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Estoy agotado. Me duele la cabeza y el cuerpo. Necesito un respiro, pero no me lo doy hace días.
Tampoco puedo conciliar el sueño de manera correcta. Duermo poco, demasiado poco y la mayoría de las veces me despierto transpirado a causa de mis pesadillas.
Enfrente a mi padre y con eso se que pude sanar algunas cosas, mientras que otras se encuentran en proceso de sanación. Pero, volver a verlo, volver a enfrentarme a él, con la justicia de por medio, me llena de miedos e inseguridades.
Cuando detengo mi mente en aquello que voy a hacer, tal parece que no hubo sanación. Me siento como ese Conrad de siete años, rodeado de adultos borrachos que invitaban a que muchas manos tocaran mi cuerpo infantil.
Y cuando eso sucede, me aislo, me alejo de Alana, apago el móvil y me pierdo en la ciudad, con mis pensamientos de la mano, y con mis miedos hiriendo mi cuerpo.
Luego vuelvo, y ella me está esperando, entendiendo el porqué de mi cambio de ánimo, pero acompañando. Siempre acompañando.
Y cuando me abraza, cuando besa mi frente, mi boca y me dice lo mucho que me quiere, las piezas se vuelven a unir.
Y en ese preciso momento, en ese instante en que el amor de Alana toca mi cuerpo, los miedos desaparecen, pierden fuerza y le dan lugar a todo aquello que sane, a aquella parte de mi que me dice que vale la pena vivir.
Aprovecho todo lo que puedo de ese momento, porque luego vuelve el golpe. Y me duele cada puñetazo de realidad.
¿Y si todo lo que estoy haciendo es en vano? ¿Qué pasa si nadie me escucha? No podría lidiar con mi padre ganando, otra vez. ¿Podré acabar con el burdel? ¿Podré mandar a prisión a todos los culpables y a casa a todas las víctimas? ¿Alguien las espera? ¿Las seguirán buscando? ¿Y si nadie me ayuda?
Quiero llorar, y también quiero gritar. A veces quiero golpear cosas, y otras, las cosas me golpean a mi.
Alana llega de su clase de danza y me encuentra acostado en la cama. Sin decirme nada, se quita las zapatillas y se mete en la cama conmigo.
Su cuerpo está frío, pero no me quejo ni le digo nada. Dejo que tome temperatura cuando me rodea con sus brazos al abrazarme por detrás.
—Tengo miedo, Allie.
Le digo. Y es la primera confesión que le hago desde que me dispuse a buscar información y ayuda.
—Lo sé.
—¿Y si gana otra vez? No puedo lidiar con eso. Necesito que haya justicia.
—Y va a haber justicia, Conrad. Te prometo que lucharemos para que eso suceda. Pelearemos juntos, no estás solo. Nunca mas estarás solo.
Volteo con el fin de poner mis ojos sobre los de ella.
—Es normal que tengas miedo, yo también lo tendría en tu lugar. Pero estoy desde el mio, soy Allie, mucho gusto. —Sonríe—. Y puedo ir en contra de tus miedos, ¿sabes? Sigue adelante, haz lo tuyo, yo te acompaño, te ayudo y pelearé contra cualquier cosa negativa que se te presente.
—Eso no sería justo para ti, Allie. No puedes cargar con todos mis problemas.
—No lo veas así, porque yo no lo hago.
—¿Y cómo lo ves?
—Como alguien que te cuida, porque te quiere. —Acaricia mi mejilla. Su cuerpo ya se encuentra cálido, al igual que mi corazón ahora que ella está a mi lado—. Te quiero, Conrad. Y lo que siento por ti se que es más grande que cualquiera de tus miedos.
Su voz se escucha tan suave en medio de una tarde fría, pero en mi corazón, su voz es fuerte, segura y batalla contra una oscuridad que quiere acaparar cada espacio de mi ser.
Como respuesta, me sale besarla. Y entre cada besos y caricias, logramos que nuestros cuerpos exploten de amor y deseo.
Intimar con Alana se ha vuelto algo sencillo con el correr del tiempo. Ya no me siento un inutil, y me he permitido explorar mis deseos y descubrir los suyos.
Con Charly hable mucho de sexo, o mejor dicho, el hablaba, yo solo escuchaba. Una vez me dijo que es muy sencillo tener algo casual, sin importancia, quitarse la ropa, llegar al clímax y adiós, que pase la siguiente persona. Decía que era sencillo y aburrido.
Recuerdo que me encontré curioso ante lo que me decía, por lo tanto, le pregunté por qué era aburrido. Fue cuando Charly me hablo de tener sexo con alguien a quien amas.
«—Hacer el amor, lo llaman algunos. Eso es muy poético, pero tiene sentido. He tenido mucho sexo casual, pero solo con una persona hice el amor. Es fácil desnudarse ante alguien que no te importa, pero vaya que es una revolución desnudarse frente a quien te ama y amas tú también. Y hablo de un desnudo total, no solo de la ropa. Cuando hay emociones de por medio, hasta el orgasmo se intensifica, ¿sabes? Tener sexo con alguien a quien amas, es lo mejor que te pueda llegar a pasar. Espero que algún día me hables de eso.»
No le puedo hablar del tema, pero si puedo darle la razón en todo lo que me dijo. Y me considero un privilegiado. Es decir, mi primer consentimiento sexual, lo tuve con la persona que amo y me ama.
Alana se queda dormida, luego de haberme contado cómo fue su día. Saber que ya no vuelve tensa de las clases de danza, me tranquiliza muchísimo.
Sin hacer algún movimiento brusco que la despierte, salgo de la cama, me preparo una taza de café y continuo con mi investigación y recolección de información.
Día tras día se suma más gente a la causa, y me hace sentir confiado. Y a la vez, pese a saber que tengo mucho de mi lado, quiero continuar sumando todo lo necesario para enfrentar a mi padre. No quiero que ningún detalle se me pase por alto.
Ya es de madrugada y me duelen los ojos de tanto usar la pantalla de la notebook y el móvil, por lo tanto, creo que merezco un descanso por hoy.
Me recuesto al lado de Alana, la abrazo, cierro los ojos y le hablo al universo. Linda una vez me dijo que él siempre escucha nuestros deseos, y que por eso debemos tener mucho cuidado con lo que decimos.
Le pido ganarle a mi padre, le pido que todo salga bien para acabar con su sucio negocio y así salvar la vida de las chicas que están bajo su mandato.
Lo deseo con todo mi corazón, ese que ya no está roto ni oscuro. Sino que se encuentra lleno de amor, valentía y esperanza esparciéndose por cada rincón.
Toda esta lucha se la debo a mi madre, por haberme cuidado tanto de la monstruosidad de mi padre, hasta donde pudo. También se lo debo a Rebeca, por ayudarme a conservar mi inocencia en un mundo que me la arrebataba constantemente. Se lo debo a la chica que se me abalanzó desnuda e indefensa el día en que fui a enfrentarlo por primera vez.
Y me lo debo a mi, a ese Conrad de siete años que soportó demasiado hasta los dieciocho. A ese Conrad que cargó con más de una herida que hoy planea sanar con todo el amor que recibió en pocas oportunidades.
El destino fue muy hijo de puta muchas veces en mi vida, espero que esta vez se ponga de mi lado.
De la misma manera en que se puso cuando una chica de ojos negros y sonrisa achinada se cruzo en mi camino.
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