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No estoy cerca de Conrad, pero, aun así, parece que lo tengo a mi lado, con sus manos sobre mi cuerpo y su respiración acelerada chocando en mi rostro.

Si bien me han tocado otras manos, ninguna de ellas pudo generarme tanta pasión. Y, mucho menos, han conseguido que siga pensando en el suceso luego de días.

Fueron segundos, un breve instante, una simpleza cargada de fuego. Aunque, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado Conrad, lo que hizo, no tuvo nada de simpleza.

Me vio mientras me desnudaba, no apartó sus ojos en ningún momento, y luego me tocó. Después de haber sido obligado a tantas cosas, por primera vez, pudo hacerlo por deseo propio. Y, si tengo en cuenta eso, transforma lo que pasó en algo de mayor índole.

Creí que todo se iba a poner difícil luego de eso. Creí que me iba a encontrar con un Conrad de buen humor, pero confundido. No pasó nada de eso.

A la mañana siguiente desayunamos en su cama y reímos hasta sentir dolor en el estómago. Luego dimos un paseo donde hubo lugar a la charla profunda sobre temas ajenos a nosotros. Y, con el correr de los días, las cosas siguieron marchando bien.

Nada cambió, nada se apagó, nada nos incomodó. Sino que, todo lo contrario; todo se transformó, encendió y nos hizo sentir más cómodos que nunca, como si realmente nos perteneciéramos el uno al otro.

Ahora me estoy alistando para salir con él. Es domingo, el día está bellísimo y tuvo la idea de ir a la playa. Me sorprendió que haya tenido ganas de hacer algo con mucha gente alrededor, aunque bueno, últimamente me viene sorprendiendo muy seguido a causa de su crecimiento.

Ya estoy lista, así que lo espero afuera. Dijo que no tardaría en llegar.

Miro para todos lados, buscando alguna señal de su auto. Ya conozco el ruido de su motor, pero no lo estoy escuchando. Entonces, me resulta rarísimo que me esté diciendo que está a menos de una manzana.

Hasta que veo que se acerca caminando, con una bicicleta roja a su lado y la mochila negra colgando sobre uno de sus hombros. Está vistiendo short y una camiseta de mangas cortas, la cual luce sin problemas, sin ocultar las heridas causadas por objetos punzantes.

Sonríe cuando está a pocos pasos de donde estoy.

—Un amigo de Lin me prestó su bicicleta. A cambio les tuve que prestar a Rocket —Dice, sin dejar de sonreír—. ¿Puedes enseñarme a andar? ¿O nos veremos muy ridículos?

Sonrío.

—Puedo enseñarte, y nos reiremos de la ridiculez.

—Mentira, te vas a reír de mí —lo hago, me río, pero no de él sino de lo que dijo—. ¿Ves? Ya lo estás haciendo.

Elevo ambas manos solo con el fin de que vea que no estoy cruzando los dedos.

—Prometo no reírme.

Suspira.

—Bien, te creo.

Nos dirigimos en dirección a la playa, y mientras él camina, yo me monto a la bicicleta.

—No será nada complicado, ¿sabes?

—Contigo siento que nada lo es.

Su respuesta acaricia a mi corazón y me hace sentir por encima de las nubes.

Pensar que no me decía nada, o que respondía con monosílabos, y ahora dice cosas que me dejan sin palabras. Sí, a mí que tanto me gusta hablar.

Conrad nota el impacto de sus palabras en mí, y me regala una sonrisa cargada de paz. Y no puedo pasar por alto el brillo de sus ojos chocolate. Ahora ya no están amargados, sino que cargan con mucha dulzura.

Habla, sonríe, siente paz y tiene la mirada más bonita que he visto en mi vida. Y solo puedo sentirme agradecida por estos pequeños momentos donde todo vale la pena.

Llegamos a la playa, y tal como lo esperaba, gran parte de la ciudad decidió venir. Mientras buscamos un lugar para ubicarnos, observo a Conrad a cada minuto. Estoy buscando alguna señal de alerta, pero no hay nada. Solo tranquilidad.

Cuando damos con un espacio, junto a un grupo de amigos que juegan a las cartas y ríen a carcajadas, saco la manta verde manzana de mi mochila, la ubicamos sobre la arena y nos sentamos.

Decido quitarme las zapatillas, Conrad me imita. Y luego, de su mochila, saca el protector solar.

Clava sus ojos en mí, y no los aparta mientras me quito la camiseta para dejar al descubierto que llevo puesta un bikini azul. Me quito también el short de jean, aun teniéndolo como espectador. Pero, al instante en que comienzo a ponerme el protector solar, deja de mirarme y pone toda su atención en el mar.

Sea lo que sea que esté pensando, hace que se pierda por completo de la realidad. Es decir, parece que solo está él y sus pensamientos. Su rostro no cambia, por lo tanto, entiendo que no está pensando nada malo o nada triste, pero su silencio me llena de incertidumbre.

—¿Todo está bien? —. Le pregunto, parpadea un par de veces y vuelve a estar presente.

—Sí —sonríe, mirándome—. Todo está bien.

Libera un suspiro pesado y ahora es él quien se coloca el protector solar, todo sin quitarse la camiseta. Aunque tampoco esperaba que lo hiciera delante de tanta gente.

—Por cierto, ya que estás con eso en la mano, necesito tu ayuda. O más bien, mi espalda te necesita. —Le digo y me acomodo para que pueda esparcir el producto sobre mi piel.

Escucho su risa breve para luego sentir sus manos. Una electricidad chispeante lo acompaña en cada paso y hace que mi corazón galope con fuerza. Y, cuando recuerdo lo que vivimos en su habitación, debo confesar que me siento un tanto excitada.

No solo está dejando el rastro de la crema, sino que también deja su propio rastro, su huella sobre mi piel. Me aterra la fuerza que tiene sobre mí con tan solo hacer algo tan simple. Nunca nadie pudo hacerme sentir así.

Me aterra, pero me gusta. Sé que probablemente suene absurdo, pero creo que lo desconocido no asusta cuando vas de la mano de alguien que te hace sentir segura de tus pasos.

—Listo —me informa, volteo, me sonríe y me derrito.

Literal. Me desplomo sobre su regazo, provocando una risa divertida y así nos quedamos, mirándonos el uno al otro, olvidándonos de que a nuestro alrededor hay gente. Ni siquiera el ruido ajeno nos distrae de la mirada del otro.

—¿Quieres meterte al mar? —. Me pregunta y niego con la cabeza.

—¿Tú?

—Tampoco. ¿Te cuento un secreto?

—Dime.

—Me aterra el mar —se encoge de hombros—. Su inmensidad, la cantidad de cosas que debe esconder... no sé, me aterra. Pero me gusta verlo. ¿Eso es raro?

—No. Solo te gusta desde lejos, pero ni por un segundo se te cruza la idea de meterte.

Suspira.

—A mi madre le encantaba el mar. —La menciona y su rostro se entristece con mucha rapidez—. Por mucho tiempo no pude sentarme a verlo, me aterraba incluso su recuerdo sobre el mar. Pero aquí estoy... disfrutando de su inmensidad justo como cuando era niño y estaba a su lado —sonríe, sin embargo, la tristeza sigue presente en su rostro.

Se pierde en sus pensamientos y decido darle el respeto de ese momento al no acotar nada.

No usa palabras, sin embargo, su mirada me hace sentir triste. Ahora siento ganas de llorar y abrazarlo, como si supiera o entendiera lo que está pasando por su mente.

—Allie... —dice al fin—. ¿Mañana haces algo?

—No, no tengo planes —me mira y percibo el impacto de su dolor—. ¿Me necesitas? —asiente—. Cuentas conmigo para lo que sea. ¿Qué quieres hacer?

—Solo estar contigo, pero sin nadie alrededor.

—¿El lago del parque?

Sonríe con sus ojos llenos de lágrimas y asiente.

—Pero tienes que saber algo.

—Te escucho.

—No voy a tener un buen día mañana, y no sé cómo eso pueda llegar a afectar mi estado de ánimo. Los últimos años estuve solo, por lo tanto, si por un breve instante no soy bueno contigo... no sigas a mi lado, no tienes por qué soportar algo así.

—De acuerdo. Te acompaño, y si veo que necesitas estar solo, te daré tu espacio. Pero tienes que saber que seguiré ahí cuando todo pase.

Lleva una de sus manos hacia mi rostro y lo acaricia.

—Tengo miedo de lastimarte, Allie.

—No lo harás.

—No lo sabemos.

Suspiro y me siento de golpe, me ubico frente a él y entrelazo nuestras manos.

—No hablemos de lo que no sabemos entonces. Disfrutemos de hoy, de este día, de este momento. Mañana veremos qué sucede y con qué nos encontramos, ¿vale? —le doy un apretón de manos—. Te quiero, Conrad. Y todo va a estar bien. Sea lo que sea que pase mañana, haremos que todo vaya bien.

Una lágrima se desliza sobre su rostro mientras tiene sus ojos puestos en mí.

—Pienso que, si quiero que estés a mi lado, cuando todos los años, en esta fecha, quiero estar solo... es un paso enorme. ¿No lo crees?

Sonríe y otra lágrima desciende hasta su mueca.

—Claro que lo es. Todo lo que haces es enorme porque es a tu manera, tiempo y forma —seco sus lágrimas—. Tú sigue adelante que yo te sigo hasta donde me lo permitas —dejo un beso corto sobre su boca, y otro sobre su frente—. Ahora bien, señor de pasos enormes, es hora de dar otro. Tienes que aprender a andar en bicicleta.

Se ríe, y ese sonido cambia el aspecto de su rostro. Ahora volvió a estar lleno de vida y esperanza.

—¿Con eso si me vas a presionar?

—Sí, a veces puedo ser muy mala —vuelve a reírse—. Anda, levanta tu trasero. Hoy vuelves a casa montado en una bicicleta.

—Y lleno de moretones.

—La vida misma, cariño.

Me visto, juntamos nuestras pertenencias, con la idea de volver a la playa para ver el atardecer, y nos dirigimos hacia la zona dedicada especialmente para bicicletas.

Busco un sitio que se encuentre un tanto alejado del gentío, todo para la suma comodidad de Conrad. Aunque, la realidad, es que lo noto demasiado bien; con el ruido, la gente y la exposición de sus emociones.

—Bueno, aquí todo depende de una sola cosa —le digo, sosteniendo la bicicleta.

—¿De qué?

—De que confíes en mí.

Sonríe.

—¿Realmente es necesario responder?

Ahora sonrío yo, e incluso le lanzo un beso que finge coger entre sus manos.

—Bien, súbete.

—¿Ya?

—Sí.

—Pero...

—Ahora, Conrad.

—Bueno, Alana.

Me río, le entrego la bicicleta y se sube dejando solo uno de sus pies sobre el suelo, mientras que el otro descansa en el pedal.

—¿Y si me caigo? —. Pregunta.

—Te vuelves a levantar. Andar en bicicleta es como la vida.

—Pero se van a reír de mí, Lin.

Por primera vez le pone atención a su alrededor.

—Si quieres, podemos dejar esto para más tarde, cuando ya no haya nadie.

Dice que no con un movimiento de cabeza.

—No. Hagámoslo ahora.

Sonrío y festejo su valentía. Le festejaría todos y cada uno de sus pasos.

Le pido que ponga sus manos sobre el manubrio, y cuando lo hace, me acerco a él y coloco una de mis manos sobre el caño del manubrio, mientras que la otra coge con fuerza el asiento trasero.

—Ahora es el momento de confiar en mí —me observa por el rabillo de su ojo izquierdo—. Ambos pies deben estar sobre el pedal —me mira fijo a la cara—. No voy a dejarte caer. Confía en mí.

Respira profundo, asiente, se toma unos segundos y hace lo que le pido. Mantengo su peso y coloco la fuerza necesaria para sostenerlo.

—Muy bien, ahora avanza de a poco.

—Allie...

—Estoy bien, no te preocupes. Puedo sostenerte.

—¿Segura?

—Segura. Avanza.

Lo hace, pero con miedo. Algo muy normal en todas las primeras veces. Está asustado, tal vez porque nos miran o tal vez porque me encuentro sosteniendo su peso y teme lastimarme.

—Detente. —Baja ambos pies al suelo y me pongo frente a él—. ¿En qué estás pensando?

—Nos están mirando. —Dice, observando a las personas que nos rodean—. Y, además, no quiero que sostengas mi peso.

Dicho y hecho, está pasando lo que pensé.

—Las personas siembre observan todo, nos guste o no. Así que te pido que los ignores, pero, si no puedes, dejamos esto para más tarde. Y, en cuanto a mí, te prometo que estoy bien. Ya te lo dije una vez, ¿recuerdas?

Frunce el ceño.

—¿Qué me has dicho?

—Que me llaman Hulk.

Se ríe.

—Cierto, ahora lo recuerdo. También recuerdo que perdí puntos por mi elección de la pizza.

—Es verdad, pero me has besado y olvidé el pésimo paladar que tienes.

Vuelve a reírse, pero con una fuerte carcajada.

—Aunque, te he saboreado con ese beso. Creo que tengo el mejor paladar de todos. —Sus palabras llegan como fuego a mi rostro. Siento calor, creo que estoy sonrojada. Y, para colmo, sonríe confiado de sí mismo.

—Cállate y aprende a andar en bicicleta.

Volvemos a como estábamos antes; él con sus pies sobre los pedales, mientras que yo sostengo su peso. Avanzamos, nos detenemos y volvemos a avanzar. Hasta que le pregunto si se siente confiado para depender de su equilibrio.

—Sí, creo que puedo hacerlo solo.

Responde, asiento y me alejo un poco. Solo un poco con el fin de estar cerca suyo en el caso de tener que sostenerlo. Aunque eso signifique que ambos terminemos en el suelo.

Conrad cierra los ojos, respira profundo y pone su atención a lo que tiene en frente suyo.

Y se anima, lo hace, empieza a pedalear por cuenta propia, sin nadie que lo sostenga. Avanza de manera torpe, tambaleándose, pero avanza, continúa, no se rinde y sigue.

Sigue y sigue.

Sigue hasta que su equilibrio mejora y ya deja de avanzar de manera torpe. No me está viendo, pero estoy brincando de alegría y festejando su nuevo aprendizaje.

Hasta que se detiene de golpe, casi se cae al suelo por eso, pero logra evitar el impacto.

Se baja de la bicicleta, la gira hacia mi dirección, y vuelve a montarse.

—¡Ahora enséñame a girar! —. Comenta, a los gritos, ignorando que lo están mirando.

Lo hizo, lo logró. Pudo andar en bicicleta, pudo ignorar a la gente y pudo confiar en mi fuerza.

Y me siento orgullosa y hasta feliz. Tengo muchas ganas de besarlo, abrazarlo y llenarlo de amor. Así que eso hago cuando lo tengo cerca; lo beso, lo abrazo y lleno de amor su rostro dejando besos.

Se ríe y pide que me detenga. Cuando lo hago, me observa con ese brillo en sus ojos que me hace sentir en paz porque sé que él así se siente y es eso lo que planeo darle siempre.

Más lo miro y más afortunado se siente mi corazón, mi cuerpo, mi mente, mi absoluta totalidad como persona.

Este impacto que Conrad está teniendo sobre mi vida, no lo pudo generar nadie. Está generando lo mismo que me regaló la danza cuando la conocí.

Y así como me enamoré de la danza al primer instante en que aprendí a hacer un simple paso, debo confesar que con Conrad me está pasando lo mismo. Me estoy enamorando con todo lo que me está obsequiando últimamente.

Me enamora su sonrisa, su risa, su voz, sus ojos, su silencio tranquilo, sus besos, sus abrazos, sus caricias, su respiración profunda cuando duerme, su canto cuando cocina, su diversión cuando baña perritos... en fin, él, completa y absolutamente es él lo que me enamora y hace que sienta que no estoy tocando el suelo.

Y, si él está a mi lado, no le temo a la altura.

Holissss

Lo sé, me demoré bastante y me disculpo por mi ausencia. Tengo horarios un tanto complicados y solo tengo libre los domingos, aunque a veces, los domingos, quiera descansar.

Pero en fin... aquí estoy. Volví. Volvieron estos dos locos enamorados...

(Si hay errores u horrores, serán corregidos. Promesa)

Ahora bien: CONRAD APRENDIÓ A ANDAR EN BICICLETA GRACIAS AL APOYO DE ALLIE AAAAAAHHHH!

No son las cositas más hermosas del mundo?

Chicas. Conrad mostró sus brazos sin problema, estuvo alrededor de gente, gritó llamando la atención Y ESTUVO BIEN TODO EL TIEMPOOOO.

Pero bueno, cambiemos de tema: a que creen que se refiera eso de lo que "va a suceder mañana?" Se dan una idea?

Tengo miedo...



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