Céntrate en el hoy
"Han pasado las vacaciones y por fin volvemos a las clases, pero todo ha cambiado demasiado.
Cada vez que alguien nos mandaba un correo o nos llamaban para felicitarnos las Navidades mi madre y yo poníamos una falsa sonrisa y se lo agradecíamos porque para nosotras no han sido unas buenas Navidades.
Cuando intentábamos hacer algo, aunque fuera una cena las dos juntas en modo "familiar", aparecía mi padre y discutían como nunca porque el señor Martín Brown había decidido que por mucho daño que nos hubiera hecho él quería mantener esa supuesta relación familiar que teníamos. Obviamente mi madre tuvo que rechazar a ese hombre: ¿después de 17 años de pasar olímpicamente de nosotras y ahora cuando vas a perderlo todo quieres mantener esa relación? Mejor que fuera con el cuento a otro lado porque en mi casa no le creía nadie.
Básicamente pasaba lo que se veía venir: mi padre tuvo esa actitud con mi madre porque pensaba que la empresa estaba a medias, así que cuando recibió la petición de divorcio se llevó la sorpresa de que absolutamente todo estaba a nombre de mi madre; quiso joder a mi madre y no sabía con quien se metía, así que ahora lo va a perder todo gracias a su egoísmo.
Y no solo él, porque Raquel también lo va a hacer. Decidió salir con mi padre porque en su diminuto cerebro cabía la posibilidad de quedarse con la empresa de mi familia y que mi padre renunciase a mi madre para salir con ella: ilusa, ilusa y zorra.
Su familia ha decidido desheredarla y el próximo presidente de la compañía sería Hugo o su tío: pero nunca Raquel gracias a su narcisismo.
No he vuelto a saber nada de ella desde que la vi bajarse del coche de mi padre, pero me da igual. ¡Hasta sus padres se han distanciado haciendo que se quede sola! Ha renunciado a un futuro de éxito por su avaricia, así que no se merece que perdamos el tiempo con ella.
Mi padre no quería una relación: sólo quería la empresa de mi familia y la de los Fernández para él, así que como Raquel ya no iba a conseguirla... Dejó de ser útil para él por mucho que ella se arrastre intentando recuperarle.
Un destino justo para dos pecadores injustos.
Ahora que mis padres se habían divorciado solo quedaba hacer un último juicio en el que si mi madre ganaba podría tomar las decisiones que tuvieran que ver con mi educación sin la necesidad de que mi padre estuviera de acuerdo: y desde luego que confiaba en ella.
El tema es... Si consiguiera hacer bachillerato en un solo año, ¿qué haría después? Durante toda mi vida me habían dicho que estudiase periodismo, ¿pero qué quiero estudiar realmente? La línea fácil sería seguir con lo que me dijeron y luego ya vería que hacer, total, es un grado universitario que no me desagrada.
Pero esto me haría seguir en mi zona de confort, así que tal vez debería pensar en otra posibilidad. La danza es demasiado intensa como para dedicarme a ello, así que quedaba descartado. La filología y la historia no me desagradan tampoco, ¿pero qué salidas tienen aparte de ser profesor?
Agradezco enormemente que Sebastián me haya abierto los ojos en cuanto ami zona de confort, pero hacía mucho que no sabía nada de él. Desde el día enla playa le he estado dejando mensajes y no me ha respondido a ninguno... ¿No erami amigo? Tal vez le ha..."
Noté un ruido en la ventana y vi a Hugo intentando abrirla, así que cerré mi diario y le quité el seguro: ya había perdido la costumbre de estas visitas.
— ¿Qué haces aquí? Sabes que no quiero recibir más visitas nocturnas.— Le dije bastante mosqueada.
Ese tipo de visitas no me habían dado más que problemas, así que ahora que llevábamos un largo tiempo con juicios prefería no tener más por si mi padre nos había puesto un detective o algún fotógrafo cotilla que estuviera pendiente a lo que hacía o dejaba de hacer: lo último que quería era perjudicar a mi madre por no tener a su hija controlada.
— Lo sé, pero déjame pasar y te lo explicaré todo.
Me lo suplicó con un tono con el que no me pude resistir, así que me aparté a un lado de la ventana y, después de que Hugo entrase, la cerré con el seguro.
Puso un sobre entre nosotros y, con una sonrisa que no había forma de quitarle de la cara, me dijo:
— ¡Es la carta del Conservatorio Profesional de Danza!
— ¡Oh Dios mío!— Chillé mientras empezaba a dar saltos de la emoción; rápidamente me tapé la boca con ambas manos al notar como mi grito podría haber alertado a mi madre pero después de un absoluto silencio, retiré las manos de mi boca dando por sentado que nadie se había percatado de la visita prohibida.— ¿La has abierto ya? ¿Qué dice?— Me dio la carta con la mano temblorosa: se jugaba su futuro con el papel que estaba entre mis manos, ¡y ni lo había abierto! Así que hice los honores y empecé a leer en voz alta.— Estimado Hugo Fernández, nos alegra comunicarle que tras las audiciones realizadas en fecha del trece de diciembre de dos mil veintiuno ha recibido la tercera puntuación más alta de la convocatoria, ¡por lo que ha conseguido una plaza en el Real Conservatorio Profesional de Danza para el curso dos mil veintidós veintitrés!
Me lancé a abrazarle de la alegría. No conocía a nadie que se hubiera esforzado tanto en el mundo de la danza como Hugo, y podía llegar muy lejos.
Dimos un par de vueltas y al final acabamos juntando nuestros labios en un delicado beso, sus brazos me dejaron tocar el suelo de nuevo y, cuando pensé que se intensificaría el beso, lo cortó para decirme:
— La convocatoria de las chicas es dentro de un par de meses, ¿por qué no lo intentas? Así podríamos seguir como pareja de baile, ¡imagínanos como bailarines principales!
— Hugo, respira, sabes que no lo pienso hacer, así que relájate antes de que empieces a hiperventilar.
Pero en vez de relajarse como le había pedido me besó de nuevo como todas aquellas noches que pasamos juntos. Me tenía completamente a su merced y haría todo lo que me pidiera, porque en ese momento ya no éramos Samanta y Hugo: éramos uno solo.
Nos separamos para respirar y, cuando abrí la boca para decirle que lo quería, me tiró a la cama y se sentó encima de mí. Él tenía todo el control y notar sus labios como iban subiendo poco a poco por mi cuello provocaron que automáticamente me mordiera el labio después de soltar un suspiro. Lo que menos quería en ese momento era que mi madre nos escuchase y nos encontrara en esa situación, así que no podíamos hacer mucho ruido.
Cuando vi que me iba a besar, hice que rodásemos por la cama hasta que quedé encima de él, pude notar como sus ojos se oscurecían varios tonos mientras sus manos, que estaban pegadas a mi cintura, se cerraban con ligera fuerza. Podía notar su erección debajo de mí y me encantaba saber el efecto que tenía sobre él.
— Eres mío, que no se te olvide.— Le dije justo antes de besarle y tomar el control. Mis caderas involuntariamente trazaron un círculo sobre su pelvis y el soltó un gruñido ronco que me puso la piel de gallina.
Pero jamás podría llegar a tener el control con él. Mientras nuestras lenguas tenían una guerra, Hugo se incorporó haciendo que estuviéramos sentados. Cuando mordí su labio inferior noté como me agarraba del pelo y me obligaba a separarnos unos centímetros.
En aquel momento no deseé estar en ningún otro lugar, volvimos a chocar con más fuerza y él cayó de espaldas en la cama, mis manos subieron por debajo de su camiseta hasta su cuello para volver a bajarlas con una lentitud demoledora mientras mi boca atacaba su cuello, sus suspiros delataban lo excitado que estaba.
Me separé unos centímetros para mirarlo: nuestras respiraciones eran irregulares y nuestros labios estaban rojos e hinchados. Ambos queríamos lo mismo y no hacía falta que lo dijéramos, pero decidió arruinar el momento abriendo la boca:
— Ven conmigo a Madrid. Acaba bachillerato conmigo y vayámonos juntos, aunque no estudies danza.
Más que proponiéndolo daba la sensación de que me lo estaba suplicando, pero no iba a cambiar de opinión esta vez. Hice que me soltase y me tumbé a su lado dejándole la vía libre:
— Ahí tienes la ventana. Largo.— Mi voz sonó mucho más fría de lo que quería, pero Hugo tenía que captar las señales de una vez.
— ¿Sam? ¿Qué pasa?
— Que tal cual has venido te puedes ir.
Me di la vuelta quedando de espaldas a él y a las ventanas porque si lo veía un segundo más cambiaría de opinión, y estábamos hablando de un tema serio del que no podría retractarme si le confirmaba que iría con él.
Era algo que me hacía ilusión, y una parte de mí quería decirle que sí, pero... ¿Y si no pudiera hacer bachillerato en un solo año? Nuestros planes se irían al garete y conociéndole me haría hacer segundo de bachillerato en Madrid. No quería hacerme ilusiones antes de hora.
Quería girarme y decirle que no estaba enfadada con él, que solo no estaba preparada para darle una respuesta, pero cuando iba a hacerlo escuché cómo salía por la ventana y la cerraba desde fuera: ya era demasiado tarde.
—Cobarde...— Susurré mientras me dejaba caer en la cama.
Así que tuve que irme a dormir con ese sentimiento de culpa por haberle hecho daño a una persona tan importante en mi vida.
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