🔸Dos corazones hacen a uno🔸
Desde el día en que ayudo a salvar a una ciudad del caos de dos dioses desquiciados, Circe despertaba aterrorizada. El temor de que aun iba a suceder algo peor, o que iban a volver a atacar no era su mejor alarma. Aunque su terapeuta dijo que lo iba a poder superar, ella esperaba que eso sucediera pronto.
Esa mañana no fue la excepción, lo único que la diferenciaba del resto es que estaba segura que no despertaría sola, para su decepción ocurrió lo contario.
Al notar el espacio vacío a su lado, se vio en la obligación de abrir los ojos, y desilusionada noto que Baltimore no estaba ni cerca de su vista. Se sentó con rapidez al no escuchar ni un solo sonido.
—¿Se fue sin decir adiós?— se cuestiono.—Otra vez, maldito miserable.— dijo enojada.
Se enrosco con las sabanas, y corrida por una furia que no sentía hacia mucho bajo las escaleras de dos en dos. No había ningún rastro de él, y estaba segura que al menos una calceta debió quedar tirada en alguna parte de la casa, pero ni siquiera un mísero cabello blanco encontró en su camino a la cocina.
Al llegar al pequeño cuarto, lo encontró haciendo el desayuno, provocando que el fuego interior de la hechicera se sofocara de inmediato ¿Cómo alguien podía ser tan silencioso, o salir de la cama tan temprano, un sábado, luego de una "cita"?
—Al fin despiertas.— dijo viéndola por encima del hombro.—Buenos días.
—Son las diez de la mañana recién, esperaba que aun estuvieras dormido, o la cama como mucho ¿Por qué tan temprano?— le cuestiono cruzándose de brazo sin moverse de la entrada.
No iba a ceder a sus encantos de chef, siempre lo hacia, y por primera vez no quería que se saliera con la suya, luego de reaparecer tras huir hace mas de cien años.
—Me gusta madrugar Circe, pensé que lo sabias.— respondió dejando sobre la mesa el desayuno.
—Si bueno, se mucho de ti, sin embargo hay mucho que desconozco todavía.— dijo haciendo resistencia.—Aun debemos hablar, y tu no me dejas, eres un inconsciente.— agrego dándole la espalda.
Baltimore camino hasta ella, y la abrazo por la cintura para besar sus hombros. Pese a todo, incluyendo que fue él quien la dejo, no podía dejar de verla con ojos de enamorado, y confirmaba que ninguna otra persona ocuparía su lugar.
—No, detenté, ayer hiciste lo mismo ¿Acaso crees que soy tonta? Se de tus artimañas para no tener una conversación seria.— dijo apartándose varios pasos en dirección a las escaleras.—Me iré a cambiar, y luego desayunare contigo.
—Me gusta ese atuendo, lo natural te queda bien.— señalo apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.
Circe volteo a verlo, y no pudo evitar ponerse aun mas nerviosa, no iba negar que el paso del tiempo le sentaba mejor que a cualquier otra persona que conoció. Aun conservaba la cabellera blanca larga hasta los hombros, las cejas gruesas y ese gusto por la ropa oscura.
Baltimore era su punto débil en cuanto a gustos.
—No juegues con mis nervios Baltimore.— exclamo estando al pie de las escaleras.
Mientras estaba en su cuarto, sentada al borde de la cama, haciendo tiempo para ver si Baltimore perdía la paciencia, algo que veía imposible, escucho la voz de hija.
Olivia no tenía idea que Baltimore estaba en la casa, pero si conocía la historia de principio a fin.
—Ay no.
Si hija conocía la historia, y defendía los sentimientos de su madre, estaba segura que no iba a terminar bien.
Otra vez corrió escaleras abajo, solo para ver a Olivia a una distancia prudente del brujo. Circe que no tenia la habilidad de reconocer la magia de los demás, podía sentirla en el aire.
—Mamá ¿Quién es?— preguntó la hija.
—¿Mamá? ¿Tuviste otra hija?— cuestionó el brujo.
Las rodillas de la hechicera temblaron nerviosas ante las preguntas. Baltimore no le haría nada a la niña, pero no creía lo mismo de esta.
—Baltimore, ella es mi hija, Olivia.
La joven bruja abrió la boca espantada al oír su nombre, y lento dirigió su mirada a Circe quien cubría su rostro. Lo último que quería es que se conocieran de esa manera.
—Livi, ¿Podemos hablar a solas?
Sin decir nada, se fue detrás de Circe sin quitar su mirada del brujo.
Circe tuvo que escuchar como su propia hija la regañaba por no actuar de manera madura ante algo que debía tratar con delicadeza.
—Pero, odio admitirlo, se nota que te quiere.— dijo cruzándose de brazos.—Pero si te vuelve a lastimar, yo lo voy a lastimar, se como luce.
—Oliva...
—Ni si quiera es tan lindo, y no sonríe.— agregó.
Salieron de la pequeña biblioteca, fuera, sentado en unos de los sillones, estaba Baltimore esperando mientras leía algo.
—No te llamare papá.— le aclaró pasando a su lado.
—Como digas niña.
Olivia salió refunfuñando de la casa, y Circe se quedó a solas con el brujo de nuevo. Baltimore, quien había dejado el libro a un lado, esperaba alguna clase de explicación.
—¿De verdad creíste que me iba a quedar llorando luego de tu huida?— le cuestionó al sentir la mirada sobre ella.—Si, tuve una hija, me case, y trate de ser feliz tanto pudieron dejarme serlo.
—¿El hombre de la foto es su padre?— preguntó señalando el marco que tenía sobre la mesita de café.
—¿Fred? No, pero la quiso como si lo fuera.— respondió, sentándose a su lado.—Es Hisirdoux.— agregó tomando la foto.—Frederick nos amo a todos, hasta con nuestra magia y pasado. Me lo arrebataron antes de tener mi primer cana.
Guardaron silencio por unos segundos. No era tan incomodo como pensaba que seria tener que decirle a un hombre que ama que también amo a otro hombre. Circe recostó su cabeza sobra el regazo del brujo y cerro los ojos por un momento.
—Te veías feliz.— dijo Baltimore.
Circe apoyo la foto sobre su pecho, abrazando el recuerdo de una parte de su pasado que le gustaba.
—Y lo fui Baltimore.— dijo corrigiendo sus palabras.—Nunca fui la persona mas romántica...
—No eres una persona romántica.
—Podrías guardar silencio mientras hablo.— pidió, casi exigiéndolo.
El brujo dio una leve sonrisa por la rudeza en sus palabras, y entendió que esa mujer no era la misma que dejo años atrás.
—¿Cuándo fue que te hiciste tan autoritaria?— preguntó mientras hacia a un lado un rulo sobre la frente de Circe.
—Cría una hija con alguien que te desacredita a tus espaldas, y veras como se transforma la forma de pedir algo.— respondió sonriendo.—¿Por qué te fuiste? Solo dime una razón para hacer un lado todo el malestar que sentí el día que te marchaste.
Circe lo vio desde abajo, y podía sentir como el corazón de Baltimore golpeaba con fuerza contra su pecho. Odiaba verlo sufrir de cualquier forma, pero le reconfortaba saber que nunca estuvo tranquilo con su decisión.
Fue un silencio largo, donde Circe casi se queda dormida esperando una respuesta, mientras que Baltimore no quitaba la vista del frente, tratando de formular alguna que sencilla y no causara mas preguntas.
—Me fui porque tenía miedo de no poder hacer nada cuando estuvieras realmente mal.— dijo, haciendo que Circe se enderezara para verlo de frente.—Querías a la princesa como a una hija, y su muerte sólo te trajo pena, me sentía miserable sin poder hacer algo por ti.
Quizás no era la respuesta que esperaba pero era la primera vez en mucho tiempo que lo veía vulnerable, que podía ver otra vez sus lágrimas de dolor, esas que lo hacían tan humano, y le quitaban ese aspecto de hombre inquebrantable que forjo desde el día que se conocieron.
No iba a negar que era Baltimore era sensible, solo que este nunca lo demostraba.
—Baltimore.— susurro y lo abrazo.
Este apoyo la cabeza sobre el pecho de la hechicera y se dejo envolver por brazos. Circe tenia razón en algo, estaba esquivando hablar sobre el pasado.
—Lo siento mucho Circe, no estuve cuando mas me necesitabas.— dijo abrazándola con mas fuerza.—Intente encontrarte pero muchos me dijeron que tu...
—Mi destino siempre estuvo sujeto a la desgraciada, desde el día que salí del vientre de mi madre, y la única salida de mi malestar era la muerte.— relato Circe.
Baltimore se deslizó hasta quedar con la cabeza sobre el regazo de la mujer, quien no dejaba de pasar sus manos sobre el cabello blanco para darle calma, si lo lograba con Olivia también lo haría con él.
—Cuando dije que estaba muerta, sentí que volví a vivir, aunque nada iba a ser como antes.— contó.—Viví por muchos años refugiada en este pueblo, donde ni Douxie sabe donde queda, estoy tranquila, pero.
—¿Pero?
—Creo que es momento de volver a salir ¿No crees? Ya no quiero estar muerta, solo quiero estar viva y segura.— respondió.
Baltimore tomo la mano que se perdía entre sus cabellos y la beso, le parecía una idea agradable, esperaba que lo incluyera, al menos un poco, en esta.
—¿Podemos empezar de nuevo, otra vez?— le preguntó un tanto inseguro, haciendo que Circe lo viera con ternura.
Le gustaba verlo así, aunque su mejor aspecto es que él fuera fuerte por los dos, también prefería ser ella la mas fuerte de los dos, por los dos.
—Solo si es la última vez.
—Lo prometo.
Aunque Baltimore quiso sellar sus palabras con un beso, Circe no se lo permitió, puesto que volver a empezar era volver a conocerse, y eso era algo que ella deseaba mucho, pese que la noche anterior sucedió mas que un beso.
Unas semanas después.
El pequeño hogar de la hechicera, que pronto dejaría de ser suyo, se encontraba convulso, no tanto por Circe sino mas bien por Baltimore. Aún no había hecho las pases con Olivia y esta le hacia muy difícil aquello.
A Circe le divertía verlo esforzarse por tener a la joven bruja de su lado, y hasta el momento nada de lo que él hacia parecía suficiente para Olivia.
—Criaste a una niña caprichosa.
—Te dije que yo no fui, Douxie también lo hizo.— se río ante el cometario.—Tómalo con calma, a ella le cuesta abriese a nuevas personas, y no hablar o ver feo es parte de su...
—No, no hablar es parte de su pobre estrategia para controlar su magia, ver feo lo hace a propósito.— se quejó.
—Te daré un consejo, no intentes hablar de su magia y como controlarla, a ella no le gusta y tiene su método.— explicó yendo detrás de él.—A su modo le funciona.
Baltimore intento darle una mano con su magia y lo único que logró es que guardará aun mas silencio. Lo ponía en la peor de las posiciones, la de un maestro con ansias de enseñar frente a alguien que no quería aprender, al menos no de él.
Agotado de dar tantas vueltas se sentó a gruñir en silencio. Circe no podía verlo así, esforzándose tanto para complacer a una persona que seguro lo hacia todo para molestarlo.
—A ella le gusta el té, y leer.— le sugirió.—Me debo ir a trabajar.
Le dio un beso en la frente y salió, dejándolo solo en la pequeña casa.
Té y libros, al menos tenían algo en común, además de amar a la misma persona.
Una idea cruzo por su mente, ahora era solo cuestión de intentarlo. Junto con su familiar fueron a la gran biblioteca de Baba, con ayuda de una de una mensajera.
En la ciudad tenía su colección de libros, Baba se los resguardaba en un lugar solo para él, y al que nadie mas podía ingresar. Allí había libro de todo tipos, hasta los que eran prohibido en algunas zonas del mundo, y copias que los mismo autores le regalaron en persona.
—Vaya, le harás un gran regalo a la niña.— dijo Baba mientras veía como iba haciendo una minuciosa selección.
—¿La conoces?
—¿A Olivia? Obvio, acudieron a mi cuando tuvo su primer visión y no sabían que hacer para calmarla, que día aquel.— respondió.—¿Le darás La Divina Comedia? Tienes una sola copia de este ejemplar con esta fecha.
—Lo leí varias veces, es hora que le pertenezca a alguien mas.— dijo guardando el libro.—Y no te lo daré a ti, ya tienes el tuyo.
—Si, y autografiado por el mismo Dante, es todo un personaje.
Baba se quedo viendo lo que iba guardando hasta que tomo uno sobre mensajería mágica escrito por ella misma, y noto que también se llevaba otro que hablaba sobre la magia de las visiones y sueños.
—Te estas esforzando.— comento.—Recuerda que es hija de Douxie, y que seguro te toma el pelo.— agrego antes de irse.—En fin, cierra bien cuando te retires.
Era obvio que le tomaba el pelo, pero Baltimore haría lo que sea para demostrarle que no debía hacerlo.
Devuelta en lo de Circe, hizo algo mas que le salía muy bien, cocinar. Preparo galletas, algo de té de diferentes tipos, y cuando todo estuvo listo llamo a la joven hija de Circe. Al cabo de unos minutos Olivia llego trayendo con ella su cara de pocos amigos.
—Solo quiero hacer las paces contigo, por el bien de tu madre, y el de mi psiquis.— dijo invitándola a pasar.
Estaba por quedarse callada hasta que la incomodidad lo obligara a marcharse, pero al ver lo preparo para ella no pudo evitar que su boca se llenara de palabras.
—No lo pensé yo, Circe me dio una mano.— confeso antes que hablara.—Es lo que tenemos en común tu y yo, no hablamos mucho, y disfrutamos de la lectura.— agrego pasándole un comic del mismo país en que ella nació.
—El Eternauta, hiciste tu tarea Baltimore.— dijo dándole una pequeña sonrisa.—Aunque me duela decirlo, me quiero disculpar.
—No hiciste nada malo, solo defendías a tu madre.
—Y también quería molestarte.— agrego sonriendo con sorna.
Entre los libros le llamo la atención el de las mensajeras, el cual tomo y vio con cierta sospecha al brujo.
—¿Mamá te dijo sobre esto?
—No, pero me imagine que te gustaría saber sobre los viajes de las mensajeras.— respondió mientras servía el té.—Ese tipo de magia ayuda mucho a canalizar las demás.— explico.—Creí que te gustaría intentarlo.
Al cabo de unas horas Circe los encontró en la sala de la casa en un silencio que solo podía transmitir paz. Ahora se sentía tranquila de que ambos no se hablara porque estaban concentrados en algo que tenia en común.
Se acerco a Baltimore quien la veía desde que llego, y lo beso, tomándolo por sorpresa. No esperaba que lo volviera a besar en los labios por el solo hecho de haber hecho las pases con su hija, ni siquiera tuvieron una salida oficial, desde la ultima noche que pasaron juntos.
—¿Sabías que no iba adivinar sobre los libros?— pregunto tras el beso, sin dejar de sonreír gustoso por haber tocado otra vez sus labios.
—No lo ibas hacer sino te daba una mano.— respondió.—Además ya te extrañaba, te tardaba demasiado en algo que tenían tanto en común.— agrego, soltándolo para irse de su lado.
Antes que se pudiera alejar un poco mas de su lado, la tomo de la mano y jalo para que cayera sobre su regazo, y así volver a besarla.
—¿Quieres salir esta noche?— le pregunto sin soltar su mejilla.
—¿Cómo una cita?— respondió Circe con otra pregunta, tratando de no sonreír demasiado.
—Claro ¿De que otra forma sino?
Olivia levanto la vista de la lectura y sonrió al ver a su mamá tan feliz después de tanto tiempo. No le gustaba verla escondida del mundo, donde ni siquiera su papá sabia donde estaba. Estar en su propia esfera le quitaba todos sus colores, y aunque la razón de salir de esta fuera el fin del mundo, le alegraba verla radiante como cuando ella aun era una niña y Circe la típica madre que iba por detrás para poder atarle los cordones.
Circe de a poco volvía a ser una persona feliz pese a todo lo que vivió en los últimos tiempos.
★★★
Hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien.
No hay forma de hacer que Circe y Baltimore peleen, porque no se puede.
Ella es el sola, él la luna, y yo soy quien los hace compatibles 😳
En fin, espero que lo hayan disfrutado. Ame escribir esto, porque se hizo sólo.
Besitos besitos, chau chau.
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