capitulo 01 (parte II)
Venezuela 13/03/19
Me desperté apróximadamen a las nueve de la mañana, sin ánimos, sin ganas de nada. Me comencé a preparar para irme a despedir de mis amigos. Mentalmente me repetí que tengo que ser fuerte, y ya mañana será la hora de partir, no hay vuelta atrás.
Cuando llegué al colegio eran las once, a las doce es la hora de salida. La profesora Mary Cruz, de Arte y Patrimonio, ya había comenzado la clase. Ella conmigo desde el inicio ha sido un poco... Amargada. Toqué la puerta y pedí permiso para entrar al salón, lo cual me dio el acceso. Todos me saludaron, lo común, y como quince minutos después la profe me llama sacándome del aula y empieza una conversación conmigo:
—Jones, me llegó la noticia de que se va mañana a Perú —notificó y yo asentí —. ¿Como te sientes al respecto?.
—Bueno profe, la verdad, no quiero irme, pero tampoco puedo hacer nada para impedirlo —respondí.
—Entiendo... —dijo y luego de un breve silencio me dijo: —Jones, no te rindas. Aprovecha esta oportunidad que te está dando la vida. Tienes talento, eres una adolescente con mucho potencial. Te deseo éxito —asentí nuevamente, no sabía que decir, pero recibí un cálido abrazo de su parte.
Volvimos al salón y quedé completamente asombrada al ver las secciones reunidas en el aula con pancartas, carteles, cartas y algunos bocadillos en una mesa con adornos. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi rostro empapados de ellas. Todos corrierieron a mí abrazándome uno por uno.
Después de un rato, todos se expandieron y me dejaron en el centro; el profesor Iverson de música entró la sala tocando con su guitarra la melodía de "Un año" de Reik y Sebastián Yatra. Las lágrimas salía descontroladamente al escuchar a todos entonar la misma canción a la vez, en efecto, mi corazón estaba quebrantado a más no poder. Todos los momentos vividos, las experiencias, los aprendizajes, todo llega a mi mente. Los fui abrazando a todos nuevamente en tanto me unía con ellos en el canto. Después de concluir la canción, empezaron a cantar la de "No hay nadie más" de Sebastián Yatra, y por último "La protagonista " de Carlos Guerrero.
Mi corazón abatido, no podía creerlo aún. ¿En serio me están obligando a dejar a estas personas? No voy a poder soportar vivir sin mis amigos, mi familia, mi gente, mi tierra; o por lo menos no me siento preparada para hacerlo. Sí, lo sé, soy muy chica aún. Pero siento, y me duele todo lo que esto, y también sé que esto me está marcando de por vida.
Entre sollozos abrazaba a mis amigos mientras ellos también me acompañaban en el dolor, todos estábamos llorando conmovidos, hasta los profesores.
—Te queremos mucho Gia y queremos que te vaya bien en donde sea que estés, sea en Perú, Japón, China; siempre vamos a apoyarte y te deseamos éxito en todo. Eres fuerte, valiente, tienes una chispa única que te hace destacar en donde estés. Brillas e iluminas con tu luz, no dejes que nadie la apague. Sigue creyendo en ti, en tu talento, la música, el baile... Que tu corazón no deje de latir por lo que te apasiona —las palabras del profesor Juan de inglés, quedaron plasmadas en mi corazón y las acompañó con un fuerte abrazo de despedida.
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Horas después tenía que encontrarme con mi hermana de otra sangre, Melanye. Tenemos una amistad desde que entré a la primaria, y siempre hemos sido: ella, mi mejor amiga y yo. Hasta ahora es así, solo que ahora estudiamos en diferentes colegios.
Le había pedido a mi madre de otra sangre unos días atrás que la quería ver antes de irme, porque siempre estábamos en contacto, pero no nos veíamos porque ella vivía del otro lado de la ciudad.
Nos reunimos en un centro comercial para despedirnos. Cuando la vi solo pude abrazarla, tenía muchas emociones a la vez.
—Te extrañé tanto... —me dijo.
—Yo también... ¿Como has estado?.
—Bien, gracias a Dios ¿Y tú? —respondió.
—Bien también... —que mentira.
Comenzamos ha platicar de nuestras vidas, de cómo la hemos estado llevando en nuestros colegios actuales y algunos breves chismes.
No quería estar triste con ella, solo quería disfrutar del tiempo que estábamos pasando juntas. Por un momento me olvidé que iba a irme, había olvidado todo aquello que me estaba consumiendo estos últimos días. Solo éramos nosotras riéndonos a carcajadas paseando por un piso de vidrio observando las personas que pasaban debajo de nosotras.
Hasta que terminaron las horas y cada una tenía que volver a casa, ahora si se sintió más fuerte ese último abrazo. Me regaló unos zarcillos con forma de estrella y una pancarta que hizo ella misma para mí que decía:
"Te voy a extrañar Gia".
Con algunos dibujos y la bandera de Venezuela y Perú, y a un costado un: "Att: tu hermana melao".
Mi corazón estaba arrugado como un papel, en eso mi madre de otra sangre me abraza también.
—Te amamos mucho hija, pronto vamos a volver a vernos —me dijo su madre que también la considero mía.
Contuve por mucho las ganas de llorar hasta que llegué a mi casa, me encerré en mi habitación y solté todo lo que estuve reteniendo.
Nunca había experimentado tanto dolor desde la muerte de mi abuela por parte de mi mamá, y para ese entonces tenía siete años.
Yo solo me estaba derrumbando, me estaba cayendo a pedazos y nadie podía reparar lo que estaba sintiendo, nadie.
Ese día pude saber que era la tristeza e su máximo nivel. Cuando llegaron mis primos y tíos a despedirnos. Solo habían lágrimas, silencio y palabras de aliento.
No tengo alguna duda de que los venezolanos que también sé fueron en medio de la crisis económica que afrontaba el país, también pasaron por el mismo dolor y hasta mayor.
Cuento desde mi experiencia como me afecta esto a mí, y cada quién reacciona a su modo, pero ¿Que pueden esperar de una niña que le arrebatan todo de la noche a la mañana?.
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Venezuela 14/03/19
Nos encontrábamos ya en el terminal esperando que salga nuestro bus a Caracas. Estábamos con mi abuela, mi madre y mi hermana.
Mi abuela es la persona más fuerte que conozco, nunca se deja mostrar sus sentimientos. Me crié toda mi vida con ella, y la amo con todo mi ser. Ahora me sentía destrozada al ver su semblante de tristeza, y el pensar que se iba a quedar sólita sólita casa me preocupaba.
Ya era hora de subirnos al bus y despedirnos de mi abuela, quien comenzó a llorar con quebranto mientras nos abrazaba. No quería verla así, y sé que ella luchó con si misma para no hacerlo, pero no pudo soportar.
Sentía que mi alma había quedado en ese día, en ese terminal, en las lágrimas de esa mujer que me vio crecer. La observaba desde el vidrio del asiento del bus. Yo podía sentir su dolor, su tristeza, su sufrimiento...
El saber que alguien se va de tu vida sin saber si volverá, es el peor sentimiento que se puede vivir.
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