Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La carta

«Edimburgo, Escocia. 07 de febrero de 1946.

Querida, Dani:

Espero no importunar y que aún guardes un espacio para mí en tus recuerdos. Soy Newt, Newt Scamander.

No sé si aún me recuerdes, han pasado tantos años y aún no tengo una idea clara de que fue lo que pasó aquella noche, lo he consultado con el más brillante de los magos, el mismísimo Albus Dumbledore y ni siquiera él ha podido descifrarlo... o no me ha querido decir para no alterar el orden de las cosas y que yo salga corriendo a buscarte, quién sabe, será siempre un misterio.

Recuerdo que me encontraba al frente de la primera guerra cuidando de un par de ridgebacks noruegos y de pronto todo se salió de control, el fuego, las cenizas y un hechizo mal logrado que rebotó en un traslador defectuoso me llevaron sin querer a tierras desconocidas.

Son universos similares si me lo permites, los conflictos bélicos, la miseria, la sed y el hambre, la magia. Así que no me di cuenta de inmediato, tuve que caminar por las calamitosas arenas de un desierto despiadado, con nada más que mi varita y sí, un poco de ingenio.

Entonces vislumbré Meereen, con sus tres pirámides alzándose en el medio de una ciudad basta e imponente que jamás me dió las señales adecuadas de la complejidad y belleza que aguardaba tras sus puertas. Me recordó a Egipto o Marruecos y, sin embargo, era un lugar del que nunca había escuchado, apenas pude colarme entre una caravana de carromatos con mercancías, mi primera impresión fue que estaba rodeado de muggles. Un inconveniente en verdad.

Ya había intentado desaparecer y aparecer de nuevo en el lugar que había dejado, pero no funcionaba, podía cerrar los ojos y concentrarme en llegar dos metros por delante de mí o diez o quince, pero pensar en volver a mi hogar, era como si la Tierra se resistiera, como si lo que yo pensaba no existiera en realidad. No allí.

Entonces me encontré con un sacerdote que pregonaba su fé en medio de la calle, hablaba de un dios de la luz y de una reina que venía a salvarlos, parecía un cuento muy elaborado para tratarse de personas no mágicas, pero, los vi. Los vi surcar los cielos y tapar la luz del Sol cuál sombras de una nube, eran majestuosos, temibles y hermosos. Eran dragones.

Y la gente, aunque aterrada, parecía verlo como algo normal, no, no estaban acostumbrados a ellos, pero tampoco parecían creer que lo que veían sus ojos era algo irreal, allí no había ningún estatuto internacional del secreto mágico.  Lo comprendí, quizás en la cima de aquella pirámide, la más grande de todas, se encontraría alguien como yo, no sabía quién ni como, pero alguien que pudiera auxiliarme y decirme que diantres estaba pasando.

Así que llegué, tras una larga fila de súbditos que pedían verte casi me rindo, se me escapó decir: "díganle a quien esté a cargo que soy un brujo y puedo ayudar", creí que como la ciudad se cernía bajo un ambiente tenso y había escuchado en más de una ocasión mencionar esclavos y rencillas, podría, en efecto, ser de ayuda.

No entendí porque detestabas tanto la magia, siendo alguien capaz de montar a lomos de un dragón, hasta que me contaste sobre la muerte de tu esposo, supongo que todo lo bueno tiene un opuesto oscuro en verdad.

Sea como sea me miraste con irá y desdeño, preguntaste dónde me habían hallado y a tus consejeros si reconocían mi ropa tan peculiar, posiblemente parecía una amenaza y lo entiendo, tampoco había tenido la oportunidad de tener los mejores hábitos de higiene en esos días.

—No tengo tiempo para disparates —. diste media vuelta y subiste esos pequeños escalones con total gracia.

Estaba convencido de que ordenarías mi ejecución, pero por alguna extraña razón no me inspiraste temor, cierta arrogancia en tu mirada me pareció divertida. No voy a mentir, en el momento en que te vi, pensé, "Vaya, es muy bella", pero jamás cruzó por mi cabeza la idea de que pudiéramos congeniar, tan solo esperaba que me brindaras tiempo para pensar como regresar a casa, que me encomendaras alguna tarea y te desentendieras de mí. No parecía que personas como tu y como yo tuvieran nada en común, y menos aún después de calificarme como un completo chiflado.

Y el milagro sucedió. Una joven de piel caoba y melena rizada, cruzó la habitación hasta llegar a tu oído para susurrarte algo ininteligible y de inmediato vi como tu semblante cambió, de estar inescrutable, duro, pero sereno, se volvió presa de la más genuina de las preocupaciones. Corriste hacia la ventana más cercana y escuchaste atenta el lamento de una de tus criaturas. Tu rostro se contrajo impotente.

—¿Khaleesi...? —inquirió un caballero en armadura.

—Si los dragones son lo que le preocupa, yo puedo revisarlos —. solté con voz ahogada, decibeles por debajo de lo que me hubiera gustado y la frase se quedó volando en el aire, rebotando en las paredes, con todos los ojos sobre mí.

Otro hombre con prendas de cuero y metal había puesto la mano sobre una lanza, casi en posición de ataque. Contuve la respiración, pero me erguí.

—De donde yo vengo, son... —carraspeé— mi especialidad.

Permaneciste inmóvil, expectante, aguardando mi siguiente movimiento y lista para acabarme con una sola palabra.

Me acerqué a la ventana con sigilo donde podía verse el más grande, negro como la noche. Metí una mano al bolsillo de mi pantalón y con un ademán señalé.

—Estos ejemplares son desconocidos para mí, pero no deben ser muy diferentes a las razas de mi mun... —no encontré la palabra adecuada—. Las conozco todas, aquel me recuerda a un colacuerno húngaro o a un hébrido negro, son famosos por tener una pequeña afición a las vacas y... —de reojo vi como tu expresión cambió, alzaste una ceja escéptica y abriste la boca para decir algo, pero no deje que las palabras salieran y continué— y ese de allá, por su forma delicada de volar y el color de sus escamas, bueno, pensaría que es un galés verde común, solo encuentro variación en su cresta —traté agudizar la vista — y el último, bien podría tratarse de un opaleye de las antípodas, en general son más pacíficos que los otros dos, a menos que se les haga enojar, en...

—Basta, señor Scanderer...

—Scamander —corregí.

—Señor Scamander, es imposible lo que acaba de decir, los dragones se creían extintos desde hacía trecientos años, yo, la madre de dragones, no me llamo así por nada, fui la única capaz de darles vida, yo los alimenté, son MIS hijos —. pronunciaste las últimas palabras con rabia y vehemencia lo que me hizo contener una sonrisa, conocía el sentimiento maternal hacia criaturas que prácticamente yo mismo crié, no obstante, no alcanzaba a entender lo literal de tus palabras— Y usted viene aquí a burlarse e inventar que en su tierra existen tres razas de dragón con características similares a los míos; no sé que habrá escuchado de mí, pero le aseguró que debió prestar más atención para saber que conmigo estos juegos no se toman a la ligera si es que en realidad aprecia un poco su vida.

—Su alteza —dudé porque en el mundo mágico la realeza es nula—, no son solo tres razas las que existen de donde vengo, son muchas más. Le prometo que no estoy mintiendo, lléveme con ellos y lo verá. 

Dejaste escapar una risa irónica. 

—¿Llevarlo con ellos dice? Está seguro que no sufrió un golpe antes de venir aquí.

—Completamente.

—¿Y dice usted ser diestro en la hechicería? No se lo tome a mal, señor Scamander, pero en lo personal desprecio ese tipo prácticas.

—No intentaría usarla en su contra o de sus dragones—. supe que aquellas palabras eran incorrectas y agregué— solo puedo hacer magia si conservo mi varita, puede quedársela mientras los examinó. 

Hice una pequeña demostración con un sencillo aguamenti a sabiendas de que estaba logrando algo, pequeño, pero algo.

—Khalessi, no olvide lo de Mirri Maz Duur —comentó Jorah. 

Pero lo ignoraste y con decisión pediste que organizaran una escolta para ir a por tus hijos.

A partir de allí las cosas cambiaron para ambos.

Habían envenenado a propósito el ganado que sabían se robarían al dejarlo lejos de la ciudad para ver si así podían matarlos, ellos fueron fuertes y resistieron, solo hizo falta una poción purgante y el daño quedó reparado. Recuerdo ver en tus ojos la sorpresa y después un profundo agradecimiento.

Comenzamos a reunirnos una hora cada mañana para resolver sus necesidades: alimento, atención, comportamiento y adiestramiento, aunque ese último no era tan necesario para ti, esos pequeños ya lo tenían decidido, seguirte a donde fuera, incluso cuando Drogon mostraba señales de ser el más rebelde de tus primogénitos. Y a pesar de pasar mis días entre libros, pergaminos antiguos e investigaciones con tus hombres de confianza para resolver mi situación, me sorprendí a mi mismo esperando la hora de encontrarme por fin contigo y malgastar, lo que en un principio fue una hora y después, jornadas enteras charlando sobre lo que, al parecer, era nuestro tema preferido. Sino fuera porque afuera de la burbuja existía un mundo hostil que urgía por tu presencia y la punzada de culpabilidad que crecía en mi pecho al no saber que había pasado con mi propia guerra y mi familia, creo que jamás hubiéramos parado de hablar porque siempre había algo nuevo que comentar.

No es que yo fuera el tipo más elocuente de todos o tú la persona más abierta del mundo, porque no fue así. Tuve que pasar cientos de pruebas antes de ganarme tu confianza, se convirtió para mí en una especie de juego sorprenderte para cambiar la imagen inicial que tenías sobre mí, un tipo extraño y algo introvertido, pero pude lograrlo porque te entendía, yo tampoco habría dejado entrar a nadie a mi vida de forma tan sencilla y menos siendo una persona con una responsabilidad tan grande sobre los hombros y un pasado tan turbulento. Yo también había sufrido y había sido traicionado y mis planes habían cambiado de forma drástica cuando apenas despertaba a la vida real. Pienso que el abrirme y compartir mi dolor contigo, porque me sentía seguro al depositarlo en alguien externo a mi vida cotidiana, fue exactamente lo que nos unió, la empatía y la comprensión, de no estar donde quisiéramos, pero tener la necesidad de afrontar el hecho de que esa era nuestra vida y había que sortearla lo mejor que pudiéramos, persiguiendo sueños, utopías y ambiciones.

Me di cuenta de que conocerte había sido un verdadero privilegio, porque de todos los lugares y todos los universos en los que pude haber caído ¿Cuántas eran las posibilidades de conocerte?, no pudo haber sucedido de otra forma, de pertenecer allá o tu aquí, nuestros caminos nunca se hubieran cruzado, habríamos pasado de largo con facilidad. Y la forma en que sucedió fue curiosa. Observaba como tratabas al resto, inquebrantable, fuerte, el pilar sobre el cual reposaban aquellos a los que les otorgaste libertad, siempre un paso por delante de los demás, amigos y enemigos,  incluso tus momentos de impulsividad se encontraban fríamente calculados para que pudieras dejar escapar ese poder en el dirección correcta, como una fuerza de la naturaleza; saber que siempre esperabas lo peor de las personas me hacia sentir afortunado, porque pasado un tiempo y después de que te diste cuenta de que no suponía ningún peligro para ti, cuando girabas para mirarme lo hacías de la forma más dulce que podría existir, con una sonrisa divertida y como si todos los problemas a tu alrededor perdieran importancia los instantes que compartías conmigo, como si dejaras la carga atrás y pudieras andar ligera. Admiraba eso, aunque también podía sentirme así a veces, como descansando de la difícil tarea de regresar sobre mis pasos, cada vez más complicada.

Te interesaba lo que tuviera que decir, respecto a los dragones primero, pero después sobre otros temas, estrategias, y demás, pero no era exactamente por eso que me confiabas todo ello, porque para eso ya tenías a Mormont, Missandei, Gray Warm y Daario Naharis, más que consultas para tomar las decisiones, era que deseabas contarle a un amigo, un amigo que no se viera comprometido por el entorno ni desarrollara rencores porque escucharas más a uno que a otro y eso me agradaba, ser tu escape seguro.

Por un tiempo quise negarlo, era una mala pasada de mi imaginación. Ya había tenido este tipo de encaprichamiento antes, me dije, con mi antigua amiga de la escuela, Leta, éramos muy cercanos y al igual que tú me hizo su cómplice, compartía el mismo desprecio que tú hacia las injusticias y valoraba el arte y la elegancia, quizás hubieran sido buenas amigas, o tajantes enemigas, la diferencia con ella es que podía pasar todo el día a su lado sin que yo entendiera bien que era lo que quería o buscaba, siempre ansiosa y con un irreparable rencor hacia todo y todos, yo era su diversión, pero creo que en realidad nunca la supe descifrar, no la conocí a tal profundidad, ni ella a mí, éramos muy jóvenes y estábamos confundidos, distábamos mucho de las personas que somos en realidad. Si pudiera definirlo de alguna manera Leta me gustaba o quería que así fuera, más porque era lo que tocaba, que porque en realidad la hubiera visto en su totalidad y la hubiera conocido de verdad. No lo llamaría amor, quizás cariño infantil y costumbre. Lo cual está bien porque pronto descubrí en ella un flechazo por mi hermano mayor, sentimiento que fue correspondido.

En cambio contigo resultó ser todo muy claro, una mañana desperté y mientras me vestía rememoraba el día anterior que había pasado a tu lado, enumeré tus virtudes, no podía creer que hubiera persona más correcta, todos dicen que la perfección no existe, pero en aquella época estaba seguro de que debía parecerse mucho a ti, me reí porque una locura cruzo mi mente como estrella fugaz, "creo que la amo" conjuré en voz alta, volví a reír de mi mismo y lo confirmé, te amaba, y era la primera vez que no tenía dudas sobre algo, la primera vez en veintiún años que sentía algo tan fuerte que no fuera por mi familia.

A penas crucé la puerta me golpeé con el muro de la dura realidad. Daba igual lo que yo sintiera por varios motivos, el primero y más obvio era que yo no pertenecía allí y tarde o temprano habría de regresar, pero luego me llovieron las razones en medio de un chaparrón, desde tu carrera por el trono de hierro hasta tu amante, Daario. Sabía lo que veías en él, un hombre fuerte, intrépido, apuesto, astuto, dispuesto a dar su vida por ti y yo comenzaba a sentir la necesidad de demostrar que podía ofrecerte lo mismo, aunque mis ideales no fueran los de un mercenario experimentado. Quizás lo más insensato de todo era que sabía que tras Daario, había otros tantos esperando en la fila y lo entendía, ¿Quién no se habría de enamorarse de ti?

Comprendí que si a los caballeros, hombres de la nobleza y ni siquiera al mismo Daario, les dabas una oportunidad, mucho menos lo harías con un mago de otra dimensión, un hecho que sentí me empujaba en un vertiginoso descenso a la locura.

Gracias a Paracelso hallé el freno, esa fuiste tú.  

Llegaste un día, con ánimos agridulces y me dijiste que lo habías logrado, habías encontrado la manera en que yo podría volver.

Precipitado por el momento, finalmente encontré el valor para confesarte mis sentimientos. Fingiste sorpresa, me obsequiaste una sonrisa triste, un gesto embargado en ternura y un beso en la mejilla, te disculpaste, agradeciste toda la ayuda, los momentos, el refugio y me deseaste el mejor de los viajes, prometiendo que siempre me recordarías, llevarías aquel momento en tu corazón y que te asegurarías de recordarles siempre a tus dragones quien les había salvado la vida.

Creí que la respuesta esperada me devastaría y por eso resistí el momento por tanto tiempo, no obstante, cuando te fuiste de aquella cueva a la que me habías guiado, solo me quedó sentir alivio, de que no sintieras disgusto o traición, que lo entendieras y que yo pudiera partir ligero, liberado de los sentimientos que me habían entristecido y atado al precipicio, aquello que mantenía mi alma en agonía y que exigía lo gritara a los cuatro vientos.

Por mucho tiempo me cuestioné los motivos por cuales no me pediste quedarme, busqué en cada recuerdo el momento en el que fallé, jamás te culpé o sentí enojo, en realidad lo comprendía, éramos similares, pero no compatibles, aunque lo hubieras intentado, llegado el momento habrías prescindido de mí, al no ser lo que necesitabas.

Pero, en todo caso, el motivo de esta carta es para agradecerte por haber sido lo suficientemente amable y prudente como para dejarme ir, por haber tenido mi corazón y mi alma entre tus manos y no haberlos lastimado aun teniendo la posibilidad, por haberme acogido en tu ciudad, por haber sido amiga y consuelo, mientras yo vagaba perdido entre los universos. 

Nunca tuve la oportunidad de explicarme más allá de aquella pequeña conversación, pero ahora lo hago, tantos años después, porque hoy por fin encontré el motivo por el cual  lo nuestro nunca fue más real de lo que podía ser en mi imaginación. Su nombre es Tina Goldstein, de cabellos oscuros como la noche, pies pequeños y ojos de salamandra, porque si los miro fijamente se puede percibir en ellos fuego a través de agua oscura. Es mágico, es real y sincero.

Juntos, ella y yo, atravesamos por dificultades, magos tenebrosos, traición, perdida, guerra y victoria. Pero, sé que sin ti, sin tu ayuda, sin todo lo que aprendí de ti y sin tu amistad, jamás habría logrado obtener el coraje para superar todo aquello. Y hoy más que nunca te estoy eternamente agradecido. 

Porque fuiste la primer persona de la que me enamoré, sí, pero siempre tendrás en mí un amigo sincero.

No sé si está carta llegue un día a tus manos, seguramente no. De cualquier forma, espero que estés bien, que hayas conseguido todo lo que querías y a un amor que valiera la pena y que supiera a quién tenía a lado. Te deseo todo lo mejor hoy y siempre.

Gracias por todo, Dany.

—Con cariño, tu amigo imposible, Newt.»

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro