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Capítulo 45 - Es tu decisión

Volteé con tanta rapidez que tuve que sostenerme con más fuerza de la baranda para no caerme.

Sus ojos hicieron contacto con los míos y sentí que iba a estallar alguna vena en mi cerebro. Su cabello estaba un poco más largo y tenía algo de barba sin afeitar. Sus ojos cafés estaban vidriosos. Rápidamente se acercó a la radio y la apagó, el conserje que venía detrás de él, se detuvo mirándome fijamente.

—Por favor Bianca, no lo hagas —habló.

Lentamente caminó hacia el balcón y yo no podía dejar de mirarlo ¿era real o estaba volviéndome loca? Cuando estuvo frente a mí, sostuvo mis brazos desde el lado seguro de la baranda y sentí una electricidad recorrerme el cuerpo.

—Damián —solté, al fin.

Parecía que mi voz se había ido y no la volvería a recuperar, pero él estaba ahí, era real. Él no dijo nada, sólo con muchísimo cuidado me tomó de la cintura y me volvió a poner dentro del departamento. Y cuando ya estuve completamente segura, él respiró con fuerza.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y de inmediato comencé a llorar, pero me precipité a abrazarlo con fuerza. Él me correspondió el abrazo mientras acariciaba mi cabello con una de sus manos. Lo abracé tanto que sentí que estaba dentro de su cuerpo. Por ningún motivo quería alejarlo de mí, sólo pensaba, ilusamente, que, si lo abrazaba con más fuerza, él se quedaría por más tiempo ahí.

—Ay mi pequeño rayo —susurró.

—¿Por qué me han mentido así? —pregunté en sollozos que no podía controlar.

Él se separó unos centímetros de mí y tomó mi rostro con ambas manos.

—Todo tiene una explicación —respondió mirándome a los ojos. Secó su rostro algo húmedo y luego besó mi frente.

Y, por fin, me sentí en paz.

Busqué sus labios luego de unos segundos de estar abrazándolo con fuerza que ni siquiera me percaté si era demasiada o demasiado poca. Él se acercó a mí y puso sus labios en los míos, un beso lento, pero profundo. La electricidad seguía recorriéndome el cuerpo. Lo quería tanto. Él sonrió levemente encima de mi boca, luego besó mi rostro.

—Te quiero tanto —lo escuché.

—Y yo a ti, Damián.

Cuando pude recuperarme de todo lo que había ocurrido, me percaté de que la puerta principal estaba hecha pedazos y el guardia del edificio se encontraba afuera del departamento. Damián se acercó para hablar con él, pero dijo que se había activado el protocolo de seguridad y que la policía venía en camino. También habló conmigo pidiéndome disculpas por no haber dejado subir a Damián antes, pero que no sabía lo que estaba ocurriendo. Además de mencionar que alguien vendría a reparar la puerta. Algunos vecinos se encontraban afuera de sus departamentos y se acercaron al mío para asegurarse de que todo estuviese bien y también para preguntarnos si necesitábamos algo. La verdad es que fueron muy comprensivos.

Cuando llegó la policía me sorprendí al ver a Evan, habló por unos minutos con el guardia y luego entró al departamento. Ya había personas ordenando y barriendo el desastre, además habían estado llamando a individuos para poner una puerta nueva lo más rápido posible.

—Damián —soltó Evan.

—Evan —lo miró.

—Sólo he venido a ver cómo está todo por aquí, me iré en cuánto pongan la puerta —informó.

—Está bien ¿comenzamos? —preguntó Damián, alzó las cejas y él asintió

—¿Comenzar qué?

—Ya verás —sonrió sin ganas.

Damián se puso de pie y comenzó a caminar decidido hasta mi habitación, como si conociera el departamento de memoria ¿acaso ya había estado antes aquí? Lo seguí por el pasillo hasta que estuvimos dentro de mi habitación. Evan se quedó mirando las paredes y Damián rápidamente se acercó a mi escritorio, miro la lámpara y la rompió en mil pedazos. Alcé mis cejas con sorpresa, sacó un par de cables y de ahí un objeto cuadrado y minúsculo.

—Damián... ¿qué es eso? —me acerqué a él.

—Cámaras —contestó.

—¿Qué?

—Cómo has oído.

—¿Quién las puso ahí? ¿Ustedes?

—Claro que no, ya sabes quién —dijo con algo de molestia.

Vincent Hayden.

Evan y Damián desarmaron por completa mi habitación. Había cámaras en el televisor, en algunos peluches que me había regalado mi padre y también en el techo. El baño tenía una cámara en el espejo y en la ducha, comencé a horrorizarme, Vincent tenía vídeos que pertenecían a mi vida privada. Tuve que salir de la habitación y sentarme en el sofá para tranquilizarme. Respiré contando hasta diez una y otra vez, hasta que vi a Damián aparecer en la sala.

—Es todo —alzó ante mí alrededor de quince cámaras distribuidas por el departamento.

Sentía tanto miedo y asco por lo que estaba ocurriéndome. Además de vergüenza porque Evan lo sabía todo, no sabía si estaba preparada para que todo el mundo supiera lo que estaba pasando con mi vida.

Alrededor de las 4:47AM terminaron de poner la puerta, me facilitaron unas llaves y Evan se marchó dejándome a solas con Damián. Sentía la necesidad de preguntarle todo lo que estaba ocurriendo, pero también me sentía abrumada con tanta información y apariciones que jamás esperé ver.

—¿Estás bien? —lo escuché preguntarme. Se acercó lentamente a mí y se sentó conmigo en el sofá.

—Creo que si —lo miré

—¿Crees que puedas recuperarte esta vez?

—Si estás aquí, claro que sí.

Él pasó su brazo por encima de mis hombros y me atrajo hacia su cuerpo.

—Ahora sí que no me iré a ningún lugar, mi pequeño rayo de luz —besó mis labios y luego acarició mi cabeza.

Mientras estábamos sentados en el sofá, seguía a mirando a Damián como si fuese un sueño, pero se sentía demasiado real para que lo fuera. Él seguía mirando un punto inexistente frente a nosotros mientras me abrazaba con fuerza, estaba pensativo, quizá demasiado y eso me hacía preocuparme de sobremanera, pero intentaba focalizar toda mi energía en que él en realidad estaba ahí y no muerto como siempre me hicieron creer.

—Tengo que llamar a Paige y a Daven para contarles que en realidad estás aquí —me puse de pie con cuidado, él alzó la vista para observarme.

—Ellos lo saben, Bianca —soltó y mi pecho se apretó.

—¿Cómo que lo sabían?

—¿Crees que Daven y Owen no me hubiesen buscado? —frunció el ceño.

—Pues no lo sé, no los conozco demasiado, Damián —pestañeé —¿Qué hay de Paige?

—Paige no podía decirte nada, no la culpes por eso.

—Quiero que me lo expliques todo, por favor —le pedí y él asintió con tranquilidad.

Me fui a la cama luego de unos minutos. Damián había sido claro al decirme que no hablaría conmigo ni tampoco me contaría lo que había ocurrido hasta que estuviese completamente tranquila. Todavía era demasiado pronto para hacerme recibir información al detalle de todo lo que había ocurrido durante estas semanas. Obedecí, esta vez no fui la maniaca testaruda que quería saber todo rápido. Mi cabeza estaba hecha un lío y sólo me apetecía ir a la cama, aunque no pudiese dormir, pero estaba junto a Damián.

A la mañana siguiente desperté teniendo la sensación de haber dormido por 24 horas continuas. Tan así que mis ojos se sentían como dos grandes bolsas. Me costó abrirlos, y de inmediato miré a mi costado percatándome de que Damián no se encontraba ahí. Rápidamente me senté en la cama intentando incorporarme, luego me puse de pie y comencé a buscarlo con la mirada a través de la habitación ¿y si había sido un sueño? No, claro que no, se había sentido muy real para que lo fuese.

Salí de la habitación y un fuerte olor a café se metió en mi nariz. Respiré profundo, aliviada. Caminé lentamente hasta la cocina y lo vi ahí, sentado junto a un tazón de café. Pestañeé un par de veces y él de inmediato me sonrió.

—Creí que querrías dormir un poco más —dijo.

—Ya dormí lo suficiente —sonreí.

—¿Quieres café?

Se iba a poner de pie para darme una taza, pero lo detuve.

—Claro, pero yo puedo servirme —guiñe un ojo.

Él se encogió de hombros y continuó bebiendo de su tazón.

—Estoy confundida, Damián —comenté, me senté frente a él con el tazón de cappuccino entre mis manos —¿Crees que ahora sea un buen momento para contarme lo que ocurrió?

Damián dejó el tazón en la mesa y me miró fijamente a los ojos.

—Antes de que salieras del hospital psiquiátrico, pensé que no había ninguna forma de sacarte de ahí —comenzó —. Sólo veía que el tiempo transcurría y Vincent cada vez te torturaba más. Estaba dándome por vencido rápidamente y cada día sentía que tenía más ganas de asesinar a Vincent —se detuvo por un momento, respiró con dificultad y continuó —Brain intentó detenerme en cientos de ocasiones, Evan también, pero yo estaba cegado de odio.

Mientras me contaba, sentía que mis manos cada vez estaban más apegadas a la taza caliente.

—Un día llegó Paige y me dijo que había una solución, que su padre intervendría, pero que debía alejarme lo que más pudiese de la ciudad —fruncí el ceño sin entender demasiado —. El padre de Paige habló con Vincent y con "hablar" no sé a qué se refiere exactamente, pero la condición de sacarte del hospital psiquiátrico era que yo dejara de molestarlo y me diera por muerto, para que tú no te esforzaras en buscarme.

—¿Por qué demonios Vincent hace esto? —escupí con molestia.

Damián se encogió de hombros —No lo sé, pero acepté. No sabía si realmente iban a matarme o simplemente debía irme de verdad. Intenté vender todo lo que tenía, me encargué de no dejar rastro alguno, exceptuando las cartas que sabía que llegarían a ti en algún momento, pero para lo único que creo que sirvieron fue para que creyeras aún más en que estaba muerto. Paige me ayudó en este tiempo a no volverme loco, y también te ayudó a ti.

—¿Y qué hiciste en todo este tiempo?

—Le conté a Evan lo que estaba ocurriendo y se encargó de vigilar a Vincent de cerca. Todos sus movimientos, lo que hacía durante el día y también durante la noche. Y me fui, me fui a casa de tu padre —soltó y casi me quedo sin respiración.

—¿Qué?

—Tu padre, Stefano Morelli me recibió en su casa a miles de kilómetros de aquí.

—¿Cómo es posible, Damián? —Alcé mis cejas.

—Fue algo confuso. Le pedí a Evan que lo ubicara y descubrió que tiene una orden de alejamiento hace años, no puede acercarse a ti ni a tu madre. Lo contacté y le conté lo que estaba ocurriendo, por supuesto él no tenía idea de nada. El departamento si te lo obsequió él, pero actuó con Claire, le dijo en donde vivirías ahora, también la autorizó para acceder al departamento, todo esto para ver lo que hacían.

—Dios...

—Y pues vimos a Vincent junto a Claire venir al departamento antes de que tu llegaras y poner un sinfín de cámaras. Vincent le decía a Claire que era para asegurarse de que tu estuvieras bien luego de salir del psiquiátrico. Ella sólo vio que las puso en el living, pero luego vino solo a ponerlas en tu habitación y en el baño. Claire no sabe nada acerca de eso.

—¿Y por qué mi madre también me confirmó que tú estabas muerto?

—Porque es lo que le hizo creer Vincent —confesó —. Ella está completamente enamorada de él y le cree absolutamente todo lo que habla. Nos hemos dado cuenta a lo largo de éstas semanas.

—¿Y por qué has regresado? ¿acaso ya acabó todo lo que tenían planeado?

—Si. Evan descubrió a Vincent viendo tus videos desde su oficina en donde trabaja, cuando te bañabas, cambiabas de ropa, todo eso —se detuvo para no continuar dando detalles —. Tenemos grabaciones de Vincent hablando de ti con algunas personas que trabajan para él. Testigos que dicen haber obedecido órdenes para golpearte en el psiquiátrico y también para intoxicarte en pastillas. Julie también se ofreció a testificar, además de las pruebas de que Vincent llenó tu departamento de cámaras.

Me quedé casi petrificada mirándolo mientras hablaba. De pronto las piezas comenzaron a unirse en mi cabeza y comenzaba a sentirme terriblemente mal. Mi pecho comenzó a doler y la respiración me faltaba. Damián se percató de eso y tomó mi mano, me miró a los ojos.

—Todo está bien, Bianca —aseguró —. Estoy aquí y estás a salvo conmigo. Vamos a superar esto ¿me oyes? Seguirás yendo al psicólogo, curarás cada una de tus heridas y todo continuará estando bien. No hay nada que temer.

—Ay Damián...

—Sólo tú puedes decidir si quieres seguir adelante con esto —se puso de pie y movió su silla hasta que estuvo a mi lado, se sentó y tomó mi rostro con ambas manos. —Nadie te está obligando a confesar todo lo que te ha ocurrido, si quieres hacerlo y decir "vamos a denunciarlo", créeme que todos estamos apoyándote, pero si decides esperar créeme que también te apoyaremos. Esta es tu lucha, Bianca, sólo has tenido la ayuda de algunas personas para terminar con esto, pero sigue siendo tu lucha, tu voz y tus heridas. Nadie es capaz de dimensionar lo que sientes, y es por eso que nadie tiene el derecho de hablar por ti.

—Gracias —bajé la voz.

—Soy capaz de esperarte toda una vida, Bianca —acarició mi rostro.

DAMIÁN

Estaba sentada al final de la cama mientras yo cambiaba de canal una y otra vez la televisión. Estaba completamente hundida en sus pensamientos, con una toalla en sus brazos e intentando, luchando con sus pies para ponerse de pie y darse una ducha.

—¿Estás seguro que sacaron todas las cámaras? —alzó su vista y me observó hacia atrás.

—Sí, no hay nada más, Bianca.

—¿Crees que debería llamar a papá? —me preguntó.

—No lo sé, estaba muy afectado cuando supo todo esto —contesté —, pero sé que si lo llamas se pondrá feliz de escucharte.

—No hablo hace muchísimo tiempo con él.

—¿Crees que es un buen momento?

—Si.

—Entonces hazlo —sonreí.

Ella me observó por unos segundos más y sin decir una palabra, se puso de pie dirigiéndose al baño, pero justo en la puerta volteó a mirarme.

—¿Te puedo hacer una última pregunta?

—Ya la estás haciendo.

—¿Quién quemó la gran mansión?

Por un momento tuve un flashback de lo que había pasado, desperté de mis pensamientos y ella seguía mirándome fijamente.

—Es una larga historia.

—No quiero saberla, sólo quiero saber quién fue.

—Brain.

—¿Brain?

—Si.

Ella pestañeó rápidamente y luego esbozó una pequeña sonrisa.

—Lo sabía, no lo dudé por ningún segundo.

—Ay Bianca —reí.

—Está bien, una última pregunta —dijo.

—Ya vete a la ducha, Bianca —sonreí.

—Sólo la última.

—¿Qué?

—¿Quieres ducharte conmigo?

Alcé mis cejas y de inmediato levanté mis brazos, olí mis axilas y ella frunció el ceño con exageración.

—¡Damián! Estas arruinándolo.

—Estoy limpio —solté y ella refunfuñó. —No quiero sólo una ducha.

—¿Y qué?

—Sólo quiero meterme a esa bañera kilométrica que tienes ahí.

—Entonces ven —se encogió de hombros.

Me puse de pie y caminé hasta el baño. Cerré la puerta y ella caminó hasta la bañera, la llenó con agua caliente y luego comenzó a quitarse la ropa. La miré en silencio, ella no hacía contacto visual conmigo mientras se quitaba prenda por prenda, sólo estaba ahí, y tampoco quise hacer ningún comentario al respecto. Sabía que Bianca todavía no tenía toda la confianza en sí misma que merecía, pero la tendría, la ayudaría a que se quisiera tanto a sí misma que olvidara que existían más personas en el mundo a quienes querer.

Estaba más delgada, pero seguía siendo hermosa. Su piel blanca con algunos lunares me encantaba, podía mirarla por horas sin aburrirme en absoluto. Cuando estuvo completamente desnuda, se soltó el cabello y se metió a la bañera, se estremeció por el agua caliente y rápidamente se sentó.

—¿No vienes? —alzó su vista, ésta vez me observó a los ojos, pero era exactamente porque el agua la cubría por completa.

—Claro que voy —sonreí.

Comencé a quitarme la ropa, ella me observaba de reojo, pero yo si la miraba a los ojos, para que se diera cuenta que sólo éramos esto. Así habíamos venido al mundo y no había nada de malo en nuestro cuerpo, no había trabas, ni defectos. Éramos piel, galaxias escondidas entre nuestros lunares, historias sin contar detrás de nuestros jóvenes pliegues y tormentas solitarias detrás los rayos de nuestros ojos.

Éramos completamente diferentes, de la cabeza a los pies. Pero habíamos sido creados para querernos, para encontrar las piezas del otro y unirlas en un rompecabezas que parecía tener más de 10.000 piezas. Estábamos uno frente al otro reconstruyéndonos, llenando cada espacio vacío que nos habían dejado, olvidando que teníamos una vida antes de besarnos, antes de abrazarnos y antes de despertar juntos.

En el momento en que quedé completamente desnudo, ella bajó su mirada hasta sus pies.

—Estoy listo —articulé, ella levantó su mirada, pero sólo me observó fijamente los ojos. —¿Por qué no me miras?

—Ay Damián —sonrió y desvió su mirada.

—Mírame, Bianca —le dije y ella frunció el ceño, pero seguía sin mirarme —. Mírame porque esto es lo que soy y no hay nada malo en mi cuerpo ni en el tuyo.

—Claro que no —sonrió, levantó levemente su mirada y me observó de pies a cabeza algo sonrojada. —No puedo creer que no te avergüences de estar así frente a mí —rio.

—¿Qué? —reí. Me acerqué a la bañera y me metí al otro extremo, me senté y ella me miró a los ojos —Yo soy el que no puede creer que te avergüences de tu cuerpo.

—Sabes que es un poco más difícil para mí.

—Lo sé, y es por eso que haré que te sientas tan hermosa que jamás nadie podrá pasarte por encima —guiñé un ojo y ella sólo sonrió.

—Necesito con urgencia que me hagas cariño en la cabeza —soltó como una niña con el peor problema de su vida. Solté una carcajada y ella me dio la espalda. Se sentó entre mis piernas y me facilitó el shampoo.

Mojé su cabello con el agua que arrojaba el mango de la ducha y me eché shampoo en las manos, comencé a lavarle el cabello con paciencia, acaricié su espalda y sus brazos. Ella estaba completamente relajada.

—¿Crees que este sea un nuevo lugar? —me preguntó mientras yo continuaba masajeando su cabeza y luego sus hombros.

—¿Dices que un nuevo planeta? —bajé la voz.

—Olvidaba que debíamos susurrar estos temas de conversación —susurró.

—Por supuesto, ya te dije que la NASA puede oír todo.

—Sí, me refiero a un nuevo planeta —continuó.

—Yo creo que sí —solté —. Durante estas semanas aprendí muchas palabras más, pero creo que ya sé cómo lo podemos llamar.

—¿Cómo? —volteó a mirarme.

—Ataraxia —. Ella sonrió y luego siguió mirándome para que le explicara —. Es un estado de ánimo que se caracteriza por la tranquilidad y la total ausencia de deseos o temores.

—No creo que sirva demasiado —se acercó lentamente a mis labios.

—¿Por qué? —bajé la voz, tanto que sólo ella y yo podíamos oírnos. Estábamos cerca, tanto que nuestros labios podían rozarse.

—Porque te deseo, y te deseo muchísimo, Damián —sonrió.

—Y yo temo profundamente perderte, Bianca Morelli.

—Encontraremos otro nombre.

—Claro que sí.

Tomé su rostro y la acerqué a mí. Besé sus labios, ella me siguió el paso. Los besos parecían cada vez mejores que los anteriores. Su boca encajaba tan bien junto a la mía. Tenerla cerca era como un rayo que recorría toda mi piel, y dolía, dolía quererla tanto. Y tener unas insufribles ganas de que estuviese cerca siempre, también me calaba la piel.

Me despertaba, me revivía, me hacía sentir que estábamos en otro lugar. En un lugar en donde no existía nadie más que nosotros. Nosotros besándonos. Nosotros queriéndonos.

Sus manos me recorrían con fuerza, con desesperación. Con amor y con un deseo que apenas creía que existiese. Tomé su cintura por debajo del agua y la atraje hacia mí. Ella se sentó a horcajadas encima de mí mientras continuaba besándome. Y yo sólo quería besar hasta el último trozo de su piel. Mis labios bajaron por su cuello hasta sus pechos, ella sólo me sentía y disfrutaba, y eso quería que hiciera en todo momento. La deseaba muchísimo, despertaba cada parte de mi cuerpo y no podía evitar sentir que la quería sólo mía, sólo para mí.

Mientras continuábamos inspeccionando, como si no nos conociéramos, cada parte de nuestro cuerpo, el agua de la bañera se movía de un lado a otro y ni siquiera nos interesaba. Sus piernas estaban aferradas a mis muslos, y cada movimiento que hacía con sus caderas, me hacía sentir más excitado que el anterior. Poco bastó para tomarla de sus caderas y levantarla levemente, se acomodó entre mi cuerpo y se sentó sobre mí. En cuanto estuve dentro de ella me sentí arriba, cerca de las nubes. Sonreí entre sus labios y ella también lo hizo. Éramos cómplices. Entendíamos nuestros gestos, nuestras miradas y también nuestros quejidos.

Sus movimientos cada vez fueron más rápidos y luego se detenían. El agua comenzaba a parecerme un estorbo más que una ayuda, la miré directamente a los ojos cuando ella seguía besándome. Ella abrió sus ojos y enseguida me entendió. Nos pusimos de pie, me salí de la ducha y luego la tomé en mis brazos, no me importó que el lugar estuviese rebalsado en agua o que nosotros estuviésemos completamente mojados.

La dejé encima de la cama y me posicioné encima de ella. Su mirada estaba fijamente puesta en la mía y sólo nos dejamos llevar por lo que estábamos sintiendo. La oí gemir bajo mi cuerpo, con desgarro, lo que hizo que mi cuerpo se estremeciera una vez más. Cuando acabé, mis músculos se tensaron por completo y sólo cerré mis ojos. Ella me apretó con fuerza. Mi respiración seguía agitada y la de ella también. Aun encima de su cuerpo me acerqué a su boca.

—Guau —soltó Bianca y luego respiró profundamente.

—Creo que...

—Si —sonrió —. Tendremos que comprar una píldora de emergencia.

Solté una carcajada y me dejé caer a su lado.

—Y también tendremos que cambiar las sabanas.

—Y limpiar el baño.

—Pero primero —se sentó en la cama —. Debemos darnos una ducha de verdad —se puso de pie y comenzó a caminar hacia el baño.

***

¿Vieron que no lxs hice esperar taaaanto? JAJA

No olviden dejar sus votos y sus comentarios, les juro leo todo y me encanta! Se aproxima el final, pero los mantendré informados. 

LXS AAAAAAAAAMO.

BESOPOS

XOXOXO

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