Depresión
Regresar al mundo fue reconfortante, pero ver a la gente de día me dio un poco de nostalgia. Extraño, ya que mi vida nunca fue buena ni color de rosa, pero... Era vida...
-¿Está lindo el paisaje? -me preguntó Jacob al notar que no me movía.
-El barrendero está de vacaciones. -respondí riendo y él sonrió.
Era el mismo vecindario de aquella noche, avancé y el muchacho me siguió sujeto de mi hombro. Llegué hasta la casa que custodiaba la pesadilla cuando la vi. Entramos y me puse a observar las fotos de la familia que allí vivía. En ellas veía a una madre y su niño pequeño de unos tres y cinco años según las imágenes. En otras veía a ese niño como adolescente y con una chica rubia a la cual se notaba que quería mucho. También habían dos fotos de los padres, una de la boda y otra veinte años después, lo supe porque el propio marco lo decía.
-Parece una familia normal y feliz. Mamá, papá y un bebé ya enamorado.
-¿Y no tienes curiosidad por la habitación del bebé? -lo miré con picardía y sonreí.
-Oh, ¿crees que se moleste porque revisemos? -él rió con voz grave.
No sabía por qué teníamos tan buena conexión. Era raro, pues todo lo que decíamos eran puras locuras, pero nos entendíamos así y era divertido.
Subimos las escaleras y no nos fue difícil encontrar el cuarto del chico. La primera puerta que vi estaba llena de carteles que insultaban a quien los leyera o amenazaban con la muerte. Además, dentro se escuchaba una música de rock a todo volumen.
-Temo no atinar a que este sea su cuarto. -dije riendo.
-Al menos ya sabemos que tiene el oído musical atrofiado. -reí más aun mientras abría la puerta.
Adentro, más allá de poder describir la habitación típica de un emo, encontramos al chico tirado en su cama en pleno llanto.
-Vaya depresión... -dije al verlo.
-¿Qué ves?
-Está llorando en su cama. En sus manos tiene una foto y una cuchilla. Tiene ojeras, debe llevar noches sin dormir. Quizás por eso la pesadilla esperaba.
Jacob se quedó pensativo y ladeó un poco la cabeza. Lo hice soltarme y me acerqué al deprimido. Observé que la foto era de la chica rubia y que tenía fecha de hacía dos años.
-Creo que rompió con su novia y por eso está así.
-¿Dónde están los padres? -preguntó serio.
-No los vi abajo. -él no reaccionó, esperaba una respuesta así.- Jacob, no puedo hacer nada por él en ese estado.- dije mirando al chico decepcionada.- Necesitamos esperar a que duerma y está evitando hacerlo. Si voy a intervenir necesito contar con un expl...
Al mirarlo, mis ojos chocaron con su orgullosa sonrisa. Era cierto, ni siquiera le había preguntado qué era. Por su falta de visión y sus comentarios, había supuesto que era un storyteller.
-Eres un explorador... -hizo una leve reverencia.- Entonces puedes intervenir en el mundo.
-No es tan fácil. Necesito analizar bien la situación antes de intervenir. Y ese ruido tampoco ayuda mucho.
-Pues este bebé llorón no se queda en casa todo el día. Tiene la piel demasiado bronceada para ser un ermitaño.
-Juguemos a ser rocas.- ambos salimos de la casa y nos sentamos en el contén de la acera a esperar a que el chico saliera.
No me molestaba escuchar el conteo constante de Jacob, de hecho, me resultaba entretenido hacer cualquier movimiento al compás del ritmo que marcaba. A pesar de nuestras tan poco comunes conversaciones, no sabía nada acerca de Jacob. No quería perturbar su concentración, así que me mantuve callada, pero él se detuvo y volteó hacia mí.
-Pregunta. No tienes que suplicar tanto.- dijo sorprendiéndome.
-¿Cómo...?
-Tu respiración. Se salió del ritmo que marcaba.
-¿No te molestará si te pregunto?
-Necesito entretenimiento.- me sonrió.
-Sufrirás una tormenta de preguntas.
-No será que no te devuelva alguna.- reí.
-Bien, entonces eres un explorador. -él asiente.- ¿Todos ustedes son igual de locos o solo eres tú?
-¿Todas las guerreras en entrenamiento son así de encantadoras o solo eres tú?
-No respondes mi pregunta.
-Tú tampoco respondes la mía.- ambos sonreímos.- Digamos que soy peculiar.
-Pues, en mi caso, me gusta salirme de lo común.- me sinceré, pues en más de una ocasión había dejado a Kevin confundido con mis comentarios.- Otra, ¿no tienes calor con esa capucha?
-No.- su sonrisa parecía complicada, como si fuera extraño que preguntara esas cosas, quizás esperaba algo diferente, pero se notaba que lo disfrutaba.
-¿Sabes luchar?
-Depende. Tú eres una luchadora, ¿sabes?
-Aun estoy en entrenamiento, y lo sabes. Nunca he luchado contra alguien más que no sea de Dreamland.
-Entonces para ti también depende.- lo miré sonriendo y me topé con la misma expresión.
-¿Por qué parece que te sorprenden y a la vez te agradan mis preguntas?- por una vez lo vi ponerse tan serio.
-No hablas como las personas normales. Tienes imaginación y empatía. Casi todos dudan de alguien como yo, aunque estoy acostumbrado. Pero tú me aceptaste de forma natural. Tu manera de comportarte y de no hacer las preguntas tontas sobre por qué cuento o cómo hago para interpretar el mundo e intervenir en él, me dice que eres una chica interesante y comprensiva.
-Jacob... -¿qué había sido eso? Todas esas palabras tan concretas y directas me hicieron sonrojar como una tonta.
-¿Respondí tu pregunta?
-Con intereses, se puede decir. Gracias...
La noche comenzó a caer sobre las calles del vecindario. El color naranja se volvió dorado. Las personas regresaban a sus hogares y los niños recogían los juguetes. Todo era lo normal de un final del día hasta que la puerta de la casa que custodiábamos se abrió.
-Jacob, el chico salió.- nos pusimos en pie y lo seguimos.- Anda en una patineta, debemos apurarnos.
Tuvimos que correr unas cuantas cuadras, yo llevaba de la mano al explorador e intentaba no perder de vista al deprimido chico. Este se detuvo en una tienda a comprar. Nosotros nos quedamos fuera.
-¿Crees poder hacerlo dormir aquí?- le pregunté a Jacob aún algo agitada.
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