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Capítulo 27 - Mi pequeño rayo de luz

DAMIÁN

La hora pasó y comencé a sentir la incomodidad de no ver a Bianca en el callejón, los minutos seguían transcurriendo y ella no llegaba. Estaba sola junto a su padrastro, y no llegaba. Comencé a caminar de un lado a otro hasta que finalmente me decidí, iría por ella aunque me fuera a la cárcel esa misma noche, pero una silueta me detuvo, venía alguien corriendo hacia el callejón. Se acercó más y finalmente la reconocí, era Bianca.

¿Qué demonios le había pasado?

Llegó frente a mí y se detuvo, pero no fue capaz de mantenerse de pie y se cayó de rodillas en el cemento de nuestro planeta. Me arrodillé junto a ella y sólo pude abrazarla mientras su llanto silenció todos mis pensamientos. Mataría al hijo de puta que había destruido a mi pequeño rayo de luz.

—Bianca.

La sangre de su rostro empapó mi cuerpo, rápidamente me saqué la chaqueta y la cubrí.

—Bianca —nuevamente la llamé, pero ella no contestó. —Vamos a un hospital.

—No —respondió rápidamente alejándose de mí —No, no, no —continuaba —No quiero, por favor.

—Pero...

—Por favor —pidió. Sus ojos hicieron contacto con los míos por primera vez en la que comenzaba a ser la noche más caótica de nuestras vidas.

Su ojo izquierdo tenía un pequeño derrame que probablemente se convertiría en algo que cubriría por completo la parte blanca de su ojo y claramente había recibido golpes en la cara. Su frente estaba sangrando y su boca además de hinchada tenía una herida bastante grande. No quise seguir inspeccionando cómo se veía, así que sólo obedecí a mis instintos.

—Está bien —la miré. —Vamos a mi departamento, vámonos —le dije mientras ponía mis manos en sus hombros. Ella asintió rápidamente. —Pero no puedo llevarte en la moto, llamaré a Daven ¿Sí?

—No, Damián, por favor —me pidió mientras las lágrimas de sus ojos amenazaban con volver a salir. Mi corazón se hizo tan pequeño en ese momento. —Vámonos en tu moto, puedo hacerlo.

—Entonces vamos —bajé la voz.

Se puso de pie con mi ayuda y luego la ayudé a subirse a la moto. Le tendí mi casco y cuando ya estábamos listos, conduje con cuidado, pero rápido hasta mi departamento. Estacioné la moto y rápidamente le ayudé a bajarse. El conserje nos miró de reojo, pero luego le explicaría la situación, inventaría algo.

Cuando llegamos al departamento Bianca parecía estar perdida en sus pensamientos, se sentó en el sofá con dificultad y sólo lloraba mirando un punto fijo en la alfombra. Me acerqué a ella con precaución, no quería presionarla ni mucho más. Me senté a su lado y ella levantó su mirada chocando con la mía.

—Estoy hecha un desastre —susurró —, lo lamento.

—Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida, deja de lamentarte.

—Soy una mierda, Damián —nuevamente comenzó a llorar. — ¡¿Por qué demonios sigo viva?! —Alzó la voz casi preguntándose a sí misma.

Rápidamente me puse frente a ella a su misma altura, tomé su rostro con ambas manos mientras ella continuaba llorando angustiada.

—Estás aquí —bajé la voz —, aquí conmigo y te prometo que nadie te hará daño si estás aquí ¿está bien? —Ella sólo me observaba —Ven —la abracé —, te quedarás junto a mí y si alguien se opone pues que se jodan, estoy dispuesto a todo.

—No me dejes, por favor —Se aferró a mí como una niña, tanto que sus dedos se clavaron en mi espalda, estaba destrozada.

Las horas fueron pasando hasta que Bianca pudo tranquilizarse. Me preguntó si podía tomar una ducha, le enseñé el baño y le tendí toallas, se metió ahí y cuando cerró la puerta frente a mis ojos pude pensar en lo que estaba pasando.

Caminé por el pasillo con ganas de tomar una puta arma e ir a matar a alguien, pero me contuve. Busqué algunas cosas de emergencia que había comprado en el centro comercial y las dejé encima del mesón. Suponía, de antemano, que Bianca no comería, pero aun así preparé pasta con pollo para que comiéramos. También puse agua caliente para darle un té o algo, una pastilla para los dolores, qué se yo.

Los nervios estaban matándome, y ya estaba pareciéndome extraño lo tanto que tardaba Bianca en el baño, me puse en estado de alerta y caminé por el pasillo hasta estar afuera de la puerta. Golpeé tres veces, pero no contestó.

— ¿Bianca? ¿Estás bien? —pregunté.

No contestó, así que no esperé demasiado para abrir la puerta. Estaba sentada en la cerámica del baño con la toalla blanca alrededor de su cuerpo envuelta en sangre, mientras con el cortaúñas escarbaba entre sus uñas buscando basura inexistente, sólo consiguiendo hacerse daño y sacar más sangre. Escena de mierda. El terror se metió en mi cuerpo y de un tirón le arrebaté el cortaúñas.

—Damián...

— ¿Qué sucede, Bianca? —me incliné a su altura. —No pasa nada, aquí no hay nada de lo que puedas temer ¿sí?

Ella asintió rápidamente.

Sus brazos desnudos estaban con rasguños, moretones y lo que alcancé a ver de sus piernas también. Su cabello estaba amarrado tan tirante dejando al descubierto por completo su rostro moreteado.

Caminamos hasta mi habitación, le tendí una camiseta y un short míos, y no salí de la habitación. Ella se quedó fijamente mirándome, y sólo volteé para no verla cambiarse, pero no iba a dejarla sola una vez más. Cuando estuvo vestida, me acerqué a ella, me senté en la cama y ella también.

—No puedes esperar que no pregunte qué ocurrió —dije. Su rostro se tensó y de inmediato me percaté de que iba a llorar otra vez así que continué —, pero no te presionaré. Si no quieres hablar de esto ahora, no lo haremos.

—Gracias —contestó.

—Te preparé té ¿quieres? También preparé comida.

—Está bien.

—Si quieres puedo bajar a comprarte algo para los dolores musculares —comenté mientras salíamos de mi habitación.

— ¿En serio?

—Si.

—Gracias —contestó nuevamente.

No tenía la necesidad de agradecerme tanto. Estaba enamorado de ella, teníamos una etiqueta de novios y yo sentía que no estaba haciendo nada por ayudarla.

Curé sus heridas de la cara, le ayudé a secarse el cabello y luego calenté un poco mi habitación para que fuera a dormir, "cenamos" juntos y las comillas son porque ya había olvidado lo que era comer con una persona frente a mí, bebió de su té y también se tomó los medicamentos que le di.

Se acostó en mi cama boca arriba quejándose de sus dolores, pero tan silenciosamente que parecía no querer molestar.

—Bianca —la llamé, me senté en la cama frente a ella mientras que sus ojos rápidamente hicieron contacto con los míos. —Si te acomoda, puedo dormir en el sofá.

Ella pestañeó un par de veces confundida.

—No —respondió —, por favor no. No quiero que me dejes sola, Damián.

—Sólo pensé que estarías más cómoda.

—No necesito abrazos por la noche esta vez, pero si sentir que estás a mi lado.

—Así será —sonreí.

Me puse pijama y me acosté a su lado. Estábamos en silencio y aunque las ganas de hablar sobre lo que había ocurrido estaban comiéndome las venas, nuevamente me contuve y comencé a cerrar los ojos para dormir. Al menos ella estaba a mi lado y eso me tenía relativamente tranquilo, ignorando mis ganas de asesinar a alguien.

Cuando estaba sintiendo a Morfeo apoderarse de mí, la escuché respirar profundo, se acomodó un poco más y finalmente habló:

— ¿Podemos dormir con la luz de la lámpara encendida? —me preguntó en un susurro.

—Si —sonreí.

El silencio nuevamente se apoderó de la habitación, y al pasar unos cuantos minutos la escuché sollozar. De esos llantos ahogados, de los que no quieres que nadie escuche, pero tienes tanta angustia que es casi imposible controlarlo.

—Creo que si es necesario que te abrace esta noche —susurré.

Rápidamente ella se acercó a mí y me abrazó, su cuerpo frío se apegó al mío como un imán. No quería decirle que dejara de llorar o que no estuviera triste o enojada, era una estupidez. Sólo quería dejar que se desahogara, que despotricara y luego durmiera en paz. Acaricié su cabeza con la punta de mis dedos casi la mitad de la noche, hasta que finalmente se durmió. Besé su frente y sólo la acurruqué más en mí. Si ella necesitaba esto, es todo lo que le daría. Se había convertido en todo. Y por ningún motivo la dejaría caer de nuevo.

——

El despertador de mi teléfono sonó a las 7 de la mañana, regresando a la realidad recordé que debía ir a trabajar, así que me inventé la excusa de que había amanecido sumamente enfermo y que no podía asistir, la señora Parker me creyó. Bianca seguía durmiendo a saltos, pero al menos dormía.

Me puse de pie para ir al baño y cuando regresé, Bianca estaba despierta. Acostada de espalda y con sus ojos puestos en el techo. Las cortinas azules de mi habitación hacían que pareciera que aún estaba de noche, me acosté a su lado y ella me observó fijamente.

— ¿Estás bien? —pregunté.

—He soportado esto muchísimo tiempo, Damián —soltó.

No estaba preparado para despertar con todo lo que iba a contarme Bianca, pero quería escucharla y que finalmente se atreviera a contarle a alguien la vida de mierda que le ha estado tocando vivir.

—Mamá decía que era un buen hombre, a mi padre poco le importó. Él se marchó dejándome a la deriva con la loca enamorada de mi madre y un hombre al que no conocíamos en lo absoluto —aclaró su garganta —Nunca pensé que me ocurriría algo como esto y lo he estado callando desde los diez años —su voz comenzó a quebrarse de a poco y a mí a apretárseme la garganta —. Comenzó con miradas, luego con amor efusivo, después ya se metía en mi habitación. Siempre me quedé congelada, aterrada, suplicándole que me dejara en paz. Siempre queriendo que mi mamá sea feliz aunque eso conllevara destrozar mi vida, mi niñez, mi juventud...

— ¿Nadie sabe sobre esto?

—No —contestó —, al principio pensaba que estaba exagerando, ya que jamás ha llegado al punto de... —su voz se cortó como si estuviese sintiendo vergüenza —. Siempre ha sido él tocándome u otras cosas, pero sigo siendo virgen —soltó finalmente —, pero las últimas veces sé que ha intentado todo para quitarme lo único que me queda.

—Bianca...

—Lo odio tanto, Damián —sollozó. —La otra noche estuvo a punto de hacerlo y un tipo se coló por la ventana y lo golpeó, no sabes cómo me sentí.

—Lo sé...

— ¿Qué? —sus ojos se clavaron en los míos.

—He sido yo.

— ¿Qué estás diciendo, Damián?

—Fui a verte. Lo vi ahí y sólo quería matarlo ¿sabes?

— ¿Por qué no me lo dijiste? —se sentó en la cama y me observó fijamente.

—No quería presionarte, no quería que hablaras de algo tan delicado si no querías. Quería escucharte, que tuvieras tu tiempo, no lo sé. Además, no sabía cómo decírtelo.

—Siento tanta vergüenza —las lágrimas recorrieron sus mejillas.

—No, olvídalo. —Me acerqué a ella y levanté su cabeza para que me mirara —Él debe sentir vergüenza por todo lo que te ha estado haciendo, es un hijo de puta y te aseguro que se pudrirá.

—Estoy toda sucia —bajó la voz —cada vez que ocurría algo así me metía al baño, me duchaba e intentaba raspar con la esponja cada parte de mi cuerpo hasta sacarme sangre, me corto las uñas aunque estén cortas y me rompo los dedos buscando basura que no existe, Damián —confesó con angustia —. Me estoy volviendo loca.

—Claro que no. Yo te ayudaré, te ayudaré a que te olvides de ese hijo de puta, te alejaré de él aunque tengamos que ir a vivir a China si es necesario y si no podemos viajar, pues me encargaré de matarlo.

—Es un multimillonario. Nadie le hará nada.

—Créeme que no me conoces lo suficiente.

BIANCA

Me sentía fatal. Mi cuerpo dolía, mi rostro ardía y cerraba los ojos y rápidamente viajaba a lo que había ocurrido. Damián sólo se había encargado de tratarme bien, como a una princesa quebrada, y cuánto lo agradecía. Tenía vergüenza, terror y angustia y él se había quedado en silencio para soportar todas esas emociones que estaba cargando en mi espalda. Lo quería tanto que por ningún motivo iba a alejarme de él. Era la primera persona a la que le había contado todo, y me creía con todas sus fuerzas. Aunque insistía en ir con la policía o ir al hospital, pero yo no quería ir. Sabía el procedimiento porque lo había averiguado cientos de veces en internet. No quería que me sometieran a revisiones, ni nada de esas cosas ¿por qué tenía que ser tan difícil demostrar que un tipo había abusado de ti?

Prometí no regresar a casa, pero debía ir a buscar ropa y mi auto. Según mis cálculos sólo debía encontrarse Julie ahí, así que me dispuse a ir, pero ésta vez con Damián sin importarme el qué dirán. Me sentía segura junto a él y nadie lo arrebataría de mi lado.

Cuando llegué a casa, todo parecía en orden y afortunadamente el auto de Vincent no estaba y eso sólo significaba que estaba en el trabajo. Damián entró detrás de mí y rápidamente vi a Julie salir de la cocina, chocó con nosotros, pero ni siquiera miró a Damián, sólo me observó casi horrorizada.

— ¡Bianca! ¡¿Qué te ha ocurrido?! —exclamó acercándose a mí, apenas tocó mi rostro por lo mal que estaba, por suerte traía ropa de Damián encima o me hubiese visto los brazos. —Dios, hija, ¿Qué ocurrió? ¿Has peleado de nuevo en la universidad? ¿Te han robado? Dime, por favor —hablaba con rapidez.

—Nada de eso, Julie —mi garganta se apretó y mis ojos se llenaron de lágrimas.

— ¿Qué? ¿Este chico acaso te hizo algo? —Miró a Damián amenazante — ¿Qué le has hecho a mi niña?

—No, Julie. Él no me ha hecho nada —la calmé, pero rápidamente me puse a llorar y como si fuera un reflejo, me abrazó con fuerza.

—Es Vincent ¿no? —me separó de su cuerpo y me miró fijamente. Asentí y ella apretó sus ojos con fuerza. — ¿Qué demonios te hizo?

Finalmente terminé contándole toda la historia mientras lloraba. Ella también lloraba junto a mí y maldecía a cada cinco segundos.

—Escúchame Bianca —tomó mis manos —. Debes contarle a tu madre e ir con la policía, ellos sabrán que hacer.

—No me creerán.

—Sé que es difícil que un tipo como Vincent entre a la cárcel, pero al menos no dejarán que se acerque a ti.

—No, no puedo —sequé mis lágrimas. —Mamá... ¿Qué hará mamá, Julie?

—Pues asumir todo —contestó fría —, su marido es un puto psicópata y lo debe asumir ya. Eres más importante que cualquier otra cosa mi niña.

—Me quedaré junto a Damián hasta que llegue mamá y podamos conversar.

—Está bien. Gracias Damián.

—No hay problema —respondió él.

Julie me ayudó a armar mi bolso para irme de ahí y cuando estaba bajando las escaleras me percaté de que ella estaba arreglando sus cosas para irse.

— ¿Qué haces, Julie?

—Renuncio —dijo.

—Pero Julie...

—No pasa nada, Bianca —sonrió con dulzura —, he ahorrado y jamás trabajaría para alguien que te ha hecho tanto daño.

Julie sólo dejó una nota pegada encima del mesón de la cocina antes de marcharse junto a nosotros en mi auto.

"Renuncio. Lo que más espero es que se quede en la calle y que el karma se encargue. Es un puto abusador y jamás trabajaría para alguien así. No llame, no escriba ni intente ocultarlo, tarde o temprano todo se sabrá."

***

Mi clave es: Estudiar para el examen todo el día y en la noche quedarme hasta las 4 de la madrugada escribiendo JAJAJA no sé si siga resultandome.

Espero les esté gustando y POR FAVOR no dejen de comentar y votar.

MUCHISIMAS GRACIAS!

BESOPOS

XOXOXO

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