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Perdí el único tornillo que me quedaba

— Largo de mi habitación.— Sólo con escuchar el tono que Hugo utilizó se notaba que no le hacía mucha gracia.

— Es mi mejor amiga, así que por mucho que seas mi hermano dime donde coño está. Se que se ha intentado tirar a Julián, así que sácala de tu armario o de donde sea que la has escondido y tráela aquí, ¿o es que ya no te gusta compartir a tu novia?

Esto ya era demasiado: Raquel sabía lo mío con Hugo y sólo se había dedicado a poner barreras a lo nuestro en lugar de conversar como la gente normal, y encima tenía el valor de exigir verme, ¿después de lo que había hecho? No solo me había apuñalado por la espalda, sino que me había rematado al demostrar que ella lo había sabido todo y aún así se había dedicado a manipularme durante años... Lo peor de todo, es que yo se lo había permitido. Una vez más Sebastián tenía razón: debía empezar a tomar las riendas de mi vida si no quería seguir siendo una espectadora.

Estaba harta de la situación, de ella y de todas sus mentiras, y me negaba a convertirme en el pajarito indefenso que se escondía en el baño de su novio. Reuní el valor que en ese momento me salía por los poros y me enfrenté a lo que me esperaba. Vi a Hugo, sus ojos reflejaban la decepción que sentía por el tema de Julián, pero luego al ver a Raquel, que tenía esa sonrisa que le quería arrancar de la cara...

— ¡Eres una puta mentirosa!— Le grité mientras me acercaba a ella, la agarré del pelo y la arrastré dentro de la habitación.

Me daba igual si la gente se enteraba de lo que había pasado o si se marchaban. Me daba igual si Hugo me juzgaba por esto o si me ayudaba. Pero sobre todo me daba igual que Raquel hubiera sido mi supuesta amiga durante todos estos años.

— ¡¿De qué coño vas?!— Me respondió tratando de soltarse de mi agarre.

Noté como sus uñas se clavaban en mi muñeca hiriéndome, pero sentía tanta rabia que superaba cualquier dolor físico que me pudieran provocar en aquel momento.

— ¿Quieres que te suelte?— Le susurré mientras por una vez me sentía la poderosa de las dos.— ¡Admite que cojones es lo que ha pasado con Julián!

— ¡Serás zorra, no es mi culpa que te lo folles!

En mi mente apareció una alerta que me recordaba que su hermano estaba en la habitación, pero aun así mantuve el agarre en el pelo de Raquel y la golpeé contra la pared más cercana. Noté como sus ojos se empañaban a la vez que una pequeña brecha se abría en su frente.

— ¡Para, por favor!— Me suplicó la que se suponía que era mi mejor amiga mientras las primeras lágrimas rodaban por sus mejillas.

Una parte de mí me pedía que la dejase ir, que me olvidara de todo y empezase de cero, pero no podía permitírmelo, me lo debía a mi misma. Ella era la que me había hecho todo ese daño: la que había provocado lo de Julián, la que me había manipulado durante años para que hiciera todo lo que ella quería. ¡Oh por Dios! Ni siquiera me dejaba opinar en cualquier decisión de mi vida, ¿quién se creía, mi madre?

Esta vez tenía que ser diferente, quería que dijera la verdad, que me diera la razón y dejase de ser tan falsa con esa cara de angelito que hacía que todo el mundo cayera a sus pies. Nadie contradecía a Raquel, pero eso se había acabado: ¡yo no había hecho nada como para merecer esto! Y por eso, con la rabia cegando cualquier pensamiento racional que pudiera parar esta locura, la presioné más contra la pared.

Hugo seguía inmóvil junto a la puerta, seguramente de la impresión de vernos así. No había tratado de impedir nada de lo que estaba pasando, y eso me lo hacía mucho más fácil...

— ¡Está bien, perdóname!

— Quiero que digas por qué debería perdonarte, y más te vale no dejarte nada.— Le respondí mientras me empezaban a temblar las alas de la nariz de los nervios.

— Yo... Le dije a Sebastián que querías salir con él para que te alejaras de mi hermano.

— ¿Qué?— Hugo captó nuestra atención con su reacción mientras guardaba la llave de su habitación en el bolsillo. Debía de haber cerrado con llave, porque se acercó a nosotras y me hizo soltarla.— Raquel, quiero que lo digas todo o lo haré yo porque esto se está saliendo de nuestras manos.

Empezó a contar mil y una historias donde me manipulaba y el por qué, pero no nombraba a Julián y mis nervios estaban a punto de estallar.

— ¡Ya está bien!— Grité interrumpiendo aún más furiosa de lo que había estado en toda la noche.— Dile a tu hermano qué cojones has hecho esta noche o te juro que mañana te despertarás en una sala de hospital, ¡no pongas a prueba mi paciencia Raquel!

Le dio una mirada a Hugo en la que trataba de dar pena, pero a mí no me la daba. En esos momentos solo me daba asco y quería que de una vez se supiera la verdad.

— Yo... Le dije que ella quería acostarse con él y que estaría en mi habitación. Te cogí el móvil cuando estabais en los sofás y lo dejé arriba para que así tuvieras una excusa para subir y que él te siguiera. No pensé que te haría nada, solo quería que te alejaras de mi hermano, él me prometió que no te haría nada...

— ¡Estás jodidamente loca!— Le grité mientras me estiraba de las raíces del pelo alejándome de ella.

Raquel se deslizó por la pared contra la que la había presionado y se rodeó las rodillas con los brazos mientras su cara estaba cubierta de lágrimas.

No sabía que era más falso: si sus lágrimas de cocodrilo intentando dar pena a su hermano para que se pusiera de su parte o todas las mentiras que había ido soltando por su boca a lo largo de los años.

Era tanta la sorpresa que se había llevado Hugo con aquellas confesiones sacadas a la fuerza que se colocó a la altura de su hermana y, con un tono que hasta a mí se me heló la sangre, le preguntó:

— ¿Dejaste que él la tocara?

Cuando Raquel asintió temblando de miedo, Hugo se transformó en alguien que no conocía: le acababa de dar una bofetada a su hermana y había dejado que la furia saliera por él. Estaba hiperventilando y tan nervioso que abrió la puerta y se marchó dejándonos a las dos atrás.

Y entonces es cuando me giré a mirarla. Las pequeñas lágrimas que se escurrían por sus mejillas fueron sustituidas por sollozos mientras se tapaba la parte que había sido abofeteada.

Me agaché hasta quedar a su altura y le susurré en un tono gélido:

— Piénsatelo dos veces antes de volver a hacer algo en mi contra. No te creas que no voy a descubrir lo que me ocultas, porque si hay algo que me mueva más que la curiosidad, es la rabia. Y de esa tengo para dar y regalar, sobre todo para ti— Raquel abrió los ojos mientras se quedaba completamente inmóvil ante mi amenaza.—. No te cruces en mi camino, ni intentes dirigirme la palabra y, a poder ser... No respires mi mismo aire. No soy de las que le desea el mal a nadie, pero espero que el karma te devuelva toda la mierda y el infierno que me has hecho sufrir a mí y a saber a cuanta más gente— Mi dedo se posó sobre su pecho con fuerza y veía como la punta de mi uña se clavaba en su esternón: ojalá le estuviera doliendo.—. Recuerda que sé muchos secretos tuyos y, aunque no me gusta contar las cosas privadas de la gente, lo haré si es necesario. Así que aléjate de mí zorra.

Después de eso la dejé sentada en el suelo, hipando como una niña a la que acababan de regañar y salí a la búsqueda de Hugo, lo llamaba a gritos tratando que se me escuchase por encima de la música, pero no lo conseguía. Tenía miedo de lo que pudiera hacer en ese estado: si yo no estaba bien era imposible que él lo estuviera después de lo que acaba de escuchar.

Lo vi dando vueltas al final de la escalera como un león enjaulado que tenía ganas de atacar.

— ¡Hugo, para, por favor!

La gente empezó a hacer un pasillo dejándome pasar mientras corría detrás de él, pero no llegué a tiempo.

Se había colocado al lado de Julián y, después de poner una de sus manos en el hombro del D. J. con una gran sonrisa, le quitó el micrófono de la mano: parecía que todo iba bien, pero por la manera en cómo lo agarraba supe que no iba a pasar nada bueno.

— ¡Buenas noches!— Dijo atrayendo la atención de todo el mundo (si es que no le estaban mirando ya).— ¿Os lo estáis pasando bien?— La gente le respondió con silbidos y síes, pero entonces la sonrisa que decoraba la cara de Hugo desapareció y se puso totalmente serio dando miedo mientras mi corazón latía tan fuerte que pensaba que iba a estallar.— Pues todo el mundo a su puta casa, porque esta fiesta ha terminado.

La gente empezó a quejarse: se les prometió que la fiesta duraría hasta el día siguiente y les acababan de arruinar los planes. Pero cuando pensaba que por fin acabaría todo esto y que Hugo dejaría el micrófono, decidió volver a abrir la boca y empeorar la situación:

— Por cierto chicas, para que lo sepáis: aquí, mi amigo Julián...— Dijo su nombre con un resaltable odio para que todos entendieran lo que estaba pasando y que él no estaba a favor.— Hace unos horas ha intentado violar a una chica en esta misma fiesta— La mirada del D. J. se oscureció de la rabia: no solo lo acababan de descubrir y le habían echado de ese trabajo, sino que además provocaría el fin a la "carrera" que llevaba.—. Muchas gracias a todos por haber venido, y ahora: todos a la calle, no os olvidéis nada porque cuando se cierre la puerta no volverá a celebrarse una fiesta en mucho tiempo.

Me quedé completamente inmóvil viendo cómo apagaba el micrófono y, justo después, se encaraba con Julián. Había demasiado ruido de la gente quejándose como para llegar a escuchar algo de su conversación, así que di unos pasos hacia delante cuando noté que alguien me agarraba del brazo impidiéndome avanzar.

— ¿Qué coño está pasando? ¿Hugo hablaba de ti?

— Sebastián, no es el momento. Ayúdame a pararlo antes de que haga alguna tontería, ¡por favor!

Pero ya era demasiado tarde: aún quedaba gente en la habitación y Hugo acababa de dar el primer golpe. Sebastián me soltó y corrió a parar a su amigo, sin ser consciente de lo que estaba pasando:

— ¿¡Qué coño estás haciendo!?

— ¡Este imbécil ha intentado tocarla sin su puto permiso!

Se notaba que Hugo estaba enfadado, porque intentaba soltarse de los brazos de su amigo mientras Julián cogía sus cosas y trataba de marcharse.

Sebastián trataba de calmar a Hugo, que estaba cegado por la furia contra el D. J., así que aproveché la situación para acercarme a él hasta ponerme delante de ese imbécil. Cuando los chicos me vieron hacerlo trataron de detenerme pero, con la cara ardiéndome por la rabia, levanté una mano en una señal silenciosa de que me dejaran. Ambos, por una vez en la vida, me hicieron caso y se pusieron a mi espalda de forma protectora mientras encaraba al hombre que había intentado aprovecharse de mí: su cara estaba completamente blanca al vernos.

— Ojalá te pudras en el infierno.— Cada palabra salió con un odio indescriptible de mi boca.

Los chicos le echaron una mirada que decía que o se largaba ahora mismo o podría ir mirando marcas de ataúdes.


Después de que Julián se fuera, Sebastián se ofreció para acabar de desalojar toda la casa mientras me sentaba en un sofá con Hugo a mi lado.

Ambos nos miramos sin decir nada: entre nosotros las palabras sobraban. Así que mi cabeza se recostó en su hombro por inercia y sus dedos se entrelazaron con los míos.

— Gracias.— Le dije en un susurro apenas perceptible mientras le miraba.

— No tienes que darlas— Nuestros ojos se conectaron y mantuvimos la mirada sin ser capaces de romper esa conexión.—, lo siento por no haber podido pararlo antes. Si hubiera sabido lo que Raquel haría lo hubiera impedido.— Sus palabras eran sinceras y con eso demostraba lo diferente que era de su hermana.

— Lo sé.— No tenía ganas de hablar, así que volví a apoyar mi cabeza en su hombro y nos quedamos en un silencio que no era incómodo.

Su mano trazaba círculos sobre mi palma mientras el ambiente se relajaba poco a poco y los primeros rayos del amanecer se asomaron tras las cortinas de las ventanas. Y en ese preciso momento lo supe: mi corazón le pertenecía a Hugo.

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