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Cuando alguien te comparte algo que lo quiebra por completo, das por hecho la confianza que hay en el medio.
No vas por la vida contando aquello que te causó dolor en su momento, y que, quizá, te sigue doliendo hasta el día de hoy.
En lo personal, cuando se trata de un tema que me duele, o que me generó dolor, no solo me basta con sentir confianza. Sino que también, debo sentirme en mi hogar; debo sentirme segura, tranquila, y lejos de todo aquello que batalla con derribarme.
Que Conrad me haya hablado de su mejor amigo, me da a entender que confía en mí. Y, que me haya mostrado su pena en cada lágrima derramada, me da a entender que conmigo se siente tranquilo.
Es decir, ya me ha demostrado que no es una persona de enseñar sus emociones con facilidad. Pero conmigo ya sonríe, se ríe, e incluso llora sin ocultarse. ¿Estoy equivocada al creer que conmigo se siente seguro? Creo que no.
Incluso mencionó a alguien más, solo que necesita más tiempo. Y, cuando de él se trata, soy capaz de darle todo el tiempo del mundo. Todo para que sea a su manera, con su ritmo.
Porque, respetando todo eso, pude llegar a sus emociones. Entonces, si sigo por ese camino, puedo seguir destrabando puertas.
Llego al trabajo justo cuando Conrad despide a un cliente. Una vez que estoy frente a sus ojos, me regala la sonrisa más linda que pueda existir.
—Buenos días, Allie.
—Buenos días... tú.
Se ríe.
—¿Aún no hay apodo o algo de eso?
—No, y eso que soy buena con esas cosas. En fin... —me acomodo detrás del mostrador—. Tengo una buena noticia para darte. Bueno, no sé si será buena para ti.
Apoya sus codos en el mostrador y deposita su barbilla sobre sus manos, las cuales se abren alrededor de su rostro.
Trago saliva cuando lo veo. Me genera tanta ternura que tengo ganas de besarlo.
—Soy todo oídos —resoplo cuando el deseo de besarlo no se aparta. Conrad frunce el ceño y se cruza de brazos—. Creí que era una buena noticia.
Mi corazón late con fuerza. Respiro profundo, aparto mi deseo y me calmo.
—Es una buena noticia —sonrío—. Me ha llamado Mark, dice que no volverá pronto, por lo tanto, se ha extendido mi plazo aquí en la tienda. Seremos compañeros durante todo el verano. ¿Es una buena noticia para ti también?
Sonríe.
—Por supuesto. Me has alegrado el día. Bueno, desde que te conozco has logrado grandes cambios en mis días.
El deseo de besarlo vuelve a hacerse presente, y esta vez no lo disimulo, ya que clavo mis ojos sobre su boca.
Comienzo a sentir calor.
—¿Allie? —lo miro a los ojos—. ¿Me has escuchado? —sacudo la cabeza y se ríe—. Te pregunté cómo has terminado anoche, con tu festejo.
—Oh... eso. Sí... bien —sonrío—. Demasiado bien. Me pone feliz tener cerca a las personas que amo. Gracias por haber ido.
—Es la décima vez que lo dices.
—Me has sorprendido.
Asiente.
—Sí. Yo también me sorprendí al querer ir, y sobre todas las cosas, al sentirme tan cómodo. Y eso fue gracias a ti y a las posibles amenazas que le hiciste a tu familia y amigos.
Carcajeo.
Sí, lo hice. Pero no fue una amenaza, solo les mencioné lo que no debían hacer para no incomodarlo.
—Te respetaron. Y luego, cuando te fuiste, me bombardearon las preguntas.
Sonríe.
—¿Fueron buenas preguntas?
—Sí, y con buenas respuestas, te prometo.
Vuelve a sonreír.
—Te creo.
Sus ojos se clavan en los míos, mientras que mi mirada viaja por todo su rostro y culmina su recorrido en sus labios, una vez más. Y, cuando veo que mueve su boca, decido que es mejor prestarle su debida atención.
—¿Puedo preguntar algo yo?
—Claro.
—¿Has podido ver tu presentación? —suspiro—. No lo has hecho.
—¿Y si no me gusta lo que veo?
—Te va a encantar.
—¿Y si no pasa eso? ¿Y si me olvido de la ovación y escucho a mi parte crítica?
—¿Y si tu parte crítica se queda muda? Porque pienso que eso va a pasar, Allie. Lo que hiciste no solo nos ha dejado sin palabras a nosotros, sino que también, puede silenciar por completo a tu presión.
Muerdo mis uñas y la piel que hay a su alrededor.
Quiero ver el vídeo, pero no me animo. Me da mucho miedo no gustarme y olvidarme de todo lo que generé.
Pongo mis ojos en Conrad y siento una corazonada. Siento ese algo que me hace sentir segura, tranquila y lejos de todo lo que me quiere derribar.
Miro a Conrad y me siento en mi hogar.
Respiro profundo.
—¿Puedo pedirte un favor? —. Pregunto.
—El que sea que necesites.
—¿Podemos verlo juntos?
La sonrisa que se dibuja en su rostro, me traslada a las tardes de juegos con mis hermanos, al chocolate caliente de mamá y a los días de lluvia viendo películas con papá.
Mi hogar.
De pronto me parece sentir el aroma a la tierra mojada, al chocolate caliente y a las flores que había en el jardín cuando jugábamos con Miley y Gabriel.
—Por supuesto. Estaré a tu lado, pase lo que pase.
Conrad no lo sabe, pero sus palabras tocaron mi corazón y me acobijaron con la manta que me regaló la abuela cuando cumplí ocho años.
Se ubica a mi lado, y no lo hace a una distancia prudente para él. Sino que, a diferencia de eso, su brazo roza el mío.
Saco mi móvil de la mochila, desbloqueo la pantalla, me dirijo a la galería, busco el vídeo y respiro profundo unas tres veces, hasta que me animo y le doy play.
La melodía llega a mis oídos y me traslada a las emociones que sentí ayer cuando bailé sobre el escenario más hermoso que pisé en toda mi vida.
Pero, ninguna de esas emociones se asemeja a lo que estoy sintiendo ahora al verme bailar.
Mi boca se abre ante la sorpresa que me genera cada pirueta y cada sentimiento plasmado. Tal parece que no me reconozco. No parezco yo, y es entonces cuando comprendo lo que mis amigos y familia me dijeron.
Dijeron que desperté a una nueva bailarina, a una que puso su alma y corazón en cada paso, no solo por la historia que debía representar, sino también por su amor a la danza.
No puedo creer que la persona que estoy viendo sea yo. No puedo creer todo lo que hice.
Conrad tuvo razón al decirme que la presión y la auto crítica se iban a silenciar, porque, en estos momentos, ambas desaparecieron. No están en mi mente, ni se pasean por mi cuerpo. No están por ningún lado.
Me siento bien, a gusto, y feliz. Demasiado feliz.
El vídeo culmina conmigo parada frente a un público que me aplaude con mucha fuerza.
Y estoy llorando, de felicidad y orgullo. Me he presionado tanto antes de la presentación, y ha sido la mejor que tuve.
Este vídeo me regala para siempre la mejor versión de mí.
—¿Y bien? —Conrad me mira—. Dime que son lágrimas buenas —sonrío—. Lo son. —Ahora sonríe él—. ¿Has visto lo increíble que estuviste? Deberías sentirte orgullosa, Alana. Eres increíble, y no solo encima del escenario, pero sobre el... destilas magia. Espero que lo sepas, y que nunca lo olvides.
El chico que no hablaba me acaba de decir unas hermosas palabras. No fue un poema, pero así se escuchó para mí.
El chico que me miraba mal, o que le costaba hacerlo, me está observando con un brillo especial en sus ojos. En esos ojos que conocí tristes, pero que ahora parecen cobrar vida.
El chico que parecía no saber lo que era sonreír, me está obsequiando una sonrisa preciosa cargada de sinceridad.
—¿Puedo abrazarte?
—Si no lo haces, lo haré yo.
Su respuesta hace actuar a mi cuerpo. Lo abrazo fuerte, y él me responde de la misma manera, apoyando su cabeza sobre la mía, mientras que mi oído izquierdo escucha los latidos de su corazón; son tranquilos.
—Gracias por obligarme a ver el vídeo.
Se ríe.
—Jamás te obligaría a nada. Solo te acompañé.
—Gracias por acompañarme.
Nos quedamos en silencio, abrazándonos. Conrad no parece tener problema con el contacto conmigo, ya no. Y yo, me siento plena al saber que puedo tocarlo.
—Ahora te tengo que pedir un favor yo —dice y es cuando rompo con nuestro abrazo para mirarlo a la cara.
—Dime.
Mete la mano dentro del bolsillo delantero de su pantalón negro, y saca el brazalete que le regalé.
—Veo que tú ya usas el tuyo —observa mi muñeca derecha, y luego me mira a los ojos—. Necesito que me ayudes a usar el mío. —Extiende su brazo izquierdo, respira profundo y me enseña sus marcas—. Necesito que algo bonito las cubra. Sé que no las va a tapar por completo, pero necesito tener otra visión.
Elevo una de mis manos y la acerco de a poco hasta su brazo, estudiando su reacción, y, al notar que no hay rechazo, acaricio con mis dedos cada una de sus heridas.
Conrad cierra los ojos y tiembla un poco.
Cojo el brazalete, se lo coloco y sigue con los ojos cerrados. Por lo tanto, aprovecho esa situación y doy con un marcador azul. Lo destapo y dibujo corazones sobre sus marcas.
Conrad abre los ojos recién cuando relleno cada corazón.
—El amor y la amistad son buenas emociones para darles otra visión —le sonrío.
—¿Acaso merezco que seas parte de mis días?
Susurra su pregunta, llega a mi corazón y le genera dolor. No por lo que acaba de preguntar, sino porque percibo que no se siente merecedor de que algo o alguien le genere algo bueno.
Pero voy a cambiar eso. Siempre respetando sus tiempos, formas y manera. A su propio ritmo siempre. Respetando también mis emociones, por supuesto.
—No vas a creerte la respuesta que te pueda dar, dejaremos que el tiempo lo haga. Porque, te aseguro, que tus miedos se van a quedar mudos. Tal como has dicho que iba a pasar con mi presión y crítica —le sonrío—. No sé tú, pero como que quiero volver a abrazarte.
Se ríe y asiente para darme la razón.
Vuelvo a estar entre sus brazos, escuchando los tranquilos latidos de su corazón.
Me están pasando cosas fuertes. Demasiado fuertes.
Volví. Y con actualización nocturna...
Perdón por haber desaparecido tanto, de verdad. Pero lo importante es que acá estoy, y con este capítulo que: AHHHHHHHH!!!!
O sea, ustedes entienden el nivel de ternura cargado con pizcas de deseo que hubo?
Alana deseando besar a Conrad.
Conrad estando junto a Alana mientras miraba su presentación.
Él mostrándole sus marcas. Ella dibujando corazones.
EL DOBLE ABRAZO!!!
ENTENDEMOS TODO ESTO????
Y LO QUE SE VIENE, CHICAS. LO QUE SE VIENE!!!!!
AHHHHHHHH!!!
Pd: Espero que no haya errores. La emoción me llevó a actualizar rápido jajaja
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