Cuando no estás...
Lo miraba, recostado a lado mío con sus ojos felinos cerrados sin preocupaciones. ¿Cuántas veces habíamos despertado juntos? No lo sé, jamás las conté y es mejor que jamás supiera la cantidad exacta, me bastaba con saber que sería la última vez.
Tomé con mis manos algunos de sus mechones negruzcos que muchas veces fueron mi perdición por lo bien que se veía con el cabello largo y enmarañado. Eso fue lo último que pude hacer sin sentir el imperioso deseo de borrar para siempre sus facciones de mi mente, para olvidarme de quién es, por qué fue tan importante para mí y porque siempre lo sería.
Rodee sobre el colchón hasta darle la espalda y encorvarme como si me estuviera protegiendo de él, empuñando mis manos y llevándolas a mi pecho. Después de eso sentí como él volvía a unirnos pasando su brazo sobre mi cintura; quizá notó el movimiento y por eso se despertó, lamente no ser más discreto.
—¿Qué pasa ojitos? —preguntó.
—No quiero hablar de eso ahora—respondí.
Me deshice de su brazo aprisionador y me senté en sentido contrario al que él estaba.
—Si estás de mal humor no es mi culpa, yo solo intentaba ser amable —refutó.
Sabía que al no recibir la respuesta que deseaba se malhumoraría, pero llegados a este punto no era algo que me doliera tanto como el descubrimiento reciente que seguía torturando mi cuerpo, tanto era así que no tenía ganas de hacer nada, ni siquiera de discutir con él.
—Amable... —reí ante su hipocresía—. Bueno, ya que eres tan amable como para querer saber lo que me pasa te lo diré...Ya sé lo que haces cuando no estás en casa—. Di media vuelta para verle a la cara y soltarle todas sus verdades, era mejor liberarme de una vez por todas que seguir buscando una respuesta a sus acciones—. Sé que estás casado desde antes que nos reencontráramos y que para colmo él también está embarazado.
—Pensé que ya lo sabías —contestó como si lo que le acabara de soltar no fuera la gran cosa.
—Entonces, ¡¿no pensabas decírmelo?! —grité.
—Tampoco es como si te lo estuviera ocultando —contestó con simpleza.
¡¿Cómo se supone que lo iba a saber?! Es verdad que jamás le había preguntado algo como: "¿Oye estás casado?" Pero eso no quería decir que yo sabía ese "pequeño" detalle.
—Es así como siempre han sido las cosas entre nosotros ¿verdad, Yoongi?
—¿A qué te refieres?
—Jamás he sido lo suficientemente importante para ti como para que no quisieras lastimarme, como para pensar si me lastimarías contándome esto o no...
—Dejemos el tema aquí. No quiero que terminemos peleados y que algo le pueda pasar a mi hijo —. Terminó la conversación y yo lo conocía tan bien como para decir que esa fue su forma de terminar también con el interrogatorio, además de que era un cobarde que no se atrevía a decirme a la cara que estaba en lo cierto, así de cobarde como para no decirme que pertenecía a alguien más.
Le deje que hiciera lo que quisiera, él tenía razón en que lo más importante era la salud del bebé que crecía en mi vientre, «su hijo».
Se levantó de la cama y tomó una ducha mientras yo le preparaba su desayuno, tenía todo el derecho de no ayudarle con eso, pero la costumbre me ganó. Desde que «vivíamos juntos» me levantaba a las cinco de la mañana para hacerlo. Me gustaba tomar mi tiempo para preparar a conciencia lo que él comería en su trabajo porque pensaba que en las prisas podría olvidar comer adecuadamente, algo estúpido sabiendo que eso jamás le importó porque todas las mañanas saliendo de este humilde departamento se trasladaba a su «casa grande», aquella en donde vivía su esposo embarazado y sus dos hijos. Entonces el almuerzo que preparaba seguramente lo comería el perro mientras a él le servían el plato de su preferencia. Igualmente, no pude evitar cumplir con la rutina a sabiendas de lo que sucedería.
«Por eso nunca quiso quedarse a desayunar conmigo.»
No preste atención a cuando salió del dormitorio con su traje perfectamente arreglado, pero si lo noté cuando se posó detrás de mí, esperando impaciente porque ya llevaba unos minutos de retraso a la hora en que acostumbraba salir de «casa».
—Tu desayuno —dije ofreciéndole el recipiente.
—Gracias —respondió con seriedad.
Tomó rumbo a la puerta principal del departamento, se acomodó bien la corbata y se calzó los zapatos.
—¿Antes que te vayas te puedo pedir un favor? —pregunté.
—¿Qué quieres? —respondió de mala gana y yo me asusté porque uno nunca sabe lo que puede hacer una persona enfurecida—. No voy a esperar todo lo que se te venga en gana Jimin, ya dime lo que quieres —espetó.
Él jamás había sido especialmente paciente conmigo, aunque no por eso estaba acostumbrado a que me hablara de esa forma.
—Cuando regreses... —comencé a decirle temerosamente —si es que hoy regresas... —porque no sería la primera vez que no regresa—puedes...
—Se me está haciendo tarde, me dices después.
Pensé que no se acercaría, pero termino besándome antes de irse. No quise negarme al beso, al fin de cuentas también sería el último, aunque tampoco puedo decir que lo respondí ávidamente. Él había dicho nos vemos, yo no pude responder, no sabía si algún día volveríamos a vernos.
Se fue sin saber lo que llevaba semanas planeando, se fue sin escuchar mi favor... porque, así como se había olvidado de decirme acerca de su otra familia... tampoco se había acordado de que hoy era mi cumpleaños.
«No te preocupes bebé ese era el último favor que le pedíamos»
Llevé una de mis manos debajo de larga playera que resguardaba mi vientre aún plano y la otra la mantuve en mi pecho para sentir mis propios latidos, notando como éste seguía temeroso... siempre había tenido un corazón temeroso.
Cerré la puerta, y caminé tranquilamente hasta la cocina para terminar de hacer mi desayuno, tenía que alimentarme de forma balanceada a encargo del doctor que estaba llevando el control de mi embarazo. Mientras ponía el agua a hervir para hacerme un té de jazmín noté que comenzaba a llover. Deje que las ojitas soltaran su aroma y esencia en el agua hirviendo. Regrese mi mirada a la ventana cuando vislumbre un relámpago.
Me senté cerca del balcón, admirando como todo comenzaba a empaparse. Aunque se trataba de nuestro último día juntos y aunque no sentía lo mismo por él que años atrás, me preocupó recordar que por sus prisas se había ido sin sombrilla.
«La primera vez que nos conocimos tampoco llevaba una...»
Aquella vez llovía y no podía haber peor clima para dar inicio al primer semestre de universidad. Afortunadamente llevaba con que cubrirme y por lo tanto solo cuidaba de no caminar en charcos para evitar manchar mi ropa, todo parecía ir bien a pesar de la lluvia, hasta que cierto chico pasó a prisa, corriendo a lado mío.
—¡Lo siento! —gritó mientras se alejaba. Era obvio que no lo lamentaba nada, ni se había tomado la molestia de ver el desastre que había hecho con mi ropa.
Dos cosas me quedaron grabadas de ese chico. Uno: no llevaba sobrilla. Dos: su piel blanquecina brillaba a la luz de los relámpagos.
Esa mañana había conocido de primera mano al famoso Min Yoongi, una figura importante en la institución al pertenecer a una familia bien posicionada y por ser el menos interesado en la opinión de los demás. Los maestros lo tachaban de irresponsable y les jodía que sus calificaciones siempre eran más que aceptables, las chicas lo admiraban por su cara de chico malo, los donceles eran la misma historia y el resto de los chicos lo admiraban, en mi opinión, sin fundamento más que por el hecho de que solía salirse con la suya.
Decían que no era sencillo que Yoongi comenzara a hablarte. No puedo corroborar eso. Él chico solía frecuentar mi banco en clases sin que yo le hablara primero si quiera por cortesía. De más está decir que el chico me parecía irresponsable y un rebelde sin causa.
La primera vez que se quedó mirándome mientras leía una de mis novelas favoritas en turno solo dijo «deteste esa historia, el final fue horrible; por cierto, lindo suéter».
Sus comentarios nunca tenían pies ni cabeza.
Cierto día llegó hasta mi lugar en la hora del almuerzo, yo jamás comía acompañado de alguien más y cuando él se sentó a mi lado no supe cómo reaccionar.
—¿Haces tú almuerzo todos los días? —preguntó apoyando sus codos en la mesa donde tenía mi recipiente con comida. Reposo sus mejillas en las palmas de sus manos y continuó con su escrutinio. Me sonreía como si verme tan nervioso le diera gracia y yo solo quería huir.
—Sí —respondí antes de tomar con los palillos una porción de arroz. Seguía nervioso y no levante mucho mi mirada porque les temía a sus ojos oscuros, sin embargo, me percate que no dejaba de mirar mi comida —¿Tienes hambre?
Él dejo de mirar mi almuerzo y me miró sorprendido, al parecer había acertado con mi suposición. Su estómago rugiendo como respuesta me hizo preocupar y deje a un lado el nerviosismo, me daba mucha pena saber que miraba mi comida con anhelo y yo no ofrecerle nada.
—¿Quieres com-compartir?
«¡¿Por qué tartamudeé?!»
Mi mirada estaba fija en la nada, no podía mirarle, así como tampoco podía hablarle con seguridad.
—Aww, ¿estás preocupado por mí?, eres tan dulce Jimin —. Se burló, pero a mí eso no me importó tanto.
«¡Mi nombre! ¡Sabe mi nombre!»
Mi corazón palpitó porque jamás imaginé que alguien, a quien no le importaba nada en la vida más que sí mismo, supiera mi nombre.
Tomó mi mano con la suya y dirigió los palillos que sostenían un trozo de rollo de huevo a sus rosados labios. Masticó con gusto y me sonrió al final, en ese instante sonreí también. Cocinar era mi pasión y jamás alguien me había mirado de esa forma, como si hubiera probado lo mejor en su vida.
—¡Sonríes! —exclamó sorprendido y comenzó a reír de mi cara roja —. Eres muy tierno ojitos.
Su risa me parecía contagiosa... y muy bella. Cubrí mi rostro enrojecido por sus palabras y por el mote cariñoso, él se levantó del asiento enfrente mío y se acercó hasta mi oído para susurrarme:
—Muchas gracias, cocinas delicioso ojitos. Recordaré venir por más la próxima vez —dijo antes de alzar mi mentón con su pálida mano y depositar un beso superficial en mi frente.
Recuerdo que la situación me dejo el cuerpo entumido de escalofríos.
No fue nuestro único momento juntos; de hecho, los días escolares los recuerdo a su lado porque a partir de ese día Yoongi pasaba a mi salón en las horas de almuerzo, me tomaba de la mano y salíamos corriendo a cualquier escondite que hubiera encontrado en el campus. Es probable que desde entonces las alarmas estuvieran puestas, era evidente que no quería que lo vieran a mi lado y por eso siempre me escondía de los demás.
Esas advertencias jamás las vi, a mí solo me importaba que alguien disfrutaba de lo que yo cocinaba, en mi casa nadie lo hacía porque no estaban mucho tiempo debido a sus horarios laborales, acostumbraba a estar solo todo el tiempo, incluso en la escuela. Todo cambió con la llegada de Yoongi a mi vida, a él no le gustaba quedarse callado mientras comía y por lo tanto se la pasaba platicándome de sus aventuras de chico «malo» entre bocado y bocado, yo no era muy hablador, pero con él no sentía la necesidad de llevar todo el peso de la conversación y por eso no me sentía mal al contestarle escuetamente. En conclusión, era un buen trato, yo podía sentir satisfacción al verle comer y él podía desahogarse.
Lamentablemente no pude seguir rememorando nuestras salidas en el almuerzo ni seguir admirando el paisaje lluvioso y mucho menos terminarme el té; tuve que dirigirme corriendo al baño para sacar todo mi desayuno en el inodoro. Era horrible, pero trataba de sobrellevarlo pensando en que cuando mi bebé naciera todo esto habría valido la pena.
Pasado el mal momento en el baño, me cambie la ropa, arregle mi cabello y regrese a la cocina. Lo que prepararía hoy sería especial, me hacía recordar a él también... Fue hace algunos años en uno de mis cumpleaños.
Esa vez no habíamos salido corriendo en la hora del almuerzo, algo nada usual cabe aclarar. Yoongi me había dicho que una vez terminaran las clases me quedara en el salón hasta que él fuera por mí. Tenía una sorpresa. Cuando lo vi llegar a mi aula ya completamente desértica, automáticamente mis manos comenzaron a sudar y mi estómago cosquillaba porque el hombre era condenadamente sexi con su aura imponente y mirada atrapante.
—¿Listo? —preguntó cuándo me vio.
—¿A dónde vamos Yoongi? —pregunté sin darle respuesta primero.
—Hoy es especial, no puedo responderte ojitos.
Su repuesta no me sirvió de nada y solo opte por dejar que me llevara a donde él quisiera, como siempre. Noté casi de inmediato que el rumbo nos estaba guiando a mi casa.
—¡Sorpresa! —exclamó cuando nos detuvimos.
Nuestro destino final había sido un restaurante. No era un lugar ostentoso, pero yo le había dicho que moría por probar lo que ahí vendían. Solía pasar enfrente de ese lugar porque, como ya lo expliqué, estaba rumbo a mi casa.
—¡Oh Yoongi! —grité completamente feliz, me había sorprendido por completo.
—Mi ojitos está de cumpleaños hoy así que... solo me pareció que era una forma de pagarte tantos almuerzos.
«¡Se acordó de mi cumpleaños!»
Pude sentir que nos volvimos más cercanos a partir de eso momento, jamás había pasado un cumpleaños con algún amigo y esa vez siempre la mantuve guardada en mi memoria.
«Mi primer cumpleaños con él»
Por todo lo anterior es que estaba recreando el mismo menú de aquél día, incluyendo el pastel... porque sí, Min Yoongi no solo me había sorprendido al llevarme al lugar que tanto quería visitar, sino que además había reservado una mesa con anticipación y encargado un pastel para dos personas de chocolate amargo con betún de vainilla y salsa de duraznos; desde ese entonces mi favorito.
Aún no sabía si iba a regresar hoy a casa, pero todos estos años juntos me hacían sentir que debía al menos dejar este pequeño recordatorio de cuando alguna vez fuimos felices.
Esa tarde que festejamos en el restaurante pude abrirme más a él, le explicaba lo que me parecía genial de cada platillo e inclusive me dio la libertad de pedir todos los que quisiera. Me escuchaba atentamente, hacía muecas cada que algo le sorprendía o reía de algunos de mis comentarios.
Era de noche cuando dejamos el establecimiento, mi casa estaba relativamente cerca, pero me preocupaba caminar tan tarde y a oscuras. Cuando Yoongi se ofreció a acompañarme a mi hogar no me negué.
—Eres una maravilla ojitos —mencionó de pronto mientras seguíamos caminando.
—No es así, deja de decir cosas para ponerme nervioso —le dije jugando. Estaba tan feliz que no podía borrar la sonrisa a pesar de lo nervioso que me ponía.
—Es así, lo digo en serio —se detuvo y me cortó el paso. Repentinamente lucía serio.
—¿No estás mintiendo? —pregunté, esta vez sí viéndolo a los ojos ya me había acostumbrado a su profunda mirada.
—No podría —respondió. El aire despeinaba mis cabellos y Yoongi río infantilmente al ver como intentaba quitarlos de mi cara. Él me ayudó a despejarlos de mi vista y se mantuvo acariciándolos—. Eres tan dulce...—agregó—. Siempre tan tierno cuando te pones nervioso y me encanta ver como todo lo que tiene que ver contigo es tan diferente y único.
Mi corazón se alumbro con sus palabras cálidas. Entonces nos besamos. Esa fue la primera vez que sentí sus labios junto a los míos. No fue él quien se acercó hasta mí, fui yo quien ya no pudo más. El hombre me gustaba demasiado, me decía cosas que en la vida podía creer que fueran ciertas, me había regalado el mejor cumpleaños de mi vida y para mí no había una persona en el mundo que me brindara tanta seguridad.
«Desde entonces ya lo estaba aprendiendo a amar».
Él se sorprendió por mi osadía y al principio no hizo movimiento alguno. Después sentí su agarre en mi cintura y como comenzaba a ser parte del beso también, su boca y la mía danzaban con parsimonia, su lengua delineo el interior de la mía y yo solo podía derretirme en sus brazos.
Después de aquél inesperado beso cada vez que iba a mi salón para irnos juntos terminábamos besándonos de alguna u otra forma. Yo sentía que estaba bien, aunque no ser una pareja normal me dolía.
—¿En qué piensas ojitos? —preguntó.
Estaba recostado en mi regazo, sus manos jugaban con las mías y yo me perdía en lo hermoso que era estar disfrutando de un momento a solas con él. Nos gustaba estar en paz por algunos minutos y solo disfrutar la compañía del otro, a veces yo imaginaba cómo sería el día en que él me pidiera ser su pareja. Esas mismas ilusiones fueron las que me llevaron a preguntar:
—¿Me quieres Yoongi?
—Claro que te quiero mi ojitos —respondió.
Su respuesta me dio la confianza de preguntarle lo que realmente no me dejaba disfrutar estar a su lado.
—¿Somos pareja o algo así?
Iluso el Jimin de aquél entonces.
—No creí que necesitáramos eso Jimin —. Enderezó su posición—. No te atormentes con cosas de pareja esas cosas no funcionan conmigo, solo disfrutemos lo que tenemos ahora.
Entonces comprendí que con él no debía esperar ramos de flores o detalles románticos junto con una petición sincera de compartir una relación amorosa. Y lo más importante sin que nadie más estuviera en medio de nosotros.
—Oh... entiendo... —fue todo lo que pude contestar.
No me había parecido del todo su respuesta, podía entender el punto de Yoongi, al menos lo intentaba, pero yo no quería que fuéramos algo fugaz. Empecé a negarme a sus proposiciones cuando me percaté de sus salidas con más chicos y que en realidad todos éramos lo mismo para él. Yo no era especial en nada, yo no era suficiente para ser el único en su vida.
—Ojitos no hemos salido juntos, ¿estás enojado conmigo? —preguntó cuándo descubrió que llevábamos mucho tiempo separados. Y me dolía, él no dimensionaba lo difícil que fue negarme a él solo por no querer ser destruido más tarde.
—Yo... es que —. Era tan difícil negarle algo a ese par de ojos gatunos, inclusive sigue siéndolo hasta ahora —parece que tienes con quien más salir y yo... no soy tan divertido como ellos.
Era completamente cierto, esos chicos eran en su mayoría más intrépidos que yo, tan valientes como para no temer las consecuencias de estar con Min Yoongi; a ellos no les importaba ser la distracción de éste hombre porque para ellos también Yoongi lo era.
—Oh vamos ojitos contigo es diferente —. Mentira—. Ellos solo buscan salir de la curiosidad de estar con el chico malo de la universidad.
Se acercó sin reparos a mi rostro, buscando que cayera en su juego y terminara aceptándole.
—¿Pero a ellos también los besas no? —refuté.
—Ojitos...
—Gracias por el tiempo compartido Yoongi —. Extendí mi mano a fin de cerrar ese capítulo en mi vida y demostrarme a mí mismo que mi historia con Yoongi había terminado. Al menos ese era mi pensamiento de aquél entonces, porque yo no creí volver a encontrármelo en mi camino.
Desde ese instante nuestra amistad o lo que sea que hubiéramos tenido juntos dejó de existir. Comprobé si realmente era más importante para él que el resto de las personas con quienes salía, y el resultado estaba en que ni quiera insistió para que volviéramos a estar juntos, ni siquiera se avergonzaba de ver como toda la escuela me apartaba por ser tan callado y sumiso, al contrario, me restregaba su sonrisa de chico play boy.
Terminando la universidad le perdí la pista. Me enfoqué a posicionarme como uno de los mejores administradores del país. Aunque mi personalidad introvertida no me facilitó las cosas, siempre terminaba renunciando porque me empezaba a sentir inseguro del trabajo que desempeñaba; está de más decir que mis intentos de relaciones amorosas después de él fueron un fracaso.
Y estaba a punto de tocar fondo cuando me volví a topar con Yoongi... quizá por eso volvió a convertirse en mi lugar seguro.
Ese día estaba saliendo de la entrevista de trabajo en una de las empresas que sabía le pertenecía a su familia, mis pasos eran rumbo a la salida y a nada de cruzar la puerta de salida le escuche.
—¿Jimin? —preguntó.
«Su voz, como extrañaba esa voz»
Me detuve y entonces lo vi. Era el mismo chico rebelde que conocí un día de lluvia, era el mismo chico de mirada profunda y de risa contagiosa. Era el mismo... Mi primer amor...
—¿Yoongi? —pregunté.
Sabía que era él, solo no lo podía asimilar.
—Oh mi dios estás tan cambiado —dijo muy animado y su sonrisa de encías me iluminó en ese instante.
Parecía que se alegraba de verme, yo también me alegraba de verlo. Estaba cambiado y era consciente, había dejado de lado los suéteres holgados y los colores pasteles para enfocarme en cuidar mi imagen empresarial. En mi armario solo había cabida para trajes de etiqueta, corbatines y demás cosas de ese estilo.
—Un gusto verte —comenté abiertamente alegre.
—¿Te has postulado a algún puesto?
—Sí, hoy hice la entrevista —. Mi respuesta me hizo sentir un poco temeroso, sabía que entre los postulantes no era el mejor.
—Déjame invitarte un café, hace tanto que no nos veíamos y quisiera ver si aún queda algo de mi ojitos ahí.
Comentó como si nada, pero a mí eso mote cariñoso casi me sacaba lágrimas, Yoongi representaba mi época más segura y estable... yo quería abrazarme a él como en los viejos tiempos y que él volviera a repetirme lo mucho que le gustaba. Que me dijera que era especial.
Acepte su propuesta, igualmente tenía curiosidad por saber qué había sido de su vida. Fuimos a una cafetería cercana.
—¿Te sigue gustando el pastel de chocolate amargo? —preguntó.
—Sí —respondí. Acomodé mi saco en el respaldo de la silla que él me había ayudado a recorrer para sentarme.
—Entonces dos rebanadas por favor —ordenó a la mesera quien le respondió amablemente que enseguida traería nuestro pedido.
—¿Cómo has estado Jimin?
Me quede mudo, el nudo en la garganta me quería hacer soltar lo mal que lo había pasado los últimos años. Él lo notó, siempre me había leído bastante bien.
—¿Has sido feliz ojitos?
Es que como se atrevía a tratarme tan amablemente y decirme de la misma forma como cuando éramos compañeros de universidad, como si el tiempo no hubiera pasado entre nosotros. ¡Cómo se atrevía a querer consolarme y hacerme sentir que seguía siendo su ojitos y él mi chico malo!
—Supongo...—. Trague el nudo en la garganta— acabo de hacer la entrevista para un puesto en una de las mejores empresas de este país —. Me encogí de hombros.
—Ojitos dime la verdad —insistió.
—No... yo no me... —. ¿Si se lo decía a él no iba a pasar nada malo?, pensé la respuesta y me dije que necesitaba decirlo, necesitaba decírselo a alguien para sentirme al menos un poco comprendido—. No me siento bien.
—Eso lo podemos arreglar —respondió confiado.
—No es asunto tuyo Yoongi, solo lo digo porque... —suspire—. Sigo considerándote como un buen amigo.
—Es mi asunto —tomó mi mentón, igual a como acostumbraba a hacerlo en la universidad—. No debí dejarte ir cuando me dijiste que sentías que no eras más que los otros chicos con los que me juntaba.
—Eso ya no importa.
—Empecemos de nuevo Jimin —propuso.
—¿Qué ganó yo con eso? —. No quería repetir la misma historia de antaño.
—Mucho, déjame demostrarte lo mucho que te he extrañado.
—¿A mí o mi comida?
Yoongi rio.
—Buen punto ahí... —. Me miro con ternura—. Lo ves, sigues siendo el Jimin que conocí.
Mi recuerdo terminó porque debía poner atención y llevar el pastel listo a la nevera. Había terminado con la comida y el sueño me estaba reclamando que ya era momento de una siesta, otro síntoma de embarazo que detestaba porque sentía que el día no me rendía.
Deje limpia la cocina y me adentre de nuevo a nuestra habitación, esta parte del cuarto hacía que los recuerdos me embargaran de nuevo.
A tan solo unos meses de frecuentarnos después del trabajo, porque misteriosamente sí fui contratado en su empresa, comencé a sentir nuevamente esas enredaderas de sentimientos enmarañados cada que lo tenía cerca. Él no ponía de su parte para hacerme la guerra del enamoramiento, siempre me coqueteaba al pasar por mi lugar de trabajo. Continuamente me invitaba a salir o me llevaba una flor discretamente mientras los demás estaban distraídos. Me marcaba por las noches para saber si había llegado bien a casa y cuando debía ir a su oficina a darle personalmente algún mensaje aprovechaba para establecer contacto físico conmigo.
Algunas veces las salidas se prolongaban hasta tan tarde que él terminaba durmiendo en el sofá de mi sala. Las conversaciones con él eran tan espontaneas y libres de prejuicios que no temía contarle todas mis desventuras y soltarme a llorar tras un mal día porque él siempre me consolaba o intentaba darme soluciones.
Recuerdo que, pasado casi un año de la misma forma, una tarde en la que salimos a tomar y comer pollo frito con el pretexto de que hacía buen tiempo terminamos tomando mucho más de lo usual. Yo estaba mareado, pero podía mantenerme en pie. Yoongi estaba en las mismas condiciones y por eso decidimos ir a mi departamento que era el más cercano.
En el camino no fuimos nada discretos con los roces de nuestras manos en la piel del contrario o los besos superficiales.
—¿Quieres subir? —pregunté al pie del edificio donde vivía. La invitación era explicita, yo no quería que pasara a tomar una modesta taza de café, lo quería a él.
—Subamos —aceptó siendo consciente de lo que haríamos.
Que puedo decir..., en cuanto le di permiso para adentrarse a mi departamento me tomó sin delicadeza y me beso con hambre. Hicimos un desastre hasta llegar a mi habitación, las prendas estorbaron prontamente. Nos deshicimos de ellas. Estaba por primera vez expuesto ante otro ser... jamás se lo dije... Estaba nervioso y me daba pena que me mirara... jamás se lo dije... ¿Hubiera deseado que me tratara con delicadeza? Por supuesto que sí. Pero no por eso, esa noche dejaba de ser gloriosa para mí. Me hizo tan sentir deseado, como si no pudiera esperar a sentir cada parte de mi cuerpo. Yo tampoco pude esperar a rozar con mis manos su bonita piel nívea, marcarla con mis besos y rasguños. Él se hundió dentro mío y ambos pudimos sentir la calidez del otro, rozó mi interior sin tregua hasta que dejamos de ser materia y fuimos puros suspiros, gemidos y fluidos. Al finalizar los dos exhaustos y complacidos nos acurrucamos, como si estar unidos por minutos no hubiera sido suficiente.
Y cuando estaba por darme por vencido ante el cansancio susurre:
—Te quiero tanto Yoongi.
El besó mi frente que estaba apoyada a la altura de su corazón ahora laxo.
—Eres el más especial para mi ojitos... —me besó—mi Jimin, mi tierno amor.
Me pregunto si realmente fui el más especial... Quizá el más especial de sus amantes sí. Al menos no tengo conocimiento de ningún otro que haya vivido con él por tanto tiempo.
Empezamos a pasar varios días en mi departamento. Llegábamos al terminar el trabajo, le preparaba la cena y juntos nos sentábamos a comer en la cocina. Él me ayudaba a limpiar después de comer mientras yo preparaba el baño. Nos metíamos juntos en la tina, el me trataba con mucho cariño mientras me frotaba el cabello, yo hacía lo mismo con él, durante todo nuestro ritual nos dábamos caricias sutiles y las típicas miradas de complicidad. Al finalizar nos metíamos en la comodidad de la cama, mi lado siempre ha sido el derecho. Me gustaba cerrar los ojos y al día siguiente despertar aún afirmado a su pecho, cubierto de su aroma y escuchando como respiraba dormido.
Sin embargo, las diferencias entre nosotros no tardaron en llegar, casi tan pronto como la llegada a este departamento.
Me había comprado este lugar para según él, pasar más tiempo juntos, supuse que era su forma indirecta de decir que quería que viviéramos juntos. Ilusionado empaque todas mis pertenencias en cajas y un domingo muy temprano emprendimos camino a nuestro hogar. Para mi significaba el comienzo de la mejor etapa de mi vida. Ya lo podía imaginar llegando a la casa, la comida preparada, los dos sentados en el comedor disfrutando de los días de lluvia, películas juntos, largas noches haciendo el amor, entre otras boberías de enamorado.
Sucedió todo lo contrario a lo que me había prometido. Yoongi pasaba los días en el trabajo, a veces pasaban semanas sin verle siquiera. Al principio regresaba al departamento a esperar que llegara por la noche. Deje de hacerlo cuando las veces que no llegaba se hicieron más.
—¿Tienes mucho trabajo? —le pregunté a través de la llamada telefónica. Era su cumpleaños, había reservado una mesa en el restaurante donde habíamos celebrado por primera vez mi cumpleaños, además quería tanto poder disfrutar de una noche calurosa bajo las sábanas de nuestro dormitorio.
—Sí, lo siento ojitos hoy no voy a llegar a cenar.
—Mmm... pero, es tu cumpleaños... —Trataba de entender que él estaba ocupado en sus asuntos y yo no tenía el derecho de distraerle o hacerle perder el tiempo... aunque fuera su cumpleaños... aunque quería tanto verlo de nuevo y besarlo, desearle un buen cumpleaños.
—Oh lo había olvidado... —contestó—. En verdad lo lamento Jimin, no sabes lo mucho que desearía poder verte hoy —desde el otro lado de la línea telefónica sonaba realmente triste.
—De acuerdo, yo entiendo... descansa.
—Tú también amor.
El problema es que no quería darme por vencido una vez más y ni siquiera poder estar con él en su cumpleaños. Entonces antes de que él colgara dije:
—¿No puedo ir contigo y hacerte algo de compañía al menos?... ya va una semana que no nos vemos.
—Jimin... ya te dije que estoy ocupado, entiéndeme por favor.
No era la primera vez que se enojaba ante mi insistencia de verlo, no entiendo cómo es que no entendí que algo raro estaba sucediendo en esta dichosa relación.
—Lo siento... tienes razón — contesté.
Descolgué el teléfono, me fui a dormir y llore porque sentía que estaba perdiendo el interés en mí, me volvía a sentir el joven estúpido que creía que un hombre como él estaría a mi lado, que yo era lo suficiente para él. Para colmo esa noche las sabanas recién lavadas ya no guardaban nada de su aroma.
No fue el único momento en donde la pasé mal, mucho otros le siguieron... supongo que Yoongi notaba en mi semblante lo arto que estaba de la situación y por eso propuso un viaje juntos a Jeju.
—¿Te gusta la vista? —preguntó en el asiento a lado mío en el avión.
—Me gusta... soy feliz ahora que estamos juntos —confesé y él entrelazó su mano con la mía mientras me regresaba la sonrisa.
—Duerme un poco ojitos, sé que no has descansado bien por los nervios. Te despierto cuando lleguemos.
Me recargue lo más que pude a su asiento, pose mi cabeza en su hombro, el me cepillo los cabellos, estaba tan a gusto. Creí que estábamos superando la mara racha y que de esto se trataba la vida en pareja, que había ratos calmos y ratos tormentosos. Dejé que velara mi sueño como muchas otras veces porque confiaba en él más que en cualquier otra persona.
Pero cuando llegamos al aeropuerto él recibió una llamada, le pedí que no contestara si se trataba de trabajo, que ya se había sobre esforzado bastante como para que no lo dejaran descansar una semana. No me hizo caso, contestó mientras se alejaba del lugar en donde yo esperaba por recibir nuestro equipaje. Regresó con una cara cargada de preocupación, me alertó a lo que estuviera por decirme.
—Jimin...
—No, Yoongi, no me digas que es más trabajo.
«Hubiera deseado que se tratara de trabajo»
—Lo siento mi vida, tengo que regresar a Seúl, me necesitan con urgencia.
Ahora sé que ese día su hijo mayor se había accidentado, al parecer el pequeño niño había caído de uno de los árboles del jardín mientras jugaba y su brazo se había fracturado. Al menos esa era la versión de Taehyung... su esposo.
Jamás podría entender la tremenda causalidad que me hizo encontrarme con Taehyung. El día en que lo conocí fue porque nos habíamos encontrado en una de mis visitas al área de obstetricia, como él también estaba embarazado tenía mucho que hacer ahí.
—¿Jimin? —escuché que alguien me llamaba, pero no reconocía la voz. Localice a la persona, se trataba de un chico más alto que yo, quizá con más meses de embarazo porque su vientre era evidentemente más grande, mi embarazo era aún imperceptible.
—¿Sí? —pregunté —¿Nos conocemos?
—Bueno... se podría decir que yo sí te conozco —confesó.
—¿En serio?
—Mi esposo es Min Yoongi.
Realmente cuando lo escuché decir eso yo no le pude creer. ¿Yoongi estaba casado?
—¿Esposo? Me está jugando una broma, ¿cierto?
—¿Podemos tomar un café?
—...
Agradezco, actualmente, que él haya decidido platicar en un lugar más prudente y donde yo pudiera estar sentado para todo lo que tenía por decirme.
Camine en modo automático hasta que llegamos a un lugar que puedo denominar como una cafetería muy pequeña. Taehyung me dijo que sabía de mi existencia desde hace varios meses, al parecer lo había descubierto una vez hablando por teléfono conmigo.
—Sabes... lo nuestro es complicado, yo lo quiero, pero sé que él a mí no. Nos casamos cuando le exigí que se hiciera cargo de mi embarazo, de lo contrario mi papá que es muy poderoso le haría la vida imposible. Como verás no tenía de otra y aceptó, pensé que con el tiempo nuestro matrimonio mejoraría y por un tiempo lo fue, pero nada es permanente.
—Espera... entonces sabes que él y yo...
—Lo sé Jimin. No te reprocho nada. Aunque no me malentiendas, eso no implica que para mí está bien lo que has hecho... Entiendo que él no te dijo nada y por esa razón no tenías idea; sin embargo, tengo que serte claro, mis hijos necesitan de su padre.
—Pero yo...
—Estás embarazado también, lo sé. Sin embargo, ¿Qué crees que tenga más peso?... Piénsalo bien, él y yo estábamos casados desde mucho antes de saliera contigo, cuando te conoció él ya teníamos una familia consolidada conmigo... no puedes llegar y llevarte todo. No puedes pretender que él va a estar para ti cuando sus hijos conmigo lo necesiten; por lo tanto, no sería justo ni para ti ni para mí.
—Lo siento... —estaba tan avergonzado. ¿Cómo podía reclamarle algo? Yoongi nuevamente había jugado a su antojo sin preocuparse por cómo yo saldría dañado, cómo su familia saldría dañada.
—Jimin te pido que por favor lo dejes. Por favor no interfieras más en nosotros.
Taehyung se contactó conmigo sin afán de ofenderme por meterme con su esposo. Era un buen hombre y buen padre, cuidaba siempre muy bien de sus dos hijos...Por eso se preocupaba de que ellos no vivieran una infancia plena a lado de sus dos padres. El error no era de ellos sino del hombre que nos metió en este embrollo.
Al principio seguí sin querer aceptar que Yoongi estuviera casado. Lamentablemente Taehyung me mostró muchas pruebas en otras salidas que concreté con él. Ahora sabía que sus hijos eran idénticos a Yoongi, esa misma piel blanquecina y sonrisas de encías. Taehyung incluso me llevo a su casa y pude constatar que el despacho donde trabajaba al regresar a su casa gritaba su nombre en cada rincón, pude revisar las fotos que tenían todos juntos y como había dibujos con su silueta en la nevera.
Después de esa visita, cuando él regreso al departamento le pregunté:
—¿Yoongi soy el único par ti?
—Eres mi único amor —respondió... Me hubiera gustado que sus palabras fueran sinceras... que me dijera la verdad con todas sus letras a pesar de que la verdad iba a doler.
—¿Te quedarías conmigo para siempre? —estaba por comenzar a lagrimear. Sabía que no siempre estaría conmigo...
—¿A qué vienen tantas preguntas? —. Quiso saber y es que yo no era de esos que preguntaba este tipo de cosas.
—Estoy embarazado —. Para mí no fue el momento más oportuno para decirle semejante noticia. ¿Cuál hubiera sido un buen momento? Ninguno ahora que sabía lo que me ocultaba.
—¡Jimin! —gritó emocionado. Tomó mi rostro y me beso dulcemente... ese beso me dolió hasta el fondo de mi alma.
Darle la noticia no me llenaba de ilusión como antes, más ahora que sabía que me había negado a sus otros hijos y a su esposo. Seguramente el bebé que estaba en mi vientre también sería negado a sus otros amantes.
Pero él se mostró muy emocionado. Me sonrió enormemente y sus ojos empezaron a llorar de la felicidad. Me rompía el corazón... ¿Esas lagrimas eran verdaderas? ¿En serio estaba feliz? Ya nada de él me parecía autentico.
—¿Estás feliz? —le pregunte.
—¿A caso tu no?
—Sí... —es que en verdad lo estaba, solo que temía por el futuro de mi bebé, me sentía decepcionado de ser su padre y no poderle garantizar una familia unida —lo estoy.
Desperté después de mi siesta de dos horas, el tiempo suficiente para que tomara las maletas que ya tenía preparadas. Tome el sobre con la larga carta que le había escrito y la dejé en la mesita de noche, justo en el lado de la cama donde el suele dormir.
Mis lágrimas comenzaron a dificultarme cuando quise acomodar el pastel y los platillos que había preparado para la cena. El favor que le iba a pedir es que trajera un ramo de rosas blancas... para adornar el centro de la mesa... me gustaban las rosas y ese hubiera sido un buen regalo de cumpleaños.
Ayer por la noche había llamado a Taehyung, el me ofreció dinero para que pudiera pagar mi boleto de autobús que me llevaría a Busan, mi ciudad natal y en donde residiría. Me negué a recibir su ayuda, yo había trabajado por muchos años y tenía ahorros suficientes para irme sin temer por el alquiler, por el transporte o la comida, al menos por los primeros meses.
Sabía que hoy no había ido a la empresa, estaba en el recital de su hijo de 3 años, era un bebé, pero Taehyung decía que era muy talentoso. Me había dado la dirección del lugar en donde se llevaría a cabo.
Contrate un taxi y quien me llevo hasta el lugar exacto, todo estaba perfectamente adornado con muñequitos infantiles e inevitablemente me puse a pensar que mi hijo solo me va a tener a mi para disfrutar de sus logros... No creo que a su padre le interese realmente ir y más si se le junta con alguna actividad con su otra familia.
Entré y me ubiqué hasta atrás en la última fila del auditorio. Los niños cantaban y estaban vestidos de traje lo que los hacía ver muy tiernos. Reconocí fácilmente a Yoongi y a su esposo entre los demás presentes.
Sostenía a su hija la menor en brazos, la arrullaba con cariño... Veía sonriente a su hijo interpretar una canción infantil y al terminar aplaudió muy emocionado. Lo llamaron al frente para que diera unas palabras, Taehyung me había dicho que Yoongi aportaba buenas sumas de dinero a la escuela de su hijo porque estaba muy interesado en que él recibiera una buena educación. Mi bebé probablemente no recibiría el mismo trato preferencial pero lo indispensable jamás le faltaría.
—Gracias a todos los asistentes. Los niños nos han dado una presentación única en verdad me ha gustado mucho y estoy seguro que a todos los que son papás... —. Borró su sonrisa. Me vio, yo lo sé. Sonreí porque ese hombre enfrente mío me había dado experiencias hermosas, me había brindado muchos momentos juntos con los que siempre estaré agradecido a pesar de todo lo que hicimos mal. Con mi mano le dije adiós y me fui del lugar.
No di vuelta atrás, me dirigí al taxi que me continuaba esperando y tomé rumbo hacía mi nuevo comienzo.
Y es que al fin de toda esta introspección me di cuenta que ya no lo amaba a pesar de que para mí en algún punto él llegó a ser mi todo y a pesar de los intensos sentimientos que me llegó a despertar. Ya no lo amaba, pero eso no me dolió tanto como darme cuenta que el problema era que yo tampoco me amaba ahora.
Siempre estuve desconfiando con cada paso que daba. Permanecía a lado de Yoongi porque me decía lo que yo no podía ver cuando miraba mi reflejo y buscaba su calor cada que dormíamos juntos porque por dentro yo estaba vacío.
Esta separación no era porque Taehyung me lo había pedido, no era porque descubrí a Yoongi mintiéndome, al menos no del todo, era porque debía encontrarme a mí mismo. Buscar lo que soy en esencia, con mis debilidades y con aquellas cosas que me hacen valioso para mí mismo, aunque me parezcan difíciles de encontrar.
Quizá no había sido lo suficiente para mis padres y por eso jamás se preocuparon por mí, quizá no había sido lo suficiente para Yoongi tampoco, pero ¿Quién me había dicho que debía ser suficiente para alguien?
La nota que le deje a Yoongi no era una nota de despedida dramática. En ella le explicaba que necesitaba una separación rotunda y definitiva porque era capaz de seguir hundiéndome en mi propio lodo si seguía a su lado. También le pedía encarecidamente que no me buscara y que no se preocupara por mi o por él bebe porque lo mantendría informado mediante Taehyung, incluso pensaba en avisarle de cuando fuera el parto para que le pudiera conocer... que pudiera conocer a la vida que juntos creamos..., el mayor regalo que me dio en esta vida. Termina diciendo que si algún día llegaba a estar listo yo mismo le buscaría.
Estoy convencido que separados mejoraremos.
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