Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1

¿A qué no te atreves a terminar con tu novio?

En el mundo no existen dos personas iguales. Existen rasgos parecidos, siluetas similares, sonrisas que te recuerdan sonrisas en rostros que ya olvidaste; pero ninguna persona es exactamente igual a otra. Sin embargo, por muy diferentes que seamos, todas las personas tenemos algo en común: nos encanta guardar secretos. Claro, existen distintas clases de secretos. Secretos que pueden cambiar el curso de los acontecimientos. Salvar vidas o hundirlas. Pero no estoy hablando de ese tipo de secretos. Estoy hablando de aquellos que guardamos sin ser conscientes de hacerlo. Aquellos que fingimos que no están ahí y lo hacemos tan bien que terminan siendo custodiados por su mejor guardián: el olvido.

Las mujeres de mi familia son expertas en esconder secretos. Mi tía finge que no  siente celos de mi madre en secreto, mi madre finge que no sigue secretamente enamorada del hombre que la abandonó apenas descubrió que tendrían un bebé y mi prima finge que el maquillaje y las rutinas de skin care pueden ocultar su no-tan-secreta actitud de mierda. Solía pensar que la habilidad para guardar secretos no se había expresado en mis genes, como sucede con las pecas o los ojos azules. Hasta que mi secreto se sentó en la mesa próxima a la mía en la biblioteca de la universidad.

Nuestras miradas se encontraron. Le siguieron nuestros apuntes. Nuestras risas. Nuestros labios. Y antes de que me pudiese dar cuenta mi secreto y yo terminamos enredados sin que ninguno de los dos pudiese vislumbrar el límite entre el secreto y las mentiras que le contábamos al mundo para mantenerlo oculto. Siendo honesta, sin que yo pudiese vislumbrar los límites. Esa oración, como muchas otras declaraciones que compartimos, siempre estuvieron escritas en singular.

Apenas parece registrar mi presencia cuando me siento frente a él en una de las mesas del café de las primeras veces. Sus ojos están fijos en la decoración. Me pregunto si él también puede ver el recuerdo de nuestro primer beso en el cristal de la lámpara de la esquina o los chistes que nos contamos en nuestra primera cita debajo del cojín del sofá.

—Pensé que sería mejor que lo hablásemos en persona —dice por fin. Como si hubiese sido él quien perdió la cuenta de las llamadas perdidas y no al contrario.

—Traté de hablar contigo. Te escribí un montón de veces —espeté e, incluso cuando no había sido mi intención, las palabras salieron filosas.

Una respiración. Dos respiraciones. Mantén la calma.

—Estaba ocupado —Alcé las cejas y esquivó mi mirada—. Procesándolo todo.

—¿Procesándolo? Vi los comentarios en tu perfil, Simón. Los que no alababan tus músculos hablaban de la chica desnuda detrás de ti —Lo que sentí cuando vi la foto, cuando leí los comentarios. Estiro las mangas de mi chaqueta para que cubran la franja de piel que queda a la vista—. No creo que hayas sido el que más emociones tenía que procesar de los dos.

—¡También invadieron mi privacidad, Olivia! —suelta airado.

—¡Tú perdiste tu privacidad cuando subiste la puta foto! —siseo. 

—¡Ni siquiera se te veía la cara! Si no hubiese sido por tu tatuaje nadie habría sabido que eras tú.

—No, Simón. Nadie habría sabido que era yo si tú no hubieses compartido la maldita foto.

Suspira y niega con la cabeza con la mirada enfocada en cualquier punto de mi cara menos en mis ojos. El hecho de que no me mire me enerva aun  más.

—Estás sacando todo de quicio, Livie.

Alerta de spoiler: no estoy sacando nada de quicio.

La foto en cuestión mostraba a Simón recién salido del gimnasio explicándole al mundo por qué deja tantos suspiros a sus espaldas cuando camina por los pasillos de la facultad. Y habría estado perfecta de no ser porque el espejo no solo mostraba su cuerpo tallado por horas de abdominales y pesas, sino también una panorámica de mi cuerpo desnudo en su cama. Es cierto que no se me veía la cara, pero se veía lo suficiente para que alguien que me conociese supiese que se trataba de mí, para que de un día para otro mis redes sociales estén  divididas en dos grupos.

Grupo A: personas que se creen con el derecho de hacer comentarios sobre mi cuerpo.

Grupo B: personas que se creen con el derecho de hacer comentarios sobre qué les gustaría hacer con mi cuerpo.

—Terminamos —digo a modo de respuesta. Mi voz tiembla y me odio por ello, pero no puedo evitarlo.

—¿Qué has dicho?

—No quiero seguir contigo —afirmo, con más fuerza esta vez.

—¿Tú terminarás conmigo? —La incredulidad le sale por cada uno de los poros— No eres consciente de lo que sucederá ahora, ¿verdad? —pregunta y sé que se viene uno de sus discursos condescendientes. El párpado me empieza a temblar solo al escuchar su tonito de superioridad— Estas situaciones no suelen ser fáciles de superar si eres mujer. Te mirarán de reojo. Las personas hablarán. Y los chicos creerán que estás abierta a cualquier fantasía que se les ocurra. Necesitarás a alguien que esté ahí para ti.

Intenta tomar mis manos al terminar, pero me aparto antes de que pueda llegar a mí. Se inclina ligeramente hacia atrás, dolido. Casi siento lástima por él, por lo que estoy a punto de romper, por la que ya rompimos.

—Justo porque sabías las consecuencias y subiste la foto de todos modos tengo la seguridad de que esa persona de la que hablas nunca serás tú.

Su mirada se endurece un instante y al siguiente me sonríe con sorna.

—Qué bonito discurso. ¿Lo pensaste antes o después de decidir que querías desecharme? Dime, Olivia, ¿lo practicaste en el espejo antes de venir? —Sentía la rabia en combustión debajo de mi piel. Coloreando mis mejillas ¿De qué demonios estaba hablando? — No importaba qué hiciera, siempre querías más y más. ¿Quieres la verdad? Estoy harto de que nunca estés satisfecha con lo que te doy cuando la que nunca será suficiente para nadie eres tú.

El golpe fue tan fuerte que me quedé sin respirar unos segundos.

Sus palabras estaban hechas para hacer daño.

En realidad no quiso decir eso.

Solo está enfadado.

Sin importar cuántas excusas me repita el "nunca serás suficiente para nadie" suena como un coro de voces dentro de mi cabeza. Tengo que salir de aquí. No le daría el gusto de quebrarme delante de él. Recojo mi bolso sin ser muy consciente de mí misma. Lo único que quiero es escapar de esta situación de mierda en la que estoy metida y esconderme en mi habitación hasta que la inteligencia artificial nos domine y nadie recuerde esa estúpida foto. Pero mis pies no se dirigen a la puerta. En su lugar me arrastran a una mesa recién desocupada donde una jarra con agua permanece solitaria entre los platos con restos de comida.

Es como si mi alma flotase por encima de mi cuerpo y pudiese ver como mis dedos se cierran en torno a la agarradera de la jarra, como mi rostro adquiere la expresión mas decidida que ha lucido jamás y lo siguiente que sé es que estoy volteando su contenido sobre Simón. Justo en ese momento regreso a la tierra.  Un camarero se acerca a raíz del alboroto. Creo que me pregunta si estoy bien y Simón me grita algo, pero yo ya estoy atravesando la puerta.

La piel y los músculos me vuelven a contener. Y, sin embargo, yo sigo sintiendo que estoy flotando en la nada, incapaz de parar la avalancha de nieve a punto de caer sobre mi vida.







*Se va como la dignidad de Simón después de que Olivia le vaciase el jarro de agua en la cabeza*

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro