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Nueva York ya me tiene pisando sus calles. Y, Benedict Lemar, ya me tiene como una más de sus alumnos.
Mi tiempo junto a él, escuchando sus consejos, aprendiendo de sus conocimientos y de su experiencia en el mundo de la danza, está resultando ser increíble.
Cada vez que lo escucho hablar, entro en un trance en el cual me siento maravillada, afortunada y feliz. Muy feliz.
Pero, cuando la clase termina, cuando Benedict abandona el lugar, todo se vuelve oscuro. Y ya no me siento tan feliz.
Llevo dos semanas en Nueva York, y todavía no me hice amigos. Y dudo de que eso suceda en alguna oportunidad.
Hay demasiada competencia a mi alrededor, y, si bien sé que eso es algo normal en el mundo de la danza, debo decir que no estoy acostumbrada a experimentarlo.
Pero claro, no tuve en cuenta de que iba a tomar clases con el mayor referente de todos, y eso significa que, a mi alrededor, todos quieren llamar su atención. Y me gustaría decir que es debido a que quieren que lo noten, pero no, solo buscan encabezar la lista cuando Benedict decida hacer un recital.
En una clase, Benedict me halagó frente a todos, y desde entonces, me he ganado muchas miradas malas. Incluso hasta de mis compañeros de Boreal, quienes han viajado junto a mi.
No solo me miran feo, sino que también emiten comentarios en mi presencia, fingiendo que se encuentran hablando de cualquier otra cosa, cuando en realidad solo desean atacarme indirectamente.
Hago oídos sordos a lo que ahora están diciendo, y salgo de la sala con mis ojos colmados de lágrimas. Y, mientras camino hacia el hotel en donde me estoy hospedando, lloro con mucha fuerza.
Me siento mal, y eso no estaba en mis planes al venir aquí. En mi mente estaba aprender con alegría, para luego salir con mis compañeros a disfrutar de esta loca ciudad que cobija nuestros sueños y esperanzas.
Pero nada de eso está sucediendo. Aprendo de Benedict, me alimento de su talento, pero luego estoy sola en esta inmensidad.
Llego a mi habitación, me encierro en el baño y lavo mi rostro todas las veces necesarias. Hasta que dejo de llorar.
Luego me echo una mirada en el espejo, apruebo que me encuentro bien y sonrío. Me creo esa sonrisa y me siento en la cama a esperar el llamado de mis padres.
Todos los días se reúnen a la misma hora para hacer una videollamada conmigo, y no quiero que me vean triste, no quiero preocuparlos. Por lo tanto, les miento, les digo que todo está marchando bien, de maravilla y luego culmino la llamada diciendo que estoy cansada o que algún amigo está a punto de pasarme a buscar para pasear.
Suena mi móvil, me acomodo y atiendo la llamada con una enorme sonrisa.
—¡Hola, cariño! —. Dicen ambos a la vez y oculto mis ganas de llorar.
Dios mio. Los echo de menos. Mas ahora que necesito un fuerte y gran abrazo de alguien que me ame.
Activo mi botón de actuación, y hago lo mismo de todos los días: hacerles creer que me encuentro bien.
Y, cuando termino de hablar con ellos, me recuesto en la cama, cierro los ojos y mentalizo el motivo por el cual me encuentro en esta enorme ciudad. Me digo a mi misma que no importa la toxicidad que hay a mi alrededor, y me convenzo de que debo cuidar mi sueño, pase lo que pase, pese lo que pese.
Vuelve a sonar el móvil, pero esta vez, es gracias a la llegada de un mensaje. Desbloqueo la pantalla y veo que se trata de Linda. Venimos hablando muy seguido.
Linda:
Ya ha terminado tu clase de hoy?
Hola, lo siento. Ja ja
Yo:
Hola Lin. Si, ya me encuentro en el hotel. Como estás?
Linda:
Bien. O lo que sea que eso signifique cuando intentas resolver un ejercicio matemático para la escuela. Y tu?
Yo:
Ja ja ja. Me temo que no puedo ayudarte con eso. Los números no eran mi fuerte en la escuela
Yo... bien, cansada
Linda:
Odio la matemática. Solo le puede gustar a Conrad, pero no está en casa para ayudarme
De tan solo leer su nombre, mi corazón siente el golpe. Y, de pronto, como cada vez que Linda lo menciona, mi mente me regala una serie de recuerdos felices junto a él. En esos pensamientos, no hay espacio para el día donde decidió terminar con nosotros.
Yo:
Cómo está?
Linda:
Como siempre...
Eso significa que Conrad sigue aislándose, y que solo habla cuando cree que es necesario hacerlo. Sino se mantiene en silencio.
También significa que, si puede meter más horas en la fábrica, para así estar ocupado, lo hace. Luego duerme mucho, come poco o mal y si puede, pasa la mayor parte de su tiempo libre junto a la rosa roja.
Linda:
Pero no te preocupes, Allie. Te prometo que lo estoy cuidando. Como puedo, y hasta donde me permite
Yo:
Lo sé, Lin. Lo echo muchísimo de menos
Linda:
Y yo creo que él también te extraña. Sabe que hablamos, y a diario me pregunta si te encuentras bien
No puedo seguir leyendo su respuesta, y no lo hago debido a las lágrimas. Dejo el móvil a un lado y vuelvo a llorar. Y, esta vez, lo hago por muchas cosas a la vez.
Lloro porque me siento sola en esta enorme ciudad. Lloro porque extraño a mis padres, amigos, a mi familia entera. Lloro porque necesito un abrazo, algo que me haga sentir que todo va a estar bien. Y lloro porque necesito hablar con Conrad, a él no le mentiría, le diría cómo me encuentro y todo lo que me está pasando. Pero no puedo hacerlo, y lloro por eso.
Que triste saber que dos personas se aman, y se echan mucho de menos, pero no pueden estar juntas. Lloro también por ese pensamiento que me atormenta desde el día en que me dejo.
Me angustia lo que está pasando, y también me angustia lo que no. Porque si Conrad supiera como me estoy sintiendo, estoy segura de que vendría a mi lado, y Linda llegaría detrás suyo. Pero la realidad es otra, y la misma me golpea una y otra vez, hasta dejarme en el suelo, rendida ante la crueldad de lo que me está pasando.
Y, lo peor de todo, es que se acerca mi cumpleaños. Siempre me gusto festejarlo, desde niña. Pero este año va a ser diferente, y no tengo ganas de que llegue el día. Antes hacía el conteo un mes antes, y a todos les preguntaba si sabían que hermosura iba a cumplir el 10 de octubre, para luego posar como una super estrella.
Y, cuando llegaba el día, todo era fiesta, risas y diversión. No se que me espera este año, pero claramente nada que se le parezca a lo anterior.
Me siento en la cama, seco mis lágrimas y cojo mi notebook. Hace dos días volví a ver High School Musical, mi película favorita de cuando era adolescente. Y hoy es el turno de ver la tercera. Pienso que es la mejor manera de distraerme, y cuando la historia empieza a contarse, lo compruebo. Me olvido de todo y disfruto.
Hasta que llega mi escena favorita, y es cuando Troy y Gabriella tienen su momento con Can i have this dance. Recuerdo que la Allie de hace algunos años atrás, deseaba bailar esa canción algún día con su novio de alguna vez, y hoy, años después, sigo teniendo el mismo deseo. Aun cuando tengo el corazón roto por amor.
De todas maneras, consigo reírme de mi deseo, y filmo la parte donde Troy y Gabriella bailan para colgarlo en las historias de Instagram.
Han pasado los años desde mi yo adolescente, pero todavía deseo bailar esta canción con el novio que no tengo
Estoy recibiendo respuestas a mis historias, pero no las respondo de inmediato. Me encuentro demasiado ocupada bailando sola en mi habitación.
Estoy loca. Hace una hora estaba llorando, y ahora me encuentro riendo por mi estupidez. Pero es que así me quiero siempre, riendo de mis propias pavadas. Por lo tanto, dure lo que dure este estado de felicidad, entre tanta amargura, decido disfrutarlo, vivirlo y sentirlo.
Mañana será otro maldito día.
Hola... supongo que no soy la unica que quiere viajar hasta Nueva York, golpear a todos los que son malos con Allie y ser su amiga, acompañarla y cuidarla.
Tambien extraño a Conrad. A el tambien lo quiero cuidar de sus pensamientos. Encima, al no saber nada de el, porque hasta a mi me abandono, me pone mal no saber que le esta pasando.
Quiero que esta tortura se termine...
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