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Capítulo 12.

Robin

Tanta paz se sentía raro, era algo extraño despertar en mi cama al lado de Khail sin preocuparnos por lo que pasaba allá afuera, por si alguien fuera a venir por nosotros en cualquier momento y estos momentos de paz fueran a terminar de golpe. Me sentía en un sueño del que no quería despertar para no enfrentarme a mi cruel realidad, pero al ver a Khail dormir en paz y sin ninguna preocupación sabía que esto era real.

Ahora que todo esto había terminado lo único que nos preocupaba era levantar los negocios que estaban en la boca de todos pero solo por la basura que había dentro y lo mal manejados que estaban. Ya no había una guerra a la que enfrentarnos, ya no nos teníamos que preocupar por salir a la calle y correr peligro, mis primos habían regresado al colegio para terminar sus estudios y yo tenía que buscar algo que hacer aparte de matar. No quería hacer esto toda la vida, era joven, inteligente y tenía iniciativa ahora solo tenía que buscar algo que hacer en lo que fuera buena.

Aquella mañana el clima era perfecto, no hacía frío ni calor, el sol se colaba entre las cortinas blancas que rozaban el suelo. Khail dormía a mi lado tan plácidamente que me hubiera gustado quedarme a su lado pero tenía que salir de su cama antes de que alguien se diera cuenta que no estaba en mi recamara y que había dormido con el ruso. En esta casa había tantas personas que alguien le podía ir con el chisme a mi padre.

—Me tengo que ir —puse mi mano en su hombro y lo moví de un lado al otro.

—No te vayas —me abrazó por la cintura y me apretó a él.

—Si alguien ve que salgo de aquí mi padre se puede enterar —dejó un beso en mi hombro y negó con la cabeza.

—Tenemos que hablar de eso —giré la cabeza para verlo y fruncí el ceño.

—¿De qué tenemos que hablar? —inquirí y abrió los ojos, encontrándome con su bonita mirada azulada —. No me digas que...

—Sí —me senté de golpe en la cama con las piernas estiradas, negando con la cabeza.

—No me puedes estar diciendo esto, Khail —sentía un nudo en la garganta.

—Esta es tu casa, Ro, la de tus padres y tus primos...

—Tú ya eres parte de esta familia, Khail —giré la cabeza para verlo y se incorporó a mi lado.

—Lo sé —cogió mi mano con delicadeza —. Y sabes que amo estar aquí, amo a tu familia pero tengo que vivir mi vida en otro lugar. Siento pena por estar aquí —asentí con melancolía.

Khail tenía razón, pero me costaba tanto aceptar su decisión y dejar que se fuera, me había acostumbrado a tenerlo aquí, a mi lado, verlo todos los días. No podía obligarlo a estar a mi lado porque yo no era así, pero cómo me dolía esto.

—Entiendo...—pasé saliva —. No te vayas lejos, por favor, y júrame que nos vamos a ver todos los días.

—Puedes venir conmigo —subió mi mano a la altura de sus labios y dejó un tierno beso en mis nudillos. Abrí los ojos alzando las cejas ante su propuesta.

—¿Ir contigo? —asintió —. Pero...

—No tienes que tomar una decisión ahora, lo que menos quiero es ponerte entre la espada y la pared. Sé que amas a tu familia y que estás muy unida a ellos, no quiero que hagas algo que no quieres hacer, jamás te obligaría hacer nada que tú no quieras hacer.

Amaba a Khail, era tan lindo y comprensivo que se sentía irreal, no sabía que fuera de esta familia existían hombres así pero Khail era la prueba de ello.

—Suena tentador pero...tengo que pensarlo muy bien, no quiero tomar una decisión errónea.

—Sé que harás lo correcto.

Lo mejor ahora era hablar con mi madre y que me diera un consejo, ella siempre tenía buenos consejos para cada situación y esta vez no sería la excepción.

—Voy a buscar departamentos aquí cerca, no me quiero alejar de ti —se acercó y juntó su nariz con la mía, puse mis dedos bajo su barbilla.

—No voy a dejar que te vayas lejos, ruso —le aclaré.

—Ni loco, no puedo estar lejos de ti —apretó sus labios a los míos y se separó segundos después.

—No tardes —le advertí y salió de la cama. No traía nada arriba y demonios, que hermoso cuerpo.

—Claro que no, reina —fue al baño y cerró la puerta.

—Nos vemos después —le dije saliendo de la cama, escuché el agua caer y abrí la puerta fijándome a ambos lados, al cerrar la puerta y darme la vuelta Hein iba saliendo, al verme abrió los ojos, yo los abrí sorprendida. Miró la puerta y entornó los ojos.

—Robin, Robin —por el tono de voz que usó supe que iba a empezar con sus bromas.

—No digas nada, por favor.

—¿Yo? —se señaló —. ¿Me crees chismoso?

—Sí —respondí sin pensarlo —. Porque te conozco te lo digo. ¿Sabes que hará mi padre si sabe que duermo con Khail?

—Haces más que dormir con Khail —señaló —. No soy tonto, niña.

—Hein, por favor no digas nada. Si quieres puedo ir por uno de esos pasteles de chocolate que tanto amas pero no digas nada.

—¿Me estás sobornando? Me gusta —dijo de manera divertida.

—¿Tenemos un trato? —extendí la mano, la cual miró por algunos segundos con una ceja alzada —. Hein.

—Que sí, pesada. Pero quiero un pastel completo y de los grandes —me lo imaginaba.

—Tú no viste nada.

—¿Qué no he visto? —reímos juntos y nos soltamos de las manos —. Pórtate bien, rubia —me señaló con un dedo y se alejó hacia las escaleras. Yo fui a mi recamara y cuando pasé frente a la de mis padres me detuve y toqué la puerta con los nudillos.

—Pasa —escuché del otro lado de la puerta y empujé para entrar —. Robin —mamá estaba sentada en la cama cepillando su cabello. Al entrar palmeó a su lado para que me sentara con ella.

—Necesito un consejo —dejó lo que estaba haciendo y se giró por completo hacia mí.

—Dime, ¿qué pasa? —cogió mis manos.

—Khail va a buscar un departamento donde vivir, está agradecido por todo pero no quiere dar molestias.

—Pero sino es ninguna molestia, al contrario, él nos agrada —sonrió sincera.

—No quiero que se vaya —admití con la voz en un hilo —. Lo amo mamá, lo amo tanto y yo...

—Yo voy a estar de acuerdo con todo lo que hagas —subió la mano para quitar un mechón de mi cabello rubio y pasarlo detrás de mis hombros —. Si tú quieres ir con él y vivir juntos está bien, yo te apoyo.

—Ese es el problema, no sé lo que quiero —solté un suspiro —. Amo a Khail pero ustedes son mi familia y siempre los voy a poner por encima de todos y de todo. Daría lo que fuera por cada uno de ustedes —mamá sonrió feliz por mis palabras.

—No nos debes nada, hija, siempre has estado con tu padre, cuidando su espalda y lo has hecho muy bien todos estos años, pero ya es hora de que hagas tu vida, que vueles lejos y vivas a tu manera. Sé que es difícil para ti alejarte de todos nosotros pero no te vas a ir a otro continente u otro mundo.

—Nunca haría eso.

—Y aunque vayas con Khail a Rusia van a regresar —asentí —. Así que por mí está bien —dijo con un deje de tristeza —. Ya no eres la niña que pedía mis brazos para poder dormir, eres una mujer que sabe lo que hace y con quien lo hace.

—¿Cómo crees que se tome papá esto? —soltó un suspiro largo y sonoro.

—Nada bien —al menos fue sincera —. Sabes que te ama y no quiere que nadie te haga daño.

—Khail no me hará daño.

—Claro que no lo hará porque está advertido y sabes que tu padre no juega con eso.

Buen punto.

—Habla con tu padre cuando estés segura, para que no te diga que te puedes arrepentir, sé que no lo harás pero ya sabes cómo es él —le di la razón.

—¿Crees que me odie? —pregunté trémula.

—Nada de eso, tu papá nunca te podrá odiar, eres su princesa.

—Y tú la reina, ya sé porque mi padre está loco por ti —se sonrojó —. Eres bonita e inteligente, comprensiva y amable, él te ama.

—Y yo lo amo a él —soltó mis manos para abrazarme y le correspondí el abrazo porque en este momento era lo que más quería, que me diera amor.

En este momento me encontraba entre la espada y la pared, amaba a Khail, lo amaba tanto pero amaba a mi familia también y todos estos años estuve con ellos, ahora sentía que si daba un paso en falso todo iba a cambiar en mi vida.

Hennie

Ahora que las cosas habían regresado a la normalidad quería realizar mis sueños y que mis padres se sintieran orgullosos de mí, más que nada lo quería hacer por mí para sentirme útil, para demostrarme que podía hacer algo y que no era una tonta que no sabía hacer nada más que leer y beber café.

Por primera vez desde que dejé de estudiar sentía que estaba haciendo algo bueno con mi vida, por primera vez estaba emocionada por algo que había salido de mi cabeza, estaba creando nuevos mundos, personajes y amaba esto. Me la pasaba pegada al portátil, escribiendo y escribiendo, día y noche, había días en los que no podía dormir bien porque así cómo había días con mucha inspiración los tenía que aprovechar, también había días en los que no escribía más que algunas páginas.

—¿Hennie? —escuché dos golpes en la puerta y al voltear Mannes estaba bajo el umbral con una bonita sonrisa en los labios.

—Pasa —miró a ambos lados del pasillo y me separé un poco del escritorio, había estado pegada aquí tantas horas que ni siquiera sabía que hora era.

—Me dijo Mees que necesitan que de nuevo pinte el mural del Geen —se sentó en mi cama y me acerqué a él.

—¿Lo vas a hacer? —asintió, pero pude ver tristeza en su mirada, algo no iba bien con él —. ¿Qué pasa?

—Quiero ver a mi madre, no he hablado con ella y debe estar preocupada por mí —cogí sus manos entre las mías —. Le he llamado a la casa pero no responde y temo que algo malo le haya pasado —suspiró.

—No pienses en eso. Mira, todavía falta mucho para que el Geen esté listo así que puedes ir a verla estos días.

—¿Quieres ir conmigo? —me sorprendió su propuesta —. No tienes que ir pero me gustaría tanto que vayas conmigo y que se conozcan, sé que ella te va a amar.

—¿Eso crees?

—Estoy más que seguro —acarició mi mejilla con sus nudillos —. No eres solo una cara bonita, eres muy inteligente y talentosa. Te va a amar.

—Yo quiero conocerla —me encogí de hombros —. Pero tengo que hablar con mis papás, no me puedo ir así cómo así.

—Entiendo.

—¿Cuándo te vas?

—Mañana si se puede, quiero verla cuanto antes —apreté los labios en una delgada línea.

—Entiendo, tengo que hablar con mis padres cuanto antes —pensé —. Espero que papá no se moleste.

—Es más comprensivo de lo que pensamos.

—Sí, pero Heerlen no está a la vuelta de la esquina y ya sabes cómo es de desconfiado, va a querer que no vayamos solos y todo eso —suspiré.

—Solo se preocupa por ti. Eres su princesa. No quiere que nada malo te pase.

—Está bien —me puse de pie y solté sus manos —. Espérame aquí, voy a hablar con él de una vez, a ver que me dice.

—Suerte —salí de la recamara y fui hacia la planta de abajo, fui al despacho donde podría estar papá y sí, ahí estaba detrás del escritorio revisando papeles. Aunque la puerta estaba abierta toqué dos veces y levantó la cabeza sonriendo.

—Hennie, pasa —entré al despacho y me senté en la silla acolchada que estaba enfrente.

—Tengo que hablar contigo —frunció el ceño y dejó lo que estaba haciendo para prestarme atención.

—Dime, ¿pasa algo malo?

—Como sabes la mamá de Mannes vive en Heerlen y ha decidido ir a verla porque no se ha podido comunicar y teme que algo malo le haya pasado.

—Lo sé —tenía las manos enlazadas bajo su barbilla.

—Quiere salir mañana y yo quiero ir con él, quiero conocer a su madre.

—¿Quieres ir a Heerlen, con Mannes? —asentí.

—Ajá.

—¿Solo tú y Mannes?

—Papá.

—¿Qué? No dije nada.

—No, no dijiste nada pero insinúas muchas cosas que no pasan.

—¿Crees que me chupo el dedo, Hennie? —abrí los ojos más de la cuenta —. Ay hija —se puso de pie rodeando el escritorio.

—¿Qué? —quedó a mi lado y puso una mano en mi hombro.

—Ya tienes diecinueve años y sabes que te apoyo en cada locura que haces, si tú quieres ir con Mannes a Heerlen está bien, pero...—siempre hay un pero —...no van solos. Sé qué las cosas ya están bien pero es mejor prevenir que lamentar y dos de mis hombres van con ustedes.

—¿Es enserio? —levanté la cabeza para mirarlo.

—Yo no bromeo, señorita. Van dos de mis hombres con ustedes o no vas a ningún lado.

—Está bien —refunfuño.

—Y no refunfuñes, pareces una viejecita amargada.

—¡Papá! —puso su mano en mi cabeza y me despeinó toda —. Gracias —me puse de pie.

—¿Por qué?

—Por ser tan buen padre —sonrió.

—Sabes que soy el mejor —me señaló y asentí. Me acerqué a él y dejó un tierno beso en mi frente.

—El mejor papá para toda la vida —me abrazó y le correspondí.

Claro que tenía el mejor padre del mundo, nunca tuve dudas de eso, papá era comprensivo y paciente, más que nada. Debo admitir que estaba algo nerviosa por conocer a la madre de Mannes pero por lo que me había dicho de ella no era una mala mujer solo estaba un poco sola. Esperaba agradarle y que no me odie por ser la novia de su hijo.

Devany

Regresar al colegio jamás se sintió así de bien, admito que muchas de las veces odiaba ir porque más de una persona me odiaba, o me miraba raro, pero esta vez quería dejar todo eso de lado. No debía importarme lo que los demás dijeran de mí, solo debía importarme lo que yo veía en el espejo y veía a una chica linda e inteligente, además que todos lo repetían siempre. Mi autoestima era algo con lo que debía trabajar más.

Estábamos en las gradas, Mees, Lieve, Haden, Alen, Elise, Anne Marie y yo, Elián estaba entrenando con los de su equipo y se veía tan bien con el uniforme, shorts cortos y medias largas con protectores, su cabello largo estaba todo despeinado y el sudor le recorría las sienes y el cuello.

—Si sigues viéndolo así va a desaparecer —dijo Lieve a mi lado.

—No puedo evitar mirarlo —me encogí de hombros.

Uno de mis propósitos era convivir más con otras personas que no fueran Mees, Haden y Alen, además Lieve era una hermosa persona, tan linda y me daban ganas de abrazarla fuerte. Elise era de la familia y casi no conviví con ella pero quería estar más cerca al igual que con Anne Marie quien era mi prima, y por raro que parezca no éramos tan unidas cómo se supone deberíamos serlo.

Lo que nos pasó me hizo replantearme muchas cosas y una de ellas era convivir más. No me iba a pasar nada si lo hacía, al contrario, muchas cosas buenas podían pasar.

—Es guapo.

—¿Quién es guapo? —preguntó Mees.

—Nadie —hablé antes de que empezara con sus cosas.

—Dime —exigió.

—Que no, pesado, sigue besando a Elise mejor —moví la mano en un gesto exagerado y me ignoró. Menos mal.

—Estaba pensando que ahora que todo ha regresado a la normalidad podemos ir a La Haya un fin de semana —opinó Haden y no era mala idea.

—¿Crees que nuestros padres nos dejen ir solos? —preguntó Alen.

—No perdemos nada con preguntar —comentó Mees.

—Quizá no solos pero que alguien vaya con nosotros para ver que todo esté bien —dije.

—Yo opino que lo que debemos hacer es irnos de viaje todos juntos a una playa paradisiaca, olvidarnos de todo y pasarlo bien —Mees no dejaba de mirar a Elise, estaba cómo hipnotizado por ella.

—Esa es una buena idea también —dijo Haden —. Pero por ahora no se va a poder, hay mucho que hacer aquí.

—Pero quizá más adelante podamos ir a algún lugar —intervino Mees —. Merecemos vacaciones.

—¿Los dos meses que pasamos lejos no fueron vacaciones? —le pregunté a mi mellizo.

—No —respondió él —. Para mí no lo fueron.

No dije nada porque me quedé mirando a Elián, corría de un lado del campo al otro, no había perdido la buena condición física que tenía antes de todo esto. Era el mejor del equipo y no por nada era el capitán.

—Sigo sin creer por todo lo que tuvimos que pasar y que estemos vivos. Esto es cómo una oportunidad, ¿no? —nos miró a todos y asentimos ante su pregunta.

—Una gran oportunidad —musitó Alen.

Tal parece que los eventos nos hicieron ver las cosas desde otro ángulo porque todos habíamos cambiado de alguna manera, para bien más que nada y eso era bueno porque nos dimos cuenta de lo que dejamos atrás cuando nos vimos obligados a huir y era algo que en lo personal ya no quería que pasara de nuevo. No era una mala hija, pero quería ser una mejor persona, alguien de quien los demás se sintieran orgullosos, para empezar mis padres a quienes les debía tanto.

Al terminar el entrenamiento el entrenador les pidió ir a las duchas para quitarse de encima todo el sudor que se pegaba a sus ropas. Las chicas se alejaron y Elián se quedó platicando con el entrenador. Empecé a bajar las gradas y cuando estuve abajo esperé que Elián estuviera solo para acercarme, me senté al lado de su mochila.

—Gracias —dijo Elián al entrenador que se alejó también —. Viniste a verme —se sentó a mi lado y cogió la botella que estaba dentro de su mochila, aproveché para sacar la toalla porque estaba todo sudado.

—Te dije que iba a venir —sonrió y se acercó para dejar un mojado beso en mis labios, los suyos estaban fríos y húmedos por el agua. Le entregué la toalla.

—A ti no te gusta estar aquí.

—Sí pero me gustas tú —dije sin pena.

—Tú me gustas a mí, Dev —dejó otro beso en mis labios.

—¡Elián, te estoy viendo! —gritó Mees desde las gradas. Al mirarlo señalaba a Elián.

—Ignóralo, mejor dime que te dijo el entrenador —empezó por secar el sudor de su frente y su cuello.

—Me dijo que le alegra que haya regresado, espera que todo salga bien y que este año al igual que los otros vayamos al torneo y ganemos —se escuchaba tan ilusionado y me hacía feliz.

—Contigo cómo capitán es seguro que vayan y ganen —dejó la toalla a un lado.

—¿No te gustaría regresar al equipo? Voy a tener consideraciones contigo, serás mi favorita —puso dos dedos bajo mi barbilla —. ¿Qué dices?

Estuve un año en el equipo y sí, me gustó en su tiempo pero ahora era algo que me tenía sin cuidado, si estaba aquí era por Elián nada más.

—Me gustó estar en el equipo pero paso. No me odies.

—No te odio, entiendo que no quieras regresar —quitó sus dedos y guardó la botella junto con la toalla —. Nunca te podría odiar, eres muy sexy —gruño cerca de mis labios y un rico escalofrío me recorrió la piel

—Cuando haces eso me dan ganas de comerte a besos —admití. Una de las comisuras de sus labios se elevó en una encantadora sonrisa.

—Sabes que puedes hacerlo —musitó —. Ya quiero estar a tu lado —pasé saliva con dificultad, sentía que todos no estaban escuchando y aquello me dio pena.

—Y yo quiero estar contigo, pero sabes que ahora es más complicado.

—Eso es lo malo de vivir todos juntos, pero podemos escaparnos por ahí un día de estos —dijo con voz ronca, aquello me erizó la piel.

—¿Ir por ahí? —pregunté trémula.

—Ya sabes, a hacer cosas.

Oh por Dios.

Esta conversación estaba subiendo de tono y yo era una antorcha, estaba ardiendo por dentro.

—¿Ahora me propones hacer cosas indecorosas? —pregunté.

—Sabes que te gusta hacer cosas indecorosas —me encogí de hombros.

—Eres demasiado sexy —me mordí el labio inferior.

—Como tú —me dio un toquecito en la nariz —. Piénsalo y me dices a donde podemos ir —se puso de pie y se echó la mochila a los hombros —. Me voy a dar una ducha, apesto a sudor.

—Yo creo que hueles bien.

—¿Ah sí? —asentí —. Gracias —se alejó y entró al edificio para ir a las duchas.

Tenía un sexy novio, inteligente y atleta, ¿qué más podía pedir? Nada más, lo tenía todo en esta vida y la amaba.


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¡Hola! Espero les haya gustado el capítulo, si veo interacción en este capítulo subo otro esta semana.

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