Capítulo 6
Un caballero nos interrumpió antes de que pudiera pedirle una explicación a Nixard. Ella ni siquiera sé inmutó ante mi confusión.
—El rey ha mandado a ordenar una alcoba para la señorita Varoliaf —anunció el caballero con voz autómata y sin emoción—. Acompáñeme, por favor.
Aflojé mi agarre sobre el brazo de Nixard, quién volvió al silencio durante el trayecto hacia la alcoba predispuesta.
El caballero empezó a dudar de sus pasos cuando llegamos al cruce de pasillos que conducían a las alcobas. Un pasillo era para el Ala Real y el otro era para invitados.
—El rey dijo que era mejor mantenerla cerca para poder vigilarla —explicó cuando se detuvo frente a una de las puertas en el Ala Real.
La irá subió por mi garganta. Quería matar al caballero, pero sabía que era Frodo la mente detrás de ésto.
—Hay más habitaciones —le dije al caballero—. Pídele a las doncellas que preparen una...
—Con todo respeto —me interrumpió—. Esta alcoba es la más cercana a su alteza. Y el rey no considera necesario que se emplee trabajo en acondicionar una alcoba para alguien que permanecerá en el castillo por un tiempo efímero.
¿Y eso qué? Mi tolerancia no podía permitir esto. Se la podía enviar a una alcoba normal y simplemente mantenerla vigilada, pero Frodo parecía querer morir.
—Cuida de ella —señalé a la mujer y volví sobre mis pasos.
Frodo se encontraba en su oficina. El único lugar del castillo que carecía de color. Alguna vez fue el colorido lugar, pero pareció marchitar con la muerte de mi madre, al nacer yo.
No la conocí por obvias razones, y Fiode jamás me habló de ella. Me trató con mero formalismo, refiriéndose todo el tiempo a mí como el príncipe. En ocasiones vi en su mirada arrepentimiento y culpa, pero jamás tuve el valor de preguntar.
Todo lo que yo sabía de mi madre, la reina Elizabeth III Ilinesadir de Nevre fue por lo que me contaban Frodo y Lina cuando éramos niños. En aquella época, cuando aún éramos felices.
Ignoré a los guardias que cuidaban del lugar cuando llegué a la oficina. Aunque éstos ni siquiera intentaron detenerme, después de todo ¿qué peligro podría correr el rey en compañía de su hermano?
Frodo estaba cerca del ventanal que miraba hacia la ciudad. Las luces de las casas se visualizaba con debilidad. Había luna llena y la luz de la misma permitía ver con casi la misma facilidad que por el día.
—¿Se te ofrece algo? —preguntó cuando cerré la puerta detrás de mí.
—Necesito que tu prisionera sea enviada a otra alcoba —solté con cautela. No me convenía que Frodo se enojara. De todos los Nevre, él era el más explosivo e inestable.
—Jacko, por favor —suspiró—. Ayudame con esto, ¿sí? Esa es la alcoba más cercana a ti, y te necesito cerca de esa mujer para que la vigiles —dandóse un masaje en las sienes, dejó sus lentes de lectura sobre el escritorio, sobre la madera del mismo había un grueso libro cerrado de tapa de cuero.
"La historia del catolicismo en Deximó"
—Sabes que no necesitamos vigilarla realmente —le dije—. Envíala a una de las alcobas para invitados y pon a un caballero a cuidar la entrada.
—Ahora mismo necesito que cooperes conmigo, Jacko, no que me causes más problemas —escupió de la nada—. No hay manera de hacer eso sin que los nobles se enteren.
—¿Importa realmente lo que los nobles opinen? —le cuestioné a sabiendas que el gobierno de Deximó se regia únicamente por la realeza. La iglesia imponía leyes morales, no legales.
—¿Estás consciente de que me están probando, verdad? —preguntó en respuesta—. Necesito que me ayudes con esto. Jacko, desconfían más de ti en el castillo que de mí en el trono.
Que Frodo me confirmara lo que Janette me contó la noche en que matamos a Flitch solo me hizo darme cuenta de algo: que sin importar lo que Frodo hiciera, los nobles usarían cualquier excusa para destituirlo. Yo no era el problema, lo éramos los dos.
Porque era absurdo sospechar del príncipe más joven y no del sucesor al trono, sobre todo teniendo en cuenta la frialdad que Frodo mostró durante los eventos siguientes a la muerte de Fiode.
Pensé en decírselo, pero si Frodo ya había decidido que yo era el problema, solo podía significar una cosa. Frodo iba a hacer lo que fuera para mantenerse en la posición en la que se encontraba ahora, sin importar lo que tuviese que sacrificar. Eso me incluía a mí, por supuesto.
Aunque no creí, ni por un segundo, que culparme a mí por las acciones que ambos cometimos aquella noche le supusiera un sacrificio a Frodo. Él simplemente tenía que lavarse las manos y estaría a salvo. Fingiendo ignorancia.
—¿Y tenías que meter a esa desconocida en el único lugar seguro de Lina? —dije en cambio, guardándome mis pensamientos para mí.
—Lina no va a volver —se le quebró la voz—. Ahora solo nos tenemos a nosotros. Y las doncellas han guardado cualquier cosa importante para Lina y nosotros dos. Además —se irguió y recobró la compostura—. Solo serán unos días. No creo que está situación se extienda más que una semana.
Pero yo no iba a ceder. Sin importar lo que Frodo dijera, ese era el único espacio en el que Lina pudo sentirse en paz, el único espacio en el que pudo abrirse después de lo ocurrido y el único espacio que aún conservaba su esencia.
—Pues si lo que necesitas es que la chica esté vigilada por mí en todo momento, será mejor que se aloje en mi alcoba —solté.
—¿Sabes qué, Jacko? —se exasperó—. Haz lo que quieras, siempre y cuando la prisionera no salga del Ala Real.
Con eso resuelto, salí de la oficina y me encaminé de regreso al Ala Real, donde la causante de la discusión esperaba.
Esa noche debí sacrificar el espacio de Lina y no mi cordura. Pero ¿qué iba a saber yo en ese momento sobre lo que un ángel te puede hacer sentir? Obviamente esa fue mi perdición, meterme directamente a los brazos del demonio con piel de ángel.
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