16
Tom, Nick, Gatsby y yo nos encontramos observando la fiesta desde el punto más alto del jardín, justo delante de la enorme mansión. Mientras Gatsby y Tom caminan entre el gentío, encontrándose con viejos amigos y nuevos conocidos, Nick y yo les seguimos. Con fluidez, bajamos las enormes escaleras hasta llegar a una de las mesas frente a la orquesta. De una manera elegante e ingeniosa, Gatsby humilla poco a poco a Tom sin que el poco cerebro de este le permita siquiera enterarse de que se están riendo de él. En cierto modo, Tom me recuerda a Ryan, ya que ambos son dos hombres que se jactan de que su único valor resida en su dinero, poder y apariencia física. Mi futuro exnovio también está tan pagado de sí mismo que no es capaz de captar el sutil sarcasmo de alguien que se ríe de él en su propia cara. Ahora que he empezado a abrir los ojos soy capaz de darme cuenta de lo simple y bobo que es Ryan, y tener el ejemplo de Tom ante mí solo acentúa este sentimiento.
En un momento dado, un foxtrot romántico empieza a sonar y Gatsby se gira para mirar a Tom, haciendo un gesto hacia mí.
—Señor Buchanan, ¿le importaría?
Tom inmediatamente frunce el ceño ante tal petición, mostrando unos celos que solo contribuyen más a las similitudes que he establecido involuntariamente en mi cabeza entre Ryan y él. Esta expresión pronto se desvanece cuando un grupo de bailarinas pasa a su lado, robando su atención durante un momento.
—Por supuesto que no, estoy seguro de que podré mantenerme ocupado.
—Aquí tienes, en caso de que tengas que apuntarte alguna dirección... —digo con el sarcasmo impregnado en la mirada mientras meto un pequeño lápiz en el bolsillo de su americana y me marcho de la mano de Gatsby, dejando atrás a mi irritado marido.
Gatsby empieza a guiar nuestro baile sin dificultad, con la gracia y elegancia propias de un hombre distinguido. Una amplia sonrisa se abre paso en mi rostro mientras le sigo, como si nuestros cuerpos hubieran sido creados para moverse juntos. Bailando con una mezcla de delicadeza y ritmo propias de este estilo, me pierdo completamente en los ojos azules que se alzan ante mí y me devuelven la mirada con miles de promesas encerradas en ellos.
—¿De verdad ha sido todo esto fabricado enteramente por tu propia imaginación? —pregunto emocionada, refiriéndome a toda la algarabía que nos rodea pero incapaz de apartar mis ojos de los suyos.
—No... Verás, tú estabas presente en mi cabeza siempre, en cada idea, en cada decisión... Por supuesto, si hay algo que no es de tu agrado, siempre podemos cambiarlo...
—Todo es absolutamente perfecto. Salido de tu perfecta e irresistible imaginación...
Nuestros rostros se acercan poco a poco y a pesar de que sé que estamos actuando y no vamos a besarnos, la proximidad hace que mi corazón empiece a latir de forma completamente desbocada. Hacía mucho que no me sentía como una adolescente teniendo la edad que tengo, pero estos meses mi estómago ha continuado siendo asaltado por hordas de esas maripollisas típicas del tonto enamoramiento juvenil. Será por Gatsby y Daisy, por representar finalmente su primer beso, o será porque la persona que está a punto de besarme es Nate y...
—¡Corten! —El grito de James me saca de la burbuja en la que estaba y empleo todas las fuerzas de mi interior para recomponerme como si no hubiera pasado nada, tratando de ahogar las mariposas tragando saliva—. ¡Ha quedado perfecto, chicos! ¡Ha llegado el momento clave, así que vamos al árbol!
Al separarnos para seguir al equipo, Nate entrelaza su brazo con el mío de la forma más natural del mundo. Es entonces cuando distingo a Ryan entre la multitud de técnicos encargados de la película, destacando como un calcetín desparejado. A pesar de que es de noche, apostaría todo mi dinero a que tiene el rostro más rojo que un tomate, fruto de la creciente rabia y los celos. Apenas le miro un segundo, ya que no merece que le dedique más que eso, y veo en su rostro esa expresión de la que ya he sido testigo más de una vez cuando estoy a punto de recibir una bronca: ira, rabia y frustración formando un rictus absolutamente desagradable.
—Bien, Gatsby y Daisy, id bajo el árbol —dice James, gesticulando para que todo el mundo ocupe su posición. Nate y yo nos colocamos bajo el hermoso árbol, abrazándonos como dicta el guion—. Estáis solos, escondidos de toda la multitud para disfrutar de la magia de vuestra compañía y compartiendo un apasionado beso. El resto, ¡prevenidos...! ¡Acción!
Nate me mira con dulzura y veo en su gesto que no está actuando, que no es Gatsby el que me pide permiso silenciosamente para lo que está a punto de hacer. Los nervios hacen que empiece a sentir un hormigueo en la punta de mis dedos mientras asiento casi imperceptiblemente a su silenciosa pregunta. Ahora mismo, yo tampoco soy Daisy, sino la Esmeralda liberada y feliz que ha empezado a salir a la luz de nuevo gracias a Nate. Esa misma Esmeralda que, pese a tener más de treinta años, sigue sintiéndose como la joven de veintipocos que se refugiaba en estos mismos brazos y se perdía en los dos mismos pozos azules que me observan ahora.
Su rostro se inclina al aproximarse al mío y en un milisegundo, nuestros labios se juntan en un apasionado beso. Gatsby —¿o Nate...?— me estrecha entre sus brazos mientras yo coloco los míos alrededor de su cuello, apenas dejando espacio entre nuestros cuerpos. Las mariposas de mi estómago ahora vuelan desatadas por mi interior, provocando que sienta como si flotase en el despejado y hermoso cielo lleno de estrellas. Me cuesta hasta la última fibra de mi ser no dejarme llevar como Esme y volver a ser Daisy para seguir con el guion en lugar de besarle de nuevo con más pasión todavía.
—Desearía... Desearía que simplemente pudiéramos escaparnos... —murmuro tras separarnos, manteniendo nuestros rostros a apenas unos milímetros el uno del otro.
—¿Escaparnos? Cariño, no. Daisy, eso..., eso no sería... respetable. Viviremos aquí, en mi casa, juntos tú y yo —responde él con los ojos llenos de silenciosas promesas—. Daisy... Es el momento de que se lo digas a Tom.
Un suave ceño se instala en mi frente en cuanto habla y me acerco a él de nuevo para fundirnos en un abrazo que oculta la zozobra que refleja mi rostro. Gatsby me aprieta contra su pecho con la mano en mi cabeza, acariciando mi pelo suavemente. No respondo a sus palabras y la pausa se extiende durante unos segundos hasta que hablo de nuevo.
—¿Recuerdas lo bien que solíamos pasarlo juntos? ¿Por qué no podemos ser así de felices de nuevo?
Gatsby abre la boca para hablar, pero en ese momento aparece Nick desde las sombras, provocando que nos separemos de inmediato como si hubiésemos recibido un calambre. Los tres actuamos como si no pasara nada a pesar de que la tensión existente podría cortarse con un cuchillo. Al volver a la fiesta, mientras Nick comenta que Tom me echaba en falta, pienso de nuevo en el paralelismo entre esta situación y la mía propia. Yo también estoy entre un novio que me trata de forma inadecuada y un amor pasado por el que empiezo a sentir cosas de nuevo, aunque hay dos grandes diferencias: ni Nate siente lo mismo por mí, ni yo pienso ser igual de mala persona que Daisy. Si mis sentimientos por Ryan han desaparecido y no quiero continuar viviendo en esa farsa de relación, terminaré con él antes de perseguir los verdaderos deseos de mi corazón. No pienso dar falsas esperanzas a todo el mundo, yo incluída, como hace Daisy.
El resto del rodaje se me pasa volando al olvidar la presencia de Ryan y empaparme en el romance entre Gatsby y Daisy. Cuando James anuncia el fin de la jornada, mi pequeña burbuja se rompe y recuerdo que soy Esmeralda Knightley, una actriz atrapada en una pésima relación de la que, con suerte, estoy a punto de salir, aunque definitivamente no de forma agradable y sencilla. Ryan se acerca a nosotros en cuanto todo acaba y ahora que está frente a mí, puedo ver que está a punto de explotar por todos sus sentimientos negativos.
—Nos vemos en una hora en donde sea que pretendas alojarte —le digo antes de que pueda perder el tiempo empezando a soltar estupideces como antes—. Mándame la dirección por mensaje e iremos de incógnito para evitar que la prensa se entere. Allí hablamos de lo que quieras con calma y respeto.
—Pretendía quedarme en tu apartamento contigo, así que hablemos allí y así me instalo.
—No te vas a quedar en mi apartamento, Ryan. Sé que tienes tu propia casa en Nueva York, así que mi pregunta era más por cortesía que por otra cosa —respondo antes de empezar a caminar hacia vestuario con Nate—. En cuanto terminemos, nos vemos allí.
Una vez más, empezamos a alejarnos antes de que pueda decir nada. Nate camina con la seguridad y la clase que le caracterizan, pero yo solo puedo fingirlo mientras me agarro a su brazo como una débil ancianita. Por dentro estoy temblando como un flan, lo cual se empieza a notar más a medida que volvemos a cambiarnos. Solo de pensar en lo que me espera cuando me encuentre con Ryan deseo que se abra un agujero bajo mis pies y me trague para siempre.
—Esme —murmura Nate, mirándome con una sonrisa agradable curvando sus labios—. Tranquila. No estás sola. Ya no.
•
Cuando Nate y yo llamamos a la puerta del apartamento de Ryan, apenas quedan tres minutos para las nueve de la noche. Me ha costado mucho más de lo que pensaba llegar hasta aquí, e incluso ahora que he llegado, siento que me va a dar un ataque en cualquier momento, pero el apoyo de Nate me ha dado la valentía necesaria una vez más. A pesar de eso, no puedo evitar seguir temblando incluso sujeta por su brazo alrededor de mi cintura.
—Hola, nena —saluda Ryan, ignorando a Nate por completo antes de dejarnos pasar—. Adelante. ¿Quieres algo de beber o comer?
—No, gracias. Con suerte, va a ser una visita corta.
Ryan señala al sofá y se sienta junto a mí, dejando a Nate en el sillón de al lado a propósito. En su rostro no hay rastro de rabia o irritación, solo tristeza y calidez, como si fuera un cachorrito abandonado.
—Esme, ¿qué ocurre? La semana pasada cuando hablamos por teléfono estabas igual de feliz que siempre, pero llego aquí para darte una sorpresa y parece que no me quieres ni ver. ¿Qué es eso que requiere una conversación inmediata? Me has preocupado mucho y ya sabes que no me gusta cuando haces eso.
—Ryan, deja de tomarme de tonta porque después de años. Por fin me he quitado la venda y ya no pienso seguir aguantando tu actitud —aviso, sintiendo la tensión crecer en mi interior. Dirijo una breve mirada a Nate y este asiente ligeramente para darme fuerzas, así que decido quitar la tirita cuanto antes e ir al grano—. Mira, nuestra relación empezó genial y los primeros tres años fueron un verdadero cuento de hadas. Para entonces yo ya estaba enamorada de ti y creía que tú lo estabas de mí, pero ahora he visto lo equivocada que estaba. El amor no duele, ¿sabes? El amor no son insultos, celos, control, peleas, discusiones y dominación. Tú no estás enamorado de mí, estás enamorado del control que ejerces sobre mí. Lo único que deseas es que haga, sienta y piense lo que tú me dices, como una esclava, y eso no es el amor. Llevo dos años sintiéndome mal conmigo misma, llorando, notando cómo la ansiedad aprieta mi corazón cada vez que interactuaba contigo y desde hace unos meses, me he empezado a dar cuenta de que eso no es una relación sana. Me negaba a aceptarlo, me negaba incluso a prestarle atención a ese pensamiento, hasta que me prohibiste acercarme a nadie mientras estuviera en Nueva York. Ahí supe que tú no me quieres y que no tengo derecho a seguir sufriendo por tu culpa. No tengo por qué continuar agarrándome a una cuerda cuando ya tengo las manos completamente despellejadas.
—No entiendo qué estás intentando decirme, nena.
—No quiero seguir contigo, Ryan. Esta relación murió hace tiempo y no pienso seguir sufriendo por cargar con su cadáver.
La cara de mi ahora exnovio es un cuadro al escuchar la bomba que por fin he dejado caer. Mi corazón está a punto de salirse de mi pecho, latiendo cada vez más rápido, y sé que, si mi ansiedad sigue creciendo, voy a tener otro ataque de pánico. No sé cómo va a reaccionar Ryan y eso me aterroriza, ya que su temperamento le hace ser capaz de cualquier cosa. No quiero que me grite, que me insulte... o que me haga algo peor.
Pero ya basta, se acabó el miedo. Se acabó subyugarme a todo lo que él quiera por puro terror y se acabó seguir con esta farsa que no ha hecho más que costarme tiempo, energía y salud mental. Tengo que aguantar un poco más sin doblarme, solo hoy, y por fin seré libre.
—¿Cómo que no quieres seguir conmigo, Esmeralda? —pregunta Ryan con una sonrisa tan amplia que resulta maniaca en su rostro. Su pecho sube y baja cada vez más rápido, fruto de la ira, y le veo ponerse de pie frente a mí—. ¡¿Quién te crees que eres para romper conmigo con una excusa tan barata, como si yo fuese el malo?! ¡Di la verdad, di que te estás follando a este puto gilipollas y punto! ¡No intentes pintarme como el malo cuando eres tú la que hace las cosas mal!
—Ryan, por favor, cálmate y habla conmigo de forma respetuosa. No empieces a gritar y...
—¡Que te calles, puta zorra! —me interrumpe con un bramido, apuntándome con un dedo tembloroso por la ira—. ¡Cierra esa puta boca, que para lo único que sirve es para chupar pollas ajenas cada vez que trabajas fuera! ¡Tú no me dejas, ¿está claro?!
Ryan se inclina cada vez más sobre mí, intentando imponerse aprovechando la diferencia de altura, por lo que me pongo de pie a pesar de estar temblando como una hoja, intentando parecer más dura de lo que me siento. No quiero enfrentarme a él, sino tener la opción de alejarme de él si se da la necesidad en vista de la situación. Por el rabillo del ojo, veo a Nate poniéndose de pie también y tratando de aumentar el espacio entre Ryan y yo, aunque sin éxito.
—¡Deja de insultarme! ¡No he hecho más que tratarte con respeto durante años e incluso ahora después de todo lo que me has hecho, así que...!
Antes de que pueda darme cuenta, siento un impacto tan fuerte en mi mejilla que me vuelve a sentar sobre el sofá y me hace soltar un grito de puro dolor, totalmente desorientada. Tardo unos segundos en darme cuenta de que ha sido Ryan pegándome un puñetazo, pero apenas puedo pensar. Solo siento el dolor impidiéndome hacer nada más que mirar la escena ante mí y empiezo a escuchar un pitido cada vez más agudo, especialmente en el lado en el que he sido golpeada. Una parte de mi cerebro me grita que me mueva, que escape, que haga cualquier cosa menos quedarme aquí tirada, pero el shock me impide seguir cualquiera de esas órdenes. Veo a Ryan levantar el puño otra vez y solo cierro los ojos, esperando el inevitable puñetazo.
Un golpe que nunca llega.
De repente, escucho el sonido de un fuerte impacto y un cristal rompiéndose. Al volver a abrir los ojos, veo a Nate de pie dándome la espalda con las manos convertidas en puños a sus costados. Ryan, por su parte, se encuentra gritando en el suelo sobre la pila de cristales que antes era una mesita de café. Le sale sangre de la nariz, de la boca, de cortes en el cuerpo...
—Escucha lo que te voy a decir, escoria humana —gruñe Nate y siento un escalofrío, ya que su voz podría ser la del mismísimo demonio. Jamás le había visto ni escuchado tan enfadado y es verdaderamente temible—. Jamás vuelvas a ponerle las manos encima ni a esta ni a ninguna mujer o me encargaré de que no hagas más que cagar cristales durante el resto de tu puta vida, ¿está claro?
—Tú... Gilipollas, tú... —Los gañidos de dolor de Ryan se interrumpen violentamente cuando Nate le levanta de un tirón, sujetándole por el cuello de la camiseta para evitar que se caiga antes de soltarle otro puñetazo en la cara para hacerle responder—. S-sí..., está... está claro...
Nate le suelta como si fuera un muñeco roto antes de pegarle una patada en el costado por puro odio que le hace gritar de dolor.
—Así me gusta. Espero que no se te olvide porque no pienso dejar de proteger a Esme, ¿me oyes? Nunca jamás.
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