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Capítulo 21

Ese lunes tormentoso, Aisha y Rachel fueron unas completas desconocidas.

Su pequeño espectáculo en los dormitorios fue uno de los temas más hablados por los chismosos del colegio. Bueno, eso y el sangriento asesinato en la incinerada mansión de los Van Woodsen. Resultaba increíble para los Pecados cómo la mente humana era capaz de inventar las más descabelladas historias para darle una explicación a lo ocurrido aquel sábado de primavera.

Soberbia se encontraba en el aula de Química Avanzada, escuchando palabras sin sentido de la anciana profesora que, con entusiasmo, señalaba el procedimiento para el experimento que llevarían a cabo como parte de la nota final del semestre.

Sentado junto a Ira, quien desde muy temprano actuaba fuera de lo normal, oía cómo el grupito de los atletas hacía burla de ellos. El capitán del equipo de fútbol americano, Erwin Spice, hacía movimientos extraños con sus puños mientras sus amigos reían escandalosamente.
Al parecer, las palabras de Seth habían quedado grabadas en su memoria desde el día en que lo vio por primera vez.

—Menudo idiota —murmuró el rubio, colocando líquidos verdes y anaranjados al azar en un mismo recipiente—. No veo la hora para darle su merecido.

—Cierra el pico, Soberbia —pidió Ira con una mueca de disgusto al ver el color marrón excremento que había tomado la sustancia—. Recuerda que aquí no podemos usar nuestros poderes. Por más que quisiera quemarle el trasero a ese imbécil, tengo que fingir ser un chico débil y tonto. Aprende algo y haz igual que yo.

El rubio bufó y volvió a sumergirse en sus propios pensamientos. Su mente estaba centrada en las recientes investigaciones que el detective Locke llevaba sobre los jóvenes asesinados. Todos eran universitarios, estudiantes de Düsseldorf al igual que Rachel. Pero más que eso no sabía, salvo que entre ellos no había ningún tipo de lazo que los uniera. No se conocían en vida, ni siquiera sus padres eran del mismo círculo social.

Todo estaba demasiado enredado para su gusto. Debía buscar respuestas. Sin embargo, con la Alta Comisión preparando su juicio y los mensajeros espirituales desaparecidos, no tenía muchas opciones.

—¡No mezcles eso! —exclamó una voz que le pareció lejana.

Pero ya era tarde para advertencias. Y, desgraciadamente, se dio cuenta de ello cuando su experimento explotó frente a su cara. Tal vez, estar escarbando en su mente en esa clase en particular no fue lo ideal.

Un denso humo negruzco vistió el aula a medida que los alumnos buscaban la salida a gachas. Entre gritos exagerados y mucha tos, el lugar había quedado completamente vacío a espera del conserje que debería limpiar el desastre causado.

—Es una lástima —acotó la profesora cuando pasó junto al grupo—. Con lo mucho que nos estábamos divirtiendo. Me temo que se cancelan las clases hasta después del almuerzo. Solo procuren no molestar a los otros que sí están estudiando. Nos vemos luego, jóvenes.

Los chicos se dispersaron por los pasillos, unos yendo a los jardines y otros a los salones en desuso que raramente permanecían bajo llave. Soberbia y su clan vieron ese momento como la oportunidad perfecta para explorar los alrededores.

—Separémonos en grupos pequeños para abarcar más espacios —sugirió Avaricia a los suyos—. Voy con Gula.

—¿Y cómo es eso? —inquirió una ofendida Pereza, cruzándose de brazos—. Tú y yo siempre vamos juntos.

—Sí, bueno, eso no me importa. Hoy quiero ir con mi hermana. Ve con Ian y deja de lloriquear.

Acto seguido, tomó a la pelirroja por la muñeca y la arrastró consigo hacia un pasillo estrecho, cuyo cartel colgado del cielorraso indicaba el camino al área de deportes. Pereza, por otro lado, quedó pasmada por las respuestas cortantes y la actitud altanera del avaro.
Quiso creer que todo era producto del estrés de su humanización. Al fin y al cabo, llevaban más tiempo en tierra mundana del que habían estimado.

Un quejido leve interrumpió sus pensamientos. Ira, a quien habían asignado como su compañero, había perdido los colores de su rostro y ambas manos hacían presión sobre la boca de su estómago.

—¿Estás bien, Ira?

—Por supuesto —mentiroso—. Camina, iremos al observatorio de la facultad de Ciencias.

La azabache asintió, dándole espacio al castaño para que pasara primero. Cuando en el lugar solo quedaron tres Pecados, un par de ojos celestes hizo aparición.

—¿Rachel? Creí que aún estabas en clase.

La aludida, con los ánimos por el suelo, elevó su cabeza para mirar al dueño de sus pensamientos. Ese rubio de altivo porte y ego divino que superaba las expectativas hacia cualquier otro chico, aún si estas habían resultado diferentes a como eran en un principio.

—Debería estarlo. Lo único bueno que tiene este colegio es la libertad para irnos cuando queramos del aula.

—¿Tan malo era el tema que estaban estudiando? —quiso saber Lujuria, aunque no estuviese del todo interesada en ello.

—No creo que haya sido por algo sino por alguien. Niña, ¿acaso no hiciste las paces con tu amiga?

—No seas insensible, Envidia —siseó Soberbia, adelantándose unos cuantos pasos para quedar enfrentados.

Para fortuna de Rachel, que no estaba lista para presenciar una incómoda pelea entre los seres, Lujuria los separó llevándose a Envidia hacia los invernaderos. Soberbia, sin siquiera preguntar, indicó a Vitae que lo siguiera por el camino que llevaría a la gran biblioteca de la institución. Allí esperaba encontrar algún documento que ayudara en su dudoso enredo mental.

No importaba cuántos siglos pasaran, en los libros siempre hallaría las respuestas a las incógnitas de la vida.

—¿Ella siempre es así de...?

—¿Intensa? —interrumpió a la mundana sin apartar la vista del camino—. Pues sí, Envidia y yo siempre tuvimos esa extraña enemistad. ¿No lo notaste antes?

Ella asintió.

—Justamente por notarlo me pregunto si hay algo más detrás de ese supuesto odio que te tiene.

Soberbia paró en seco, confundido por las declaraciones de la chica.

—¿A qué te refieres?

—Nadie odia por simple diversión. Ella debe tener un motivo para no soportar tu existencia. Ni soportar la mía.

—Envidia es una perra loca —soltó sin pensarlo mucho—. Odia por odiar, desea lo ajeno solo porque otros disfrutan de ello. Dime, Rachel. ¿Jamás te sentiste menos que el resto solo por no poseer lo que para ellos es el pan de cada día?

Vitae pensó que era un punto justificable. Se mentiría a sí misma si intentara convencerse de que no sintió rencor a sus compañeros cuando apenas entró a Düsseldorf.
Todos eran tan elegantes y finos, con relojes de oro y pendientes que a ella le costaría un riñón poder comprar. Ella envidiaba a sus compañeros porque eran ricos, pero no veía todo lo que la fachada de los billetes ocultaba a los pobres.

Y ahí fue cuando se dio cuenta que, en algún momento de su corta vida, se comportó como la perra que era Envidia.

—Es complicado no hacerlo —dijo por fin—. Envidiar a los demás cuando sabes que no estás a su altura. Dejarte guiar por los murmullos en las habitaciones y las miradas de lástima por los pasillos. Tú la llamas «perra loca», yo le digo «títere social». Nadie escapa de las etiquetas ni de los prejuicios. Todo mundo entra en esa bolsa donde es imposible respirar.

—¿Te compadeces de Envidia por no amarse a sí misma?

—La comprendo porque es igual a mí —admitió, acercándose al Pecado hasta quedar uno frente al otro—. Tú eres seguro, imponente y manejas una confianza fuera de este mundo. Ella, en cambio, está pendiente de ser al menos un poco mejor que los demás para no sentir esa falta de amor propio. Siendo tan diferentes, ¿cómo es posible no odiarte?

Soberbia elevó una ceja. Viéndose tres veces más sexy ante los ojos de cordero de la humana.

—Entonces, ¿ella me odia porque no es igual a mí?

Rachel sonrió.

—Ella te odia porque eres lo único que desea ser. Alguien orgulloso y despreocupado.

Cuando dio media vuelta para seguir su marcha, una mano fría en su cintura la regresó. Soberbia le miraba fijamente, como si las respuestas que buscaba con desespero estuviesen ocultas en sus dilatadas pupilas. Ella, con el corazón bombeando con velocidad, intercambiaba la dirección de sus ojos entre los profundos de Soberbia y sus apetecibles labios.

Quizás fue por estar en un pasillo desierto, o porque sus auras se atraían cada vez más sin su permiso, que unieron sus belfos desencadenando una preciosa explosión de emociones nunca sentidas.

Moviéndose al compás del tic tac del reloj antiguo, exploraron sus bocas sin prisas. Soberbia mantuvo las manos quietas sobre la estrecha cintura de la chica, con algo de temor a espantarla en el que era su segundo beso. Sin embargo, Rachel Vitae sacó a relucir su lado salvaje sujetando con fiereza la nuca del muchacho para atraerlo hacia ella.

En su burbuja de felicidad y deseo mutuo, olvidaron por completo la razón que los había juntado. Si no encontraban indicios del porqué los venatores atacaban jóvenes universitarios en Narshville, no tendrían un argumento sólido para mantenerse juntos.

El Juicio Espiritual de Soberbia se acercaba. Los errores no eran una opción.

***

—¿Qué fue todo eso? —inquirió Gula cuando ya ambos se encontraban revisando los casilleros del equipo de natación—. Deja de hurgar ahí, Avaricia. Dudo mucho que entre los calzoncillos sucios esté lo que buscamos.

—No sé de qué hablas, niña.

—Ay, no. ¡Ni se te ocurra hacerte el desentendido conmigo! Algo te está molestando. Lo sé.

Avaricia la miró de soslayo. No quiso seguir la conversación, pero Gula, pelirroja inquieta y curiosa, no permitiría que muriera allí mismo.

—Desde que huimos de Medium he notado cosas fuera de lugar, cosas que me han llevado a la conclusión de que alguien reveló que Rachel mantuvo contacto con nosotros.

—¿Un traidor, dices?

—¡Ah! ¿Ahora sí quieres hablar? —Avaricia rodó los ojos y siguió explorando los vestuarios húmedos—. A lo que preguntas, sí. Estoy segura de que no todos estamos en el mismo bando como solemos creer. A alguien cercano no le gustó la repentina llegada de esa humana. No me preguntes por qué, pero tengo la sensación de que fue Envidia.

El muchacho se giró abruptamente, con una expresión que se mezclaba entre el enojo, la confusión y la curiosidad.

—¿Y por qué crees que Envidia nos traicionaría? Hasta donde sé, ella ha sido la única con razones para no tener nada que ver con Rachel.

—¡Ya sé! Pero piénsalo un poco, hermano —comenzó a contar los dedos de su mano a medida que nombraba—. En Medium amenazó con matarla. Apenas llegamos a Narshville fue la primera en desaparecer para hacer quién sabe qué cosa. Apareció en su casa luego de que los venatores asesinaran a su madre y se llevaran a su hermana. ¿No es lo suficiente sospechoso para tu pequeño y despistado cerebro?

Avaricia ahogó una risa para después mirar a su hermana con arrogancia.

—Lo dices como si no conocieras a Envidia desde hace más de treinta mil años. ¡Despierta, Gula! Ella es así con todos. No hay nada sospechoso en querer cuidar nuestra integridad.

—Sí, pero... —calló cuando su dedo índice se posó en sus labios—. ¿Y ahora qué?

—Oí algo.

Ambos se pegaron a los casilleros con cuidado de no generar ruido alguno. El sonido de zarpazos arañando el metal los alertó. Nadie más aparte de ellos concurría a esas horas en el área, o eso creían.

Avaricia buscó alrededor algo para usar como arma, tomando un fierro suelto bastante oxidado del suelo. Gula permaneció tras él, cuidando sus espaldas. A medida que se acercaban al punto donde el sonido se incrementaba, sus respiraciones erráticas comenzaron a hacer eco en los vestidores; el sonido de los zarpazos cesó.

Ambos se dirigieron una mirada fugaz y salieron de su escondite para encontrarse con el causante de su pequeño susto.

—¡¿Pero qué carajo?! —exclamó Avaricia con profundo enojo—. ¡Casi me cago del susto!

—Tu lenguaje —advirtió la pelirroja.

—¿A quién le importa el lenguaje? ¡Joder! —se pasó los dedos por las finas hebras de su cabellera, frustrado—. ¿Qué haces aquí, Apolyon?

El demonio sonrió con sorna al ver cuán alterado había puesto al Pecado de la Avaricia. Al parecer, en Infernum, todo demonio adoraba molestar a los Pecados nacidos en Calum; y el avaro era uno de ellos.

—Relaja tus nalgas, niño Gucci —una carcajada más fuerte salió de sus adentros; se limpió una lágrima falsa—. El apodo te queda. Y supongo que en esta escuela de máscaras de oro tu actitud se amolda a la perfección. Bah, niños caprichosos que no saben apreciar el trabajo duro. ¿Por ellos la Alta Comisión detuvo la guerra? Sus ángeles no entendieron que lo mejor era esclavizarlos. ¡Pobres de nosotros!

—Deja de victimizar a tu especie, demonio chiflado. Solo di a qué viniste y vete.

—Alguien amaneció de mal humor —Avaricia no aguantó y le propinó un golpe en el brazo—. ¡Perra estúpida! Hasta Lujuria pega más fuerte que tú. Solo venía a informar que la Alta Comisión adelantó la fecha del juicio de Soberbia.

—¡¿Qué?! Pero aún no se prepara para su defensa.

—Las reglas no las hago yo, chica —con un movimiento de manos, hizo aparecer una lima de uñas; necesitaba una manicura urgente—. Solo soy un simple mensajero. Aunque, si me lo permiten, fueron algunos de los demonios más influyentes los que decidieron la fecha.

—¡Maldición! ¿Cuándo será entonces?

—Una semana —soltó sin tregua.

Gula estaba que casi se desmaya.

—Dame unas monedas, necesito azúcar en mi sistema para procesar todo esto. Creo que la máquina expendedora está afuera. ¿Algo más para acabar con nuestra estabilidad emocional?

Apolyon fingió pensarlo. Fingió, porque la verdad era que si fuese por él escupía todo lo que la A.C ocultaba a sus Pecados.

—Estamos al tanto de todas las muertes humanas, por lo que la del sábado pasado está siendo el tema de conversación número uno en ambos reinos —se levantó sin perder la elegancia característica de los seres del infierno, y miró a ambos con decisión—. También sé que buscan respuestas que lamentablemente no puedo darles. Lo único que les diré es que cuiden sus espaldas, desconfíen hasta de aquel que les da más confianza porque hay un traidor entre ustedes. Y si ustedes caen, Infernum y Calum también lo harán.

***

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Los amo infinitamente 💖

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