Comencé a dibujar rostros, los que veía en el tren, en la cafetería que está cerca de mi casa o en la biblioteca del centro. Dibujaba lo que me parecía hermoso.

También era un buen método para recordar a las personas. Y, a pesar de que mi mente no guardaba los retratos de todos ellos, mi cuaderno sí lo hacía. Por ende, cuando un extraño me saludaba y yo no podía recordar de qué los conocía, recurría a mis dibujos y ahí los encontraba. Con sus nombres y la fecha en que los había retratado en una esquina.

Sin emabargo, había un rostro que aún no podía dejar de retratar. No se trataba de alguien que viese por ahí, tampoco era alguien a quien conocía y si lo hacía, no lo recordaba. Mis manos simplemente lo dibujaban por sí solas. Como si conocieran cada centímetro de aquél rostro, de aquél chico. Como si mis manos hubiesen recorrido aquellas líneas que formaban su rostro, o mis labios probado los suyos. O como si mis ojos lo hubiesen observado tanto, que yo no podía ver otra cosa que no fueran sus ojos cuando cerraba los míos.

Pero todos los días volvían a ser el primero y mi memoria se renovaba de nuevo.

Y yo lo olvidaba.

Y volvía a retratarlo.

Entonces, uno de tantos días, mis ojos se encontraron con aquellos que hacían que mi estómago se estremeciera de tal manera. No los conocía, pero ahí estaban, mirándome fijamente. Y sus labios presionaban un cigarrillo sin encender. Y sus manos jugaban con un encendedor. Su barbilla se movía cuando el cilindro bailaba en sus labios. Oh, y aquella mandíbula, que hasta los dioses envidiarían.

No sé cómo, o por qué, ni cuándo, pero mis manos empezaron a moverse por sobre el papel, con el lapiz entre los dedos y sin apartar mis ojos sobre él. Y él, al notar mis movimientos, sonrió. Pero no fue una sonrisa de burla o de aquellas que dan miedo, sino de esas que muestran ternura y serenidad. Como si le hiciese feliz saber que lo estaba retratando.

No tardó mucho en acercarse a la mesa en la que me encontraba y sentarse frente a mí. Aparté la mirada para ver mi dibujo y me di cuenta de que realmente era muy bonito y muy acertado. Era como si ya lo conociese, como si supiese de memoria su rostro.

Apartó el cigarrillo de sus finos labios y dijo:

-¿Me acabas de dibujar?- preguntó mientras se inclinaba sobre la mesa para ver más de cerca.

Maldita sea, su voz. Como si un ángel me hablase al oído. Mi piel se erizó de solo escucharlo.

-S-si- murmuré avergonzado y sintiendo como mis mejillas se encendían de rojo-, espero que no te moleste.

-No- dijo rápidamente-. Me hace sentir halagado, ¿puedo verlo?

Extendió su mano frente a mí. Quise lamer su piel.

Le entregué mi cuaderno y él lo tomó con sumo cuidado. Observó el papel y pude ver como sonreía complacido. Murmuró algo que no entendí.

-Tienes mucho talento, eh.

Me sonrojé por el simple hecho de que era él quien decía aquello y porque sus ojos me hacía sentir intimidado de una buena manera.

-Oh, muchas gracias- tomé mi cuaderno de vuelta cuando él lo extendió-. ¿Puedo saber tu nombre? Suelo escribir los nombres de las personas que retrato para no olvidarlos.

-¿En serio?- en realidad, no pareció sorprendido por mi confesión, era como si ya supiese lo que hacía. Lo sentía tan cercano, como si me conociese de toda la vida.

-Al menos, eso intento- bromeé y sonreí.

Él no sonrió de vuelta.

-Soy Yoongi- dijo con voz clara y dulce-, Min Yoongi.

Escribí su nombre sobre el papel y luego la fecha; 11 de marzo, 2008.

-Soy Jeongguk, Jeon Jeongguk.

-Lo sé- murmuró.

Y me sonrió.

{...}

quiero aclarar que jk sufre de amnesia anterógrada, que es el tipo de amnesia en donde la persona suele olvidar los acontecimientos siguientes al "accidente". o sea, que Jungkook puede recordar todo lo que pasó antes de la fiesta de jm pero no lo que sucedió esa noche, incluso a yg. igual creo que lo volveré a a aclarar en lo sig caps uju