Día 6: Patadas
Ya había cumplido las 22 semanas y aunque Lycht en la última revisión le había dicho que todo estaba bien con el bebé, el saber que aun a este nivel de gestación su retoño no había querido moverse le traía más que preocupado.
Y a Obi también.
Habían recorrido varios lugares en internet buscando alguna información que pudiera haber para estimular a su bebé y que este comenzara a moverse por fin. Y aunque había hecho ejercicios, comido chocolate (y otras cosas dulces), ponerle música (incluida aquella música de rock que a Obi tanto le gusta y que según él, su bebé va a heredar), acariciar constantemente su panza, hablarle... ¡y nada!
Lycht solo dice que es lo bastante flojo como para querer mostrarse aún.
Eso no los calmaba del todo. Aunque sus latidos se sigan escuchando.
Aquello les traía solo un poco de tranquilidad, pero aun así trataban de todas formas hacer que se mueva.
Esa tarde, las personas más cercanas a Shinra y Obi irían a visitarlos para compartir con ellos. Varios habían decidido llevarles regalos, como si fuera un babyshower pero sin serlo... Shinra prefería algo más íntimo y con menos parafernalia de lo que eso significaba.
—¡Tu pancita está tan grande y linda, Shinra!—exclamó Maki con ojos emocionados—¿Puedo?—le preguntó, antes de acercar su mano para tocarla.
—Claro que sí, Maki—le concedió—Aunque no sentirás demasiado, no ha querido moverse.
—¿Aun no?—le preguntó su madre, quién también estaba allí.
Obi negó.
—Hemos hecho de todo, pero aun no quiere patear—dijo.
—¿Eso es normal?—preguntó también Ogun, sentado en el sillón junto a Sho.
—En mi embarazo los bebés comenzaron a moverse en la semana 16—comentó Beni, con un bebé en brazos.
—Sí, pero los embarazos gemelares suelen ser más adelantados que los embarazos de un solo feto—apuntó Lycht, quién también estaba allí con ellos—Aun más si son trillizos...
—Que mal, yo quería sentirlo—Maki se lamentó, aun así sin dejar de mover su mano sobre la panza de Shinra.
—Eso es porque no ha visto a su tio favorito—se escuchó la voz de Arthur, caminando hacia ellos todo orgulloso.
Shinra frunció el ceño.
—Sigue soñando—le respondió Shinra, frunciendo el ceño.
—Déjame tocar a mi sobrino.
—Aleja tu fea mano de mi bebé.
Obi soltó un suspiro. A veces no entendía cómo a pesar de todo lo que ambos habían pasado y que ya habían superado la etapa de la adolescencia hace bastante, seguían comportándose de la misma forma que a la edad que los conoció.
A este punto ya había decidido dejar de intentar comprender su relación y simplemente aceptarla como es.
Lo siguiente que sucedió pasó como en cámara lenta frente a sus ojos; Arthur llevó su mano hasta el vientre de Shinra, este le fue a decir algo, pero en cambio fue cortado por alguna razón y sus ojos se abrieron enormemente.
—¡Já, te lo dije!—exclamó Arthur, sonando aun más orgulloso.
—¿Qué pasó?—preguntó Obi.
—El bebé...—Shinra lo miró—Se acaba de mover.
Obi se sorprendió.
—Lo sabía, solo le faltaba eso—comentó otra vez, Arthur.
—¡Claro que no!—negó él—Acaba de patear para alejarte y que no lo toques—dijo.
—No lo creo.
—Sí lo es.
—No.
—Sí.
Y bueno... desde ese momento el bebé no paró de moverse. Shinra comprendió que esas semanas habían sido solo para darle un descanso antes del verdadero suplicio.
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