• Prólogo •
Siempre he sido la hija que todo le exigen pero a la que poco le ofrecen.
"Tienes que sacar buenas calificaciones" pero no saben ni siquiera cual es tu horario de clases ni te preguntan: ¿Te ayudo en alguna tarea?.
"Haz los quehaceres del hogar" pero no colaboran a mantener la casa limpia ni tampoco preguntan: ¿Te ayudo a limpiar los platos?.
"No debes tener novio" pero no te aconsejan como cuidarte ni te dan la confianza para que puedas vivir de tus primeras experiencias en la vida sin la mentalidad de que vas a cagarla.
"Tienes que ser el ejemplo de tu hermana" pero ¿Que ejemplo puedo seguir yo?.
No, no tengo porque ser la hija que usted quiere. Ya entendí que no está mal tener malas calificaciones de vez en cuando, pero sé que tengo que dar lo mejor de mí. No está mal estar agotada mentalmente y no querer hacer nada. No está mal querer salir con un chico y conocer nuevas personas. ¿Sabes que está mal? Idealizar a las personas y exigir que den lo que tu no puedes dar.
Tal vez todo lo que he dicho no habría pasado si aún me mantuviera viviendo en Venezuela, pero desde que salí de aquel país con doce años de edad todo se fue tornando de color blanco y negro; y aún no existe día en el que no añore estar en mi ciudad junto a mi familia y mi abuela.
Ya han pasado cinco años desde aquel entonces en el cual salí de allá, pero cada lágrima derramada vuelve a nacer en mis ojos al recordar mi vida en la tierra que más amo.
Por un lado he conocido gente maravillosa en el transcurso de los años, en especial a el... pero Edán no sabe lo importante que es para mí y como marcó mi vida.
No me arrepiento de nada, ni de nadie; pero si pudiera escribir mi historia nuevamente habría tenido un final feliz.
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