
Capítulo 52 FINAL - ¿Por qué?
Capítulo final, escuche su playlist y, además, consiga pañuelitos.
*
En cuanto ella puso un pie afuera de la comisaría se percató de lo que estaba ocurriendo. Bianca había visto a ese hombre antes en un par de reuniones que había tenido Vincent en su gran mansión. Vestía de negro.
El miedo se apoderó de su cuerpo cuando un punto de color rojo se posó en la camiseta de Damián. El miedo a perderlo era muchísimo más fuerte que cualquier otro. Lo único que pudo hacer fue abrazarlo con fuerza, mucha fuerza.
—Gracias —dijo con un hilo de voz. Las lágrimas ya estaban recorriendo sus mejillas, pensando en lo peor. Él no entendía lo que estaba ocurriendo, pero aun así la abrazó —Eres lo mejor que me ha pasado. En toda mi vida —continuó.
No sabía si había escogido las palabras correctas, pero sólo le apeteció decirle o demostrarle cuánto lo quería.
El hombre que tantas veces los vigiló, los asechó y a quien le pagaban por lo que estaba a punto de hacer tenía una tarea, asesinar a Damián Wyde sin importar el costo que eso tuviese. La chica de diecinueve años se interpuso en su camino cuando lo abrazó y cuando hizo contacto visual con Damián, no lo dejó pensar demasiado su siguiente acción.
Disparó, sólo disparó en la dirección que indicaba el infrarrojo consiguiendo que ambos chicos se desplomaran en el cemento afuera de la comisaría en donde acababan de hacer una de las declaraciones más estruendosas, esa que removería a toda la ciudad. Incluso al país. No le importó lo jóvenes que eran, lo enamorados que estaban y lo trágico que podría ser perderse.
DAMIÁN
El dolor de cabeza no me dejaba abrir los ojos, fruncí el ceño por inercia y sentí una mano tocar la mía. Estaba fría. Lentamente abrí mis ojos y el primer rostro que vi fue el de mamá, estaba en la sala de un hospital. Levemente miré mis brazos, estaba conectado a una máquina que no sabía lo que estaba dándome.
—No te esfuerces —escuché su voz. Sus ojos estaban rojos, como si hubiese estado llorando por horas ¿qué hacía allí?
Intenté sentarme en la camilla y una punzada en el estómago me detuvo.
—¿Qué demonios ocurrió? —intenté hablar. El dolor de cabeza se hizo más agudo cuando las palabras salieron de mi boca.
—Un accidente, Damián. Pero está todo bien —dijo ella.
No alcancé a preguntar algo más, pero unas personas entraron en la sala y me revisaron por completo. Según ellas estaba estable y nadie me quería decir lo que había pasado. Intentaba recordar, pero el dolor de cabeza no me permitía pensar. Era como si parte de mi cerebro quisiera bloquear una parte de mis recuerdos.
Una de las enfermeras adicionó un medicamento en la gran bolsa de suero y rápidamente comencé a sentir cansancio, aunque lo último que quería hacer era dormir. No pude articular una palabra cuando ya me encontraba completamente dormido.
Nuevamente desperté, pero esta vez no tenía dolor de cabeza. No había nadie en la sala y lo único que pude hacer fue mirar el techo gris de la sala de hospital. Comencé a pensar en lo que había ocurrido para llegar aquí, pero me costaba ver imágenes con claridad. Recordaba a un hombre mirándome. A Bianca, sí. Bianca estaba conmigo ¿Él había disparado?
Saqué las sabanas de encima de mi cuerpo y levanté la camisa de dormir típica de un hospital. Miré mi estómago y sólo vi un gran parche, rápidamente me lo quité consiguiendo que me doliera. Era una cicatriz pequeña, de seguro sólo eran un par de puntos. Automáticamente pensé en Bianca quien se encontraba delante de mí abrazándome ¿Cómo es que...?
Nuevamente puse el parche en mi estómago y me levanté de la cama sin sentir ningún tipo de dolor insoportable, pero como si fuese un reflejo, dos enfermeras entraron para detenerme.
—No puedes ponerte de pie todavía —me dijo una de ellas acercándose a mí, me tomó del brazo e hizo que regresara a la camilla.
—Estoy bien, no me duele nada —contesté —. Sólo necesito saber de alguien.
—No te duele nada porque estás con medicamentos —informó la otra chica.
—Necesito saber dónde está Bianca —expresé. Ambas se quedaron mirándome por unos segundos y rápidamente casi me obligaron a volver a la camilla.
—Debes descansar, Damián.
No quería descansar.
Comenzó a pasar el tiempo, podía verlo en el reloj colgado en la pared. Nadie entraba a la sala. Me quité con cuidado la aguja que se encontraba en mi brazo izquierdo y me puse de pie. Tomé un pantalón que se encontraba encima de una silla, estaba limpio y suponía que alguien lo había traído por mí. El reloj marcaba las dos de la madrugada y yo no podía pasar ni un segundo más ahí adentro sin enterarme de nada.
Salí de la sala y sólo me encontré con un largo pasillo, revisé puerta por puerta, pero no encontré a Bianca en ninguna de ellas.
—Cálmate —susurré para mí mismo cuando comenzaba a respirar con pesadez y la herida comenzaba a doler.
Continué mi camino hasta que escuché a una enfermera gritar mi nombre detrás de mí, no me detuve, sólo caminé más rápido hasta que al final del pasillo vi un rostro familiar, era Daven junto a Paige. Ambos se quedaron mirándome a la distancia mientras los gritos de la enfermera no cesaban para detenerme.
Daven se acercó a mí con rapidez, me detuvo de los hombros y me abrazó.
—Daven —respiré con pesadez.
—¡Señor Damián Wyde! ¡Debe volver a su camilla! —reclamó la enfermera.
Su voz cada vez se hizo más fuerte, ya se encontraba detrás de mí con una de sus manos en mi brazo derecho.
—Volveré, sólo deme unos segundos —le pedí, ella frunció el ceño con molestia. Miré a mi amigo quien se encontraba frente a mí con su rostro desencajado.
—Debes descansar, Damián —intervino Paige.
Su rostro estaba pálido, sus ojos se encontraban muy rojos e hinchados.
—Díganme qué sucedió, por favor —les pedí.
En ese entonces sentía que ya sabía la respuesta, pero no quería admitírmela. Los ojos de Paige se llenaron de lágrimas y sólo fue capaz de girar su cabeza para que no la viera destrozada. Daven con su semblante frío me observó directamente a los ojos.
—Sólo dime —le pedí a Daven, bajé la voz.
—Bianca no soportó el disparo, Damián —expresó.
Pestañeé un par de veces. Sonreí imaginando que era una broma, no me lo creía.
—¿De qué hablas, Daven? —golpeé su hombro sin fuerza —¿Qué hablas? —mi voz se quebró y Daven sólo se limitó a asentir. —Estás mintiéndome.
—Damián, lo lamento tanto —bajó su voz.
—Paige —la miré, ella ya se encontraba llorando.
Se acercó a mí y me abrazó con fuerza. Apenas pude levantar mis brazos para corresponderla.
Se estaba sintiendo como una pesadilla. Quería despertar y nadie estaba gritando mi nombre desde el mundo real para que lograra despertarme. Ni siquiera mis ojos se empañaron, sólo sentí una gran punzada en mi pecho, como si estuviesen rompiendo cada trozo que me quedaba adentro.
¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué nos hacían esto?
Me separé de Paige y jalé mi brazo para que la enfermera me dejara en paz. Daven me llamó una vez más, pero no lo escuché. Comencé a caminar sin dirección alguna, no sabía a donde dirigirme. Cada paso que daba se sentía más pesado que el anterior, no podía entender cómo de un segundo a otro todo se había ido a la mierda. La cerámica blanca del hospital parecía romperse en cada paso que estaba dando para salir de ahí. Divisé la puerta de un baño y me metí adentro.
—No es cierto, Damián —susurré para mi subconsciente.
Con agua helada me mojé el rostro, golpeé el lavabo de un puñetazo y luego el espejo consiguiendo que se rompiera el y mis nudillos.
No quería llorar pues no quería creerlo, pero sabía que era probable, pues ella se había puesto por delante de mí abrazándome ¿por qué demonios había hecho eso? ¿Por qué eligió ser ella y no yo?
Las lágrimas llegaron a mi rostro sin previo aviso, pero más que dolor, estaba sintiendo un profundo enojo y culpa.
Siempre había querido lo mejor para ella, quería apoyarla en sus decisiones y también guiarla a ser valiente, pero si hubiese sabido que todo terminaría así, hubiese preferido jamás decirle que todo estaría bien, no hubiese contado historias por las noches acerca estrellas o lunas que se atrevieron a enfrentar sus problemas y salieron triunfantes. Sólo la hubiese armado de a poco como siempre lo hice y la hubiese cuidado hasta el final de sus días. No debía por qué haberse arriesgado tanto, claro que no
¿Por qué no esperé?
Comenzaron a golpear la puerta con fuerza, pero no fui capaz de ponerme de pie para abrir. Me encontraba débil, la herida había comenzado a doler y estaba temblando. De pronto había comenzado a tener un frío insoportable y un estruendoso dolor de estómago. Quería vomitar. Pero lo único que conseguía hacer era llorar y golpear la cerámica del suelo con mi puño, tan levemente que ni siquiera sentía dolor en mis nudillos. Ya no tenía fuerzas.
—¡Damián abre la puerta! —escuché la voz de Evan, pero al no responder, lo siguiente fue un golpe que partió la puerta en dos.
No levanté la cabeza, pero sentí cómo me sacó de la cerámica y caminó junto a mí hasta la sala que se encontraba mi camilla.
—Quiero verla —le pedí a Evan.
Las enfermeras ya estaban poniendo nuevamente la aguja en mi brazo y quitando la sangre de mi tórax.
—No puedes ahora, Damián. Estás débil.
—¿Cuándo ocurrió todo esto? ¿Cuánto ha pasado? —pregunté con frenesí.
—Sólo fue ayer, hijo.
—Necesito verla, por favor.
—Damián.
—¡Por favor! —alcé la voz. Mis ojos se empañaron una vez más. —Por favor llévame a verla. Es que no lo creo —las lágrimas recorrieron mi rostro, pero no me importó —. Necesito verla, no me hagas pedírtelo de rodillas.
—Está bien —dijo él. Sus ojos estaban cristalizados, suponía que se encontraba así por el estado en el que me encontraba yo —. Irás conectado a la máquina, pero necesito que estés fuerte.
No podía estar fuerte, pero si debía mentir, así sería. Sólo me limité a asentir.
Mis piernas temblaban, mis oídos zumbaban y sentía el corazón casi saliendo de mi pecho. Al costado de Evan iba una enfermera hablándole acerca de algo, pero ni siquiera podía escucharlos, sólo estaba concentrándome en no desmayarme o romper algo; Quería con todas mis fuerzas que fuese una vil mentira, una broma, aunque fuese cruel, prometía no enojarme si era una puta broma.
El pasillo al que entramos era frío. Nos detuvimos frente a una puerta y la enfermera me puso una mascarilla, entré en silencio, sólo podía escucharse las ruedas de la maquina conectada a mi brazo.
Había una gran cortina separándonos de la camilla, no había ningún sonido de máquina y una luz sólo alumbraba a Bianca. Deslicé la cortina encontrándome con una camilla y ahí había una persona cubierta con un plástico celeste hasta la cabeza. Mis manos temblaban y con un miedo que nunca había sentido antes deslicé la sábana plástica de encima.
Casi sentí que rompieron mi cerebro cuando la vi.
Sus ojos estaban cerrados, su cabello seguía tan negro como siempre y sus labios estaban levemente abiertos. Estaba pálida, pero parecía dormir. Toqué su rostro con cuidado y me percaté de que estaba sumamente fría.
—Dios, Bianca... —bajé la voz.
Me quité la mascarilla aun temblando y no pude evitar quebrarme una vez más.
—No soportó la cirugía —escuché la voz de Evan a mis espaldas, pero no quería oírlo. —La bala atravesó su cuerpo desde la espalda y salió por su tórax consiguiendo que sólo te rozara un par de centímetros —decía casi arrastrando sus palabras.
Dejé de escuchar cuando comenzó a lamentarse. Erguí mi espalda, miré a la enfermera y a Evan hasta que se mantuvieron en silencio; y cerré la persiana dejándolos del otro lado a ellos.
Me volteé a mirarla una vez más.
—¿Por qué has hecho eso? —le pregunté sabiendo que no conseguiría una respuesta. —Sabes que soy una mierda sin ti ¿por qué escogiste esto, Bianca? —las lágrimas recorrían mi rostro y ya sentía que no podía respirar —Explícame por favor, que no entiendo.
Me acerqué a ella y tomé su cuello, seguía fría. Respiré profundo y luego la levanté para abrazarla. Su cuerpo rígido y sin vida no tuvo reacción alguna, pero yo sólo estaba abrazándola con fuerza, mucha fuerza. Me quería meter en su piel. Irme junto a ella. Yo no merecía seguir viviendo.
Lentamente la dejé acostada en la camilla; besé sus labios y luego su frente. Tomé su mano y sólo me quedé ahí, sintiéndola.
—Lo lamento tanto, Bianca —susurré.
No entendía por qué estaba sucediendo esto. Y no podía evitar sentir culpa. Tal vez la quise mal, tal vez merecía a alguien que la quisiera mucho mejor que yo, que la cuidara y que no la hiciera sentir presionada. Tal vez fue eso, si, tal vez se sentía presionada conmigo ahí. Debí haberla besado más, quererla mucho más e incluso debí haberme percatado de que alguien nos seguía ese día. Debí haber estado alerta en todo minuto.
No debí haberme dejado llevar por lo que sentía, no debí quererla tanto como para conseguir que todo mi alrededor desapareciera, no debí sentirme en las nubes cuando estábamos juntos ni menos debí inventar teorías ridículas y enamoradizas esas noches frías. Debí preocuparme más, debí quererla sin irme a otro planeta, debí armarla sin pensar en que también estaba armándome a mí mismo.
La había estado queriendo tanto que a veces, como ayer, cuando algo bueno ocurría..., todo desaparecía. Sólo éramos ella y yo, pero ¿cómo no me percaté?
—¿Por qué no me advertiste que había alguien ahí, Bianca? —susurré —Tal vez hubiese podido esconderte, tal vez hubiésemos podido devolvernos a la comisaría.
—No es tu culpa, Damián —escuché la voz de mi padre.
Mi cabeza estaba comenzando a doler y aunque ya me habían advertido que sólo podíamos estar unos minutos ahí, yo quería quedarme siempre a su lado. No quería que se la llevaran a ningún lugar. Seguía mirando su rostro, sus facciones, sus manos. Sus pestañas apegadas a sus pómulos fríos que tantas veces vi enrojecer. Era injusto, muy injusto que el mundo no pudiese ver nunca más el rayo de luz que había sido Bianca Morelli. Era injusto que nadie viera detrás de sus ojos aquellas historias. Ni tampoco que no escucharan sus historias de amor con finales felices.
—Ya es hora de irnos —irrumpió la enfermera.
—Está bien, vamos Damián —habló Evan poniendo una mano en mi hombro.
Una punzada en mi garganta se hizo notar con fuerza, llevé la mano a mi sien y me la masajeé intentando comprender qué es lo que haría ahora. Me había quedado solo y sin ningún motivo para continuar adelante.
—Voy de inmediato —expresé.
Ambos notaron que quería quedarme unos segundos solo junto a ella así que salieron de la sala. Respiré profundo y me armé de valor.
—¿Recuerdas que anoche me preguntaste cuál era el motivo por el que apareciste en mi vida? —pregunté y de inmediato sentí la pesadez en mis hombros de no haberle contestado tan fácil y reconfortante pregunta para su corazón. La vida era tan minúscula y me había quitado todo. Me había quitado los segundos, los minutos y las horas al lado de Bianca. Me había quitado el único rayo de luz que parecía darme esperanza —Apareciste para enseñarme a querer, pequeño rayo. Me entregaste eso que algunas personas nunca consiguen. Apareciste para aflojar mi forma de ver la vida y a las personas. Y fuiste así, de pronto llegaste rompiendo todos los esquemas que tenía en mi vida, irrumpiste todo lo que estaba haciendo y sólo te metiste como un puto escarabajo —sonreí secándome el rostro —. Iluminaste estruendosamente mi vida que se encontraba en un puto callejón oscuro y sin salida, conseguiste que todas las palabras que averigüé una vez cobraran sentido. Y ya no sé qué demonios voy a hacer ahora sin ti —mi voz se cortó.
——
Tres días después
Todo se encontraba reciente y a flor de piel. La vida estaba golpeándome duro, pero no dejaría que todo acabara, así como así.
Me dieron el alta médica el mismo día del funeral. Todo el mundo estaría ahí y yo sentía que no podía acercarme a ese lugar hipócrita y frívolo.
Daven fue por mí al hospital y le pedí que me dejara en el departamento de Bianca, en donde sólo entré a sacar las llaves de mi motocicleta. No fui capaz de entrar a su habitación, de encontrarme con sus cosas ni tampoco de mirar un poco más la cama en donde habíamos estado durmiendo juntos. No quise quedarme sintiendo el departamento vacío y congelado.
Me subí a la motocicleta y no le dije a nadie lo que iba a hacer. Me puse el casco y rápidamente me puse en marcha. Sabía dónde estaba por haberme mantenido al tanto en la investigación que seguía haciendo Evan. Comencé a acercarme rápidamente en la motocicleta al lugar lleno de edificios impresionantemente lujosos y altos. Aparqué la motocicleta en un lugar alejado y comencé a caminar.
Mi teléfono sonaba en mi pantalón, pero no contestaría.
Lo vi sentado bebiendo una copa de vino tinto con su amante. Sonreían juntos y también hablaban de cosas sin sentido. Vestía un traje completamente negro, de seguro luego iría al funeral. Mi mandíbula se tensó por completo, lo único que quería hacer era enterrarle una navaja en su cuello. No sabía si iba a aliviar mi dolor, pero al menos dejaría de existir y no me atormentaría cada noche pensando en las mil formas que se me ocurrían para asesinarlo.
Vigilé sus movimientos desde lejos, ni siquiera se percató de que me encontraba ahí esperándolo. Lo vi salir al estacionamiento, la mujer de cabello rojizo se metió en su auto y Vincent Hayden comenzó a caminar hasta su enorme camioneta. Primero enterré la navaja en dos de sus llantas y corté un par de cables por si se le ocurría escapar. Lo vi subirse a su camioneta y al no funcionar su rostro comenzó a cambiar de expresión. La mujer ya había salido del estacionamiento unos minutos antes.
Lentamente me acerqué hacia su lujoso automóvil y me apoyé en la parte trasera. De inmediato abrió la puerta del conductor y me observó fijamente, no tenía ganas de hablar, sólo de que pagara por todo lo que había hecho.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
Su mirada me causaba aún más odio. Fijamente lo observé sin decir ninguna palabra, saqué la navaja de mi bolsillo y rayé su auto hasta que estuve frente a él.
—Hay cámaras aquí —dijo con nerviosismo.
No dije nada. Él comenzó a dar pasos hacia atrás hasta que se tropezó con sus mismos pies y cayó de espalda al cemento dándose un crudo golpe en la solera. Iba directamente a apuñalar su cuello cuando un auto entró al estacionamiento con una rapidez que sólo podría ser de una persona y al frenar se deslizó dejando una gran marca de sus llantas.
—¡Damián! —escuché su voz prepotente.
Se bajó del automóvil negro con un traje elegante y caminó hasta estar frente a mí. Era Brain.
—Vámonos —dijo.
Su mirada fría estaba puesta en la mía mientras Vincent nos miraba desde el cemento.
—No me vas a detener ahora —expresé.
Brain se quedó mirándome amenazante, pero no me causaba miedo. Aun así, tomó mi muñeca con fuerza y aunque intenté sacármelo de encima, me dobló el brazo y me quitó la navaja de la mano.
—Te dije que nos íbamos. Y si yo digo eso, tú te vienes conmigo —ordenó.
Respiré con pesadez, miré a Vincent por última vez y salí de ahí dirigiéndome al auto de Brain.
—No dejaré que Damián se ensucie las manos contigo —escuché a Brain decirle a Vincent —. Es sólo un chico que tiene lo que tu jamás vas a tener en tu puta vida, pero no esperes que todo se quede aquí, Vincent. Porque yo ya he estado en la cárcel por matar a un acosador y estaría el resto de mi vida por matar a otro —escupió en su rostro y caminó con desplante frívolo hasta que estuvo arriba de su auto.
Cerró la puerta y rápidamente salimos del estacionamiento.
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Redes de contacto —contestó.
—Quiero que me dejes en paz —expresé con molestia.
—Lo lamento Damián, pero eso no ocurrirá —desvió levemente su mirada a la mía y luego continuó con su camino.
Creo que estuvimos muchísimo rato en su auto dando vueltas por la ciudad en silencio, hasta Brain se detuvo en una cafetería y me obsequió un café helado para "despertar mi cerebro de ideas estúpidas". La hora del funeral cada vez estaba más cerca y mis manos comenzaron a sudar.
Luego de haber visto a Bianca en esa camilla tendida en estado frío y pálido no había podido quitármela de la cabeza. No podía dejar de pensar ni sentir sus frías manos tocando las mías ni tampoco dejaba de pensar en el horrible abrazo que le había dado sin recibir ninguna reacción a cambio. Cada noche soñaba con ella y me estaba volviendo loco, no podía continuar como si nada.
Los doctores entregaron las cosas de Bianca a su familia, pero al parecer la madre de Bianca se encontraba muy mal. La que recibió todo fue Julie y me fue a ver luego preguntándome cuál era la ropa favorita de Bianca ¿qué podía contestar? Escogí un pantalón que me recordó a Francia y una camiseta burdeo. La pulsera que le había regalado se la entregué a Julie y le pedí que por favor no la perdiera de vista, Bianca debía quedársela, no yo. Así fue como Julie se hizo cargo de Bianca. Paige también ayudó con el dolor de sus entrañas. La maquillaron, la vistieron reluciente y también pusieron flores en su cabello negro.
Llegamos al lugar en donde sería el funeral. Brain aparcó el auto y se bajó junto a mí. A la distancia divisé a Evan junto a un par de policías más, se quedó mirándome y luego observó a Brain de pies a cabeza. Me saludó y luego Brain le sonrió con ironía.
—¿Qué hace él aquí? —preguntó Evan.
—Acabo de salvar el culo de tu hijo, así que no jodas ahora —expulsó Brain Walker en su típico tono de voz sarcástico y crudo.
Se abrió paso entre las personas y me dejó a solas con Evan.
—¿De qué demonios habla? —me enfrentó mi padre.
—Luego te diré.
Divisé a unas personas bajar un ataúd de un automóvil en donde venía Julie junto a personas que no conocía y también Paige. De inmediato mi estómago se apretó y el nudo regresó a mi garganta.
Estábamos rodeándola, cada uno en su lugar, aunque me mantuve desde lejos. Todos estaban ahí. Julie, Paige, Daven, Owen, Lauren, Dayanne y sus amigas. Algunos compañeros de Bianca que no conocía. Había llegado su padre junto a su esposa y su hijo que probablemente Bianca nunca conoció, pues jamás habló de él. Claire estaba ahí. Vincent también había llegado en taxi.
Me mantuve al costado de Daven y sentía que a ratos algunas personas estaban mirándome más de la cuenta. No podía soportar ver a Vincent ahí, pero debía controlarme. Claire estaba llorando desconsolada, tanto que se ahogaba con sus propias lágrimas. Vincent acariciaba su hombro y también fingía dolor. No podía creer que existiera tanta hipocresía en las personas ¿Cuántas veces intentó pedir ayuda?
Su padre se encontraba afectado también, pero lloraba con calma, él sabía que no había estado presente en la vida de su hija y se limitaba a mantener el silencio.
—No creo que soporte esto por mucho tiempo —susurré. Daven me escuchó y me hizo un gesto que indicaba que mantuviera la calma.
El hombre comenzó a dar su pésame y a decir palabras lindas acerca de la muerte que, en absoluto, no tenía nada de lindo. No entendía en ese momento cómo sus palabras podían adornar tanto el fallecimiento de una chica de 20 años a manos de un hijo de puta. Ni siquiera había sido un accidente y eso me colmaba de sobremanera la paciencia.
Ninguna lágrima recorría mi rostro, sólo estaba lleno de incomodidad e hipocresía ajena y lamentablemente yo no podía ser un hipócrita. Luego de una oración interminable llena de sollozos de Claire en su volumen máximo de voz, el hombre pidió que alguien dijera unas palabras. Nadie dio un paso adelante para hablar y, cuando vi a Vincent hacer nada más que el gesto de ponerse de pie para hablar, mi mandíbula nuevamente se tensó y el enojo recorrió por completo mis venas. Ese enojo que no sentía hace meses. El que pone tu cuerpo a temblar.
—Que no lo haga —murmuré.
—Damián... —dijo Owen.
—No.
Antes de que Vincent pudiese pararse frente a todos, salí de mi lugar y me puse a un lado de la persona encargada de las oraciones, él se quedó mirándome estupefacto y Vincent volvió a la silla con un semblante enfadado.
—¿Dirás unas palabras? —me preguntó el hombre sólo para que yo escuchara. Asentí.
No miré a Evan ni a Brain. Tampoco a mis amigos, pues sabía que ellos estarían con la vena de su cuello marcada esperando que no dijera ninguna mierda que arruinara las cosas, pero ellos ¿acaso no notaban que ya estaba todo arruinado en ese lugar? ¿No notaban que esa farsa de funeral estaba siendo invadido por una masa de hipócritas?
—Seré breve —comencé sin ninguna expresión en mi rostro, o eso creía yo, pero al menos no estaba sintiendo incontrolables ganas de llorar. —Estoy de pie aquí frente a ustedes porque me atrevería a decir que conocí a Bianca más de lo que lo hicieron todos ustedes, exceptuando a Julie, claro. —dije y ella sonrió con tristeza —A Bianca, a mi Bianca... le hubiese dado asco tremenda escena hipócrita que estamos viviendo aquí —expulsé y sólo pude ver el rostro de Vincent desencajarse. Claire abrió sus ojos con sorpresa —Están aquí, llorando como si el mundo fuese a acabarse justo ahora, pero nadie fue capaz de mirar más allá de sus propias narices y ver cómo el único mundo que estaba cayéndose a pedazos era el de Bianca. Intenté quererla, intenté armarla, les juro que lo intenté, pero necesité ayuda ¿saben? —me detuve en los ojos de su madre por unos segundos —. Pero les valió una mierda cuando ella gritó por ayuda. Están ahí, lamentándose, preguntándose qué hicieron mal para merecer tanto dolor... —rodé los ojos —Métanse su puto dolor hipócrita por el culo.
El hombre que había dado la oración hace un par de minutos estaba casi con su mandíbula en el suelo, se acercó a mí para que dejara de hablar, pero claramente lo ignoré. Hasta que vi a Evan acercarse a mí junto a Brain y me tomaron del brazo.
—Esperen —alcé la voz —Y para que no haya ni una duda ¿Creen que esto fue un accidente? ¿Cuántos vinieron aquí con la estúpida idea de que Bianca en su locura tuvo un accidente? —pregunté y algunos de sus compañeros se quedaron anonadados mirándome —Pues no. Nos dispararon. Y les aseguro que no descansaré hasta secar al culpable en la cárcel —finalicé.
Me abrí paso entre las personas y caminé hasta estar fuera del inmenso parque lleno de personas difuntas e historias que tal vez nunca conoceríamos.
—¡Damián! —escuché la voz de Evan venir detrás de mí, volteé a mirarlo y me detuve para esperarlo. —Damián, sé que estás destruido, pero no dejes que eso te vuelva un puto ciego. El caso sigue en marcha, mañana iremos por Vincent y el juicio continuará.
—Ya nada vale la pena, Evan —mis ojos se cristalizaron y él aflojó su mirada. —¿Cómo es que sigo viviendo después de esto?
—Lo harás, créeme —apoyó sus manos en mis hombros.
—No quiero —confesé —, no quiero seguir adelante ni esforzarme más. No tengo ninguna puta razón para continuar ¿sabes? Ya me arrebataron todo lo que tenía.
—¿Y qué piensas hacer ahora?
—Pues no sé, sólo quiero que me dejen en paz.
—No cometas una locura, Damián —me pidió con sus ojos cristalizados —. No lo hagas, sé que podrás seguir adelante, eres fuerte.
—Pensé que lo era. Pensé que era fuerte y que nada ni nadie iba a derrumbarme. Pensé que podía contra todo, pero esto me ha superado —expresé con franqueza y fragilidad —. Confieso que estoy destrozado. Rompieron cada parte de mi cuerpo como si valiera una mierda, no dejaron nada y créeme que, si no valía un peso antes de esto, ahora ni siquiera sirvo para este mundo de mierda.
—¿Crees que Bianca querría eso? Ella te salvó, Damián. Ella quería que vivieras, que hicieras tu vida, que fueras feliz. No que te quedaras ahí estancado.
—No la entrometas en esto.
—Ella te amaba Damián.
—¡¿Entonces por qué me hizo esto?! —alcé la voz. Me quebré frente a él y no pude evitar que algunas personas me observaran.
—Entenderás por qué Damián, te lo aseguro, pero ahora es muy difícil que lo hagas. Sólo ayúdame con este caso ¿Si? Porque yo no abandonaré a Bianca luego de haberla visto destrozada contándome lo que le ocurrió por años. No la escuché por más de dos horas ni tampoco la vi irse tranquila de mi oficina para que esto arruinara su objetivo.
Sus palabras llegaron a mi cuerpo como grandes y frías flechas. Tenía razón, pero no quería admitirlo, pues más grande era el dolor que estaba sintiendo al perderla para siempre que enfocarme en todo lo que le hubiese gustado a Bianca que hiciera por ella.
—De acuerdo —me limité a decir. —Sólo déjame por unos días, necesito tragar todo esto.
—Confío en ti.
Asentí.
Estuve alrededor de cinco días fuera de la ciudad, durmiendo en lugares que no pensé dormir. Visitando a la vieja Esther y fumando sustancias ilícitas una vez más. Ella me preguntó lo que había ocurrido con mi vida y también quería que le contara mi historia de amor junto a Bianca Morelli. Le conté cada detalle de cómo nos habíamos conocido y hasta donde habíamos llegado juntos. Le conté las cosas que hablaba dormida, cuántos lunares tenía en la espalda y también lo difícil que era secarle el cabello cuando se duchaba, pues tenía muchísimo. Le conté también que fumaba cigarrillos en el balcón y adoraba andar en motocicleta cuando llovía torrencialmente. Le dije lo insegura que era y lo hermosa que se veía cuando se desnudaba. Las historias malísimas que inventaba y sus carcajadas a las cuatro de la madrugada por algún pésimo chiste que ella misma se contaba. Enfaticé en sus ojos. En lo hermosos que eran, en lo azules y profundos que llegaban a ser cuando lloraba o cuando reía. Comenté su valentía por largos minutos, en que no conocía a mujer más valiente que ella, además de poseer una locura ácida y extraña. No podía dimensionar el millón de cosas que le conté a la vieja Esther acerca del amor de mi vida. Ella sólo me escuchaba con sus ojos ilusionados mientras encendía un cigarrillo tras otro.
—¿Sabes por qué me gustan las historias de amor? —me observó a los ojos. Negué con mi cabeza. —Porque a mí también me arrebataron al amor de mi vida de la noche a la mañana. Lo vi morir frente a mis ojos —bajó la voz —¿Hay un dolor más horrible que ese? —frunció el entrecejo.
—¿Se supera? —alcé mi vista.
Ella me observó por unos segundos sin emitir ninguna palabra. Dejó su tejido encima de sus piernas y se quitó el cigarrillo de los labios y, esbozando una leve sonrisa, comentó:
—Aprendes a aceptar que las cosas suceden por algo. El dolor, continua, te mantiene meses o años en decadencia, pero puedes soportarlo.
—Espero no terminar muerto después de esto.
—Tranquilo Damián —puso su mano delgada en mi hombro. —Como hay personas que te enseñan a querer, otras que te destruyen por completo y que sientes que nada valdrá la pena de ahora en adelante..., también existen personas que arreglan, que unen piezas rotas, que te enamoran a carcajadas y te devuelven la vida que perdiste una vez. Existen esas personas, Damián, pero es mejor no buscarlas.
Entendía completamente a lo que se refería, pero por ningún motivo dejaría que otra persona entrara en mi vida para intentar armar el rompecabezas que nunca pude armar, menos ahora cuando parezco destrozado en piezas que ni siquiera tienen forma. En piezas que están esparramadas por las calles y lugares vacíos. Piezas que no puedes recuperar ni regresar a su sitio.
Luego de esos días regresé a la ciudad, pasé por el departamento de Bianca a recoger mis cosas y me fui a la casa de Evan, él estaba esperando por mí. No sabía lo que había sucedido en esos días así que sólo esperaba que me diera buenas noticias, pues había reflexionado acerca de lo que me había dicho. No podía abandonar por todo lo que se había sacrificado Bianca, no podía dejarla sola y si debía terminar todo yo, lo haría sin importar el precio.
—Anoche arrestaron a Vincent —dijo, luego se sirvió un vaso con agua y se sentó en su sofá.
Su familia estaba en casa, pero en ese momento era lo que menos me importaba. Mi tía estaba ahí, pero no entraba a la oficina de Evan cuando estaba yo. Su hijo estaba en el piso de arriba, ni siquiera nos conocíamos, lo único que sabía era que tenía mi edad, pero no quería hacer vida familiar, sólo despojarme de todo lo que contuviera cariño, hacer las cosas bien con la justicia y largarme de la ciudad para siempre.
—¿Y ahora qué? —alcé las cejas.
—El juicio comenzará mañana y necesito que estés ahí como testigo —informó —. Con el abogado no queremos tardar demasiado en el caso, sólo queremos encerrarlo en la cárcel.
—Está bien, cuenta conmigo —asentí. —¿Ya lo interrogaste?
—Sí, pero no habló. Sólo lo hizo su abogado.
—¿Es un buen abogado?
—Lo es, pero el nuestro es mejor —sonrió.
Estuvimos conversando por unos minutos más y luego me marché a la casa de mi madre. Ella estaba ahí con una amiga que, por supuesto no conocía. Mamá parecía otra persona, casi como si la hubiesen puesto de nuevo sobre la tierra. Estaba maquillada, con ropa limpia y tenía la casa limpia y con música de fondo. Había comenzado a trabajar en un restaurante de mesera y, al menos, se veía recompuesta.
—¿Estás bien? —me preguntó.
Me senté en el sofá que hace muchísimo no veía y también que no lo veía limpio, pues siempre estaba manchado de vomito o alcohol.
—Si —me limité a decir.
—¿Vendrás a vivir aquí otra vez? —se le dibujó una sonrisa en el rostro, leve, pero pude notarla. Sus ojos ilusionados me observaron con cariño, pero no iba a darle la respuesta que estaba esperando, ya había tomado una decisión.
—No —contesté —. Sólo me he venido a quedar por unos días, tal vez durante todo el tiempo que dure el caso de Bianca y ya me marcharé.
—¿A dónde irás?
—Francia.
—¿Qué? —rio. —¿Con qué dinero?
—He estado ahorrando y ya he visto departamentos para una persona.
—No puedes correr de todo el mundo para siempre, cariño —posó su mano encima de la mía.
—No estoy corriendo, sólo necesito mi tiempo.
—Entiendo —movió levemente su cabeza de arriba hacia abajo —¿Vas a trabajar allá o qué pretendes hacer?
—Trabajar, por el momento.
El juicio comenzó más rápido de lo que creí y trabajando en él junto al abogado y a mi padre los días parecían pasar mucho más rápido. Analizábamos las palabras de Bianca una y otra vez y no sé qué habilidad se poseía para ser abogado, pero él encontraba cosas en los testimonios que no se me hubiesen ocurrido ni en un millón de años. Vincent Hayden no hablaba en los juicios, al menos en los primeros en donde se encontraba en prisión preventiva con su abogado peleando con uñas y dientes. Intenté no caer en el juego que hacía conmigo, pues lo veía y ya tenía ganas de asesinarlo, pero Evan me protegió de cierta manera de él, no dejaba que nos acercáramos demasiado ni tampoco que nuestros testimonios se encontraran.
"Era una chica que necesitaba muchísima atención. Me ayudaba con la cocina, pero su madre no dejaba que se metiera ahí. La quería muchísimo, pues siempre necesitó de mi cariño. A veces hasta se le salía la palabra "mamá" cuando estábamos solas y luego me pedía perdón, casi sintiéndose culpable por olvidar que su madre vivía en la misma casa. Comencé a notarla extraña una vez, se enfermaba seguido, estaba pálida, no comía y evitaba a toda costa desayunar junto a su familia, pues ese era el único momento en donde se reunían. Bianca me pedía que no me preocupara, pero de todas maneras lo hice. Y creo que en mi ignorancia la presioné demasiado para que me contara. Sabía que se trataba de Vincent Hayden, pues cuando le hablaba acerca de él, no quería estar allí. Aun así, no entendía demasiado, pues frente al mundo era tan amable y bueno. Claro que en casa no era así con ella. De todas las veces que fue al médico yo la acompañé, jamás la medicaron, jamás le dijeron que tenía problemas psicológicos ni tampoco que sufría algún problema mental. Jamás..., cuando Bianca se decidió a contarme estaba con Damián que parecía siempre un guardián a su lado, sosteniéndola. Ella estaba con el rostro morado, con sus labios heridos y también con sus brazos cubiertos pues tenía moretones horribles. Todo se lo había hecho Vincent y por supuesto le creí y renuncié por ese motivo. Bianca tenía un gran corazón, pero nadie se percató de los problemas que llevaba en su espalda. Bueno, la mansión estaba llena de cámaras excepto la habitación de Bianca. La castigaron quitándole el pestillo a su puerta y la idea provino de la boca de Vincent. Había tantos detalles que nunca noté..." Declaración de Julie Stewart.
"Bianca siempre fue la princesa de la casa. Pasábamos tiempo juntos, veíamos películas y también comprábamos helados todos los viernes luego de la escuela. Éramos muy unidos. Pero en un momento comencé a tener problemas con Claire, su madre. Ella estaba cansada de mí, no sé por qué. Todo la frustraba o molestaba. Discutíamos muchísimo y yo no tuve la paciencia de cuando éramos jóvenes. Tal vez sólo me faltó un poco más de amor para darle, no sé. Ella se enamoró perdidamente de Vincent estando en una relación conmigo. Peleé por meses la tuición de Bianca, pero ella no me la dio ni cedió con las visitas. No quería tener nada que ver conmigo. No sé si porque la influenciaron así o porque simplemente me odiaba de la noche a la mañana. Un día llegó una orden de alejamiento, no podía acercarme a ella ni a mi hija por una supuesta agresión que jamás sucedió. Luego, cuando se iba a cumplir la orden de alejamiento, me llegaba otra nueva y así hasta que me mantuve alejado de Bianca por todos estos años. Le envié regalos, cartas, no podía llamarla tampoco. Quería compensar el dolor de habernos perdido. Claramente lo hice mal. En todos estos años creo haber contratado a cinco abogados diferentes para que me ayudaran, pero todo se resumía a que Vincent Hayden tenía una red de contactos enormes. Conocí a Damián a través de Evan, me contó lo que estaba sucediendo e intenté ayudar. Se quedó un par de semanas en mi casa y vigilamos a Vincent Hayden desde lejos. A veces debía salir de casa porque no soportaba ver a este imbécil vigilándola por las cámaras, viendo cómo se duchaba o secaba, cómo comía. No sé cómo Bianca fue capaz de soportar tanto y sin que nadie le creyera..." Declaración de Stefano Morelli.
"Bianca no fue la que me contó lo que le estaba ocurriendo, fue Damián. Fui insistente, lo confieso. No había visto a Bianca en muchísimos días y lo único que sabía es que Damián siempre se mantenía junto a ella. Le insistí que me contara lo que estaba ocurriendo. Lo llamé, lo visité, lo interrumpí en cosas importantes, hasta que no tuvo más remedio que decirme la verdad. Bianca estaba encerrada en un hospital psiquiátrico y ni siquiera tenía una orden médica que indicara lo que lo necesitaba. Conocí a Bianca en la biblioteca, ella no leía, no tenía fama de leer y todos la conocíamos por ser la hija de la dueña de la Universidad. La vi temprano sentada en el pasillo fingiendo que leía un libro de historia, pero en realidad estaba llorando. No quise interrumpir, pues no la conocía. Lloró toda la tarde hasta que se quedó dormida, no fue a ninguna clase ese día, estuvo llorando y durmiendo durante más de doce horas. En la universidad parecía una chica dura e impenetrable. Cruel y fría, pero en realidad era una chica como todas, con temores y necesidad de cariño. En poco tiempo fuimos muy amigas..." Declaración de Paige Vicentino.
"Me peleé con ella en cientos de ocasiones, nos llevábamos muy mal. Era cruel, fría y distante. No dejaba que nadie se metiera en su vida y odiaba que hablaran mal de ella. En muchísimas ocasiones fui yo quien la provocó y terminé con golpes en el rostro porque si, Bianca era muy exaltada y todo lo terminaba en puñetazos. Todos la miraban como si fuese una diosa, pues era hermosa y ella parecía creérselo de lo mejor, pero creo que no la conocí lo suficiente, no fui capaz de ablandar mi corazón con ella y estoy arrepentida por eso. Muchas veces la maldije, también dije que merecía estar encerrada porque realmente estaba loca. Pero no debo mentir, en varias ocasiones la encontré llorando encerrada en el baño. A veces llegaba a la clase con bolsas negras debajo de sus ojos y como una sonámbula. Siempre la fastidié y nunca le pregunté por qué estaba así de mal un día viernes por la mañana, por ejemplo, cuando el viernes todos estamos un poco más felices de salir el fin de semana. Cuando llegó Damián a trabajar a la universidad quise fastidiarla también metiéndome en su vida, pero no resultó. Pero ver el rostro de Bianca estaba desencajado siempre. Creo que ella tenía un profundo miedo en que todo el mundo supiera cómo realmente era Bianca Morelli..." Declaración de Dayanne Campbell.
"La vida puso a Bianca en mi camino como un regalo, la adoraba, la cuidaba y no sé cómo todo se me escapó de las manos. Era una niña dulce, alegre y con risa fácil, le encantaba hacerse peinados extravagantes y hablarles a extraños. Tenía muchísima personalidad, y ahora que lo pienso, de pronto perdió todo eso. Debí creerle. Una vez me dijo que se escapaba por las noches porque no quería estar en casa y yo no entendía por qué si nuestra casa era hermosa y acogedora. También me dijo que Vincent me drogaba por las noches, por supuesto no lo creí hasta que recientemente me hice un examen y apareció un medicamento que jamás tomé. Creo que ella me dio muchísimas señales para que yo me percatara de lo que estaba sucediendo. No desayunaba conmigo cuando estaba Vincent, sentía un profundo asco hacia su persona y siempre lo relacioné con que estaba sufriendo por haberse separado de su padre. Le creía perdidamente a Vincent, pues él jamás me había hecho daño a mí ¿por qué se lo haría a mi hija? Él decía que debíamos poner cámaras para vigilar si salía por las noches o si se metía alguien a robar. También sugirió quitarle el pestillo a la puerta para que pudiéramos entrar a su habitación en cualquier momento de la noche para asegurarnos de que estaba en casa. Él fue el que siempre se percató de que Bianca no estaba en casa por las noches y nunca me pregunté por qué demonios él sabía algo así si no debía estar en su habitación a las 3 de la madrugada. Debí haberme percatado del terror y la angustia que sentía mi hija cuando le decía que iría a viajes de negocios y se quedaría con mi esposo. Pero no lo hice. La fui perdiendo de a poco, su sonrisa, sus ganas de estar conmigo, todo. Sólo me preocupé de mantenerla con dinero y en una buena universidad. Bianca me contó la verdad cuando regresé de un viaje de negocios. Aunque antes de que llegara Vincent ya me había contado que Bianca se había escapado de casa luego de una crisis de pánico muy fuerte que le había dado. Dios... que ciega que fui; Bianca llegó para contarme cuando mi cerebro ya estaba completamente claro de que mi hija estaba con problemas psiquiátricos. Me gritó la verdad, lloró desconsolada pidiéndome que le creyera y también hirió a Vincent una vez más. No le creí. La encerramos en un psiquiátrico, sufrí, claro que lo hice, pero no puedo imaginar todo lo que sufrió ella ahí adentro. Luego claro, se escapó y volvimos a encerrarla, esa vez fui severamente estúpida. Y luego le perdí el rastro cuando la sacamos de ahí. No sé qué problema tuvieron Damián y Vincent que por semanas me hicieron creer que Damián estaba muerto, pero jamás fue así; luego, sin más, quedé embarazada y fue eso lo que desató que mi hija volviera a la ciudad, quería luchar y enfrentarse a ese monstruo para que su hermano o hermana no sufriera lo mismo. Nuevamente no le creí. Tal vez si le hubiese creído en esta ocasión, ella estaría viva. Sólo puedo recordar que salió de casa y Damián se quedó mirándome decepcionado "Te vas a arrepentir muchísimo cuando sepas toda la verdad" me dijo, tenía tanta razón..." Declaración de Claire Hayden.
"Bianca siempre fue una chica con problemas y Claire puede confirmarlo. Cuando era pequeña siempre me rechazó como parte de su familia, le gritaba también a Claire diciéndole que quería volver a casa. Le hablaba mal a todo el mundo, siempre fue rebelde. Odiaba las salidas en familia o cuando teníamos que ir a algún evento por mi trabajo. Golpeaba a sus compañeros en el instituto y lo siguió haciendo hasta estar en la universidad. Por las noches la escuchaba llorar en su habitación y también se escapaba de casa. Fumaba muchísimo, cigarrillos y otras sustancias ilícitas. Me robaba el dinero de mi caja fuerte, no sé con cual fin. Ella pensó que no la había descubierto, pero claro que lo hice y lo dejé pasar. También la vi trabajando para Brain Walker, hacía de las suyas junto a Damián Wyde, iban entregando drogas y también robando en grandes mansiones. Pregúntenselo a él mismo. Comencé a notar actitudes extrañas en Bianca, tenía ataques de agresividad cuando algo no ocurría de la manera en que ella quería y también golpeaba cosas cuando Claire no estaba en casa. Se golpeaba a sí misma. Hablé con algunos médicos que me aconsejaron llevarla, y luego de la última crisis que le dio la internamos en el hospital psiquiátrico. Creo que le hizo bien durante un largo tiempo, hasta ahora, claro. Damián Wyde se encargó de hacer mi vida un caos. Rayaba mis paredes, las de afuera de mi casa y también mis autos. Me perseguía hasta el trabajo amenazándome con que me asesinaría. También quemó mi antigua casa junto a Brain Walker..., estoy seguro que Bianca les metió tantas cosas en la cabeza a Damián y a Brain que terminaron odiándome y queriendo hacer de mi vida una mierda. Yo jamás podría poner en peligro la vida de una adolescente, pueden verlo en todas las campañas anti abusos y también anti drogas en las que estoy..." Declaración de Vincent Hayden
Declaraciones varias:
"Él nos decía que le pusiéramos droga a Bianca dentro del hospital psiquiátrico. Que la sedáramos y que ojalá que quedara con secuelas para que nunca más pudiese hablar ni moverse" Enfermera 2° hospital psiquiátrico.
"Me contrató para asesinar a Damián Wyde, pero cuando lo tenía entre ceja y ceja, no pude hacerlo. Sólo era un chico enamorado" Sicario N°1
"Me golpeó en cientos de ocasiones cuando algo estaba mal hecho, pero no podía renunciar, pues no tenía a donde ir" Empleada de la empresa de Vincent Hayden refiriéndose a Hayden.
"Vincent siempre ha sido un hombre ejemplar, tiene dos hermanas que lo adoran, él jamás podría ponerle una mano encima a ninguna mujer" madre de Vincent Hayden.
"Él también abusó de mí cuando éramos pequeños, pero jamás me atreví a contárselo a nadie, pues era el hijo perfecto. Alejé a toda mi familia de él y esperaba no volver a verlo jamás. Es agresivo, sínico y también un perfecto manipulador. Decidí venir aquí porque no puedo creer que haya pasado esto con la hija de su esposa. No me cabe ninguna duda de que él tuvo relación con la muerte de la niña..." Hermana menor de Vincent Hayden.
*
"Conocí a Bianca una noche en donde yo me había ido de casa por una discusión con mi madre. Nos encontramos en un callejón, le pedí un cigarrillo y terminé quitándole toda la cajetilla. Ella me dio un puñetazo que luego me hizo reír. Pasamos la noche en un parque privado y la policía nos llevó a una celda para dormir ahí, nos presentamos y luego no nos volvimos a ver. Cada noche regresé al callejón para ver si la veía nuevamente, pero no fue así. Hasta un año después. Entré a trabajar por casualidad en la universidad que ella estudiaba y nos reencontramos. Parecía diferente, no como esa chica del callejón. Poco me costó darme cuenta que simplemente actuaba entre esas paredes. El callejón se fue transformando en nuestro lugar de encuentros, tanto así que le dimos un nombre..., serendipia se llamó. Bianca era una chica extraña, bueno, a mí me parecía extraña, pues era rica, iba en una universidad de lujo y vivía en una mansión, sin embargo, ella cada noche escapaba de ahí y me pedía a veces, por favor, que no la llevara a casa. No nos dimos cuenta cuándo nos enamoramos, pero ella quería mantener todo lo que tenía conmigo en secreto, supongo que no quería que nadie se entrometiera en algo que le había costado tanto encontrar. Una noche fui a verla a su casa porque habíamos discutido, era tarde y ella no había aparecido en el callejón. Subí por su balcón para que sus padres no me vieran y me encontré con la escena más escalofriante y horrible de todas. Vincent Hayden estaba detrás de ella apretando sus brazos, ella lloraba en silencio y parecía quieta como una roca. No pensé demasiado lo siguiente, sólo me metí a su habitación y golpeé tanto como pude a Vincent. Él no me vio porque estaba oscuro, ella tampoco supo quién era yo. Sólo la oí correr mientras le daba puñetazos a Vincent y cuando lo dejé algo inconsciente me largué. No sé si debí ir con la policía enseguida o si debía decirle a ella que fuéramos, pero no quise pasar a llevar sus decisiones, sólo me encargué de estar junto a ella las noches que se le dieran la puta gana estar conmigo. Anteriormente habíamos estado cerca de tener sexo y no había resultado, pensé que era yo o que éramos muy apresurados, pero luego entendí lo que ocurría. A ella le daba un terror enorme encontrarse íntimamente con una persona, además permanecía insegura y odiaba ser mujer. Una noche íbamos a vernos, ella se tardó en llegar y me preocupé, pues sabía que su madre había ido de viaje y vivía con un monstruo. Me dispuse a ir a por ella, pero a lo lejos vi a alguien corriendo hacia mí, poco me costó ver que era ella. Su ropa estaba deshecha, tenía heridas por su rostro y también lloraba sin poder hablar. Esa noche cayó de rodillas frente a mí, estaba destruida y no supe qué demonios hacer. Lo único que sabía era que no dejaría que regresara jamás a vivir a ese lugar de mierda. Intenté protegerla, quererla, armarla y que se encontrara con sí misma, pero me lo hicieron tan difícil... La encerraban de un lugar a otro haciéndola pasar por loca y yo ya estaba colapsando. Confieso que intenté en cientos de ocasiones asesinar a Vincent y no me dejaron. Confieso que me volví loco por meses, que lo seguía y amenazaba para que la sacaran de los lugares caóticos que estaba Bianca. Lo único que me tranquilizaba era llegar a escribir cartas para ella, fue como vivir en un puto agujero.
Bianca decidió contar todo cuando supo que su madre estaba embarazada, ella no quería que otro niño viviera lo que le estuvo pasando por años. Se armó de valor, se sentó frente a un policía y le contó todo. Realmente ustedes no pueden dimensionar la valentía que poseía Bianca en sus venas, no pueden dimensionar cuánto luchó contra sus demonios. No saben ni estuvieron ahí cuando lloraba por las noches o despertaba gritando por una pesadilla causada por sus recuerdos. Se odiaba a sí misma, se daba asco, no le gustaba mostrarse tal cual era ni tampoco que la vieran desnuda porque joder, era lo peor que le podía pasar. Intentó suicidarse dos veces, y estoy seguro que eso sólo lo sabíamos Paige y yo. Ella creía que lo único que tenía en su vida era yo, no podía vivir bien si yo no me encontraba a su lado, se sentía libre conmigo, imagínense eso... Imaginen a una chica de veinte años dependiendo de un tipo. Ella debía ser libre, debía amarse a sí misma porque era bellísima por dentro y por fuera, debía poder dormir tranquila por las noches y pensar que en este mundo de mierda jamás hubiese estado sola. Debió saber que yo no era el único imbécil que la amaba, debió enterarse de que había un sinfín de personas que la valoraban tanto como yo lo hacía. Debía querer recuperar su aliento. Debió ser capaz de enamorarse las veces que se le dieran la gana, de mandarme a la mierda si no le gustaba alguna de mis opiniones y reírse a carcajadas por una película dramática farsa. Sólo quería verla vivir. Quería verla sonreír sin importarle nadie más que ella. Siempre quise que fuera feliz, incluso si yo no estaba ahí. Prometo que intenté decirle de todas las formas posibles que yo no era indispensable, que ella podía ser feliz con sí misma, con su propia luz. Porque Bianca era un rayo, destrozaba a quien se le diera la puta gana, pero para mí sólo era un pequeño rayo de luz..." Declaración de Damián Wyde.
FIN
***
Recuerden que aun falta el epílogo, en donde se resolverán las dudas restantes acerca de ésta historia, probablemente lo suba entre mañana y el domingo.
BESOPOS
XOXOXO
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