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Capítulo 7.(+18)

Robin

Mikhail y yo nos quedamos un rato más en la cena, la que no iba a ser arruinada por esa maldita rubia tonta. La aborrecía tanto. Aunque tenía ganas de matarla ahí mismo y ahorcarla para que dejara de respirar me contuve lo más que pude, no le iba a dar el gusto de verme molesta y pasándolo mal cuando la noche prometía mucho al ruso de mi sexy ruso. Al contrario, hice todo para llamar su atención y que se diera cuenta que Khail estaba más feliz estando a mi lado que cuando estuvo con ella.

Bailamos toda la noche y bebí lo más que pude ya que estaba segura no tendría una noche así en bastante tiempo, solo quería disfrutar de esta noche, pasarlo bien con Khail y olvidarme de toda la basura que estaba pasando en nuestras vidas. Todavía no podía entender cómo de un día para el otro todo se fue al caño, tuvimos que huir cómo ratas cuando no lo éramos. Tuvimos que dejar nuestro hogar y escondernos para que no nos hicieran daño, porque estaba segura que si atrapaban a uno de nosotros lo matarían.

Todo iba a regresar a ser lo mismo, de eso estaba más que segura.

Aquella noche llegamos a la casa de madrugada, la verdad había bebido de más pero no estaba ebria cómo para no saber lo que hacía, porque estaba segura de lo que hacía y de lo que quería en ese momento con Khail.

Subíamos las escaleras entre beso y beso, yo le quitaba el moño que rodeaba su cuello mientras él empezaba a deslizar el cierre de mi vestido para dejar descubierta mi espalda y hombros. Gemía sobre sus labios mientras apretaba su cuerpo al mío, que ahora mismo estaba deseoso por tenerlo de nuevo entre mis brazos. Cada noche sin él era una tortura, una horrible totura que me volvía loca.

—Te deseo tanto —caminó hacia la pared donde apoyé mi espalda con cuidado —. Eres hermosa —murmuró sobre mis labios y tiró de mi labio con sus dientes —. Inteligente y aguerrida.

Pasó su pulgar por mi labio inferior y se detuvo unos segundos en donde había mordido. Sus ojos azules se quedaron fijos en los míos que no dejaban de apreciar la belleza de su ser, Khail era hermoso tanto por dentro cómo por fuera. A pesar de la oscuridad que se cernía sobre nosotros podía apreciar sus luceros que eran los más bonitos que yo había visto jamás.

—Eres la mujer más hermosa que he conocido y que voy a tener el placer de conocer —de nuevo apretó sus labios a los míos donde dejó un húmedo y pasional beso que revivió cada parte de mi ser.

—Claro que sí, cariño —murmuré sobre sus labios —. Sabes que no hay nadie cómo yo —sonreí con suficiencia.

—Además de hermosa sabes lo que vales.

—Y valgo mucho —dije orgullosa.

—Lo vales —hundió sus dedos en mi cintura y caminamos hacia su habitación que no quedaba lejos. Empujó la puerta y la cerró detrás de su espalda, ni siquiera encendió la luz me llevó a la cama mientras devoraba mis labios en un sediento beso que nos consumía a los dos.

Nos acercamos a la cama, se separó para quitarme el vestido y dejarlo en el suelo, procedió a quitarse la ropa empezando por su saco, la camisa, los zapatos y los pantalones, quedó solo en boxer pero yo me aseguré de que estuviera desnudo para mí. Me senté en la orilla de la cama mientras él buscaba los preservativos y yo me quitaba los tacones, trepé por la cama hasta quedar en mi lugar y Khail no tardó en llegar a mi lado para meterse en medio de mis piernas y acercar su erección a aquella parte sensible de mí que ahora mismo palpitaba por tenerlo dentro de una vez por todas.

—Te amo —murmuró.

Sentí la punta de su miembro entrar delicadamente en mi intimidad que lo esperaba deseosa, quería tenerlo dentro de una vez por todas. Gemí cuando lo metió por completo pero gruñí cuando lo sacó y de nuevo lo metió.

—No juegues así, ruso —le advertí.

Sonrió y ahora sí entró por completo dejándome sentir todo el grosor de su falo. Apoyó sus manos a cada lado de mi cuerpo y empezó a moverse de adentro hacia afuera sin piedad ni compasión por mí o mi delgado cuerpo. Mis manos fueron a su espalda para atraerlo a mí y sentirlo mucho más dentro, abrí mucho más las piernas y dejé que se moviera dentro de mí. Me gustaba esto, estar así con él y tener sexo sin que nadie nos interrumpa, podía gemir su nombre y gritar de deseo y nadie iba a venir a molestar o escuchar. Nunca me sentí así con nadie, Khail me hacía sentir especial, amada y me deseaba, me daba cuenta por la manera en cómo me miraba y cómo recorría mi cuerpo con sus ojos llenos de lascividad.

—Te amo rubia —bajó a mi barbilla y se quedó ahí para mordisquear un poco. Siguió besando hasta llegar a mi cuello el cual lamió y succionó, continuó con el camino de besos hasta que llegó al valle de mis senos donde se detuvo más tiempo para lamerlos y besarlos. Pellizcó mis pezones con sus dedos mientras me seguía embistiendo, mordía y lamía, chupaba y pasaba su lengua por mi delicada piel que reaccionaba a su tacto. Con tan solo un toque me podía encender y me convertía en una llama viviente que crecía más y más.

Atrapó mi cintura con sus grandes manos y hundía sus dedos en mi piel, estaba segura que dejaría marcas en aquella zona. Cerré los ojos para disfrutar mucho más y dejarme llevar por este momento. Lo sentía tan profundo, se movía dentro y yo gemía de placer, sentía que podía tocar el cielo y me podía quedar ahí el tiempo que quisiera. Subió de nuevo para besar mis labios y meter su lengua en mi boca, mordía, lamía y succionaba cada que podía. Jadeaba en su boca mientras sentía el orgasmo rasgar las paredes de mi vientre, era poderoso y arrasaba con todo lo que había a su paso, lo sentí crepitar por mis huesos y carne hasta que explotó dentro de mí. No pude evitar jadear y gemir en el momento que me corrí y enterré mis uñas en la piel de su espalda, eché la cabeza hacia atrás dejando que el calor me recorriera cada hebra de mi cuerpo.

Khail jadeó y apoyó la cabeza en mi pecho mientras se corría y bombeaba dentro de mí. Mi frente estaba perlada en sudor, mi pecho subía y bajaba, sentía la garganta seca pero este había sido uno de los mejores orgasmos que pude sentir. Khail se quedó encima de mí, suspiró y dejó un beso en mi cuello.

—Dime que no me vas a dejar —musitó —. Dime que te vas a quedar a mi lado.

—No te voy a dejar, Khail —le dije —. No me iré de tu lado, jamás —le di un beso en la frente y lo escuché sonreír.

Khail podía ser frío a veces, algo crudo con las palabras y unas tantas serio, pero conmigo era un amor, atento, dulce y comprensivo, cómo no enamorarme de él si significaba todo lo que estaba bien en esta vida.

Khail se puso de pie y buscó su boxer en el suelo, entró al baño y mientras él estaba dentro yo busqué mis bragas y una blusa que cubría mis senos. Me acerqué a la ventana desde donde se podía ver el patio trasero de la casa y más allá, Moscú era hermoso, tenía lugares impresionantes a donde ir y su gente era agradable pero yo amaba Ámsterdam y esperaba que aquello no fuera un tema de pelea entre Khail y yo.

—¿En qué piensas, rubia? —se acercó a mí y rodeó mi cintura con sus brazos.

—Cuando todo esto termine vas a tener que decidir entre quedarte aquí con tu padre o ir conmigo a casa —suspiré. Khail apoyó su barbilla en mi hombro —. Tendrás que hacerlo, Khail.

—Es que yo no tengo nada que pensar, rubia —sentí una opresión en el pecho —. Yo sé lo que quiero y te quiero a ti —me hizo girar para verlo a la cara —. Te quiero a ti para siempre —atrapó mi delgada cintura entre sus manos —. No tengo que elegir entre una cosa u otra porque quiero estar a tu lado.

—¿Y tu padre? —me mordí el interior de la mejilla y subí mis brazos para rodear su cuello.

—Papá lo entiende, sabe que algún día tengo que tomar mi camino y ese está a tu lado. Yo te voy a seguir hasta el infierno si es necesario.

—No lleguemos tan lejos, ruso —sonreímos al mismo tiempo —. Pero yo también te voy a seguir a donde sea —dejó un beso en la punta de mi nariz —. Te amo y eres lo mejor que me pudo pasar en tanto tiempo.

—Te amo, rubia.

Alen

Guardaba mi ropa en la maleta para salir de esta casa, otra vez nos íbamos a mudar y esperaba que esta fuera la última vez. Nunca estuve fuera de mi casa tanto tiempo y ahora no tenía una casa a donde ir porque esos malditos la habían destruido, no sabía a donde íbamos a llegar cuando regresáramos a Ámsterdam y no tenía idea de como haríamos pagar a los que nos hicieron esto, mi padre debía idear un buen plan para que todo saliera bien y nada se fuera a la mierda.

—¿Te falta mucho? —miré por encima de mi hombro y Haden estaba apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

—Algo, ¿ y a ti? —entró a la habitación y se sentó en la cama.

—Ya guardé todo, solo falta que nos digan a qué hora nos vamos —suspiró.

—¿Tú también crees que esto es una mierda? —asintió y me senté a su lado.

—Lo es, pero no podemos hacer mucho.

—¿Qué crees que hagan nuestros padres? —se encogió de hombros.

—No tengo idea pero sé que harán lo que sea para recuperar lo nuestro, con Drazen de nuestro lado todo estará bien.

Todavía no entendía cómo es que teníamos a un policía de nuestro lado y hacía prácticamente todo lo que se le pedía, ahora ayudaría a recuperar lo que nos pertenecía y por ende tenía que regresar a nuestras manos.

—Lo que sea que hagan será bueno —dijo Haden y se puso de pie —. Ya quiero regresar a casa.

Le di la razón.

—Voy a terminar de guardar todo —Haden salió de la habitación y me dejó solo de nuevo.

Al terminar salí de la habitación y bajé las escaleras, en ese momento la puerta se abrió desde afuera, Robin y Mikhail entraron juntos y dejaron sus maletas a un lado.

—Nada más tenían que llegar ustedes —les dije y ambos se miraron.

—¿Qué? —Ro terminó de entrar y se acercó. Yo bajé las escaleras y quedé a su lado.

—Nos vamos, papá cree que es lo mejor —suspiré y puso su mano en mi hombro —. Así que esta noche nos vamos.

Ro miró a ambos lados dándose cuenta que había más maletas en los pasillos y cerca de la puerta. Todos estaban en sus habitaciones guardando su ropa y pertenencias para salir esta noche a Ámsterdam y terminar con esto.

—Mamá —le escuché decir. Miró por encima de mi hombro.

—¡Robin! —mamá bajó las escaleras y pasó a mi lado para abrazar a mi hermana mayor. Ella y Khail habían estado fuera una semana.

La verdad es que sí la extrañé, poco, pero la extrañé más que nada me preocupaba que algo le pasara estando lejos, pero estaba seguro que el padre de Mikhail haría lo que fuera por su hijo y por Ro, ella se había ganado el corazón del ruso y su padre.

—Que bueno que ya están aquí —se separaron y mi madre miró a cada lado cómo asegurándose que esto estaba pasando y que por la noche íbamos a regresar a Ámsterdam, el lugar de donde no debimos salir jamás pero del que nos echaron a patadas.

—Dijo Alen que nos vamos, ¿es cierto? —mamá asintió cogiendo las manos de Robin.

—Tu padre y tus tíos creen que es lo mejor, tenemos que regresar a casa para terminar con esto de una vez por todas —sus labios formaron una fina línea.

—Bueno —suspiró Ro —. Voy a guardar lo poco que tengo en la habitación, será mejor que hagas lo mismo, Khail —sugirió Ro.

—Ya voy —pasó a mi lado y subió las escaleras.

Khail y yo dormíamos en la misma habitación ya que papá no quería que estuviera con Ro, pero lo que él no sabía es que ellos durmieron cada noche de las que pasamos en Bélgica juntos y hubo más entre ellos, lo mejor era no decirle nada era capaz de golpear a Khail como lo hizo la última vez.

—¿Dónde está papá? —preguntó Ro.

—En el despacho terminando de guardar algunos papeles importantes. Le voy a decir que ya llegaron —soltó sus manos.

—Voy arriba —mi madre fue al despacho a avisarle a mi padre que Robin y Khail ya habían regresado y Robin subió a su habitación para terminar de guardar lo que faltaba.

Me quedé en la puerta y Ruud entró mirando a su alrededor.

—¿Estas con las maletas que vamos a subir a las camionetas? —preguntó y asentí.

—Y faltan más —informó Mees bajando las escaleras con dos maletas más en las manos —. Vamos —Ruud cogió dos maletas y yo dos más que subimos a una de las vans que estaban estacionadas frente a la casa.

Acomodamos las maletas para que todas cupieran en la van y Ruud fue por otras más.

—¿Qué pasa? Te noto algo raro, estás muy serio —me miró atento.

—Quiero que esto termine ya, es una mierda —bufé —. Lo es y lo sabes —asintió mientras terminaba de acomodar la maleta.

—Lo es y te apoyo, jamás en la vida me había sentido así de impotente.

—Ni yo —me crucé de brazos —. Espero que nuestros padres tengan un buen plan para matar a esos idiotas —Ruud llegó con más maletas que dejó a nuestro lado.

—Lo que sea que sus padres tengan pensado será algo definitivo y radical un poco macabro también pero va a terminar con sus enemigos —dijo Ruud.

—Pero siempre habrá enemigos —les dije y Ruud asintió.

—Siempre habrá enemigos, Alen, debes tener eso presente —me señaló.

Mees y yo compartimos una mirada cómplice sabiendo bien a qué se refería. Pero ni uno de los dos dijimos nada, nos dedicamos a meter las maletas a la van mientras los demás terminaban de hacer lo que sea que estaban haciendo.

Cuando el sol se metió por completo la casa estaba vacía, las puertas de las habitaciones estaban cerradas y las luces apagadas. Era hora de salir de aquí y regresar a nuestra casa, idear un plan y recuperar lo que por ende nos pertenecía.

—Es hora de dejar esto atrás —papá puso su mano en mi hombro y le dio un apretón mientras mirábamos la casa que estaba a oscuras —. Algún día vamos a regresar pero será solo para disfrutar de la estadía, no para huir, ya no vamos a huir —lo miré atento.

—Así será —dijo Hein a mi lado.

—Vamos —Daen se giró para ir hacia la camioneta donde ya esperaban la tía Myrthe, Dev, Elián y Mees.

Subí en la parte de atrás, mamá iba en el asiento del copiloto, Ro iba con Mikhail atrás y subí a su lado.

—Es hora de partir, Alen —puso una mano encima de la mía y cerré la puerta —. Ya no vamos a huir —dijo las mismas palabras que había dicho mi padre minutos atrás.

Papá condujo y dio la vuelta, unos iban delante y otros venían detrás. Ruud y los otros se aseguraban que nadie nos venía siguiendo. En una hora regresaríamos a casa y esta vez nadie nos iba a sacar de ahí.

—¿A dónde vamos a llegar? Eso no nos has dicho —le preguntó Ro a papá —. Porque vamos a llegar a un lugar, ¿no?

—Hay una casa, cerca de donde estaba nuestra casa —sus nudillos se asieron en torno al volante —. Es grande y ahí vamos a vivir todos mientras vemos que hacemos. Me gustaría construir una nueva casa en el terreno donde estaba la nuestra. ¿Qué dicen ustedes?

Papá miró a mi madre apretando su mano. A nosotros nos miró a través del espejo retrovisor.

—Yo creo que sí, ahí estaba nuestra casa, ahí pasamos muchos momentos y debemos recuperarla —zanjé.

—Yo opino lo mismo —habló Ro —. Era nuestra casa y la destruyeron.

—Estoy de acuerdo con los niños —habló mamá —. Tus hermanos y tú crecieron ahí, había tantos recuerdos en ese lugar —suspiró —. Es la casa de nuestros hijos también —le sonrió a mi papá.

—Se hará entonces —prestaba atención al caminó.

Después de eso no dijimos nada, me limité a mirar por la ventanilla mientras Ro y Khail se besaban cuando creían que mi padre no los veía, porque estaba atento a todo lo que hacían esos dos. Mamá y papá platicaban para hacer más ameno el trayecto hacia donde se que sería nuestro hogar temporal.

Al entrar a Ámsterdam todo se veía igual pero era tan diferente a la vez, pasamos dos meses fuera y tal parece que tras nuestra ausencia todo cambió aquí. Pasamos por algunos de los clubes que pertenecían a mi familia y les habían cambiado el nombre, ahora hasta abrían entre semana y no solo los fines de semana como lo hacíamos nosotros.

—Esto es una burla —espeté mirando por la ventanilla —. Una cruel burla —me quejé de nuevo cruzándome de brazos.

—Déjalos que gocen todo lo que puedan, pronto no tendrán nada, ni siquiera vida —añadió papá.

Condujo unos minutos más y se detuvo frente a una casa que tenía el portón abierto, a cada lado había un hombre cuidando y mirando a su alrededor. Entramos y papá se detuvo bajo el estacionamiento. Era una enorme mansión que quedaba cerca de la que una vez fue nuestra casa.

Salimos de la camioneta y miramos el lugar que ahora estaba iluminado por cada una de las luces de afuera.

—Esto será temporal —informó papá.

Los demás llegaron poco a poco y fueron dejando las camionetas en su lugar, las armas y las maletas llegaron después, en este momento las primeras eran las más importantes porque hasta sin eso nos habían dejado.

Al entrar a la casa Roos esperaba en el recibidor, la miramos de manera extraña.

—Roos se encargó de conseguir esta casa —dijo Daen —. Aquí vamos a vivir mientras nuestras casas son reconstruidas y todo regrese a la normalidad.

—A mí me gusta —dijo Dev y todos le dimos la razón.

La casa era grande y todos cabíamos ahí a la perfección, mientras estuviéramos todos juntos el lugar no importaba.

Dev

Habíamos regresado a casa y yo no podía estar más feliz, este lugar sería siempre mi hogar y le tendría un cariño especial. Aquí nací y aquí pase los momentos más felices de todos, aquí fue donde conocí a mi Elián y por fin había regresado al lugar de donde nunca debí salir.

Bajamos las maletas para llevarlas a la habitación que íbamos a ocupar, esta vez no iba a compartir habitación con Hennie porque la casa era tan grande que todos tenían su habitación y quedaban unas dos sin ocupar.

Elián llevó mi maleta a la habitación y él iba a ocupar la que estaba al lado.

—¿No estás feliz? —le pregunté cuando dejó la maleta encima de la cama.

—Estoy feliz —cerré un poco la puerta y me senté a su lado.

—Pero no te ves feliz —puse mis dedos bajo su barbilla y lo hice mirarme —. Dime que pasa.

—Estamos en casa, Dev —asentí a lo obvio —. Y mi madre vive aquí —suspiró.

—Pensé en eso y también en ti —me miró —. ¿Cómo te sientes?

—Mal. No sé que hacer, si debo verla o no. ¿Qué hago? —su mirada era suplicante —. Dime.

—No sé que decirte, Elián —bajé mi mano y cogí las suyas apretándolas —. Es tu madre pero nunca fue una buena madre para ti, lo sabes.

—Yo más que nadie lo sé, Dev.

—Lo que sea que quieras hacer yo te voy a apoyar, iré contigo si decides ir y estaré ahí para ti así cómo tú has estado conmigo —una dulce sonrisa se dibujó en sus labios.

—Eres la mejor novia —me abrazó por los hombros y dejó un tierno beso en mi frente —. La mejor de todas.

—Y tú eres el mejor novio.

—Voy a pensar las cosas y te digo, ¿sí?

—Me parece perfecto —se separó.

—¿Quieres que te ayude con algo?

—¿Me ayudas a guardar la ropa? Creo que vamos a estar aquí unos meses —me puse de pie y abrí la maleta.

—¿Lo crees? —asentí.

—Se va a llevar un buen tiempo arreglar la casa, por lo que sé no quedó nada y será complicado empezar de nuevo y que quede cómo antes.

—Ese no será problema para tu padre —se puso de pie también —. Tiene el dinero para hacer que esa casa quede de pie en un mes.

—Es cierto —le hice un guiño y la puerta se abrió de golpe.

—¿Qué hacen? —papá entró a la habitación. Apoyó un hombro en el marco de la puerta, nos miró a Elián y a mí.

Menos mal que estábamos sacando la ropa sino...

—Estamos sacando la ropa —señalé la prenda que sostenía en mis manos.

Papá entornó los ojos.

—No quiero la puerta cerrada —dijo serio —. Nada de puertas cerradas —nos señaló.

—Entiendo —dejé la blusa en la cama —. Ya entendimos —Elián asintió y pasó saliva.

Al pobre le iba a dar algo si mi padre seguía haciendo eso, tal parece que nunca le dejaría de tener miedo o al menos no por ahora, quien sabe más adelante.

—Menos mal —se separó de la puerta, nos miró una última vez y se alejó.

—Siento que un día de estos nos va a encontrar haciendo algo —murmuró tan bajo que solo yo lo pude escuchar.

—Espero que no, sino...pobre de ti.

—Ya sé, ni me digas —musitó.

—Pero me puedo escapar a tu habitación y dormir toda la noche juntos. Te extraño —murmuré.

—Yo te extraño a ti. Sí quiero que te escapes a mi habitación —le hice un guiño.

—Eso no lo dudes, cariño.


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¡Hola! Les dejo este capítulo, espero les haya gustado. Díganme si les está gustando esta historia.

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