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—Ahora entiendo el porqué de tu silencio, y de tu negativa para verme a los ojos. —Mary acaba de escuchar todo acerca de mis días en el burdel. Sabe incluso de Rebeca.

Pienso en ese hombre al que le costaba tratar con las personas, más aún con las mujeres.

Pienso en lo complicado que era para él mirar a los ojos o emitir alguna palabra. Recuerdo que respondía con monosílabos, o con un leve movimiento de cabeza. Siempre mirando al suelo.

Y ahora, desde donde estoy, percibo muy lejos a aquel hombre roto y oscuro. Lo observo desde la distancia y siento que no lo conozco, y a la vez, reconozco que no quiero retroceder hacia su negrura.

—Mary... Alana ha sido mi primera vez en todo. —Mary se acomoda en su lugar y sonríe—. Mi primer abrazo, mi primer beso y mi primer te quiero. Bueno, sé que antes de ella estaba Linda, pero... no es lo mismo, ¿sabes?

—Por supuesto que no es lo mismo. Linda es tu amiga, tu hermana, pero Alana es... —me observa detenidamente—. Quiero que tú finalices eso.

Suspiro.

—Alana es la mujer que ha tocado mi corazón.

Mary vuelve a sonreír.

—¿En qué piensas tanto?

Me encojo de hombros.

—¿Y si lo arruino? ¿Y si no soy capaz de devolver todo lo que ella brinda? ¿Y si Alana está en otra sintonía? ¿Y si no soy suficiente? ¿Qué pasa si la lastimo? Yo no quiero eso, Mary. Quiero verla feliz.

—Sucede que es tu primera vez en muchas cosas, dentro de este aspecto. Y vas a tener mucho miedo, es totalmente normal y entendible. Pero, Conrad, ya has hablado, ya te has quitado ese nudo de la garganta. Ante cualquier inquietud, habla, libera tus emociones. El miedo se silencia cuando las palabras crecen. Habla con Allie, conmigo, con Linda, con quien desees. Pero habla. No vuelvas a silenciarte, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. ¿Ya terminamos?

—Sí, por hoy hemos terminado. Pero, para la próxima, ¿jugarás una partida de ajedrez conmigo?

Me río.

—Charly fue un buen maestro, debes saberlo.

—Y no tengo dudas, pero puedo derrotarte de todas maneras.





Alana vendrá a cenar a casa, y tanto Linda como Rocket esperan por su llegada.

Rocket está sentado a pocos pasos de la puerta. Le dije que tendríamos visitas, que Alana vendrá a verlo, y no se ha movido de ese lugar. Luego dice que ellos no nos entienden.

Y en cuando a Linda, lleva limpiando sobre lo limpio, preguntándome una y otra vez qué cosas le gustan a Allie y qué cosas no.

Hasta que ella llega y es todo un descontrol. Rocket salta, ladra, la besa, y ella lo abraza, y le dice que es el perro más lindo del mundo mundial. Mientras que Linda la recibe con una enorme sonrisa.

—Hola, tú. —Dice Alana cuando se acerca a donde estoy.

Luce tan hermosa esta noche, más de lo normal. Tal vez se deba a que está usando la camiseta de Tasmania que le regalé, o a su cabello desordenado a causa de la humedad. Algo que odia mucho, y no es capaz de notar que ni el clima puede ir en contra de su notoria belleza.

Rodeo su cuerpo con mis brazos, como si no la hubiese visto en días. Luego beso su frente y sus mejillas, provoco una risa, la cual borro de un beso fugaz.

Desde atrás, Linda me hace burla besando a un cojín de la misma manera en que besé a Alana.

Y como la cena ya está lista, nos ubicamos en la mesa y degustamos de la lasaña inspirada en una receta que Linda vio en YouTube. Que, por cierto, le ha salido tan deliciosa que todos hemos repetido el plato.

Estoy repleto, pero como dice Linda: siempre hay lugar para el postre. Así que nos sentamos en el sofá, cada uno con su helado, y enciendo la televisión. Localizo un programa donde dos hermanos arquitectos construyen casas, y como ambas insistieron en que lo deje, les hago caso.

Alana está a mi lado, comiendo su helado de chocolate, y cuando lo termina, deja caer su cabeza sobre mi hombro izquierdo. Coge mi mano y dibuja garabatos sobre ella. Los dibujos se extienden hasta mi brazo, provocando cosquillas por todo mi cuerpo.

Mi corazón se siente más despierto que nunca, y mi mente, la cual siempre ha estado despierta con pensamientos torturadores, ahora está en silencio, en paz. Sonrío por eso.

Por eso y porque Linda no deja de reír por los comentarios que hace Alana. Nunca la he escuchado reír con tanta fuerza. Incluso hasta llora por la risa y yo solo puedo estar feliz por eso.

Mi amiga, mi hermana, está bien, riendo y viviendo la vida con tranquilidad. Y a mi lado, tengo a una mujer maravillosa que no deja de regalar luz con su presencia.

Cuando el programa termina, Linda se encierra en su habitación con Rocket, mientras que Alana y yo nos dirigimos a la mía.

Nos recostamos en la cama y vemos vídeos de TikTok desde su móvil. Pasamos de reírnos, a la ternura, de la ternura a la tristeza, y de la tristeza a las risas otra vez. Allie me dice que eso es normal, que no debo preocuparme. Y le hago caso.

—Bueno... creo que ya debería pedir un Uber. —Comenta y se sienta en la cama.

No quiero que se vaya. Pronto lo hará y quiero pasar todo el tiempo necesario con ella.

—Allie.

—¿Qué? —responde sin dejar de mirar la pantalla de su móvil—. La aplicación está buscando a un conductor.

Respiro profundo.

—Cancela el viaje.

Me mira fijo al rostro.

—No es necesario que me lleves, tranquilo.

Sonrío.

—No, lo que no es necesario es que te vayas —no aparta sus ojos de los míos—. ¿Puedes quedarte? —no me responde de inmediato—. ¿Quieres?

—¿Estás seguro? No quiero incomodarte.

—Allie, creo que es evidente que ya estás lejos de incomodarme.

—¿Cancelo?

—Cancela.

—¿De verdad?

Me siento en la cama, le pido permiso y le quito el móvil de las manos. Cancelo el viaje, dejo el aparato a un lado y acaricio su rostro. Sonríe y me roba un beso corto.

—Deja que le aviso a mis tíos, ¿vale? —. Les textea dándole aviso de que hoy no dormirá en casa, y luego se queda pensativa—. ¿Tienes un pantalón para prestarme? —asiento, me acerco a la encimera, encuentro un pantalón de jogging gris y se lo paso—. ¿Y una camiseta? —vuelvo a asentir, busco y le paso una de color negro.

Alana se pone de pie, está a punto de quitarse la camiseta de Tasmania, hasta que nota que estoy frente a ella.

—Esto... yo no tengo problema de desnudarme frente a ti, pero... —trago saliva ante sus palabras—. ¿Quieres salir de la habitación un momento?

Pienso en la respuesta, aunque tampoco sé si es necesario pensar dos veces. Lo cierto es que no quiero salir, y tampoco quiero darme la vuelta. Quiero verla, y eso me hace sentir un tanto extraño. Sería mi primera vez viendo el cuerpo de una mujer por deseo propio.

—Quiero quedarme.

Mi respiración se acelera junto a mi confesión. El pecho de Alana sube y baja al mismo ritmo que el mío.

Clava sus ojos en los míos justo cuando empieza a desabotonar su jean azul, y no deja de mirarme mientras lo desliza por sus piernas.

La camiseta de Tasmania es larga, por lo tanto, alcanza para cubrir parte de sus muslos. Pero, cuando se la quita, y la tengo en ropa interior frente a mí, comienzo a sentirme nervioso y lleno de deseo.

Alana se queda quieta, deja que la observe, y eso hago, deslizo mis ojos por su cuerpo y lo hago de una manera lenta, como si estuviera guardando en mi memoria cada centímetro de su piel.

Tengo muchas ganas de besarla, de tocarla, de dejar que ella me toque a mí. Deseo que crucemos la única línea que nos separa para darle paso a la unión de nuestros cuerpos. Pero solo la observo, ardiendo por el fuego de este deseo.

Alana lleva sus manos hacia su espalda y desabrocha su brasier blanco, y cuando se lo quita, cuando deja sus pechos al descubierto, mi respiración se torna más acelerada que antes y mis ganas sobre ella me impulsan a caminar lentamente hacia su encuentro.

Me espera, no se mueve de su lugar, pero lo que sí hace es mirarme con ganas, con las mismas que tengo sobre ella.

Ahora, en estos momentos, su respiración choca contra la mía, su deseo abraza al mío, y el fuego de su mirada arde junto al que hay en mis ojos.

Y así, sin decirle nada, porque creo que no es necesario, coloco mis manos sobre su cintura y la beso. Con sus manos me acerca más hacia su cuerpo, y cuando eso sucede, el beso se torna más intenso.

Alana decide cortar con nuestro beso y da un breve paso hacia atrás. Coge mis manos y las lleva hasta sus hombros. Quiere que la toque, me quiere guiar y a la vez estudiar mis reacciones. Me cuida. Sabe que estoy dando un paso sumamente importante, y me cuida.

Deja una de mis manos sobre su hombro, mientras hace que la otra baje hasta su pecho derecho. Sigue viendo mis reacciones, y cuando nota que estoy bien, sigue con el paseo sobre su cuerpo.

Ahora, la mano que estaba sobre su hombro, se desliza por su espalda hasta llegar a su trasero. Y así, con mis manos puestas en sus partes íntimas, Alana acerca nuestros cuerpos y deja una serie de besos sobre mi cuello, hasta que llega a mi boca y la besa con suma tranquilidad.

Mi cuerpo reacciona al suyo, reacciona a su beso, reacciona a su entera presencia. Y quiero más, desde que Alana ha bajado todas mis guardias, quiero más.

Pero no quiero apurar mis pasos hacia ese más. Temo arruinarlo todo con mi torpeza, y prefiero ir despacio. Prefiero conocer de a poco mi deseo, eso me servirá para conocerme a mí dentro del consentimiento.

Ahora soy yo el que corta con nuestro beso, y para que Alana vea que me encuentro bien, le sonrío obteniendo otra sonrisa de vuelta.

—Lo siento. —Le digo, y frunce el ceño.

—Tus tiempos son los míos, Conrad. —Acaricia mi rostro—. Te quiero.

—Y yo a ti, Allie.

Sonríe, termina de vestirse con mi ropa y se mete en la cama. Lo cierto es que yo sí necesito privacidad para desnudarme, no estoy listo para que vea mis heridas, y sé que sin decirlo ella lo entiende.

Por lo que voy al baño, me pongo el pijama que me regaló y vuelvo a la cama con ella.

Alana me abraza y reposa su cabeza sobre mi pecho, dice que le gusta mucho escuchar los latidos de mi corazón. Hasta que se queda profundamente dormida.

Mientras que en mi cabeza sigue habiendo paz y tranquilidad.

Una vez más, mi mejor amigo tuvo razón al decirme que algún día una mujer le traerá calma a mis pensamientos.

La tormenta se ha disipado.

El sauce llorón quiere transformarse en otro árbol, en uno que apunte con sus ramas al cielo.

Estoy bien.

FALLECIDA.

Sin mas que decir....

Adios.

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