Uno de mis mayores miedos siempre ha sido el mar. Su manto azulado que parece no tener fin, sus rincones inexplorados y claro, el hecho de no saber nada era una de las razones principales. Cuando era pequeña y visite el mar por primera vez, trate de aprender a nadar pero después de tantos intentos donde mis pulmones se llenaban de agua salada, deje de intentarlo, no he sido capaz de poner un pie en el mar desde entonces.

Una de las cosas que amo del mar es su vista, los grandes atardeceres que son un deleite para la pupila, los colores mezclados y la serenidad que se siente al ver el horizonte envuelto en llamas que poco a poco desaparece.

Después de ser testigo de la agonía del sol, me dirijo a mi habitación asignada con la cabeza agachada, el hecho de que muchos ojos desconocidos me observen me da nauseas.

Día 2 de embarcación.

Escribir en un diario mis experiencias es gracioso pero lo más gracioso de ello es que este casi vacío, digamos que no salgo mucho de casa y el aceptar venir a un crucero por 20 días con mis padres puede que lo llene un poco.

Sin embargo, es tonto, mi madre en dos días ya sabe jugar golf y conoció a una señora que colecciona tazas de té  y mi padre ha estado practicando tiros con un ex-boxeador y militar en quién sabe dónde, porque seamos sinceros ¿Cómo demonios practican tiros en un barco?, en cambio yo, lo más cercano a diversión que he hecho es ducharme en un barco en movimiento, lo sé, suena patético.

Me adentro en mi fuente de diversión, claramente el baño y me doy una ducha. Se supone que hoy habrá una cena con todos los pasajeros para comenzar el viaje socializando, no encuentro la diversión en una cena con cientos de desconocidos viéndote comer pero bueno, el caso es que debo de vestir elegante, una palabra que no está en mi vocabulario y seguramente tampoco en mi vida.

Al paso de unos minutos ya estoy envuelta en un vestido color beige con perlas y detalles muy bellos, un regalo de la abuela, nunca creí usarlo pero he aquí la ocasión, una cena que seguramente voy a odiar. Ya peinada y maquillada me doy cuenta de una cosa; elegancia va de la mano con tacones, algo que no uso desde nunca. Las veces que intente usarlos casi me saco un ojo, no pregunten cómo pero así fue, la ironía de esto es que mi madre es experta con ellos, puede bailar o brincar la cuerda con unos tacones de aguja, en cambio yo, sin usarlos se me doblan los pies. 

Salgo de mi habitación para ir al cuarto de mis padres, es enfrente de la mía pero a lo lejos veo un chico venir por el pasillo, viste con un smoking esplendido, su cabello está perfectamente peinado y bueno, tiene un rostro evaluado en oro. El chico inalcanzable pasa junto a mi pero ni siquiera presto atención si me mira o no porque entro a la habitación de mis padres con la intención de que mi madre me de unas clases de 10 minutos sobre cómo usar armas mortales en los pies.

                                                                         
                                                                                           ***

Aburrido, nefasto, vergonzoso y nauseabundo son las palabras que definen la cena. Mis padres llevan horas hablando con una pareja de esposos sobre no sé quien, no sé dónde y no sé cuándo.

Los tipos son agradables y terminaron siendo padres del chico inalcanzable que ahora se encuentra frente a mi mirando su celular y pulsando cosas en el. No me presta atención y no me molesta, pasar desapercibida en estos momentos es mi plan,el cual iba tan bien hasta que sus padres hablaron sobre él, un chico listo y líder campeón del equipo de basquetbol de su escuela, claro que mis padres no se quedaron atrás y empezaron a alardear sobre mí, una chica inteligente que tiene la bandeja llena de solicitudes de universidades, absurdo porque ni siquiera he pensado en universidades, claro que también les contaron sobre mi equipo de voleibol, una líder campeona e invicta según me describieron.

 Quise reír ante ello pero sentía que si lo hacia mi madre me enterraría el tenedor en la mano.

Y el problema ahora eran mis ganas de comer, en mi plato hay una jugosa pierna de pollo que deseaba morder desde que me la trajeron pero claro, tenía pena de hacerlo y además el comer con el tenedor una pierna de pollo suena y es ridículo porque vamos, quien en su sano juicio le faltaría el respeto así a su comida. Nadie me mira pero sé que si muerdo la pierna de pollo incluso el capitán o conductor - como sea que les digan a los que manejan esta cosa – dejaría de navegar para verme.

 Después de meditar me decido a comer, me vale tres mil pepinos porque me muero de hambre además el pollo huele delicioso, tomo la pierna entre mis dedos y le doy un mordisco, un grandioso mordisco que seguramente dejo rastro en mis labios y alrededor de ellos, después le doy otro y otro hasta que caigo en cuenta de que el chico inalcanzable me mira con una sonrisa que no logro descifrar.

Un trágame tierra en estos momentos sería estúpido, un trágame agujero negro y escúpeme en el mismísimo infierno seria lo correcto.

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Holaaaa personitas detrás de la pantalla, está historia fue iniciada a finales del 2018, un largo camino de edición y historia, Dahlia, el personaje principal es muy importante para mí, porque cómo lo notarán a lo largo de la novela, es un personaje que representa la adolescencia, dónde cualquier pequeño problema, lo vemos más complicado de lo que realmente es, tiene partes de mi adolescencia ya adultez así que les pido paciencia al esperar los capítulos,

En fin, espero que les guste, se diviertan y se sientan parte de la historia, los tqm.