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3


Trabajar en una peluquería canina es el mejor empleo de todos. ¿Por qué? Fácil y sencillo, no tengo que tener trato con las personas.

Llego, saludo a Mark; mi jefe, y me encierro en la habitación de atrás, a la espera de mis amigos peludos que vienen a visitarme. Grandes, pequeños y medianos, todos con mucho amor en su corazón, dispuestos a mejorar mi día con tan solo mover sus colas al verme.

O con las ocurrencias que pueden llegar a tener. Ayer, un caniche, cada vez que le hablaba, me daba vuelta la cabeza ofendido. Lo estaba bañando y eso no le gustaba. ¿Y cómo olvidarme de Jack? Ese husky es el más dramático de todos los de su raza.

Es por eso que estar con ellos me divierte y me hace bien. Son la mejor compañía.

Rara vez tengo que tener contacto con sus humanos, y sucede cuando debo decirles algo respecto al perro, o bien cuando quieren conocerme para darme las gracias por el buen trato que tengo con sus mascotas. Siempre quise evitar esos momentos, no me sale relacionarme con la gente, pero debido a las insistencias de Mark, no me quedo otra que ceder.

Además, tuve mucha suerte de que me haya dado el empleo. Lo mínimo que puedo hacer es darle el gusto cuando me pide cosas como esas. Si no fuera por él, aún seguiría en Tokwood. Y desde el vamos, no está en mis planes volver a esa maldita ciudad.

Cuando le dije a Lenny, mi anterior jefe, que necesitaba de manera urgente un cambio de sucursal, me dijo que no podía prometerme nada. Según me dijo, los tres negocios restantes, ya tenían su correspondiente cupo laboral, por lo tanto, no había lugar para mí.

Hasta que me comentó que existía la posibilidad de encontrar mi lugar en Boreal, pero que, para ello, debía ganarme a Mark, algo que no era muy sencillo.

Es un hombre que lleva tatuado el nombre del negocio en su corazón, y no exagero. Lo da todo por la firma, por los animales, y por mejorar día a día. Es por eso que la sucursal de Boreal es la más grande de todas, y también la más importante. Es el ejemplo digno de imitar si uno quiere llevar bien un negocio.

No fue fácil ganarme la confianza de Mark, realmente me lo puso muy difícil. Pero en mi mente tenía un solo objetivo: mejorar mi vida y la de Linda. Y para ello, necesitábamos una nueva oportunidad aquí. Quizá fue ese deseo lo que me impulsó a ser el mejor para el puesto, o también pudo deberse a mi trato con los perros.

Sea lo que haya sido, estoy muy agradecido por ello, y si tengo que fingir simpatía con las personas, si Mark me lo pide, así será.

Estoy limpiando la bañera cuando la puerta se abre. Mark me mira con ojos suplicantes. Sé lo que se viene.

—¿Lola aún no se fue? —. Pregunto. Lola fue la perra que terminé de bañar hace un instante. Una Golden anciana, y desconfiada, por lo que me dijo Mark al darme aviso de su llegada. Pero fue dócil, buena y cariñosa conmigo.

—No. Su dueña quiere agradecerte —suspiro—. Entiéndela, se puso contenta al ver a Lola tan linda y tranquila. No tuvo buenas experiencias en otras peluquerías y...

—Ya, ya. Dile que salgo en un minuto.

Mark sonríe y da un pequeño salto en su lugar. Para ser un hombre de casi cincuenta años, tiene muchos momentos de niño. Creo que por eso me cae tan simpático. Y eso no pasa con todos. Es así, la gente suele caerme mal.

Lola es la última cliente del día, así que antes de ir a hablar con su dueña, voy en busca del móvil y le aviso a Linda que ya terminó mi turno laboral. Me responde enseguida, y me avisa que está en el parque Leloir, pregunta si puedo pasar por ella. Efectivamente puedo, así que cuelgo mi mochila de un solo hombro y salgo para saludar a Chelsea, la joven dueña de Lola. No sé por qué, pero me esperaba a una señora mayor, y en su lugar, hay una chica de no más de veinte años.

—Él es Conrad, quien bañó a Lola.

Cuando Mark me presenta, Chelsea suelta la correa de Lola y de forma inmediata, sin darme tiempo a reaccionar, me rodea con sus delgados brazos. No sé cómo reaccionar a tanto efecto repentino, así que me quedo duro como estatua, observando la sonrisa de Mark y a Lola que mueve la cola.

—Lo siento —. Dice Chelsea cuando se separa de mí, y se seca un par de lágrimas que no noté que haya llorado cuando me abrazó—. Lola era la perra de mi abuela, y antes de que ella partiera, me hizo prometerle que la cuidaría —sus ojos aguados caen en Lola—. No te das una idea de cómo me costó ganar su confianza —me mira y sonríe—. Por eso me fui muy nerviosa de aquí. Si a mí me costó, imagina a un desconocido... pasamos por muchas malas experiencias. O la trataban mal, o la rechazaban, o... la drogaban —niega con la cabeza—. Es la primera vez que la veo tan linda, y no de apariencia, sino de ánimo. Y lo siento, me emocioné, recordé que así era cuando estaba mi abuela y... bueno... yo...

—Lo entiendo. —Le digo muy por lo bajo, pero por suerte me escucha con claridad, y luego le sonrío—. Lola siempre será bien tratada.

Chelsea sale feliz, con una Lola que comparte su alegría. Y Mark, antes de decirme adiós, me entrega un poco de dinero. No es día de cobro, pero dijo que me lo merezco.

Me subo al auto y le aviso a Linda que ya voy por ella.

Le encanta el parque Leloir, dice que es el más bonito de todos. Y estoy de acuerdo con ella, entrar a la reserva es dejar atrás los ruidos de la ciudad, para entregarse por completo a la melodía de la naturaleza, su aroma y sus colores. Realmente todo lo malo se silencia cuando uno está rodeado de tanta paz. Por eso es su favorito, y por eso pasa la mayor parte de su tiempo aquí.

La encuentro sentada en el mismo lugar, debajo del sauce, con su mirada perdida entre tanto verde. O quizá, está perdida por los pensamientos que corren por su mente. Lo sospecho porque no la veo tan pacífica como de costumbre.

Me siento a su lado, en silencio, dándole su espacio para que sea ella quien rompa el hielo.

—Tengo miedo —dice al fin, sin mirarme—. Las clases empiezan en dos días y tengo miedo.

—¿Temes relacionarte con gente nueva o volver al ritmo después de tanto?

—Ambas cosas —se sienta como indio y me mira. Sus ojos azules siguen tan apagados como el primer día que la conocí.

Aún recuerdo ese momento, fui yo quien la recibió y por eso nuestro primer encuentro me acompaña como si acabase de suceder.

Era de noche, de madrugada para ser exacto. No había casi nadie en la casa, y los que estaban o consumían o dormían en algún rincón oscuro. Estaba a punto de irme, cuando el timbre sonó.

Cuando Linda se presentó frente a mí, temblando, y con la mirada tan rota como su alma, supe que no tenía que irme. Lo sentí en cada espacio de mi destrozado corazón. En cuanto mis ojos hicieron contacto con su dolor, sentí el deseo de protegerla. Y solo con Charly había tenido una conexión tan fuerte, así de inmediato.

Lo único que me dijo esa noche, fue que no podía ni quería estar en su casa. Le pregunté los motivos, y cuando no respondió, le dije que el club no era un lugar para ella, era una niña y no merecía recibir tanta toxicidad. Su respuesta sigue resonando en mi mente: si me mandas a casa, allí habrá más cosas dañinas que aquí. Y no quiero volver, tampoco quiero estar en la calle. Solo quiero rodearme de toda esta mierda que hay en el club, es todo lo que merezco; mierda.

A los cinco días me confesó los motivos que la arrastraron hacia el club. No solo eran los constantes abusos físicos de su padrastro, sino también el maltrato psicológico de su madre. Todo eso la llevó a lastimarse los brazos, las piernas y el estómago, y todo eso provocó que su grupo de amigos se alejara de ella.

Una vez le pregunté si dormía en el club, me dijo que a veces, que la mayor parte del tiempo se quedaba en la casa de su abuela, la única que la trataba bien. Y le creí. Recién cuando llegamos a Boreal supe que jamás existió esa abuela.

Fue realmente difícil ganarme el derecho de su tutela cuando llegamos a Boreal. Pero juntos dimos pelea, y hoy en día, de manera segura y legal, Linda está a mi cargo.

Al poco tiempo de conseguir la tutela, le pregunté si quería empezar terapia. Aceptó sin ninguna objeción. Mary, su psicóloga, sigue trabajando duro para lograr un vuelco en su vida. Sé que tomará tiempo, los tres lo sabemos. Y también sabemos que, desde que está en tratamiento con ella, su mente está más tranquila y ha dejado de lastimarse.

—Me asusta muchísimo conocer gente nueva. —Continúa—. ¿Y si son crueles conmigo? ¿Qué pasa si no quieren ser mis amigos?

—¿Y si son buenos contigo? ¿Qué pasa si haces más de un amigo? Hay que intentarlo, pequeña. Solo así obtendrás las respuestas necesarias; intentando. Los intentos nos vuelven valientes, ¿sabes? Gracias a tu intento de huida, nos conocimos. Y aquí estamos, siendo hermanos de corazón.

Medio que me sonríe y apoya su cabeza sobre mi hombro.

—¿Y qué pasa con mis marcas? Me van a juzgar.

Esconde las heridas de sus brazos, avergonzada por ellas. Cojo con suavidad una de sus muñecas y dejo al descubierto sus marcas. Linda no se enoja por eso, y tampoco se molesta cuando paso uno de mis dedos sobre ellas.

—Pequeña, la gente siempre juzga. Existan o no estas marcas. Importa lo que hacemos con esas palabras. Tú decides, o las tomas como válidas, o las ignoras sabiendo que estas heridas te demuestran que estas viva, en busca de cambios, de posibilidades. Y todo eso está aquí, listo para recibirte como la luchadora que eres. Jamás serás lo que digan de ti, Lin. Eres más que eso, más que tus marcas, y juntos lo descubriremos. —Hago que me mire a los ojos y seco sus lágrimas—. Y si el cambio te juega en contra, me lo dices, ¿de acuerdo? Existe la posibilidad de que tomes las clases en casa.

—Te quiero, Conrad. Eres el mejor hermano del mundo.

Dicho esto, me abraza fuerte. Solo su contacto es algo fácil de tratar para mí. No me sorprende, no me incomoda y tampoco me quedo cual estatua. En su lugar, le respondo el afecto, me muestro cariñoso, le abro mi destrozado corazón.

Sus latidos no tienen sentido alguno. Son huecos, vacíos, tristes y amargados. Pero cuando Linda me abraza, mi corazón se transforma y la vida se torna diferente, un tanto hermosa y menos hiriente. Y que eso venga de la mano de alguien que ha sufrido tanto, puede resultar algo mágico.

Espero que ella, mi pequeña hermana de corazón, se dé cuenta de esa intensidad y haga que sus días valgan la pena.

Que yo me haya quedado sin posibilidades de darle un sentido a los míos, no significa que Linda deba hacer lo mismo con los suyos. No quiero que se arruine tanto como yo, así que esa es mi misión, lo único que me mantiene con vida; darle el mundo que se merece.

https://youtu.be/RN4nflifgvs

Otra canción que se va sumando a la historia. De a poco iremos creando la playlist.


Hola.

Ya conocimos un poco de Conrad. Ya sabemos que se siente cómodo en su trabajo, y que solo con Linda puede hablar con fluidez. 

Este personaje está movilizando mucho en mí, y espero poder causar lo mismo en ustedes.

Gracias por elegirme en esta nueva historia. Nos volvemos a leer el jueves :)

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