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17

Admitir que Conrad está comenzando a gustarme, es traer conmigo una fuerte distracción.

De pronto, vuelvo a tener trece. Recuerdo que a esa edad no me gustaban los fines de semana, porque significaban dos días lejos de Bruno Stewart; el niño de la clase que me gustaba.

Me pasaba sábado y domingo anhelando por el lunes, solo con el fin de verlo a lo lejos, suspirar e imaginar que yo le gustaba tanto como él a mí.

Bueno, en estos momentos, quiero que la clase de danza termine para ir al trabajo, ver a Conrad y sorprenderme con las emociones que hoy traerá consigo.

Nunca nadie pudo ir más lejos que mi pasión por la danza. Conrad ya está cruzando límites que fueron, y son, imposibles para muchos.

Eso me aterra un poco, no lo voy a negar. Me asusta, y a la vez, me atrae. ¿Por qué tuve que salir a papá en esto? ¿Por qué me atraen tanto las emociones fuertes?

Me encuentro concentrada en los pasos que Tina nos está enseñando, pero mi mente permanece lejos, muy lejos, de los movimientos de mi cuerpo. No sé cómo es que estoy concentrada cuando es así. Supongo que mi cuerpo habla más que mi mente cuando se trata de bailar.

Mi mente está totalmente instalada en Conrad. No hay lugar para otro pensamiento, solo se trata de él y de todo lo que trae encima. Todo eso que me hace desear conocerlo más, entender las razones de sus estados de ánimo y sus silencios. Entenderlo con el fin de poder llegar más lejos en su vida, en su mundo, en sus secretos.

Todo él me atrae. Desde su atractivo hasta su personalidad fría.

Quiero descubrir qué hay detrás de todo ese hielo que emana de forma constante. Estoy segura de que hay una persona increíble, alguien hermoso que fue muy lastimado y por eso hoy es así, porque solo quiere protegerse.

De pronto quiero protegerlo yo también. Del mundo y de él mismo, si es necesario.

¡Dios mío! Estoy sintiendo un universo de emociones. Y tan solo está a punto de empezar nuestra tercera semana juntos...

Estoy aterrada. Pero más emocionada. De todas maneras, dentro de todas estas emociones, recuerdo las palabras que me dijo Miley: te voy a pedir que cuides de tu corazón.

Mi corazón está galopando como loco de emoción ahora que estoy a pocos minutos de llegar a la tienda.

Y cuando lo veo del otro lado del mostrador, controlando el dinero de la caja, mis pulsaciones se aceleran muchísimo más. A tal punto que, en cualquier momento, mi corazón podría golpear el rostro de Conrad.

Sus ojos se centran en mí cuando escucha el sonido de la campanilla de la entrada. Por escasos segundos clava su mirada en mi rostro, pero luego, con más tiempo, se detiene a observar la camiseta que llevo el día de hoy.

Es de color lila. Helga Pataki está en ella, sosteniendo enamorada el corazón donde tiene la fotografía de Arnold.

—Buen día, compañero. —Lo saludo y dejo mis cosas detrás del mostrador, respetando su distancia.

Conrad busca algo entre sus cosas, y de su mochila, saca un recipiente de color azul. Lo abre y me muestra una enorme cantidad de galletas de vainilla con chips de chocolate.

Frunzo el ceño, pero aún así, cojo una. Conrad busca la libreta, anota algo en una hoja y me la entrega.

Así se hornean galletas. Buenos días, Alana.

Me río. Y cuando la risa cesa, suspiro cuando recuerdo el día que traje las galletas mal hechas.

Esa vez, Conrad me dijo que sabía cocinar, entonces le pedí que trajera galletas y aquí estamos... devorando unas deliciosas galletas, mientras compartimos una taza de té en silencio.

Cada mordisco es una sensación nueva, y no es algo que pase por el increíble sabor de los productos que utilizó para las galletas. Sino que todo se debe al sabor de la atención que le puso al recordar lo que le pedí.

—Tendrás que pasarme la receta, o enseñarme. —Le digo y asiente. Su mirada se encuentra fija en la entrada. El color chocolate de sus ojos está más intenso el día de hoy. — Por cierto, recordé el nombre de la película que es mala —me mira por pocos segundos, luego desvía su atención de mí y vuelve a depositarla en la entrada—. Un lugar en silencio. Es muy mala, ¿y sabes por qué? —. Niega con la cabeza—. Solo es mala porque si yo fuera protagonista, me habría muerto al primer segundo.

Se muerde el labio inferior, creo que está ocultando una sonrisa o guardando el posible sonido de su risa.

Conrad coge la libreta, escribe y me la pasa.

—Sí, tú llegarías hasta el final. Y más allá también. — Se encoge de hombros—. Y sí, solo por eso me parece mala. El resto... creo que está bien. Me alegra saber que a ti te gustó. Solo espero que el fin del mundo no sea ese, sino me veo muy mal.

Asiente dándome la razón y eso me hace sonreír.

El silencio vuelve a hacerse presente, y no me resulta incómodo ni mucho menos molesto. Es como si me adaptara a él, a lo que le puede resultar más cómodo, y eso me hace sentir bien.

Conrad escribe algo sobre la misma hoja en la que estuvimos hablando este rato, luego me pasa la libreta.

Sonrío cuando leo sus palabras.

—En estos momentos te veo como una buena sobreviviente. —Leo su nota sin poder dejar de sonreír—. Sí... si te tengo como compañero, puede que sobreviva.

Trago saliva. Esto me está poniendo muy nerviosa. Hace mucho un chico no me pone nerviosa. Bueno, Justin fue el último. Pero ese estado de nervios no cuenta.

—¿Te... —habla Conrad, respira profundo cuando se traba, cierra los ojos, toma una postura más firme y me mira por el rabillo de su ojo izquierdo— ... te ha salido el paso de baile?

Que haya hablado, aún pese a que le costó, me hace sonreír. Pero también, provoca algo en mi corazón. Algo distinto a todo lo que sentí una vez, y entiendo que es eso lo que debo entender.

Sonrío ante su pregunta. Y no por el hecho de que pude mejorar la técnica de mi paso, sino, porque se muestra muy interesado en saber.

—Pues, a decir verdad, me siento más conforme que la última vez. Pero no estoy contenta, debo mejorar muchísimo.

Conrad frunce el ceño, coge la libreta y el bolígrafo, atina a escribir, pero finalmente decide no hacerlo.

—Te exiges demasiado.

Susurra, observando hacia la entrada. Entonces recuerdo lo que me escribió en la hoja, luego de enseñarle el baile que tan mal me tuvo ese día.

Si no hubiera cerrado los ojos... ¿con qué me hubiese encontrado? Daría todo por ver sus emociones, aquellas que luego plasmo en una nota.

—Toda mi vida fui así. —Suspiro—. Y no es algo que me hayan impuesto, simplemente así soy. No me conformo con que el paso me salga bien, me tiene que salir perfecto. Tengo que sentir que dejé mi corazón en cada coreografía.

Conrad abre la boca para responder, pero no emite palabra. También coge la libreta, escribe algo que lo hace sentir arrepentido, ya que tacha y deja a un lado la acción de darme una respuesta a lo que dije.

Y aquí estoy... nadando en intriga.

Rubí, nuestra primera cliente del día, llega puntual en su horario. Se trata de una maltés cachorra, hermosa, juguetona y muy cariñosa con Conrad.

En cuanto lo ve, se desespera para bajar de los brazos de su dueña. Conrad se ríe por sus ladridos, y yo me quedo perpleja por el hermoso sonido de su carcajada. Una risotada que no se guarda ni finge. Todo es natural, como si no le costara, como si reír fuera algo que hace a diario.

Cuando Rubí baja al piso, corre hacia los llamados de Conrad, y cuando él la alza entre sus brazos, la perrita besa la sonrisa que hay en el rostro del hombre que la abraza con mucho amor. También me quedo perpleja ante esa sonrisa, y aún más, ante el brillo de su mirada.

La dueña de Rubí se despide de nosotros, feliz porque sabe que se ha quedado en un lugar donde la tratan bien.

Conrad abre la puerta de la habitación de atrás, y no la cierra a sus espaldas como de costumbre. No sé si eso es una invitación o qué, pero ya crucé el umbral y ya me senté a observar su trabajo.

—¿Música? —. Le pregunto, y asiente—. ¿Algo en especial? —se encoge de hombros—. De acuerdo...

Me dirijo a Spotify, voy al buscador, escribo Radiohead y le doy play de forma aleatoria. Last flowers está sonando mientras que Conrad le quita a Rubí el cabello muerto.

Pero la perrita dificulta el trabajo al querer besuquear todo el tiempo a Conrad.

¿Puedo culparla?

Mierda.

—¿Quieres... esto... tú...

Conrad deja de sonreír por los besos de Rubí cuando nota que le está costando hablar. Pero me hace entender lo que quiere decirme, o eso pienso cuando sus ojos se dirigen a Rubí, luego al peine y, por último, a mí.

—¿Ayudar? —. Asiente, y doy un salto de la silla por la felicidad que siento.

No solo por el hecho de que me está dejando ayudar, sino también, porque hacerlo significa estar un poco más cerca suyo. ¿Podrá lidiar con eso?

How can you be sure? Comienza a sonar cuando me acerco con pasos lentos.

Rubí festeja mi cercanía, me besa y mordisquea mi cabello. Pero Conrad da un corto paso hacia atrás cuando nota que estamos más cerca que de costumbre.

Traga saliva y me entrega el cepillo, por lo tanto, ahora soy yo la que le saca a Rubí todo el cabello muerto. Mientras tanto, Conrad la sostiene para que no se enloquezca con sus juegos y su cariño.

Continúo cepillándole el pelaje a Rubí, pero mi atención no se encuentra en ella, sino que mis ojos se centran en Conrad y en la sonrisa que lleva en estos momentos.

Su mirada está puesta en Rubí cuando Creep nos acompaña de fondo. Es imposible concentrarme en lo que estoy haciendo. En primer lugar, amo con locura esta canción. En segundo lugar, la colonia de Conrad es deliciosa, y en tercer lugar... su sonrisa me descoloca por lo linda que es.

—Listo... —. Me susurra y dejo de hacer mi trabajo para que ubique a Rubí en el agua tibia.

La perrita se vuelve loca y salpica para todos lados. Conrad se ríe, le dice que se quede quieta, que él ya se bañó esta mañana y continúa con lo que estaba haciendo.

Sabe que estoy aquí, observándolo y, aun así, no oculta sus emociones. Para mí eso es una muestra de confianza, pero si se trata de él, pienso que esa palabra es un tanto anticipada.

Mis ojos caen en las marcas que Conrad tiene en sus muñecas, y todas ellas me duelen mucho, y a la vez, me enfurecen.

¿Qué cosa o quién ha provocado que se lastimara?

¿Por qué cosa o quién se ha sentido en la obligación de ocultar su sonrisa o reprimir su risa?

Lo que sea que haya vivido, lo que sea que le hayan hecho, hicieron a este nuevo Conrad. Y lo único que quiero, es abofetear a quienes lo lastimaron.

Luego de eso, le daría mi mano a Conrad, solo con el fin de enseñarle que en el mundo hay cosas lindas y que, por eso, debe sonreír y reír con fuertes carcajadas. Le mostraría que hay colores detrás de todo lo negro o gris que, posiblemente, ve con frecuencia. Y quizá así, solo así, pueda dejar al descubierto sus emociones.

Y, por último, cuando le haya traído un sol radiante a su paisaje, lo encerraría en una cajita para que nadie más ni nada pueda volver a lastimarlo.

No puedo apartar mis ojos de Conrad. Ni tampoco puedo apartar ninguno de mis pensamientos.

Todo esto me genera una revolución escandalosa en mi interior. Creo que nunca me pasó algo así, con tanta fuerza e intensidad.

¿Qué tiene Conrad? ¿Qué es lo que tanto me atrae? Obviamente es hermoso en lo que se ve... pero cuando hablo de que me atrae, me refiero a todo aquello que no se ve. A todo eso que planeo descubrir.

Y no es que quiero conocer sus secretos por capricho o simple curiosidad. No.

Sé que quiero conocer todo lo que hay en su interior porque, repito el mismo pensamiento que tuve esta mañana, estoy segura de que detrás de todo eso que demuestra a diario, hay alguien sorprendente con mucho miedo de salir a la luz.

Y si Conrad ya me gusta así, por como se muestra y demás... ¿Qué será de mí cuando, posiblemente, descubra todo su ser?

—Alana... —me llama con susurros.

—¿Qué?

—Alguien entró a la tienda.

—Oh... no lo noté. —Asiente. Sí, estaba demasiado sumergida en mis pensamientos—. ¡Ya va! —le grito al cliente, quien me contesta que no tiene todo el día. Ruedo los ojos, Conrad se muerde la sonrisa, pero yo no hago lo mismo con la mía. Le sonrío con toda mi naturalidad y simpatía—. No me eches de menos, ya vuelvo para ver cómo sigue tu trabajo.

Me dirijo a atender al cliente, pero mi mente y mi entero corazón quedaron allí atrás, con Conrad, Rubí y las sonrisas que esta le robó.

Mi corazón está allí, danzando en la curvatura de su sonrisa. Y cada paso le sale increíble, no necesita mejorar ninguno, ni mucho menos necesita ponerse presión.

No conozco nada de Conrad y ya me gusta demasiado. Y quisiera decir que se trata de su belleza... pero no, se trata de algo más. 


Holi.

Me encanta todo esto. Amo cuando los personajes empiezan a sentir cosas y a verse de otra manera, con más ganas e interés.

Ya quiero saber que nos va a contar Conrad en el próximo capítulo. Qué nos dirá de Alana?

No tuve tiempo para releer el capítulo. Así que si hay un error, o algo parecido, sepan disculpar. En la noche de hoy lo releo.

No las trae super emocionadas esta historia? Porque a mí sí. Mucho...

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