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61 (PARTE DOS)

Alana no se da cuenta de todo lo que me está pasando. Aunque tampoco sé si estoy siendo notorio.

Pero creo que no, porque me mira, sonríe y continúa cantando la canción de un comercial.

Sigue envuelta en la toalla rosa, caminando de un lado al otro mientras separa la ropa que debe lavar.

Luego se detiene, busca una camiseta, voltea y me mira. No sabe si vestirse frente a mí, o si debe volver al baño.

¿Cómo le digo que no quiero que se vista?

Me sonríe de manera amorosa, con tranquilidad, y apunta hacia el baño.

—Allie...

—No me tardo, lo prometo. No perderemos la reserva del restaurante.

—Allie.

Mi voz suena más firme, por lo tanto, suelta el pomo de la puerta del baño y clava sus ojos en mí.

—¿Qué sucede?

Sucede que quiero tocar tu cuerpo. Sucede que quiero acariciarte, besarte y repartir mis besos por cada centímetro de tu piel.

Sucede que quiero llevarte a la cama para que me ayudes a experimentar el consentimiento, de la mano del amor y del deseo.

Me pongo de pie, a pocos pasos de dónde ella está y no puedo dejar de mirarla.

—¿Conrad?

Dios. No puedo ser tan estúpido. Lo único que necesito es decirle todo lo que estoy pensando.

—No sé cómo decirlo. —Frunce el ceño —. No es nada malo.

Su semblante se relaja y también lo hace su postura.

No me presiona para que hable de inmediato, sino que espera a que me sienta más tranquilo y seguro.

Respiro profundo, más de una vez. Intento que los latidos de mi corazón vayan a un ritmo mucho más tranquilo.

Estoy sudando, me duele el estómago y tengo miedo de arruinarlo todo. No solo con el uso de mis palabras, sino también con mi experiencia si es que avanzamos.

Trago saliva, reúno todo el valor necesario y la miro a la cara.

—Alana, te deseo. No puedo verte un segundo más envuelta en esa toalla. Deseo tocarte y besarte. Quiero todo de ti. Todo. —Sus ojos se abren por la sorpresa de mis palabras. Avanzo un paso hacia ella, sin dejar de mirarla —. Es la primera vez que me sucede esto —doy otro paso—. Es la primera vez que deseo llevar una mujer a la cama.

Continúo avanzando hacia ella, hasta que nos separan pocos centímetros.

Alana tiene la respiración acelerada, al igual que la mía.

—¿Puedes ayudarme a experimentar esto que estoy sintiendo?

Necesito sellar esta distancia con un beso cargado de pasión. Pero a la vez, necesito escucharla decir que desea lo mismo que yo.

—El deseo es mutuo. —Cierro los ojos, y asiento. —. Quiero que me mires.

Cuando lo hago, Alana se quita la toalla, la deja caer al suelo y puedo ver así su cuerpo desnudo.

Coge mis manos, las lleva hacia sus senos y me ayuda a acariciarlos como a ella le gusta que lo hagan.

Acerca su cuerpo al mío y me besa. Es un beso nuevo, con sabor a deseo, pasión y ganas de  mí.

Mis manos bajan hasta su cintura y entierro mis dedos en su piel.

Y así, entre besos, nos vamos acercando a la cama.

Alana me sienta sobre el colchón, y luego de mirarme con lujuria, se aleja un paso.

—¿Apago la luz? —. Pregunta.

—No. No quiero perderme de nada.

Sonríe, se sienta sobre mi regazo y vuelve a besarme. Esta vez de una manera más tranquila.

Quiere sacarme la camiseta, pero detengo sus movimientos.

—¿Quieres parar?

Sacudo con la cabeza.

—No. Pero no quiero que te asustes.

Alana no entiende de lo qué hablo, y eso me llena de nervios. Así que ahora, mi respiración acelerada, se debe a eso. A mis nervios.

Me pongo de pie, me paro frente a ella, tomo valor, y me quito la camiseta.

Me da miedo ver su reacción, pero de todas maneras le pongo atención.

Sus ojos se deslizan por todas las marcas que llevo en mi piel.
Está descubriendo que no solo están en mis muñecas, sino que también hay en mi abdomen y en mi pecho.

Son muchas. Me las provocaba cada vez que intimaba con una mujer.

Por eso no me gusta verme al espejo cuando llevo el torso desnudo, hay tantas heridas que me provoco miedo.

Parezco un monstruo y espero que Alana no me vea como tal.

De pronto quiero llorar al verme tan expuesto, pero me trago todas mis lágrimas. Solo que no sé cuánto tiempo voy a aguantar.

Alana eleva sus manos y las lleva hacia mis heridas. Cuando sus dedos rozan las marcas, mi piel se eriza y ya me es imposible aguantar las lágrimas.

Alana deja de tocarme, y en su lugar, empieza a dejar besos por todo mi cuerpo.

—Eres hermoso.

Dice cuando llega casi a la altura de mis ojos. Seca mis lágrimas y me repite lo mismo, me dice que soy hermoso.

No sé si lo sea, pero ante su mirada así me siento.

Me invita a ir con ella a la cama, y yo la sigo.

Y con sus ojos puestos sobre los míos, me quita el pantalón y lo arroja a un lado.

Mi cuerpo lastimado está a la vista, pero ella mantiene su mirada en mi rostro.

Mis heridas son expuestas, pero estan listas para cobrar otro sentido.

Alana se sube sobre mí, y que su intimidad choque contra la tela de mi boxer me está torturando.

Mis manos van hasta su espalda, y de esa manera consigo acercarla a mí.

La beso con intensidad, y cuando se mueve encima mío, la intensidad de multiplica.

Ahora la recuesto en la cama, quiero verla desnuda, quiero ver su cara mientras beso su cuerpo y acaricio su zona íntima.

Se muerde el labio inferior y aún no he hecho nada, pero esa simple acción me enloquece.

—Allie, necesito que me enseñes lo que te gusta.

Asiente y guía una de mis manos hasta su sexo. Ubica mis dedos en la zona donde siente más placer y me enseña a tocarla.

Cuando ya entendí cómo hacerlo, quito su mano y lo hago por cuenta propia.

Sus ojos se cierran, su espalda se arquea y empieza a gemir.

Pienso en aumentar un poco mi ritmo, y al hacerlo, noto que Alana lo disfruta más. Así que no paro, continúo haciéndolo, hasta que me menciona de una manera excitante.

Y lo único que quiero, es volver a escuchar mi nombre dicho de esa manera.

Alana se relaja, recobra aire y ahora es ella la que me recuesta en la cama.

—Ahora descubramos lo que a ti te gusta.

Me dice y poco a poco va quitándome el bóxer.

Ahora sí estoy totalmente expuesto y ya no siento ni nervios ni tampoco miedo. Solo deseo.

Alana toca mi miembro y lo acaricia con una de sus manos. Hace un movimiento que ya me han hecho antes, pero que jamás disfruté... Hasta ahora.

Se tranquiliza cuando nota que estoy disfrutando, y para mí sorpresa, deja de acariciarme con su mano.

Ahora lo hace con su boca.

Mierda. Eso no lo esperaba.

—Alana... —digo, como puedo. Y ella sigue usando su lengua—. Allie...

Hundo mis dedos sobre el colchón y cojo las sábanas con fuerza.

Alana detiene su acción y me mira a los ojos.

—Lo mejor para el final.

Dice y se pone de pie. Busca algo entre sus cosas, hasta que da con un envoltorio plateado.

—No me juzgues. Prefiero estar siempre lista, por si acaso.

—No te juzgo.

Me siento en la cama, le pido que me entregue el condón, abro la envoltura y me coloco la protección con debido cuidado.

Nos miramos a los ojos, y hay tanto fuego en nuestra mirada, que solo me hace sentir más y más deseo.

Alana se ubica encima mío y empieza a moverse de manera lenta...

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