Cenita familiar y noticias nuevas...¿Qué podría salir mal? Spoiler: TODO.
— ¿Y qué pretendéis hacer a partir de ahora?— Nos preguntó mi madre mientras se servía más espaguetis.
Le había propuesto a mi madre dar una cena en casa Hugo, ella y yo, para celebrar el "éxito" del examen.
— Tendremos que aprobar Selectividad antes de plantear cualquier plan de futuro, ¿no crees, madre?— Le respondí justo antes de darle un sorbo a mi refresco por los nervios que me generaba tener esa conversación.
Nos habíamos pasado alrededor de una hora planeando la conversación que tendríamos con nuestros padres, era difícil pero no imposible. Y allí estábamos, a punto de soltar la bomba que podría resultar en catástrofe o en triunfo.
— Samanta, tú eres un caso aparte y lo sabes: tu sueño siempre ha sido estudiar periodismo, dejando a parte las opiniones de tu padre— Me dijo casi con asco.—, y ahora se te ha abierto un abanico de posibilidades, es normal que ahora no sepas por dónde ir.
— Si le sirve de consuelo, señora Lorenzo, Samanta y yo hablamos de irnos juntos a Madrid.
Mi pie fue inconscientemente a estrellarse contra la espinilla de Hugo provocando que este me pusiera mala cara mientras lo miraba con los ojos muy abiertos.
"Qué delicadeza para sacar el tema" pensé.
— ¿Madrid? Estáis bromeando, ¿no?— La mirada de mi madre desfilaba entre Hugo y yo a la espera de una respuesta. Al ver que no sabíamos muy bien qué responder decidió volver a hablar.— En ningún momento me habéis dicho que os interesase ir a Madrid, ¿y ahora, por arte de magia, os interesa? Y más os vale decirme que esto no ha sido una decisión espontánea de adolescentes que quieren una casa sola para hacer a saber qué.
— ¡Mamá! Nosotros no...
— ¡Oh, por Dios! Ahórrate el discurso de adolescente responsable, que yo también tuve vuestra edad— Me cortó mientras se llevaba la copa de vino a la boca con una media sonrisa nostálgica.
— Señora Lorenzo, hace meses que Samanta y yo sabemos que tengo una plaza en el Real Conservatorio Profesional de Danza, así que habíamos pensado en ir juntos.— Hugo fue el primero en retomar el rumbo de la verdadera conversación.
Era difícil analizar la mirada de mi madre: se le notaba la sorpresa y la alegría porque tuviera algo claro por una vez, pero también estaba... ¿Enfadada? Y si era así no quería que lo pagase con Hugo, así que empecé a hablar sin pensar mucho en lo que decía:
— Mamá, sabes que me hace mucha ilusión independizarme y poder aclarar mi cabeza, y si me voy a Madrid las decisiones que tome no afectarán tanto a la empresa como si estuviera en Barcelona con vosotros, ¿qué hay de malo en esto?— Supuse que mi mirada de gatito perdido bajo la lluvia suavizó los sentimientos de mi madre porque tomó una respiración antes de proseguir:
— Nada, nada, es solo... Que no me habíais dicho nada en todo este tiempo y creo que debería formar parte de estas decisiones, ¿o pensáis que lo pagareis vosotros?
Nos quedamos en completo silencio durante los próximos diez minutos. Si mi madre había dicho eso, ya quedaba claro que no había nada más que hablar: tendríamos el piso que nos diera la gana, iría a la universidad más prestigiosa y, fuera como fuese, la decisión ya estaba tomada.
— Lo que suponía...— Mi madre respiró hondo antes de llenarse la copa de vino y beberla de un solo trago.— Me parece estupendo que Hugo haya conseguido una plaza porque se la ha trabajado durante toda su vida y se la merece, ¿pero tú? Samanta, ni siquiera sabes que vas a estudiar, podrías hacerlo aquí en Barcelona, en vez de irte tan lejos. Además, podrías ir a verlo los fines de semana y en vacaciones. No tienes que tomar una decisión tan importante por un chico. No te ofendas Hugo, eres un encanto...— Añadió con una sonrisa. Él negó con la cabeza dándole a entender que no se había ofendido.
— Mamá, aún tengo tiempo para decidir qué estudiar, y ahí tengo muchísimas oportunidades, así que no entiendo el problema— La miré fijamente. Ya había dado mi brazo a torcer muchas veces, así que no lo haría más: si quería irme a Madrid, lo haría.—. Además, si no queréis pagarlo no pasa nada: puedo solicitar varias becas y así no tener tantos gastos.
— ¿De verdad crees que te van a dar alguna beca? ¿A ti?— Me respondió riéndose como si la idea que acababa de plantear fuera algo estúpido.— Ese dinero va destinado a quienes realmente lo necesitan, no a nuestra familia, así que... Hagamos un trato.
— Te escucho.
— Céntrate en aprobar Selectividad, y después ya hablaremos de universidades indiferentemente de donde vaya Hugo— Le dio una mirada a mi pareja para soltarnos una pequeña reprimenda.—. Sois niños y, por mucho que vayáis a cumplir los dieciocho en unos meses, no podéis tomar decisiones económicas cuando aún no tenéis una fuente propia de ingresos.
— Pero señora...— Intentó decir Hugo, pero mi madre lo interrumpió al momento.
— Ni señora ni leches, Hugo: el dinero de tu cuenta viene de tus padres, y con lo que ganas de las competiciones no tendrías ni para un alquiler, así que no pienses que tienes ningún derecho a meterle ideas en la cabeza a mi hija.
Me quedé mirando como Hugo respiraba hondo varias veces: seguramente trataba de tranquilizarse para no empeorar la situación. Además, ¿quién se creía mi madre para juzgar esta decisión? Quiero decir, ella no tenía ni la menor idea de que queríamos ir a Madrid, ¿y eso implica que sea Hugo quien me meta ideas en la cabeza? ¿Es que acaso no tengo voz propia?
— Si nos disculpas— Le dije bastante enfadada mientras me levantaba: si se pensaba que podía juzgarme así, iba a saber quién es realmente Samanta Brown.—, tenemos mucho que hacer y ahora mismo esta conversación no nos lleva a ninguna parte.
Recogí mi plato y, después de dejar a un Hugo sorprendido en el comedor y a mi madre bastante enfadada, dejé todo lo que cargaba en el fregadero de mala manera. Supongo que llamar la atención haciendo ruido nunca va mal para desahogarte un poco, y así a lo mejor mi madre recapacitaba un poco y dejaba de culpar a Hugo por todo esto.
Me dirigí al pasillo y, al ver que no me seguía nadie levanté un poco la voz para que me escuchasen:
— Hugo, ¿vienes o qué?
Dejé el bolígrafo rojo encima de la mesa después de haber hecho un gran circulo de color rojo. Ya era el segundo examen que le corregía y estaba algo cansada, pero tenía que estar lo suficientemente preparada y eso sólo lo conseguiría haciendo exámenes. Ya habíamos repasado historia y acabábamos de hacer una de las pruebas de literatura (y hay que decir que son bastante difíciles).
— ¿Cómo lo he hecho?
— A ver...— Le dije mientras me levantaba rápido de la cama y me apoyaba junto al escritorio para que viese lo que iba a explicarle.— En general tienes que vigilar más el tema de la ortografía, pero donde has tenido el mayor fallo es en la pregunta uno, punto cinco, punto tres.
— ¿El verdadero o falso?
— Si es que ya te vale— Le sacudí la cabeza a ver si captaba la frustración que sentía en ese momento.—. ¿Ya se te ha olvidado la de veces que nos han dicho que, si no lo sabemos, lo dejemos en blanco?
— ¡Pero si solo descontaban dos décimas! Tampoco es para tanto, tenía que arriesgarme.
— Y por arriesgarte has bajado de un seis a un cinco...
— ¡He aprobado!
Se levantó de la silla e intentó hacer un baile de la "victoria", pero le quité la ilusión al momento:
— Cállate y no me interrumpas más, ¡que aún falta la ortografía!
— ¡No me jodas!— Su respuesta fue casi automática, porque su cara perdió toda la ilusión que tenía y me miró con ojos de corderito.— Dime que son pocos, por favor...
— Eso no te va a funcionar con el corrector de selectividad, y por eso has bajado de un cinco a un dos y medio.
— ¡Eso es injusto! Si tenía un cinco, ¿cómo puedo haber bajado a esa nota?
— Eso díselo a la norma de "no hay límite de faltas de ortografía".
Cómo él se había alejado de la mesa, empecé a mirar entre los papeles que Hugo había usado y miré mi nota: un ocho. No estaba bastante mal para haber empezado hacía poco, así que me volví a tumbar en la cama y empecé a pensar en estrategias que pudieran ayudarlo, hasta que caí en algo:
— ¿Cómo puedes haber fallado la pregunta de Mercè Rodoreda si habéis leído exactamente ese libro?
— Sam— Me respondió con un tono como si le estuviera diciendo la tontería más grande del mundo.—, ¿de verdad crees que alguno de nuestros compañeros han leído algún libro de los que nos mandan?
— Pero ni siquiera lo has intentado, además: La plaça del Diamant es un libro que engancha y no es como los otros, ¡y es muy fácil de leer!
— No me iba a leer un libro cuando Sebastián me mandaba los resúmenes para aprobar, era una pérdida de tiempo— Lo miré fijamente, hasta el punto en el que si las miradas matasen ya me habría quedado sin futuro compañero de piso.—. No me mires así cuando sabes el tiempo que requiere la danza si te quieres dedicar a ello.
— Pero la oportunidad que has conseguido no te justifica, ¡sabes el temario desde el verano pasado! Podrías haberte adelantado como hago yo cada año, ¿o cómo crees que apruebo sin ir a clase? ¿Por obra del espíritu santo o qué?
— Samanta— Hugo tenía el ceño tan fruncido que parecía que el espacio entre sus cejas era casi inexistente, y eso quería decir que se estaba enfadando.—, cada uno decide invertir el tiempo en lo que quiere, así que no puedes reaccionar así porque yo haya decidido bailar en vez de leerme un libro, si tu decidiste hacerlo me alegro por ti, pero deberías respetar mi decisión.
Me quedé en completo silencio. No tenía nada que responderle porque lo que me estaba diciendo era verdad: yo no era nadie para reaccionar así sobre sus decisiones, y más cuando no han perjudicado a otras personas.
— Aun así— Volvió a decirme con un tono más tranquilo.—, creo que debería repasar el temario otra vez, porque hace mucho que no leo la parte de literatura y seguramente sea por eso que me haya ido tan mal.
— Tenemos tiempo para seguir estudiando, así que si necesitas ayuda yasabes dónde estoy.— Sonreí débilmente: odiaba cuando estábamos en estassituaciones, pero al fin y al cabo era yo quien llevaba las conversaciones aese extremo.
Lo que quedaba de tarde lo dedicamos a estudiar teoría: Hugo eligió literatura y yo historia. Eran las opciones que más necesitábamos, él para aprobar y yo para despejar la cabeza y hacer algo que no me costaba tanto.
Sabía que aquella pequeña discusión hacía horas podría considerarse una tontería, pero al menos habíamos tenido un cambio: desde que hablamos del tema, en vez de pasar las tardes teniendo sexo, lo que hacíamos era estudiar para lograr la nota que necesitábamos cada uno.
Obviamente a Hugo le bastaba con aprobar, porque ya tenía la plaza desde hacía varias semanas, pero yo no sabía ni qué nota iba a necesitar por que aún no me aclaraba sobre qué estudiar, así que tenía que ir a por el máximo: un catorce, y eso me desesperaba.
Tenía que hacer un total de siete exámenes perfectos, y aún tenía mucho que preparar durante estas dos semanas, por eso agradecía tanto que hubiésemos tenido ese cambio de actitud.
Estábamos los dos estirados en la cama en direcciones opuestas, cada uno con su respectivo cuaderno, cuando tocaron la puerta.
— ¡Adelante!— Me giré para ver quien iba a asomarse hasta que vi a mi madre.
— Hola chicos, quería recordaros que tenéis que estar en la academia en media hora— Lo extraño de la situación era que... Mi madre no le quitaba el ojo de encima a Hugo, ¿es que se pensaba que no estaríamos estudiando o qué? Si ella estaba en casa desde hacía horas, ¡obviamente no haríamos nada estando ella en la habitación de al lado!—, por si queréis que os acerque o que le diga a Tatiana que no vais a ir.
— En dos minutos estaremos abajo, señora Lorenzo.
Y así fueron pasando los días: bailando y estudiando, en la academia, en nuestras casas e incluso en la cafetería donde Meghan no nos quitaba el ojo de encima como si fuera a pasar algo entre nosotros y ella quisiera enterarse la primera.
Hugo había mejorado mucho en los simulacros que hacíamos: ahora llegaba al seis y eso lo hacía estar más tranquilo. La verdad es que me alegraba mucho por él, en cambio yo... Quería centrarme en estudiar, pero mi cabeza siempre se iba a otro lado y por eso no soltaba mi teléfono. No dejaba de preguntarme: ¿qué le había hecho para que se comportase así? ¿Tal vez le hubiera hecho algo a parte de salir con Hugo para que no me hablase? ¿Y por qué no podía mantener nuestra amistad? El tema de Sebastián se había convertido en un grano en el culo que no podía quitarme y que cada vez que me sentaba: estaba ahí. Cómo si quisiera recordarme que hiciese lo que hiciese él seguía presente.
Entendía que le doliera que no le hubiese elegido, pero aun así... No me entraba en la cabeza como me alejaba de esa forma, sin responderme a todos los mensajes que le mandaba de forma diaria por mucho que ni me mirase cuando nos cruzábamos. A mi me gustaba Hugo, y Sebastián tenía que entender que sólo quería una amistad con él, porque yo sólo quería una amistad, ¿o no?
Fuera como fuese, quería aclararlo todo de una vez sin que Hugo estuviera presente: no tenía ganas de repetir esa discusión entre machos de "es mi novia, así que respétala por el simple hecho de ser mi novia", ¡como si no fuera una persona con voz propia antes que su pareja!
Ya quedaba menos para Selectividad y esas mariposas en el estómago no me dejaban tranquila por muchos simulacros que hiciera, pero ya casi habíamos acabado aquel viaje tan rápido llamado bachillerato y, si aprobaba, me podría olvidar de Barcelona para siempre por mucho que a mi madre no le gustase la idea.
Porque sí, no pensaba volver a esta ciudad si podía evitarlo.
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