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XVIII


Poco recuerdo de ese encuentro, fue todo tan rápido. El ciervo furioso ayudó para que Thorne me soltara, quien al notar que a solo unos metros de nosotros se encontraba una peligrosa bestia de grandes cuernos, lanzó un alarido y se colocó de pie. Yo tardé más en reaccionar, pero en cuestión de un pestañear me encontré siendo jalada por Thorne para emprender nuestra huida. El ciervo nos seguía y nosotros corríamos esquivando los enormes troncos. Mis pasos eran pequeños y torpes; mis zapatos se hundían en la tierra húmeda, arrastraban ramas y hojas.

Thorne me guiaba de regreso a la cabaña. No pude plantearme si aquello era buena idea, el galope estruendoso del ciervo me perseguía detrás, a unos metros. Caí. Chillé de angustia, pues Thorne no parecía dispuesto a detenerse. Pero lo hizo. Entre maldiciones y una exhalación rasposa, me ayudó a levantarme. Esto no nos dio tiempo de correr, por lo que tuvimos que escondernos detrás de un árbol, de espaldas pegadas al tronco y aguantando la respiración. Cerré mis ojos, pensé en mamá y en papá. Thorne a mi lado hacía lo mismo; su mano aprisionaba la mía con fuerza, tanta que mis dedos se habían tornado de un color rosa.

Un disparo.

El glorioso eco de un disparo alborotó a toda criatura viviente del bosque, incluyendo al ciervo. No fue hasta que su trote se escuchó lejano que todo se pausó. Sin embargo, solo por un instante.

Thorne y yo quedamos de frente. Nos miramos y recordamos que hace un momento peleábamos. Él dio el primer paso, se acercó, cauto, lento, con las manos en alto en señal de rendición.

—No te acerques más —le ordené.

—Sobre lo de hace un momento...

Preferí no escuchar más.

Con rapidez me agaché, tomé un poco de tierra y se la tiré encima. Esto me dio tiempo de huir hacia la carretera.

Llegué a casa de Skyler con los pies temblorosos y cansada. Sentía que me había pasado por encima un camión, o que el ciervo me había pisoteado. Mi garganta estaba seca y tenía el estómago vacío, más mi apetito desapareció al pensar en la cabeza de Mazz.

Mazz.

Tenía tanto que contarle a papá.

Golpeé la puerta con insistencia y fuerza, sin ninguna clase de moderación. Papá me abrió, lo que desató mi lado más voluble. Me abalancé sobre él para abrazarlo.

—Mazz Reveck lo hizo.

—¿Qué?

—Creo que Mazz Reveck lo hizo.

Papá no dio crédito a lo que escuchó. Las órbitas de sus ojos vibraron en confusión. De pronto, al escuchar unos pasos, formó una mueca de angustia.

—¿Qué pasa con mi hermano?

Las entrañas se me revolvieron cuando escuché la voz de Dreeven. Se asomó por detrás de la espalda de papá y su rostro se iluminó con la modesta luz del exterior.

—Dreeven...

—Hola —saludó como si nada.

Silencio.

Un silencio incómodo.

—Dreeven está aquí para hablar de la siguiente búsqueda.

Papá fue el respiro que necesitaba, porque yo, con Dreeven frente a mí, sentí que me estaba ahogando.

—Ah... qué bien —mi voz fue temblorosa. Qué patética me sentí—. Yo... yo me voy a dormir, estoy cansada.

Entré a la casa. Saludé al padre de Skyler quien estaba en la sala de estar organizando unos papeles y puso el pie en el escalón.

—¿Y la bicicleta de Skyler? —preguntó el señor Basilich, como si intuyera que algo le había pasado.

—Me la robó.

Frunció el ceño.

—¿Robar? ¿Quién?

Señalé con mi barbilla a Dreeven.

—Su hermano.

Esa fue mi forma de decirle: «que te jodan».

Apenas llegué al cuarto, me recosté sobre la cama y miré el techo para procesar mi alocada tarde. ¿Qué demonios había ocurrido? Todos los sucesos parecían tan irreales en mi cabeza que me pregunté si realmente pasaron o si los cigarros me habían jodido el cerebro. Mazz tenía una cabeza humana en su cabaña, Thorne había querido hacerme daño y el ciervo... Esa clase de animales vivía en el bosque, su presencia ahí no era de extrañar, pero el habernos librado de él por tan poco sí.

Suspiré y me hice un ovillo para refugiarme del mundo. Extrañaba mi casa. Añoraba las boberías que hacía allí. Necesitaba el apoyo de mis amigos, con ellos seguro agarraba más confianza y todo ese misterio ya estaría resuelto.

Sí; todo es mejor si se hace con alguien más.

Toc, toc. La puerta sonó.

—No estoy de humor, papá.

Una risa escuálida y algo tímida fue la patada en el estómago que indicó que estaba en lo incorrecto. Comprobé que se trataba de Dreeven y luego regresé a mi posición fetal.

—¿Puedo pasar?

—No.

—Lo haré de todas formas.

La voz lejana de Dreeven vino a mí. Cerré los ojos y pude trasladarme durante un segundo eterno hacia el pasado.

Antes de irme de Norwick Hill, Dreeven y yo éramos compañeros de curso. No éramos cercanos, apenas hablábamos inicialmente pues él tenía una extraña vibra que funcionaba como un repelente. No fue hasta que la profesora jefe nos sentó juntos que comenzamos a hablar. Dreeven resultó ser muy diferente a como aparentaba, le gustaba hablar bastante, y yo lo escuchaba con atención. A menos de que fuera sobre su familia, esos temas los manteníamos al margen. Nos volvimos una especie de amigos, pero aquella relación poco duró cuando un tercero apareció en nuestra relación: Skyler. A mí me gustaba Dreeven, a ella también; y a Dreeven le gustaba Skyler. No tardaron en salir.

Después de la muerte de mamá, nos mudamos a Nevada y dejamos la isla como si jamás hubiésemos vivido en ella. Sin embargo, a mí me ataba un número: el número móvil de Dreeven. El saldo ilimitado de Norwick Hill le permitía mandar mensajes a cualquier hora, y yo se los respondía con ansias. Nos acercamos de nuevo, hablamos sobre trivialidades, él me llamaba Moni y yo disfrutaba de esos pequeños momentos. Le dije que me gustaba y él confesó que sentía lo mismo y... luego me invitó a Norwick Hill.

Ese día le dije a papá que me quedaría a dormir en casa de una amiga, una mentira que él creyó sin dramas. Después de una advertencia, me despedí de él con un beso en la mejilla y me marché. Tomar una lancha hacia la isla Dama no fue simple, como la ciudad no era muy concurrida, tuve que pagar más de lo que pedían con tal de que me llevaran pronto. El viejo que me llevó tenía mala pinta, por eso estuve tensa en todo el viaje. Para empeorar la situación, el mar era violento, sus olas chocaban sin piedad contra el bote. La brisa trajo consigo neblina. El frío golpeó mi cuerpo. En Norwick Hill la situación no cambió; todo el clima podría describirse como deprimente. Me coloqué mi capucha y me dirigí hacia el punto de encuentro con Dreeven. Nadie, además de él, sabía que estaba allí. Nadie podía verme, mucho menos Skyler, quien todavía no desaparecía.

Norwick Hill no tenía muchos puntos buenos de encuentro, así que no me fue extraño que Dreeven me citara más por las lejanías, cerca de una pequeña playa de arenilla oscura poco concurrida. Estaba solo, sentado en una enorme roca gris con su cazadora. Mi estómago jamás se había retorcido tanto..., los nervios me carcomían la cabeza. Llevaba años hablando con él por mensajes ¿cómo se suponía que reaccionaría al verlo cara a cara otra vez? Me gustaba mucho, y yo por fin le gustaba a él.

—Viniste —dijo. Las olas estrellándose contra las rocas poco me dejaron escucharlo, tuve que leer sus labios.

—Hola.

Caminó hacia mí. Me volví de piedra.

—¿Has tenido un buen viaje, Harrell?

El que me llamara por mi nombre me chocó al comienzo, pero creí que lo hacía para afianzar nuestra relación.

—Casi me congelo —bromeé.

Como gesto de caballero, se quitó su cazadora y me la colocó sobre los hombros. La cercanía causó que todos los nervios de mi cuerpo se conectaran con rapidez; el rubor en mis mejillas, ya rojas por el frío, aumentara.

—Gracias. ¿Has esperado mucho?

—Aquí el tiempo no existe —dijo y esbozó su típica sonrisa—. ¿Quieres ir a tomar algo?

Acepté su invitación con gusto sin saber que me llevaría una enorme decepción. El Dreeven que hablaba en persona era diferente al chico de los mensajes. Pero una vez más, poca importancia le di. Quizás estaba nervioso, por eso actuaba como si nunca hubiésemos hablado.

La charla, a pesar de todo, fluyó bien. Dreeven me gustaba, tenerlo bebiendo café frente a mí era un sueño, quería que todo el encuentro se repitiera. Entonces salió el tema de Skyler y otra decepción me llevé: A Dreeven, a juzgar por cómo hablaba de ella, le gustaba. No pude evitar el sentimiento de culpa que sentía, porque era consciente de que Skyler deseaba huir con William Walker.

Tal vez fue por celos, quizás en realidad fue lástima. O puede que haya sido rabia. No sé, pero sentí la necesidad de contarle sobre Skyler y W.W. para que no viviera en una tonta ilusión.

Empecé con un «tengo algo que contarte» que terminó en «creo que debes saberlo». Él tardó en procesar todo, pero una vez lo hizo, la sonrisa torcida que al comienzo me había regalado, fue el deprimente intento de una. Suspiró, se bebió su café al seco y luego me miró.

—No importa. En realidad, hace tiempo que las cosas entre Skyler y yo no andan bien —dijo con simpleza—. Además, está el hecho de que tú me gustas. Estás aquí, conmigo, no hay nada más importante para mí que eso. Esto no lo olvidaré.

Yo caí.

Después de eso nos fuimos al cuarto de un motel y tuvimos sexo.

Fin del recuerdo.

Estar de nuevo en un cuarto junto a Dreeven me trajo más de una emoción. Y, al parecer, a él también. Yo no podía olvidar lo que hicimos por más que tratase y él se escurría por el cuarto igual como aquella vez. Al caer en cuenta de que se acercaba a la cama, me puse a la defensiva.

—¿Qué quieres? —exigí saber, pero él me ignoró olímpicamente.

—Lamento lo de Mazz. Hoy cuando lo vea le pediré la bicicleta.

—Lo de la bicicleta es lo que menos me importa —articulé con desagrado—. Tu hermano es demasiado raro.

Sonrió en un estado dubitativo en el que sus ojos azules se apagaron frente a sus rápidos recuerdos.

—Tiende a actuar extraño, pero no es mala persona.

—Tenía una cabeza humana real dentro de un jodido tarro —farfullé. Por alguna razón, ya no quería que nadie me oyera—. Creí que era Skyler. Estaba tan asustada que... —Dio otro paso— No te acerques.

—¿Por qué?

—¿En serio lo preguntas? Como sea...

Soltó un bufido.

—¿Todavía estás molesta conmigo, Harrell?

—Tanto como la primera vez.

—Ya te pedí perdón.

Sí, lo me pidió perdón el momento en que desperté porque el muy idiota me había tomado una fotografía, la cual usaría como venganza contra Skyler.

—Y yo te lo acepto, pero el dolor que sentí está aquí, en mi pecho, no se va. —Otro paso. Yo me bajé por el otro lado de la cama, lejos de su presencia—. Me usaste. Me trajiste hasta aquí para saciar tu primitivo orgullo. Y yo, tonta de mí, no me di cuenta... Eras demasiado perfecto.

Pensé en todos los mensajes que me había enviado, en la personalidad diferente que demostraba a través de estos, en cómo me trataba y en cómo me llamaba, y abrí los ojos.

—El chico de los mensajes no eras tú, ¿verdad?

—Era yo.

—Mentira... —Ahí se me fueron las pocas fuerzas que me quedaban— Tú ni siquiera me llamas Moni.

Dreeven quiso avanzar, mas la aparición repentina de papá impidió otra confrontación. Fue un alivio momentáneo que duró poco. Todo en el rostro de papá indicaba que había escuchado nuestra conversación.

—Dreeven, creo que es momento de que te retires.

El chico Reveck obedeció al instante a la sugerencia poco discreta de papá. Yo jamás lo había visto tan serio con él, fue impactante. Cuando quedamos solos en el cuarto, se acercó para comprobar mi estado.

—¿Te está acosando?

Su pregunta escueta evocó una risa nerviosa.

—No, papá.

—¿Entonces?

—Él... Entre él y yo pasó algo, que ya no pasa ni pasará. Eso es todo. ¿Puedes dejarme ahora?

Achicó los ojos buscando algún rastro de mentira. Yo había dicho la verdad, aunque muy por encima de lo que en realidad pasó.

—Si quieres hablar sobre eso...

—Sí, sí... —interrumpí— lo hago contigo.

Papá me dejó sola y pude respirar hondo. Mi respiración se volvió temblorosa, en mi garganta se estancó un nudo y tuve ganas de llorar. No obstante, para lágrimas no hubo tiempo: un nuevo mensaje del desconocido llegó.

De ahí fue fácil juntar las piezas y deducir lo evidente.


Hola. 😊



Fuiste tú. Eres tú la persona que se hizo pasar por Dreeven durante todo este tiempo. Por eso sabes mi apodo, por eso tu forma de escribir me parece tan familiar. Yo nunca hablé por mensajes con Dreeven, siempre lo hice contigo. Tú y yo hablamos todo este tiempo, nos conocemos.



Upsie.
Creo que ya no puedo ocultarlo más.
Sí, tienes razón. Todo este tiempo ocupé el nombre de Dreeven para hablar contigo.



¿Por qué?



Porque te gustaba.
Porque me gustas.
Si me hacía pasar por él acercarme a ti sería más fácil y llamaría tu atención.



¿Cómo sabes que me gustaba?



Porque mientras él miraba a Skyler y tú lo mirabas a él, yo siempre te miré a ti.

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