilada. Encendió la lámpara que estaba en la mesita iluminando la habitación, miré la hora en el reloj y eran más de las dos de la mañana —. Otra pesadilla —asentí y me pasé la mano por el rostro para quitar un poco de sudor.
—Estoy bien —apoyó su mejilla en mi hombro desnudo y solté un suspiro.
—No estás bien, cariño, lo sabes —sus labios se quedaron pegados en mi piel —. Podemos...—la detuve antes de que terminara, ya sabía lo que iba a decir.
—No quiero ir a otro psicólogo, ya no —le pedí y se separó un poco —. No más.
—Daen...—negué repetidamente. No me iba a convencer de lo contrario.
—Estoy bien, si tú estás a mi lado todo va a estar bien y nada malo va a pasar —una sutil sonrisa se dibujó en sus labios.
—Me preocupas, Daen, nada más eso —me giré hacia ella.
—Te amo —con mi dedo índice le di un toquecito en la nariz —. Te amo mucho.
—Y yo te amo a ti —dejé un beso en sus labios.
—Vamos a dormir porque al rato es la comida —asintió y se dio la vuelta para estirar la mano y apagar la lámpara.
Rodeé la cintura de Myrthe con mi mano y la otra la metí bajo su cuello. Con ella a mi lado podía soportar todo, hasta este infierno que vivía conmigo cada día.
****
Myrthe preparaba algunos platillos para la comida en la casa de Rykel, Dev se arreglaba en su habitación mientras que Mees y Elián metían algunas cosas que Myrthe les pidió meter a la camioneta. Al bajar e ir a la cocina me quedé frente a la puerta, Elián y Mees estaban platicando, no pensé llegar a ver esta escena, al principio Mees no estaba convencido de que ese chico viviera aquí pero yo no lo iba a dejar en la calle mucho menos en esa casa con esa mujer que lo maltrataba. Podía ser una mala idea pero al final no lo fue, era un buen chico, estudioso y con valores, sé que amaba a mi pequeña Dev y que ella no le era indiferente, aunque no era tan expresiva con sus sentimientos y en eso se parecía a mí. No por nada era una De Vaux.
—¿Me ayudas con esto? —salí de mi ensimismamiento y al voltear hacia la cocina Myrthe estaba asomada.
—Voy —entró a la cocina y fui detrás de ella. En la mesa de la isla había algunos refractarios con platillos y botellas con alcohol
—¿Todo esto vamos a llevar? —ella asintió.
—Somos una familia un poquito numerosa —reímos y cogí dos refractarios para llevarlos a la camioneta.
Al salir Elián y Mees se acercaron.
—Vayan por lo que falta —ambos asintieron y dejé los refractarios en la parte de atrás de la camioneta, tuvimos que mover algunas cosas para tener espacio.
Con la ayuda de Mees y Elián terminamos más rápido, ahora solo teníamos que ir a la casa de mi hermano, pero Dev todavía no bajaba y ya se hacía tarde. Cerré la puerta de la camioneta y miré la hora en mi reloj.
—Dile a Dev que sino baja nos vamos sin ella —le dije a Mees y este entró a la casa para gritarle a su hermana.
Myrthe salió de la casa y me acerqué a la puerta para abrirla. Me sonrió y cuando estaba adentro cerré la puerta, me asomé y dejé un beso en su mejilla.
—Gracias, eres un caballero.
—...nos vamos sin ti, entonces —suspiramos al escuchar a Mees y Dev discutir.
—No peleen —les dijo Myrthe.
—No me estés molestando —le respondió Dev a Mees.
—Ya basta —rodeé la camioneta para abrir la puerta y entrar. Me puse el cinturón y acomodé el espejo retrovisor —. Cinturones —les dije a los tres. Encendí la camioneta y arranqué para salir de la propiedad.
—Eres insoportable —empezó Devany.
—Y tú eres odiosa —contestó Mees. Elián no decía nada, el pobre estaba en medio de los dos.
—No empiecen —Myrthe se asomó entre los asientos —. Son hermanos —los señaló.
Ninguno de los dos dijo nada y esperaba que no lo hicieran. Había días que se la pasaban sin discutir pero otros más era lo único que sabían hacer y todo el día era así. Pero era lo más normal teniendo a dos hijos, mellizos, niño y niña. Prefería eso que no tener nada y estar solo, los amaba así cómo eran, no quería cambiar nada de ellos.
Al llegar a la casa de Rykel el portón se abrió a nuestro paso y al entrar los autos de los demás ya estaban en el estacionamiento. Me estacioné y apagué el motor, bajamos de la camioneta y sacamos todo lo que Myrthe y Dev habían preparado para este día. Entramos a la casa y escuchamos las risas y los murmullos de los demás en la cocina. Ahí estaban casi todos, excepto los más jóvenes que estaban en el patio trasero.
—¡Han llegado! —Heleen se acercó para ayudarnos y poner los refractarios en la isla de la cocina. Ella y Myrthe se saludaron con un beso en la mejilla y después me saludó a mí, Hein se acercó y me saludó.
—Hermanito —me palmeó la espalda y nos acercamos a los demás —. Pensé que ya no iban a venir —saludé a Rykel y Aleid.
—Que bueno que han llegado —por la puerta que daba al patio pude ver a Jelle y Joep, también estaban Anne con Koert y Jo con Lievin —. Toda la familia reunida —Rykel me dio dos golpecitos en el hombro y empezaron a sacar la comida al patio.
—Hay tanta comida para alimentar a un ejército —dijo Heleen.
—Con tu esposo aquí sí que parece un ejército —le respondió Aleid, ambas rieron pero a Hein no le hizo gracia.
—Si yo ni cómo tanto —todos nos reímos de él —. ¡No se rían! —se quejó.
—No le vayas a decir nada a Anne —murmuró Myrthe a mi lado.
—¿Qué le podría decir? —entornó los ojos.
—Sabes a lo que me refiero, Daen —pasó a mi lado y salimos de la casa al patio. Ahora sí estábamos todos juntos.
Me molestó un poco que Koert me dijera que amaba a mi hermana y que quería estar con ella, pero tuvo los pantalones para venir y decírmelo en la cara, y no hacer las cosas a mi espalda. Fue mejor así porque no me hubiera gustado enterarme por otra persona, además de que siempre estuvo interesado por mi hermana desde que llegó aquí. Más de una vez llegué a pensar que él era el padre de Anne Marie pero el físico de ella me decía que no, esperaba por el bien del infeliz que era su padre no enterarme de su nombre porque no me iba a importar que hubieran pasado tantos años lo iba a matar con mis manos.
—Daen...—me giré para verla. Me había quedado de pie al lado de la puerta mirando a Anne y Koert.
—¿Qué? —su mirada me dijo todo —. No le voy a decir nada, lo prometo.
Se alejó hacia la mesa junto a los demás.
Me acerqué a mi hermana y a Koert, ambos se sorprendieron al verme caminar hacia ellos, miré a ambos lados antes de llegar.
—Daen —se acercó para saludarme y la abracé un poco más de lo debido, siempre iba a ser mi hermanita —. ¿Cómo estás? No te ves bien —musitó.
—Estoy bien —Koert negó con la cabeza.
—No digas nada —lo señalé y levantó las manos en señal de paz.
—No dije nada —se quejó.
—Ni lo dirás —Anne se quedó a mi lado.
—Es que no te ves bien —siguió Anne —. Creo que...
—No empieces cómo Myrthe —le aclaré antes de que siguiera.
No iba a ir con un psicólogo y ya estaba decidido.
—Está bien, no dije nada.
Después de platicar con Anne y Koert y dejarle en claro a mi amigo que más le valía hacer feliz a mi hermana empezamos a comer. Había mucha comida y bebidas, postres que Hein junto a Haden se encargaron de preparar, todo estaba bien y se respiraba paz nada más. No estábamos en peligro, no teníamos que huir, no había nada de que preocuparnos y me sentía en paz conmigo y con los demás. La tarde pasó entre risas y anécdotas de cuando éramos pequeños, de cómo llegamos a esta casa, creo que nunca se iban a cansar de escuchar la misma historia una y otra vez. Yo no me iba a cansar de decirle a mis hijos cómo es que llegué aquí y cómo salí adelante gracias a mi padre. Había tanto que contar, más historias que narrar pero para eso teníamos muchos años más. La vida era generosa con nosotros a pesar de las cosas que llegamos a hacer para sobrevivir, teníamos que aprovechar para ser felices y hacer felices a quien no rodeaba.
Rykel, Hein y yo estábamos sentados uno al lado del otro, con una botella de cerveza en la mano. Nuestros hijos platicaban sentados alrededor de la piscina, otros en las sillas bajo el parasol, otros más andaban por ahí haciendo quien sabe qué. Este día había sido perfecto.
—¿Algún día pensaron que esto podía pasar? —Rykel se refería a la escena que teníamos frente a nosotros. Yo negué con la cabeza al igual que lo hizo Hein.
—Yo no —aceptó Hein.
—Yo menos —les dije.
—Soy feliz con lo que tengo —añadió Rykel dejándose caer en el respaldo de la silla —. Los tengo a ustedes y una bonita familia, no puedo pedir más —se llevó la botella a los labios y echó la cabeza hacia atrás.
—Yo también soy feliz y no podría pedir más de lo que ya tengo —Hein se deslizó al frente apoyando los codos en sus rodillas, mirando a Heleen que platicaba amenamente con sus hermanas —. A veces siento que tengo más de lo que merezco pero intento no pensar en eso, solo quiero que mis hijos sean felices. No pido más.
—Y yo —me pasé las manos por el cabello echándolo hacia atrás —. Siento que es un sueño pero cuando veo a Myrthe a mi lado sé que no estoy soñando y que es más real de lo que siento. Hay que agradecerle a Rykel por habernos sacado de ese lugar, por traernos a esta casa y por darnos todo esto.
Hein y Rykel se giraron hacia mí.
—Sin el viejo nada de esto hubiera sido posible —añadió Hein, Rykel y yo le dimos la razón.
—Salud por eso —chocamos las botellas y bebimos de ellas. Los tres nos dejamos caer en las sillas y nos quedamos mirando lo que habíamos conseguido a través de los años.
No podía pedir más y tampoco quería más de lo que ya tenía. Para haber cometido tantas locuras y ser un cabrón más de una vez la vida era generosa conmigo. Así que ahora solo tenía que disfrutar de mi familia y mis hijos, apoyarlos, cuidarlos y quererlos. Esa era mi meta en la vida, que ellos también tuvieran una vida plena.
Fin.
🌺🌺🌺🌺
¡HOLA!
¿Qué tal el capítulo?
¿Les gustó leer de nuestros De Vaux siendo padres?
Yo amé escribir de ellos, meterme en sus cabezas de nuevo y darle un cierre a esta historia narrando ellos, como debía ser. No me voy a olvidar de ellos, siempre los voy a llevar conmigo y espero ustedes también lo hagan. Quizá más adelante escriba algún capítulo extra, más adelante aclaro, por ahora los vamos a dejar en paz. Muchas gracias a todas las personas que llegaron y no se fueron, gracias por la oportunidad de leer desde el primer libro, gracias por los votos y los comentarios, gracias por todo. Nunca podré pagarles por todo el amor a los De Vaux, esto no es un adiós, tal ves algún día vuelva a meterme a ese manuscrito, corrija y edite la historia de nuevo porque sé que se merece más, cuando eso pase yo les estaré avisando. Tengo más historias en proceso y tal vez ninguna se compare a esta pero no se van a arrepentir de darme una nueva oportunidad, sé que una que otra les va a gustar.
Si tienen algo que decir háganlo aquí, voy a leer todo y voy a responder también.
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