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Desde mi último altercado con mis compañeras, no he vuelto a las clases de danza. Me llamó Benedict, le dije que me encontraba muy enferma. Supo entenderme, al menos las primeras veces. Luego, insistió en el interrogante sobre si todo marchaba bien. Le dije que sí, pero sospecho que no me creyó.

Incluso, me dijo que las puertas de su oficina, y hasta de su casa, se encuentran abiertas por si llego a necesitar hablar con él, de lo que sea.

Le pregunté si peligraba mi beca, me dijo que no. Pero que espera que vuelva pronto. Yo también espero volver pronto, pero la verdad, no me vengo sintiendo muy bien.

Tantas mentiras hacia mi familia me agota, estar lejos de ellos me hace muy mal. El silencio de mi voz me hace daño, y el detenimiento de mi cuerpo golpea a mis sueños hasta noquearlos.
Tengo mucho cansancio y no es para nada normal sentirme así.

Y, como si no fuera poco, hoy es mi cumpleaños.

Ya recibí muchos llamados. Cuando se hicieron las 00:00 hs, con mis amigos hicimos una pequeña fiesta virtual. Me hizo demasiado bien reírme un buen rato con ellos, me ayudó a olvidarme de los problemas y cobre más vida. Luego, durante el día, recibí los constantes llamados de mi familia y muchos mensajes cargados de amor.

Durante todo el tiempo en que recibí el amor de quienes me aman, logré sentirme bien. Incluso, hasta me sentí más cerca de la Allie que vino de Boreal, llena de metas y sueños por cumplir.

Ahora, ya de noche, todo de ha vuelto silencioso. Mi familia y amigos, creen que me encuentro de fiesta, pero, en realidad, estoy en pijama, en la habitación del hotel, a punto de salir hacia la pastelería más cercana. Es mi cumpleaños, y por más que me encuentre sola, quiero mi pastel, de chocolate, como todos los años.

Ya tengo mi pequeño pastel, y también, cuento con globos de colores que logré conseguir en la tienda de disfraces.

Llego al hotel, pongo un poco de música, inflo los globos, los cuelgo en la habitación, y luego me dispongo a cocinar mi comida favorita.

Tal vez no sea el mejor cumpleaños en la historia de mis cumpleaños, pero aun así, planeo disfrutarlo como si fuera el mejor de todos.

Una vez que los espaguetis a la carbonera se encuentran listos, me siento en la mesa, me sirvo una copa de vino y brindo por mi, por mi triste cumpleaños y por la derrota de Nueva York. Logro reírme de mis desgracias, pese a que no me cause nada divertido.

Cuando termino de comer, me pongo de pie y me acerco hasta la ventana. Y, con Harry Styles de fondo, veo el movimiento que hay afuera.

Todo parece tan lejano a como me encuentro. Afuera, la gente respira el aire de viernes a la noche y disfruta de todo lo que eso regala; risas, diversión, baile y más risas. Mañana, para muchos, no es un día laboral, por lo tanto, el alcohol se ve presente en sus cuerpos, y esperan a tener una buena noche para luego dormir sin despertador.

Cojo mi móvil y, como lo hice hace un rato, vuelvo a entrar al chat de Conrad. No sé si se olvidó de mi cumpleaños, o si simplemente prefirió no saludarme. Pero, de todas maneras, sigo a la espera de su mensaje.

Salgo de su chat, me dijo a YouTube y cambio la música. Pongo Oasis, hace poco me animé volver a escucharlos, y obviamente, los recuerdos con Conrad se hacen presentes, marcan si presencia con euforia e intensidad. Algunos de ellos me entristecen, otros me alegran y me hacen reír. Pero, cada uno de ellos, me instala en la emoción de la nostalgia.

Suspiro profundo, y dejo que la música invada mi memoria y haga de mi lo que le plazca.

Paso por todas las emociones habidas y por haber, y las vivo con todo lo que se necesita, y más. Mucho más.

Seco mis lágrimas, me pongo de pie y voy hasta la nevera. Cojo la vela lila, la hundo en el pastel y me siento frente al chocolate que voy a devorar como si no hubiera un mañana, o hasta que el estómago me lo permita.

Observo el pastel y también observo la vela. Pienso que va a ser muy triste cantarme el cumpleaños, triste y patético. Pero bueno, nadie me va a ver. Por lo tanto, me da igual. Como todo últimamente.

Antes de que pudiera encender la vela, alguien llama a la puerta.

Que extraño... No recuerdo haber pedido servicio a la habitación.

Tal vez, vieron en mi registro que hoy es mi cumpleaños, y me enviaron algo especial. O, tal vez, llegó otro regalo de mi familia.

Abro la puerta sin pensar, y cuando lo veo parado, oliendo a crema de afeitar, bien peinado, vistiendo una camisa blanca, pantalones negros, y llevando una rosa roja en una de sus manos, el mundo entero se paraliza.

-Feliz cumpleaños, Allie. -Dice, sonriendo y el corazón se me acelera.

Las lágrimas llegan a mis ojos, su sonrisa se apaga y antes de que diga algo, antes de que vuelva a desaparecer de mi vida, o antes de pensar que estoy soñando, lo rodeo fuerte con mis brazos.

Conrad hace lo mismo, me abraza y lloro más ante su contacto y al escuchar los latidos de su corazón.

Es real, en verdad está aquí, no estoy soñando, ha vuelto, ha cruzado el mundo para estar conmigo en mi cumpleaños.

-En verdad estás aquí. -Susurro, pero él logra escucharme.

Rompe con la unión de nuestro abrazo, seca mis lágrimas con su mano libre y me mira a los ojos.

-Estoy aquí. Siempre estaré aquí.

-¿Siempre?

Suspira, se aleja y me entrega la rosa roja. Observa como la tomo entre mis manos, y sonríe.

Luego acaricia mi rostro, besa mi frente y apoya la suya sobre el rastro de su beso. Sus manos caen en mi cintura, nuestras respiraciones chocan entre si y danzan a la par.

-Sé que costará que me creas, que me llevará tiempo ganarme tu confianza. Pero, si me lo permites, si me permites volver, te prometo compensar todo el daño que te hice.

Volvemos a mirarnos a los ojos, veo la verdad de sus palabras, y el profundo amor que me tiene. Ese que aún conserva luego de dos meses separados, el mismo que todavía guardo en mi corazón.

Y, a la vez, en sus ojos encuentro algo más, pero no puedo descifrar bien qué es. Siento que me perdí algo importante de él, pero a la vez, llego a comprender que voy a averiguarlo pronto.

-¿Cómo me encontraste? -. Le pregunto.

-Mary.

Asiento y miro hacia el pasillo.

-¿Has venido solo?

-Sí. Linda quedó con tus tíos.

-Oh...

Conrad observa detrás mío.

-Veo que estabas por cortar el pastel. ¿Deseas compartirlo?

Suspiro, asiento y vuelvo a abrazarlo.

-Entrar a la habitación significa que vuelves a mi vida.

-Lo supe desde el instante en que subí al avión.

Y así, abrazados, entramos a la habitación. Conrad cierra la puerta detrás de nosotros y luego de unos minutos se ríe.

Tal vez lo hace porque aún no lo suelto, y es que no planeo hacerlo.

-Allie, me encantan tus abrazos, pero tenemos una vida entera para ellos.

Me guardo sus palabras en mi corazón, en aquel que se hizo daño tras su despedida. Pero, con lo que acaba de decirme, percibo como las piezas vuelven a unirse.

Lo miro a la cara, en especial a sus ojos, y una vez más, encuentro en ellos la verdad de lo que me dijo.

Encuentro la promesa de una vida entera y abrazo esa posibilidad.

-No puedo creer que estés aquí.

-Yo tampoco puedo creer que me hayas dejado entrar.

-¿Y por qué no lo haría?

-Te hice daño, Allie. Nos hice mal.

-Pero has vuelto. ¿Por qué?

Suspira y coloca un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

-Prometo darte todas las respuestas necesarias. Pero antes, quiero que cortemos el pastel.

Asiento, me separo de él y con un movimiento tan simple, aún sabiendo que lo tengo aquí, siento que vuelvo a echarlo de menos.

O tal vez lo sigo haciendo, ya que todavía me cuesta asimilar que está a mi lado.

Se sienta frente a mi, me sonríe, contagia esa mueca en mi rostro y enciendo la vela.

-Que los cumplas feliz...

Conrad aplaude al compás de la canción, sin dejar de mirarme y de regalarme la sonrisa más hermosa del mundo, con sus ojos brillantes de amor y esperanza.

-Pide los deseos, Allie.

Que no te vayas nunca más.
Que no te vayas nunca más.
Que no te vayas nunca más.

Soplo, aplaude y corto una rebanada de pastel para cada uno.

Le propongo acercamos a la ventana, para enseñarle la increíble vista que tengo desde la habitación, y accede. Pero antes, pone a la rosa roja en un florero con agua.

Nos ubicamos en la ventana, observamos juntos la ciudad y casi a la misma vez, comemos el primer bocado de pastel. Esta delicioso, creo que mi rostro lo demuestra, porque Conrad se ríe y dice:

-Sí, está delicioso.

Hay musica de fondo, pero ya ni sé que está sonando. Estoy demasiado perdida en la presencia que tengo frente a mi. Me encuentro sumergida en el chocolate de sus ojos, y danzando en la curva de su sonrisa.

-Dios mío... Cuánto te eché de menos -dice-. No creo tener el tiempo suficiente para asimilar que estoy aquí contigo, en tu cumpleaños, en esta gran ciudad.

-Bueno... En eso somos dos.

Nos reímos.

-Nueva York nos encontró. -Confieso.

Ladea con la cabeza.

-Pienso que no fue Nueva York, sino la unión de nuestro amor.

Respiro profundo, respiro sus palabras, su aroma y su presencia. Si es eso posible.

Conrad deja su plato a un lado y yo coloco el mío encima del suyo. Me acerco a él, ubico mi oído en su pecho, más específicamente en su corazón, y escucho sus latidos tranquilos.

Cierro los ojos y me dejo consumir por la perfecta y tranquila melodia del pum, pum, pum.

Estamos juntos, unidos, siendo uno. Estamos abrazados, en silencio, piel con piel. Estamos respirando el mismo aire, y ya no nos ahogamos, sino que nos salvamos.

En verdad está aquí, y me siento demasiado feliz. Su aroma me transporta a Boreal, de pronto me parece que estoy rodeada de mi familia y de mis amigos. Aquí, entre sus brazos, me siento en mi hogar.

-¿Allie? ¿Te has dormido?

-No, pero podría hacerlo tranquilamente.

Se ríe.

-Es que quiero darte tu regalo.

Me separo de él y lo miro a la cara.

-¿Cómo? ¿No has sido tú el regalo?

Vuelve a reírse, niega con la cabeza y se pone de pie.

-Por favor, no te burles de mí. Llevo tiempo practicando.

Frunzo el ceño.

-¿Qué?

Sonríe nervioso, coge su móvil de su bolsillo y escucho el sonido de lo que sea que se encuentre tecleando.

Una melodía bastante conocida empieza a sonar, y mi corazón galopa con fuerza.

Conrad, con muchos nervios aún, avanza la canción y la deja minutos antes de que Zac Efron empiece a entonar su parte en la canción de Can i have this dance.

Justo esa parte es la que más me emociona por lo que él dice.

Escucho el "take my hand" y Conrad extiende su mano, me invita a bailar la canción que siempre estuvo presente en mis deseos, desde la primera vez que vi la película.

Hay lágrimas en mis ojos cuando me acerca a él y me guía al ritmo de la música, la letra y también al ritmo del amor que me regala con sus ojos.

Bailamos por toda la habitación, imitando los pasos de Troy y Gabriella.

Me los he aprendido desde hace años, y para mí sorpresa, Conrad sabe que hacer. Se sabe cada paso de la canción a la perfección.

Solo nos faltaría la lluvia, pero acabamos de tener el momento que tanto deseé por años.

La canción termina y nos quedamos unidos, abrazados, con la respiración acelerada pero sonriendo.

-Linda me ayudó a practicar. Espero que haya sido como lo esperabas.

-Ha sido mucho mejor -lo miro a los ojos -. Te amo, Conrad. Te amo mucho.

Sonríe.

-Y yo a ti, Allie. Más que mucho, más que todo lo que puedas imaginar. Y te lo voy a demostrar. Pero ahora, ¿puedo besarte?

Suspiro, asiento y espero el contacto de sus labios.

Cuando su boca toca la mía, mi cuerpo reacciona y estalla de felicidad.

Estoy quieta, pero mentalmente, estoy dando saltos de alegría.

Conrad abre su boca y yo hago lo mismo. Nuestras lenguas de encuentran, y pese a que ya no hay musica, ellas también bailan al ritmo de Can i have this dance.

El beso soñado, el beso perfecto, con el hombre que amo, luego de haber cumplido mi sueño de adolescente.

Por favor, que no suene el despertador.

Que todo esto haya sido real...


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