No pensé mucho en los problemas que acarrearía, ni en las consecuencias de recluir a Nixard en mi alcoba. Fue un poco tarde cuando la vi cabecear a causa del sueño.

Ni siquiera le presté atención hasta que, pasadas casi dos horas más, me di cuenta de que se había quedado dormida en el sillón.

Dejé los documentos sobre el buró y la observé. Dormida lucía mucho más joven y suave que cuando estaba despierta.

Tenía el libro aún sobre el regazo, estaba abierto en una página dónde había una ilustración sobre un chico pelirrojo y uno moreno viendo el nacimiento de Venus, al costado del dibujo de los chicos, había un artefacto que no reconocí la primera vez. En la nota al pie de la página decía: Venus y Júpiter en una cita romántica. Ambos eran personajes del libro, ambos con un trágico final.

Sus dedos estaban en el cabello del chico pelirrojo.

Me pregunté si le recordaría a su hermano. Si era así, tal vez sería mejor idea quitarle el libro. A veces, solemos aferrarnos a lo que sea que nos recuerde los buenos momentos, así que no pensé que el final de aquel libro le hiciera mucho bien.

Lo quité de su regazo con cuidado de no despertarla y lo regresé a la estantería. No fue hasta entonces que me di cuenta de lo cansado que estaba.

Y ahora no sabía qué hacer.

Perfectamente podría dejarla justo donde estaba y dormirme en mi cama, pero eso sería poco caballeroso y sumamente grosero de mi parte.

Así que la tomé en brazos con cuidado y la dejé en el centro de la cama con gentileza. No quería ni imaginarme su reacción si se llegase a despertar mientras la movía. Una vez terminado, aseguré la puerta que daba al balcón y me fuí.

No supe a dónde ir, así que me dirigí a la alcoba de Lina.

Estaba completamente a oscuras. No muchas cosas habían cambiado; Frodo y yo nos encargamos de resguardar las cosas importantes de nuestra hermana, y cosas como la ropa fueron donadas por Fiode.

Pero el lugar aún conservaba su esencia. Las pesadas cortinas eran rosas; la cama tenía sábanas de tonos lavanda y coral; había un tocador con un espejo enmarcado en madera de pino con relieves de rosas al rededor posicionado en una esquina; los postes de la cama estaban cubiertos por tiras de tela azul, y daba la impresión de ser una telaraña hermosa; El piso tenía una mullida alfombra rosa, como las cortinas.

Y en la pared a la derecha, había una enorme pintura al óleo de la princesa Lainera Elizabeth IV Nevre Ilinesadir con un bonito vestido de rococó color rosa palo y el cabello peinado en varias trenzas delgadas que se entrecruzaban en su coronilla, el resto del cabello caía en una cascada ondulada sobre su espalda y hombros.

Antes de darme cuenta, ya estaba tumbando en su cama, mirando hacia el cielorraso, con lágrimas en los ojos. Me enojé y las limpié con violencia desmedida.

Odié las decisiones de mi padre, odié las creencias de los deximianos. Me odié a mí por no hacer más para salvarla.

Después del crimen de Weinberg, el pueblo sugirió que se debía consultar la biblia. En serio, la biblia. Fiode parecía receloso ante la idea, pero temía las represalias. Así que se hizo.

Se decidió que Lina y Weinberg debían contraer matrimonio, para así expiar su pecado. Quería prenderles fuego a los pendejos que dijeron eso.

Se concretó un matrimonio, Weinberg lucía satisfecho, y eso solo me llevó a disfrutar cada segundo de sus últimos minutos.

Lina lloraba todo el tiempo, estaba herida y deshecha. Frodo y yo le prometimos que íbamos a evitar ese matrimonio, que haríamos justicia.

Y por eso planeamos la muerte de mi padre, el rey Fiode. Una vez que Frodo ascendiera al trono, el compromiso sería cancelado y se condenaría a muerte a Flitch Weinberg.

Pero Lina no quería seguir sufriendo, por eso, cuando habían pasado dos meses desde que la comprometieron, terminó con todo su dolor. Y solo dejó una nota.

Una nota donde explicaba que no podía seguir, que sentía como se rompía cada día más. Una nota donde decía que descubrió que estaba embarazada y que no quería, no podía tenerlo.

Nos decía adiós a Frodo y a mí. Decía que buscaría en brazos de nuestra madre el consuelo que nosotros ya no podríamos darle.

Cuatro días después del funeral, matamos a Fiode.

Por todo lo que le quitaron a mi hermana, por todo lo que nos quitaron, no podía permitir que más personas inocentes murieran por las creencias de un montón de imbéciles.

Por mi vida que no lo permitiría.

Vaya, eso explica muchas cosas.