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58

Abro los ojos cuando los rayos del sol se cuelan por la ventana. Me estiro un poco, sintiendo la relajación de mis músculos. Pero, cuando caigo en la cuenta de todo lo que pasó ayer, volteo con mucha rapidez, y temo no encontrarlo, temo darme cuenta de que todo fue un sueño hermoso.

Pero no, él en verdad está a mi lado. Durmiendo de forma profunda, totalmente sumido en sus sueños.

Observo cada uno, y todos los detalles de su rostro. Los guardo en mi corazón, en ese que aún se encuentra sanando.

Llevo una de mis manos hacia su rostro y lo acaricio. No se inmuta por mi contacto, sino que continúa durmiendo. Luego llevo mis caricias hacia su cabello, y por último, dejo mi mano sobre su pecho, a la altura de su corazón.

Al ver que sigue metido en el mundo de los sueños, me acerco a él, lo abrazo, respiro su aroma y me vuelvo a dormir cuando siento que uno de sus brazos rodea mi cuerpo.

Esta vez, lo que me despierta no es el sol, sino un par de besos que van desde mi frente, hasta mis mejillas.
Al abrir mis ojos, lo primero que veo, es su sonrisa encantadora, hermosa y brillante. Luego, viajo hasta su mirada, al chocolate, a la dulzura que hay cuando me mira.

—Buenos días, Allie.

—No he soñado, estás aquí.

Sonríe y abre sus brazos para envolverme una vez más en ellos.
Y lo hago, me acerco a su cuerpo y me dejo abrazar.

Nos quedamos en silencio, en uno que es tranquilo, lleno de paz y amor. Solo hay caos en la calle, debido al sonido de los transeúntes. Pero aquí, en estas cuatro paredes, hay calma.

—¿Quieres hacer algo? —. Me pregunta.

—Sí. Quedarme así todo el día.

Se ríe.

—Pero parece que afuera hay un lindo día.

—No importa, ningún sol radiante puede superar este momento.

Me abraza aún más fuerte.

—De acuerdo. Pero... Sigo vestido como anoche.

Y es verdad, lleva puesta la camisa y el pantalón. No es para nada extraño que no se haya quitado la ropa.

—Aun así, hueles de maravilla.

El sonido de su risa inunda la habitación. Y mi corazón.

—Debo darme un baño, Allie.

—Te ayudo.

Y otra vez, el sonido de ese perfecto carcajeo, me hace sentir en las nubes.

—¿Me dejas ir a buscar mi equipaje? Lo dejé en el hotel.

Apoyo mis codos sobre el colchón y lo miro a la cara.

—¿Hace cuánto estás aquí?

Piensa.

—Dos días. —Sonríe—. No me mires de esa manera. Es que quería darte la sorpresa el día de tu cumpleaños.

—¡Dios mío, Conrad! ¿Dos días? —. Asiente—. Y yo que pensaba que te habías olvidado de mi cumpleaños.

—No, claramente. Por suerte, las cosas se dieron bien para poder estar contigo en esa fecha.

Frunzo el ceño.

—¿Qué cosas?

Suspira y acaricia mi mejilla.

—Hay mucho que debo contarte, Allie. Pero antes, necesito darme un baño y ponerme ropa limpia.

Deja un beso sobre mi frente, se sienta en la cama, se coloca los zapatos y se pone de pie.

—Prometo no tardar demasiado. El hotel no queda muy lejos de aquí. —No sé que es lo que ve en mi rostro, pero suspira y se sienta una vez más en la cama. Hace que lo mire a los ojos—. Voy a volver, Allie. Voy a volver.

Asiento, sonríe y me da un beso corto.
Sale de la habitación y, pase a saber que va a volver, mi corazón siente su ausencia.

Pero, siguiendo su promesa, Conrad vuelve vistiendo una camiseta sin mangas de color gris, y jean azul. Trae consigo su maleta, y me pregunta si puede quedarse conmigo. La respuesta es más que obvia.

También trajo el desayuno, así que disfrutamos de los croissant con café mientras escuchamos música. Oasis siempre termina siendo nuestra compañía.

—¿Hoy tienes clases? —. Interroga y niego con la cabeza. —¿El lunes?

Me encojo de hombros.

—Se supone que sí.

—¿Se supone? ¿No has estado yendo?

—No.

—Allie...

Suspiro y dejo a un lado el café.

—No hablemos de eso ahora.

—De acuerdo. Lo hablaremos cuando lo creas necesario.

Subo mis rodillas a la silla, y apoyo mi cabeza sobre ella. Mis ojos están puestos en él.

—¿Y vamos a hablar de ti?

—Sí. Necesitas respuestas, saber por qué volví a buscarte. Más allá de lo que siento por ti, creo que necesitas entender.

—Sí. Es que te vi tan seguro en tu decisión cuando rompiste con nosotros, que aún me cuesta creer que estás aquí.

—Y es entendible, Allie.

—¿Qué fue lo que pasó?

Suspira, se acomoda en su lugar y yo también lo hago. Bajo mis piernas al suelo y espero su respuesta.
Conrad respira de forma agitada, luego se calma, me mira a los ojos y veo como los suyos se llenan de lágrimas, de unas que no salen porque se las guarda.

—Fui a ver a mi padre.

Dice y mis músculos se ponen tensos. 
Lo primero que me sale, es coger fuerte sus manos con las mías.

—Sigue vivo, Allie. —Se ríe — ¿Y puedes creer que sigue llevando adelante su... Sucio negocio?

Hay indignación en sus facciones, enojo y muestras de asco.

—Solo que él lo maneja todo desde afuera. Está enfermo, no puede mantenerse en pie, pero sigue dando órdenes.

—¿Cómo puede ser que no haya caído su negocio? ¿Y la policía?

Se ríe.

—Bien. Visita los burdeles y todo.

Me enojo por eso, y me siento triste por las chicas que están allí, en manos de hombres que las usan para el dinero. Me siento mal por ellas y por su familia que aún deben buscarlas.

¿Cómo es posible que, quienes deben llevarlas a sus casas, pagan por ellas?

¿Cómo es posible que saben dónde están y fingen buscarlas para que la familia solo vea que se está haciendo algo?

Quiero llorar y vomitar a la vez.

—Eso es horrible. Hay que hacer algo.

—Lo sé, Allie. Sé que hay que hacer algo.

—Busquemos ayuda. Saquemos a las chicas de ahí, Conrad. Y que vayan todos a prisión.

—Es lo que quiero hacer. No puedo seguir adelante con mi vida al saber que todo sigue igual. Y vamos a hacer algo, Allie. Te lo prometo. Vamos a ayudar a esas chicas, a esas familias que las buscan. Vamos a buscar justicia.

Conrad se quiebra, llora frente a mí cuando dice sus palabras.
Me pongo de pie, me siento sobre su regazo y lo abrazo fuerte.
Dice una y otra vez que va a buscar justicia, cueste lo que cueste. Y le creo. Le creo y voy a luchar con él.

Seco sus lágrimas, hasta que estas dejan de salir.

—Vamos a hacer algo. Lucharé contigo. —Le digo y asiente. Luego me mira a los ojos.

—Vi a mí padre, Allie. —Me recuerda—. Vi a mi padre. Vi al hombre que me arruinó por completo.

Vuelve a llorar, solo que esta vez tiembla y se angustia aún más.

Mis brazos lo rodean con fuerza y me quedo así hasta que su llanto cesa.

—Le exigí respuestas. Y me las dió todas. Pero, me enferma saber que sigue ganando dinero a costa del sufrimiento. Me enferma saber que me miró a los ojos de la misma manera que lo hacía cuando era un niño. No encontré arrepentimiento, ni hubo un perdón. Pero me dió respuesta.

Sé que lo próximo que voy a escuchar me va a doler, va a quebrarme por completo.

Pero también se que debo permanecer entera, para sostenerlo con fuerza cuando se desmorone.

Tuvo la valentía de buscar a su padre, y lo hizo solo.

Pero ahora no lo está. Estoy a su lado para escuchar lo que tiene para contarme. Estoy lista para recibir a sus emociones, cuidarlas y transformarlas en algo bonito.

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