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El beso con Conrad, ese electrizante y apasionado, sigue presente en mi boca. Como si me acabara de besar hace instantes, y hay que tener en cuenta que han pasado tres días.

Y es que no solo ha dejado una huella sobre mis labios, sino que también, ha dejado su marca por todo mi cuerpo.

Cuando recuerdo ese momento intenso, se me eriza la piel de los brazos, se acelera mi corazón junto a mi respiración, y en mi rostro se dibuja una enorme sonrisa que deja en claro lo feliz que me siento.

Hay besos que llegan al alma, y a lo más profundo del corazón. Y esto es algo que descubrí el sábado, cuando besé a Conrad, para luego ver su sonrisa y por último escuchar los tranquilos latidos de su corazón, mientras apoyaba mi cabeza sobre su pecho.

Sí, su corazón latió tranquilo. Muy diferente a todo ese aceleramiento que lo acompañaba cada vez que lo tocaba.

Y eso, para mí, fue algo hermoso y único. Aún tengo presente ese sonido. Como cuando una canción que escuchas se vuelve tu favorita y está presente todo el tiempo.

Bueno, los latidos tranquilos del corazón de Conrad, siguen presentes; provocándome unas imperiosas ganas de danzar para liberar todo este estallido de felicidad.

He besado a otros hombres, pero ninguno fue capaz de generarme tantas cosas. Y eso que con Conrad solo hemos tenido choque de bocas. Otros hombres han tocado mi lengua y, sin embargo, no han llegado tan lejos en mis emociones.

Supongo que hay besos casuales o aburridos. Y besos que son hechizantes, regalando destellos por todo tu cuerpo y llegando a lo más profundo de tu ser.

Qué increíble, ¿verdad? Todo lo que puede generar una persona sin darse cuenta. Porque dudo que Conrad sepa todo lo que generó en mí. Y, si compartiera todo esto, estoy muy segura de que no creería nada de lo que digo. No por dudar de mí, sino de su capacidad.

Sé que tiene muchos secretos guardados bajo llave, y sé que ahí tendré la respuesta a todo. Una de esas respuestas, es saber por qué duda tanto de sí mismo.

Pero, ¿por qué siento que descubrir todo eso, me provocará un dolor punzante?

Ya uno de sus secretos, sin saber la profundidad que hay detrás, me genera un ruido fatal y ensordecedor.

¿Qué significa eso de que nunca ha besado a alguien de verdad? ¿Qué es besar a alguien de verdad?

Creo saber la respuesta, o al menos puedo imaginarla. Pero me duele muchísimo pensar en la idea de que alguien fue en contra de su consentimiento. Y entonces, ante el dolor que eso me genera, bloqueo el pensamiento.

Y para silenciarlo, y esperar al día en que Conrad quiera liberar sus secretos, decido focalizarme en algo mucho más bonito. Como, por ejemplo, en el hecho que desde el sábado estamos hablando mucho más que antes. Y me refiero a las charlas que se dan por el móvil.

Días anteriores, Conrad me contestaba con monosílabos, o simplemente me regalaba la tilde azul. Ahora manda textos largos, audios y hasta comparte memes, desde que descubrió cómo usarlos.

Hace mucho no le sonreía a la pantalla del móvil como una tonta, pero bueno, es su culpa por ser tan gracioso, lindo y atento.

Estoy sola en la casa de mis tíos, aún siguen de viaje. Mi papá y mis amigos ya se fueron a casa el día de ayer, y Casey está muy ocupada con el trabajo. Dice que eso la pone de mal humor, por lo tanto, es mejor darle su espacio.

Conrad me pregunta más de una vez si estoy bien o si necesito algo. Ayer, en broma, le dije que necesitaba muchos dulces para ver mi película romántica. Y, cuando cerramos el turno, me regaló una bolsa llena de golosinas.

Así que, por si acaso, le digo que no necesito nada. No vaya a ser cosa de que me traiga ese riquísimo sándwich que me hizo probar hace algunos días, y del cual ahora estoy antojada.

Estoy a punto de empezar a ver una película, cuando noto que Conrad está llamando.

—Hola, tú.

—Hola, Allie —sonrío— ¿Ocupada?

—Mmm... ¿Por qué siento que vienes con una propuesta? —se ríe—. Lo que sea que tengas en mente, tienes que saber que voy a ir en pijama.

—La mejor vestimenta del mundo.

—Estamos de acuerdo en eso. ¿A dónde vamos?

—En realidad... yo... —suspira profundo. Puedo notar su nerviosismo—. Yo quería saber si aceptas visitas —muerdo mi sonrisa—. Linda está aquí con sus amigos, y... nada, yo...

—¿Quieres huir de los adolescentes?

—Sí.

Me río.

—Acepto visitas.

—¿Algo a cambio?

Mi mente reproduce una infinidad de respuestas. Pero no hemos llegado a ese nivel. Aún...

—No, nada —siento calor en el rostro de solo pensar en todo lo que se cruzó por mi mente—. Solo... tú.

—Vale. Pero, ¿has cenado?

—Nop.

—Yo tampoco. He recuperado el auto, salió vivo del taller, una vez más. ¿Quieres que pase por la tienda de los sándwiches? O bueno, tal vez...

—¡Quiero! ¡Has leído mi pensamiento!

Finalizamos nuestra llamada para vernos a la brevedad. Y, en la espera, me debato en si debo cambiarme o no. Todo para que, al final, decida seguir usando mi pijama de Helga Pataki.

Conrad me informa que ya está en la tienda de sándwiches, y me pregunta si quiero el mismo de siempre. Como si hubiésemos ido más de una vez, cuando en realidad solo fuimos una. Y, por último, me avisa que ya está en camino.

Estoy nerviosa. Camino de un lado al otro y me río sola, sintiendo ardor en el rostro y notando el aceleramiento de mis pulsaciones.

Y ni siquiera sé de dónde viene tanto nervio. Es decir, nos volvimos a ver luego del beso. Pero, creo que esta vez, influye demasiado saber que estaremos tranquilos, sin el movimiento que el trabajo requiere.

¿Hablaremos del beso? Porque no lo hemos hecho. Aunque, ¿había algo para decir? Pienso que no. Para mí, era suficiente verlo bien, tranquilo y contento.

En todas esas reacciones, tuve las respuestas necesarias a aquel tema que no hablamos.

Suena el timbre y los latidos de mi corazón me guían con pasos apresurados hasta la puerta. Y, cuando la abro y lo veo, ambos nos sonreímos.

—Allie.

—Tú.

—Traje los sándwiches.

—Y yo... —observo mi vestimenta—. Mi pijama de Helga Pataki.

Se ríe.

—Ojalá tuviese uno tan característico como el tuyo —elevo ambas cejas—. No, Alana. No quiero que mañana llegues al trabajo con un pijama para mí.

—Tarde. Ya lo compré en mi mente y te queda genial.

Sonrío. Me gusta saber que entiende lo que pienso con tan solo hacer un gesto.

Mientras Conrad se instala en la sala, yo voy a la cocina en busca de la bebida, aderezos y patatas fritas para acompañar la cena.

Una vez en la sala, quito la película, me dirijo a YouTube y pongo música. Desde que interpreté la canción de Billie Eilish, he pasado la mayor parte de mi tiempo libre escuchando su música. Por lo tanto, en estos momentos, Bellyache suena de fondo.

Aunque, teniendo a Conrad a mi lado, mirándome cada tanto y regalándome esa sonrisa que me da a entender que está bien, es casi imposible prestarle atención a Billie. Por más talentosa que sea, no le gana al brillo que hay en los ojos de Conrad.

—¿Por qué me ves tanto? —. Pregunta tras dar un mordisco a su sándwich.

—Porque eres lindo.

Sus mejillas se colorean y ahora no puede verme a la cara. Puedo notar sus nervios con facilidad, así que le cambio de tema. Le pregunto acerca de Linda y sus amigos.

Una vez que noto que se ha tranquilizado, y que hemos finalizado la cena, le propongo salir al jardín. Es una hermosa noche para beber un té con la leve brisa que corre y acaricia tu piel sin llegar al punto de producir frío.

—¿Qué es lo que tanto te gusta de esta rosa? —. Le pregunto al ubicarnos junto a la rosa roja—. Noto que siempre tienes tus sesiones aquí. Y ahora, has apuntado a este lugar de manera directa.

—¿No te gusta? Para mí, es el sector más hermoso del jardín.

Me mira muy fijo a los ojos. Ahora soy yo la que no puede verlo a la cara.

—No es eso, solo preguntaba por qué aquí y no en otro espacio. Tengo entendido que mi tía siempre busca la comodidad de sus pacientes. Eres el único que elige la rosa roja.

Me encojo de hombros, mientras que Conrad se detiene por mucho tiempo a pensar en una respuesta.

—La rosa roja me da la misma tranquilidad que el lago del parque de diversiones. —Vuelve a mirarme a los ojos, solo que esta vez, le devuelvo la mirada y no la aparto ni por vergüenza ni por nervios. Siento que es un ida y vuelta de sentimientos profundos inundados en sus ojos y en los míos.

—¿Por qué tengo la sensación de que hay más? Solo un poco más.

Sonríe y decide que es mejor no responder. De manera automática me cambia de tema y me deja hambrienta de curiosidad.

Bebemos el té entre risas, charlas interesantes y canciones que suenan de fondo para acompañar nuestro silencio. Como ahora que Oasis, como siempre, se acopla a nosotros.

La mano de Conrad está entrelazada a la mía, y con mi mano libre, dibujo garabatos sobre su piel, provocando que se erice.

Apoyo mi cabeza sobre su hombro y continúo con mi arte sobre los centímetros de su piel, pero, cuando llego a una de sus cicatrices provocadas por algún objeto punzante, me detengo y respiro profundo.

Quisiera besar cada una de sus marcas, borrar el recuerdo que lo llevó a lastimarse, y en su lugar, entregarle una infinidad de momentos bonitos.

Paso mi dedo índice por sus heridas y siento un dolor punzante en el estómago. Sus heridas me transportan a la tristeza agobiante que lo visitó el día en que decidió lastimarse.

No sé qué habrá pasado, pero de pronto quiero llorar.

—Recuerdo el porqué de cada una de mis marcas —dice y levanto la cabeza para mirarlo a los ojos.

—No es necesario que me hables de ello.

Suspira.

—Lo sé, pero quiero hacerlo —sus ojos se llenan de lágrimas. Parpadea más de una vez, todo para negarse a llorar. Y, cuando lo consigue, respira muy profundo. Como si estuviera armándose de valor—. Alana, para mí, tú eres la rosa roja. Es por eso que siempre decido venir a este lugar. Aquí me siento tranquilo, tal como me sucede en el lago. No sé cómo me deja esta confesión, pero es la verdad. Este es el más que has sentido. Tú eres ese más.

Elevo mi mano libre y la llevo hasta su rostro. Conrad cierra los ojos y se deja llenar de cariño en forma de suaves caricias.

—¿Por qué se te hace imposible creer que eres increíblemente hermoso? En todos los sentidos.

Baja la mirada y dejo de acariciarlo.

—Hay mucho que no sabes sobre mí, Allie.

—Aquí estoy para cuando quieras hablar.

Me mira a los ojos y ahora no oculta sus lágrimas. Lo que sea que esté pensando, lo lleva a llorar de manera desconsolada.

—Ay, Conrad...

Lo abrazo, sin pedirle permiso y sin estudiar sus reacciones. Lo abrazo tan fuerte que se desmorona sobre mi cuerpo.

Su llanto es doloroso y carga mucha pena. Su angustia llega hasta mi corazón y lo hace doler.

Quiero romper con nuestro abrazo, solo para poder secar sus lágrimas. Pero, cuando intento hacerlo, se aferra más a mí y ahora es él quien me abraza con fuerza.

Y así nos quedamos, abrazados, hasta que su llanto cesa. Ahora sí me deja secar sus lágrimas, esas que parece haber guardado por mucho tiempo.

—A los doce me lastimé por primera vez. — Confiesa.

—Conrad, no...

—Déjame hablar, por favor. Quiero hacerlo.

—De acuerdo —respiro profundo y me preparo para el impacto. Cojo sus manos y las entrelazo a las mías—. Aquí estoy. —Le doy un apretón.

—Tenía doce años cuando me lastimé por primera vez. —No me mira a los ojos, sino que clava su mirada sobre el césped—. Tenía doce años cuando me hicieron conocer lo que era el sexo oral —frunzo el ceño y justo en ese momento me mira a la cara—. Yo no quería, Allie. Te lo juro. Y sé que la muchacha tampoco quería. Pero... todos estaban ahí, y me insultaban, se reían y se burlaban. Y a ella le pagaban. Yo no quería que la lastimaran. Y además... estaba él. Siempre estaba él.

—¿Quién?

—Mi padre —su voz se quiebra.

—¿Cómo qué...? ¿Cómo es posible que...?

No me salen las palabras, pero Conrad entiende lo que quiero preguntar. Estoy indignada, enojada, quiero vomitar y llorar.

—No todos los padres son como el tuyo, Allie. Ojalá así fuera, pero no. Lamentablemente tuve al peor.

Estoy respirando de manera costosa. ¿El padre de Conrad es el causante de tanta angustia? Quiero gritar e insultar. Pero, sobre todas las cosas, quiero llorar.

—A los doce me lastimé por primera vez —susurra, y que lo vuelva a admitir, solo me provoca más dolor—. A los doce creí que de esa manera liberaba todo el malestar que sentía.

Con solo imaginarlo de niño, al alcance de un objeto punzante para hundirlo sobre su piel, me hace llorar.

Con solo imaginarlo de niño, viviendo un suceso que no es normal a esa edad, me hace llorar peor.

—Lo siento, no quise hacerte llorar —seca mis lágrimas, pero no puedo dejar de lagrimear—. Allie, cuanto lo siento.

—¿Cómo es posible que hayas pasado por algo así y que la persona que debía cuidarte no lo hizo?

Conrad continúa secando mis lágrimas.

—Él no fue bueno conmigo.

—Dime que está muerto.

Suspira.

—Bueno, espero que lo esté —lo miro a los ojos—. Pasaron muchos años desde la última vez que lo vi.

—¿Qué edad tenías?

—Dieciocho.

—¿Y desde qué edad soportaste todo?

—En realidad, desde siempre. Pero, hasta los siete años, puedo decir que tuve una infinidad de cosas buenas. Mi mamá sí que me cuidaba. —Cubro mi boca con una de mis manos y ahogo un llanto de tan solo imaginar lo próximo que voy a escuchar—. No puedo verte así. Quiero que me conozcas, que me entiendas, y sepas el porqué de muchas cosas. Lo necesito. Necesito que lo sepas. Pero tengo mucho para contarte, Allie. Muchísimo. Y ya no quiero lastimarte con mi pasado. Por esta noche ya fue suficiente, ¿puedes entenderlo?

—Claro que puedo entenderlo. Pero no me lastima tu pasado, me lastima la idea de pensar en todo el dolor que has pasado.

—Tú lo has dicho, es el dolor que he pasado. Pasado, Allie. Hoy puedo decir que tengo ánimos de estar bien —sonríe. Con sus ojos hinchados por todo lo que lloró, sonríe—. Quiero estar bien. Mucho mejor que ahora. Pero, para ello, necesito liberar todo el dolor que llevo dentro. Hay muchos secretos en mí.

—Por esta noche entiendo que ya fue suficiente, pero aquí estoy.

Sonríe.

—Lo sé. Siempre estás. Y ahora, junto a la rosa roja que tanto te caracteriza.

Hoy no sé si quiero gritar y tampoco sé cuál sería la descripción, en una sola palabra, de mis lágrimas.

O sea... entienden que Conrad le compartió a Allie un pedacito de su pasado? Y si eso a Alana le provocó dolor, no sé que va a pasar con ella cuando sepa TODO. Ahí se nos reúne con Dios, junto a nosotras.

Que lindo Conrad al cuidarla. Es decir, le quiso contar algo, pero a la vez, supo que el todo le iba a provocar mucho daño a Allie y decidió parar. Decirle algo lindo y parar.

AMO A ESTOS DOS

YA QUIERO QUE SE CASEN, NO SE.

Hola, ahre saludaba tarde, qué tal el capítulo?


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