Capítulo 11.
Mees
Tenía sueño, no lo voy a negar pero si mi padre dijo que era algo importante entonces tenía que estar listo a la hora que él dijo. Así que salí de la cama y me di un baño para despejar mi cabeza y dejar de pensar en Elise, en cierto punto me estaba haciendo daño tenerla en la cabeza todo el tiempo y no dejar de pensarla ni un solo minuto del día.
Al salir del baño me puse una camisa negra junto a unos jeans del mismo color, al cerrar la puerta de la habitación mi madre pasó frente a mí y se detuvo a verme de arriba abajo.
—¿Ya te bañaste? —asentí y se sorprendió —. ¿Cómo por qué? —se cruzó de brazos.
Mamá todavía andaba en pijama y ni siquiera se había peinado.
—Papá me dijo que estuviera listo a las ocho —miré la hora en mi reloj —. Y faltan quince minutos —me acerqué a ella y dejé un beso en su mejilla.
—Te ves muy guapo —me aparté y sonrió —. Ahora entiendo porque tu padre ya está afuera —asentí y ambos caminamos hacia las escaleras. Esperé que mamá bajara primero y después lo hice yo. La puerta estaba abierta y mi padre esperaba afuera al lado de Ruud.
—Nos vemos más tarde —se despidió de mi padre con la mano y entré a la camioneta, después lo hizo papá y cerró la puerta.
—¿A dónde vamos? —le pregunté.
—No hagas preguntas, Mees.
No dije nada más y guardé silencio, solo me quedaba esperar y que me llevara a no sé donde. El silencio que se había formado no era molesto ni nada de eso, solo que me sentía nervioso por saber a donde me iba a llevar papá y que no dijera nada al respecto. Miraba por la ventanilla para no pensar tanto y solo esperar a ver a donde llegábamos.
Cuando la camioneta se detuvo y miré a través de la ventanilla me di cuenta que llegamos a dónde vivía Elise y sus padres, pero...
—¿Qué hacemos aquí? —giré la cabeza y papá abrió la puerta, salí del otro lado y miré el lugar de hito en hito.
—Ven —empezó a caminar hacia la casa y mi corazón empezó a latir tan rápido que por un momento pensé que se iba a salir de mi pecho. Respiré profundamente y caminé detrás de él, esto tenía que ser una broma, ¿no?
Papá se detuvo frente a la puerta y detrás de él lo hice yo. Esperamos unos minutos en los que todo me daba vueltas y sentía un agujero en medio del pecho. Escuché pasos dentro y yo sentía que me iba a dar algo, quizá era la emoción del momento pero mis rodillas estaban a nada de fallarme. Cuando la puerta se abrió y lo primero que vi fue esa cabellera pelirroja todo se detuvo para mí, ella estaba aquí, frente a mí con esa bonita y dulce sonrisa que había extrañado cada día de estos últimos dos meses.
Papá se hizo a un lado y sentí sus brazos rodear mi cuerpo, por inercia los míos hicieron lo mismo y la abracé fuerte, tan fuerte que sentí le hacía daño pero no, cuando se puso de puntitas y dejó un beso en mi mejilla supe que esto era real.
—Mees —escuché su voz cerca, tan cerca que la piel se me enchinó y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.
—Elise...estás aquí —murmuré sin dejar de abrazarla —. Estás aquí —mi voz estaba a nada de romperse pero tenía que ser fuerte.
—Estoy aquí y no me voy a ir jamás —se separó de mí y puso sus manos en mis hombros. Sus iris azules eran mucho más brillantes, llenos de vida y amor. Mis manos bajaron a su cintura y tuve la necesidad de hundir mis dedos en la tela de aquella blusa.
—Dios, te he extrañado cómo un loco —ambos reímos.
—Estás más alto y...—bajó sus manos a mis brazos para apretarlos con cuidado —. Que brazos —se mordió el labio —. ¿Qué pasó en estos meses, Mees?
—Pasaron muchas cosas, rojita.
—Rojita —repitió ella.
—Eres mi rojita —subí mi mano para acariciar su mejilla con mis nudillos.
—Te extrañé tanto —cogió mi mano y dejó tiernos besos en mis nudillos —. Tengo tanto que contarte, pasaron tantas cosas estos dos meses y sé que tú también tienes mucho que decirme —asentí —. ¿Cómo está Dev? ¿Y tu mamá?
—Ellas están bien, ¿cómo están tus papás?
—Bien y gracias por preguntar —respondió Lievin por ella. Apareció detrás de Elise y a su lado estaba Joke, quien levantó la mano para saludarme.
—Que grande estás —dijo Joke —. Te ves muy bien —me hizo un guiño.
—Yo creo que tenemos mucho de qué platicar —Lievin tenía las manos metidas en los bolsillos de su pantalón caqui. Sé que esto lo decía por mí y la relación que tenía con su hija, así que no me quedó más que entrar a la casa y cerrar la puerta detrás de mí.
Pasamos a la sala donde papá estaba sentado en uno de los sofás y me senté a su lado. Elise se sentó al lado de su mamá.
—¿De qué quieren hablar? —ni siquiera podía mirar a Lievin a los ojos, en este momento quería besar a su hija y nada más, pero esto era importante para ellos así que era importante para mí.
—Sabes bien de qué queremos hablar, Mees —casi escupe mi nombre con coraje —. La relación que ustedes tienen y qué va a pasar ahora.
—Yo amo a Elise y haré cualquier cosa por ella —dije serio.
—¿Cualquier cosa? —preguntó Lievin y temí un poco por el tono que usó.
—Sí. Haré cualquier cosa por ella. Ya no soy el idiota de hace tres meses, he madurado y quiero hacer las cosas bien, quiero terminar el colegio e ir a la universidad, quiero tener una carrera cómo papá y ser un orgullo para ellos. Quiero que se den cuenta que amo a su hija y que solo me importa su felicidad. Pueden preguntarle a papá.
—Yo ya se los he dicho —miré a papá de reojo.
—Yo te creo, Mees —dijo Joke y se encogió de hombros ante la mirada de su esposo —. Sé que ha hecho algunas cosas mal, pero míralo ahora —me señaló —. Es sincero.
Lievin se rascó la ceja, estaba dudoso de mis palabras y tenía miedo de que le hiciera daño a su hija.
—Elise es mi hija, mi niña y si algo le pasa por tu culpa no me va a importar que sea tu hijo, Daen —miró a papá de reojo —. No me van a importar los años de amistad, le haré pagar por romperle el corazón a mi niña —comentó serio.
—No haré eso, lo juro —lo miré a los ojos para que estuviera seguro que decía la verdad.
—Te vas a ir a la universidad dentro de poco, ¿Quién me asegura que no harás algo para lastimarla?
—Porque no quiero hacerlo, no le quiero hacer daño porque ella me importa. La amo, Lievin, amo a tu hija y jamás haría algo para lastimarla, no podría.
Suspiró y miró a Joke, pidiéndole ayuda pero ella de nuevo se encogió de hombros, su gesto fue "ya sabes lo que pienso, no me mires así"
—No te voy a decir que estaré detrás de él para que no haga una tontería —se metió mi padre —. Pero te juro que no le hará daño —puso una mano en mi rodilla y le dio un apretón tan fuerte que me dolió en el alma —. Y no lo hará porque sino se las va a ver conmigo —espetó. Me miró severo y no pude sostenerle la mirada.
—Daen...—Lievin arrastró cada una de las letras de su nombre.
—Por favor, Lievin, no seas así. Dale una oportunidad a mi hijo y te aseguro que no te vas a arrepentir de nada.
—Una sola oportunidad, Mees —levantó un dedo y me señaló —. Nada más una y ya, no quiero arrepentirme de hacerlo —se rascó una ceja y se dejó caer en el respaldo del sofá.
—Gracias —sonreí y miré a Elise que también estaba sonriendo.
—Ya se pueden ir —dijo Joke y entendí aquello cómo un "háganlo ahora que Lievin no está enojado"
Así que me puse de pie y ella lo hizo también, subí las escaleras detrás de ella y fuimos a su habitación. Al entrar el dulce aroma de su perfume penetró mis fosas nasales, dejé la puerta entreabierta y me acerqué pero esta vez con toda la intención de besarla, llevando una mano a su nuca y la otra a su delgada cintura.
—Mees —jadeó en mi boca separándose unos centímetros que sentí cómo una tortura —. Están allá abajo.
—Están platicando. Por favor —le supliqué —. Quiero besarte, rojita —se dejó hacer y no demoré en meter mi lengua en su boca, deslizándose por sus labios y mordiendo un poco en el proceso.
Aproveché que traía un vestido para deslizar mi mano hacia la orilla de este y meterla, mis dedos juguetones empezaron a caminar por sus piernas y se detuvieron en la goma de sus bragas.
—Mees —ahora ella estaba suplicando.
—Cuando tenga la primera oportunidad para hacerte mía no voy a dudar en devorar cada centímetro de ti —murmuré sobre sus labios y saqué mi mano para acunar sus senos en mi mano.
—Te amo, depravado —sonreí.
—Y yo te amo a ti, rojita —dejé un tierno beso en su frente y la abracé. Quería embriagarme de su perfume, quería abrazarla hasta la eternidad y no separarme de ella nunca más.
Amaba tanto a Elise que por ella haría lo que sea, ser una mejor persona también.
Haden
Mees y Daen habían salido temprano al igual que Alen y Rykel, ahora mi padre me pidió ir con él a no sé donde a ver a no sé quien. Quizá tenía una reunión importante o solo quería que lo acompañara a hacer las compras, hacíamos eso varias veces al mes así que no se me hizo raro que solo me pidiera ir con él.
—¿Qué hacemos aquí? —alcancé a reconocer el lugar pero no me dio tiempo de decir nada porque del otro lado del parque la vi a ella, con ese peculiar corte de cabello y esas horribles gafas que la hacían ver tan bonita y tierna.
Giré la cabeza para ver a mi padre y no tuvo que decir nada porque su mirada me lo dijo todo.
—Gracias —apenas pude musitar. Abrí la puerta y salí disparado hacia donde estaba. Llegué frente a ella y la atrapé con ambos brazos de la cintura, le di un par de vueltas en el aire y la dejé en el suelo.
—Haden —aparté un mechón de su cabello lacio dejando ver su bonito rostro, era redondo con una pequeña nariz respingada.
—¡Dios! —me agaché para dejar un beso en sus labios —. Estás aquí, estás aquí —repartí besos por su rostro mientras ella reía feliz. La abracé de nuevo y apoyé mi barbilla en su hombro.
—Te extrañé tanto, Haden —su voz salió en un hilo —. Pensé que te había pasado algo y...—me separé de ella y puse un dedo sobre sus labios.
—Yo también te extrañe tanto. Solo quería que estuvieras bien —una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
—Estoy bien —se encogió de hombros —. ¿Qué pasó? ¿Cómo está tu familia? —cogí su mano y la llevé hacia el parque que había a unos metros, nos sentamos en una banca y no solté su mano ni un segundo.
—Tuvimos que huir e irnos a Bélgica pero estuvo bien todo, estábamos juntos y no pasó nada —solté un suspiro —. Aunque no vimos a nuestros padres por dos meses y eso sí fue difícil. Llegamos a pensar que habían...muerto —pasé saliva —. Pero estaban escondidos también —me miraba con pena —. ¿Dónde estuviste todo este tiempo?
—Canadá —suspiró —. Todo este tiempo estuvimos ahí, papá trabajaba desde la casa y casi no salíamos porque tu padre dijo que lo mejor era no llamar la atención y que cualquier cosa rara le avisemos a los hombres que nos cuidaban.
—Menos mal estás aquí —cogí su otra mano para apretarlas entre las mías —. Lamento todo lo que pasó, que tú y tus padres fueran perjudicados por nuestra culpa —dije sincero —. Entiendo sí ahora no quieres verme y prefieres mantenerte lejos de mí.
Me dolía decirle esto pero sentí que era necesario aclarar las cosas antes de que llegaran más lejos y que no hubiera vuelta atrás. Los padres de Lieve eran buenas personas, honestas y no se metían con nadie y yo junto a mi familia...Bueno, mi padre era uno de los jefes de la Penose, la mafia Holandesa, así que no éramos trigo limpio.
—¿Me estás terminando? —preguntó hundiendo las cejas —. ¿Por qué no eres sincero y me lo dices de una vez?
—No es eso —me giré por completo a ella —. Pero quiero que te des cuenta que mi familia siempre está en constante peligro, mira lo que pasó, tuviste que huir con tus padres, alejarte de tus amigas, dejar de ir al colegio. No puedo hacerte esto, Lieve, no a ti.
—Yo quiero estar contigo, Haden y aunque pensé mucho en lo que había pasado llegué a la conclusión de que me gustas, me gustas de verdad, sé que te gusto y Dios, no sabes cómo me hace feliz saberlo. Tú me miras de una manera que me gusta, no de una manera sucia, solo ves a la chica a la que le gustas.
—Tú me gustas —admití —. Me gustas mucho, Lieve y me encantas, amo tu corte de cabello y esas horribles gafas que te hacen ver hermosa —entornó los ojos e hizo un puchero.
—Deja mis horribles gafas en paz —se quejó, se las acomodó sobre el puente de la nariz y pasé mis dedos por su cabello corto.
—¿Entonces? —ladeé la cabeza para apreciar más su belleza.
—Yo quiero estar contigo, Haden, pero si tú no quieres estar conmigo lo entiendo —negué con la cabeza —. Dentro de unos meses te vas a ir a la universidad y yo me voy a quedar en el colegio. Quizá conozcas a alguien que te guste más que yo y...
—Nada de eso —dejé un beso sobre sus labios —. Tú me gustas más que nadie —se sonrojó y se encogió en su lugar —. Quiero intentarlo contigo, Lieve, solo si tú me dejas.
—Claro que sí, Haden —nos miramos por unos segundos que se me hicieron una eternidad. Me acercaba a ella para terminar con la distancia que nos separaba, cerré los ojos cuando sus labios rozaron con los míos y la besé. La besé de una manera tierna y calmada, no llevaba prisas, solo quería disfrutar de este momento. Solo quería terminar con la agonía que estaba matando a mi corazón. Aquel beso fue tierno, lento, duró más de lo que me imaginaba y lo disfruté cómo ningún otro —. Me encantas —musitó sobre mis labios, apoyando mi frente con la suya.
—Y tú me encantas a mí, Lieve.
—¿Aún con mis horribles gafas? —asentí y ambos reímos —. ¿Somos novios?
—Somos novios —afirmé y antes de besarla puso su dedo sobre mis labios, ambos miramos en dirección a la casa de sus padres y ellos junto a mi padre nos estaban observando.
—Que pena —apoyó su frente en mi hombro, escondiéndose de la mirada de nuestros padres.
—Ya quiero regresar al colegio para estar a tu lado —dejé un beso en su frente.
—Yo también quiero estar contigo —admitió.
Ahora me sentía mejor que los otros días en los que no dejaba de pensar en ella, pero ahora que la tenía aquí y que sabía que estaba bien todo estaba mejor para mí. Lieve había regresado, estaba bien, sus padres estaban bien y yo amaba verla, aún con esa grandes gafas que opacaban su belleza.
Alen
Sabía que hacíamos aquí, porqué estábamos aquí pero aún no lo podía creer. Vería a mi pequeña Anne Marie, la niña con los ojos más lindos que alguna vez pude apreciar. Esperamos frente a la puerta, estaba al lado de mi padre y no dejaba de verlo cada cinco minutos, esperaba ansioso, nervioso, feliz...
—Siento que te vas a desmayar aquí —puso una mano en mi hombro y le dio un apretón, regresé a la realidad y pasé saliva. Estaba nervioso, ya quería que se abriera esa puerta y entrar, verla y abrazarla.
—No pasa nada —le sonreí y me devolvió la sonrisa en un gesto amable.
Iba a decir algo más pero la puerta se abrió, detrás estaba Anne, la tía Anne. Al vernos sonrió y se hizo a un lado para dejarnos pasar, cerró la puerta y esperamos a un lado de las escaleras.
—Ya se habían tardo en llegar —dijo la tía Anne —. ¿Cómo están?
—¿Cómo estás tú? —le preguntó papá —. ¿Todo bien? —asintió.
—Ahora todo está bien —musitó y papá no dudó en abrazarla. Para él era su hermana pequeña, de la que tuvo que hacerse cargo cuando su madre falleció, ahora no solo tenía que cuidar de Daen sino también de Anne.
—¡Alen! —al escuchar su voz miré hacia las escaleras y Anne Marie corrió hacia mí, cuando la tuve cerca la abracé y la apreté a mi cuerpo que todavía no podía reaccionar a esto que estaba pasando.
Inhalé fuerte para saber que ella estaba aquí, que no era un sueño más en el que me encontraba atrapado. Era real.
—Eres real —le dije bajo y asintió.
—Estoy aquí, no me voy a ir a ningún lado —me separé de ella y puse mis manos en sus mejillas, eran suaves y tersas, parecía una muñequita con ese bonito y pequeño rostro. Aparté un mechón de su cabello castaño y sonrió, tenía los ojos llorosos y estaba a nada de derramar un par de lágrimas.
—Te extrañé tanto, Marie, no sabes cuanto te he necesitado —musité sin soltar sus mejillas.
—Yo también te he extrañado, no sabes todo lo que ha pasado en estos meses —miró a su madre unos segundos y después regresó la mirada hacia mí —. ¿Podemos hablar afuera? —le preguntó a su madre.
—Vayan —solté sus mejillas y me cogió de la mano para salir de la casa e ir al patio de atrás donde había una banca.
—¿Qué me tienes que decir? —le pregunté. Cogí sus manos y las apreté con cuidado.
—Mamá ya me dijo quien es mi padre —se detuvo y pasó saliva.
—¿Te lo dijo así nada más?
—Sí, un día solo me dijo sin que yo se lo tuviera que pedir y...nada más me lo dijo.
—¿Y quien es él? ¿Lo conocemos? —negó.
—No, ni tu papá ni nadie lo conoce. Dice mamá que empezó a salir con un chico en la universidad, le bajó las estrellas y la luna nada más para acostarse con ella, no se cuidaron y aquí estoy yo. Él se fue cómo el cobarde que es y no volvió a saber nada, tampoco lo necesitaba, mi pa...Daen —se corrigió —. Estuvo con ella y la apoyó al igual que tu papá y Hein. Nunca me faltó nada y hasta ahora no le ha faltado nada. Le dieron su apellido, me dieron su apellido.
—¿Y cómo te sientes con eso? —suspiró y miró al cielo por una fracción de segundos.
—Bien, me siento mejor que me haya dicho la verdad, ahora sé que mi padre no me quiso y no me importa, Daen es el mejor padre que he podido tener —sonrió dulcemente y dejé un beso en su mejilla —. Todo este tiempo Koert estuvo con nosotros y una cosa llevó a la otra, así que ahora...
—Tienes un padrastro —ella asintió y me sorprendí.
—Así es. Si mi mamá es feliz yo soy feliz y sí que es feliz. Dios —se llevó las manos a la cara, sus mejillas se pusieron rojas —. Son tan intensos —reímos y la abracé de nuevo.
—Tu mamá se ve muy feliz.
—Koert la hace muy feliz —se quitó las manos del rostro —. La cuida y la respeta, se nota que la ama desde hace mucho pero mamá no quería que él pensara que solo quería estar con él para que me diera un apellido.
—Tu mamá no es así —asintió —. Siempre supo sacarte adelante y cuidarte.
—Lo ha hecho muy bien todos estos años.
—Y es algo que hay que agradecerle.
—¿Y tú cómo has estado? ¿Cómo están todos? —puso su mano en mi mejilla, su toque fue delicado y me gustó tanto estar así con ella.
—Todos estamos bien, tuvimos que huir y estuvimos dos meses en Bélgica, no nos quedó de otra —sus cejas se hundieron —. Lo bueno de todo esto es que estábamos juntos, Robin no nos dejó y Khail tampoco.
—Que bueno que no estabas solo en ese lugar y que ahora todo está regresando a ser cómo antes.
—Será mucho mejor, bonita, te lo juro —cogí ambas manos y las apreté con delicadeza.
—Quiero verlos a todos, ya quiero regresar al colegio y seguir con mi vida. Quiero que estés en mi vida, Alen, ahora más que nunca —asentí sin dudar y besé sus nudillos.
—Yo también anhelo que todo vuelva a ser lo mismo pero por ahora será difícil, aún hay gente allá afuera que no está de acuerdo como se hacen las cosas y quieren hacer lo que se les venga en gana. Los italianos se hicieron de gente que le es fiel al igual que la triada.
—Que mal —apreté los labios y asentí.
—Sí, lo sé, pero papá hará lo que sea para mantenernos a salvo y sé que estamos bien. Que estaremos bien. Ahora solo me importas tú, me alegra saber que estás aquí y que esta vez nada nos va a separar.
»Te juro que haré lo que sea para que seas feliz, te voy a cuidar, te haré feliz y no te vas a arrepentir de darme una oportunidad.
—Extrañaba tus lindas palabras de amor —se acercó para dejar un beso sobre mis labios, un casto beso que quise se alargara más y más —. Siempre sabes que decir en el momento correcto y por eso te amo —apoyó su cabeza en mi hombro y soltó un suspiro.
—Yo te amo más, desde siempre te he amado más y lo sabes.
—Sí, lo sé. Pero tenías miedo de acercarte.
—Tu papá es un poco intimidante.
—Es tu tío y lo conoces bien.
—Sí pero eso no significa que no me de miedo morir —negó con la cabeza y se acomodó a mi lado.
—Daen no te hará nada si sabes cuidarme y amarme —me dio un toquecito en la nariz con su dedo.
—Haré un buen trabajo, de eso no vas a tener dudas.
Dejé un beso sobre sus labios y me conformaba con esto, al menos la tenía cerca, sabía que podía ir a su casa a verla y que ella estaría ahí no en otro lugar. Ahora todo estaba bien para mí. Podía decir que ahora todo era mejor y quería que fuera así para siempre pero sabía que en este vida no todo es posible, pero papá decía que mientras estuviéramos juntos todo estaba bien.
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¡Hola! Espero les haya gustado este capítulo, estamos a pocos de terminar esta historia y como dije antes los De Vaux (los mayores) van a narrar el capítulo final, quiero que lean desde la perspectiva de ellos siendo padres, será hermoso.
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