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Capítulo 26 - La gota que rebalsó el vaso

Capítulo algo fuerte, lea con precaución 

BIANCA

Apenas llegué de la universidad, me percaté de que Vincent junto a mi madre ya estaban en casa, rápidamente subí las escaleras y me encerré en mi habitación, pero Julie no tardó demasiado en golpear mi puerta para decirme que bajara a cenar. Bajé las escaleras detrás de ella y me metí a la cocina, miré de reojo a mi madre y ella me regaló una sonrisa como si no me hubiese visto hace días, Vincent también me observó, pero no recibió ningún gesto de mi parte.

— ¿Por qué siento que no te veo hace tanto? —me preguntó mamá en cuanto me senté frente a ellos.

Me encogí de hombros.

—Estás algo distante, Bianca —comentó Vincent. Apenas pude levantar mi vista para mirarlo, Julie me observó por unos segundos y cuando estaba sirviéndonos la comida, habló:

—Eso es porque no están mucho en casa, Bianca y yo pasamos mucho tiempo juntas —dijo, le sonreí.

—Si, además he tenido muchas cosas que hacer en la universidad.

— ¿cómo te fue en el viaje a la playa con tus amigas? —Preguntó mi madre. —Insisto en que debemos conocerlas ¿No, Vincent?

—Sí, podrías invitarlas un día de estos ¿No? —soltó.

—No, no creo que puedan venir —respondí sin pensar.

Mi madre frunció el ceño por unos segundos y continuó comiendo. Toda la cena transcurrió así, mi madre queriendo acercarse a mí con preguntas que sólo contenían un monosílabo por respuesta y Vincent opinando como si fuese el mejor padre del mundo.

Apenas terminé de comer me levanté de la mesa y me dirigí a mi habitación a esperar que todos se durmieran para ir a Serendipia y fumarme un cigarrillo. Pero no fue así, no alcancé a colocarme mi pijama cuando escuché golpes en la puerta de mi habitación y se asomó mi madre por ahí.

— ¿Qué sucede? —fruncí el ceño confundida, rara vez ella se acercaba a mi habitación para hablar conmigo, de seguro algo había pasado y, para ser sincera, quería tanto escuchar que se había peleado con Vincent y nos íbamos a la China.

—Nada, sólo quería hablar contigo ¿Puedo, no? —cerró la puerta luego de entrar y se sentó en mi cama.

Me acerqué lentamente hacia donde estaba ella y me senté en el sofá de enfrente a mi cama.

—Sé que últimamente nos hemos llevado fatal —comenzó —, no sé qué sucede contigo, no entiendo por qué cambiaste tanto de un momento a otro. Es como si me hubiesen cambiado a mi hija ¿Extrañas a tu padre? ¿Es eso?

—No —contesté fría.

Extrañaba muchísimas cosas. Entre ellas estaba mi padre, pero no moría por volver a verlo. Me había fallado, había roto mi corazón en mil pedazos cuando demostró ser lo que siempre había sido, un puto cretino que no le importaba su hija ni dejarla a la deriva con su madre y un tipo que no conocía.

— ¿Entonces?

—No sé a qué te refieres, mamá.

—Sé que sabes, pero bueno... —respiró hondo. — ¿Por qué te ha costado tanto llevarte bien con Vincent? Él es un buen hombre, nos quiere y también muestra interés por llevarse bien contigo.

Mi corazón de inmediato se aceleró y lo único en que pude fijarme es que estaba a punto de llorar, pero me contuve, tragué todo lo que estaba sintiendo y continué.

—No lo sé, no quiero llevarme bien con él. Estoy bien así.

—Si tú lo dices...

—Sí mamá y no creo que él no pueda vivir si no nos llevamos bien. Tu eres su mujer, no yo y pronto me iré de aquí.

— ¿Qué?

—Sí, compraré un departamento y me marcharé de este lugar.

—Habíamos acordado que cuando terminaras de estudiar te irías a vivir sola, antes no ¿recuerdas?

—Sí, pero tenía 12 años cuando hice ese acuerdo.

—Creo que deberíamos mantenerlo, luego ya ni te veré...

Como si ahora lo hiciera, pensé.

Me quedé en silencio mirándola, había algo más. La vi acomodarse en la cama y me sonrió con dulzura.

—Vine aquí para decirte que tengo un viaje de negocios —comentó casi con emoción en sus ojos.

— ¿Viajaremos? —sonreí, sintiéndome al fin tranquila. No estaría Vincent ahí.

—Ese es el problema —continuó y comencé a sentir que me zumbaban los oídos, ya sabía lo que venía después. —Sólo debo viajar yo y debes quedarte aquí por unos días con Vincent —dijo rápidamente —Julie vendrá todos los días como siempre.

— ¿Cuántos días?

—Son sólo cinco días.

— ¿Y?

—Quiero que intentes arreglar la relación que tienes con mi marido, sé que se divertirán muchísimo sin mí. Pueden ir a los bolos, tomar helado, qué sé yo.

—Está bien mamá, no te preocupes por mí.

—Claro que me preocupo por ti, Bianca —soltó con desagrado.

—Si te preocuparas por mí no me dejarías aquí con un completo desconocido.

— ¿Qué? Vincent no es un desconocido. Hemos vivido por años junto a él.

—Olvídalo —dije de mala gana —me comportaré, lo prometo.

—Gracias —dijo, luego soltó el aire de sus pulmones un poco más relajada.

Claro. Lo único que importaba era que Bianca no armara problemas, sólo para eso había venido a hablar conmigo, sólo para asegurarse de que no hiciera un desastre cuando ella no estuviera. Que no discutiera con Vincent, que no lo hiciera enojar o cualquier otra cosa. Dios.

Mi madre se levantó de la cama e informándome que se iría a primera hora, me abrazó como si fuésemos las mejores amigas y luego se marchó de mi habitación.

Cerré la puerta y sólo pude quedarme mirando como estúpida la puerta blanca. Respiré profundo intentando contener el llanto, pero sentía tanta rabia. Caminé en círculos por quince minutos intentando controlarme, pero a veces me parecía que toda mi vida era una maldita broma. Quería creer que las mujeres que se enamoraban de los hombres y dejaban todo de lado sólo existían en las películas, pero esa mujer estaba viviendo dentro de mi casa y lo peor es que era mi madre. Se había desligado de todo y sólo le interesaba el imbécil de Vincent.

——

Esa noche no había ido a Serendipia y aunque pasé la mitad de la noche encerrada en el baño ocultándome de Vincent, él no me molestó y supuse que sería así porque al otro día mi madre viajaba y no la vería en cinco días. Me maquillé para que las bolsas negras debajo de mis ojos no me delataran y cuando me senté frente a Julie en la cocina ella me observó por unos segundos, casi leyéndome los gestos. Me dio un vaso con jugo y unas tortitas con algunas frutas. Luego se sentó frente a mí junto a una taza con café entre sus manos.

— ¿Estás bien? —preguntó, creo que porque parecía un ente.

—Creo —contesté.

— ¿Estás así porque no viajarás con tu madre?

—No pensé que le importaba tan poco, Julie —confesé mirándola a los ojos.

—No hables así, ella te quiere muchísimo —dijo casi queriendo creerse ella misma lo que acababa de decir, sabía que lo decía solo para hacerme sentir mejor.

—Sé que tú me quieres mucho más que ella.

—No voy a competir con ella.

—Quiero contarte algo, Julie —la miré y ella frunció el ceño —Pero por favor no se lo cuentes a nadie.

—Claro, dime —sonrió.

—Conocí a un chico.

— ¡¿Qué?! ¿Cuál es su nombre?

—Damián —reí.

— ¿Y dónde lo has conocido?

—Eso es una historia aparte —desvié el tema —, es un chico genial Julie.

— ¿Estás enamorada de él?

—Creo que si —respondí.

— ¿Y por qué no quieres que se lo cuente a nadie?

—Es que no es de este mundo, no es como nosotros.

— ¿Cómo ustedes?

—No es hijo de un empresario, ni de un abogado, nada. Es sólo un chico con problemas como las personas normales y que trabaja en la cafetería de mi universidad, además no estudia.

— ¿Por qué no?

—Además de no tener dinero, no le gusta.

— ¿Te trata bien?

—Si.

— ¿Te quiere?

—Dice que está enamorado de mí y de mis ojos azules —reí.

Julie sonrió como si la que estuviese contándole todo eso fuese su hija, respiró profundo y continuó.

—Me alegra tanto que no seas como las personas aquí —confesó.

—Siempre pensé que me importaban, que todo giraba en torno a eso, pero cuando conocí a Damián descubrí que no, que en realidad yo no quería ser esa Bianca arrogante y petulante. Sólo quería ser yo, una chica de dieciocho años enamorada. Nada más.

—Tengo que hacerte esa pregunta, es sumamente importante.

— ¿Cuál?

— ¿Le gustan tus dibujos?

—Dice que soy una artista.

—No necesitas nada más —sonrió.

——

Estacioné mi auto y luego me bajé con precaución de él. Tanta precaución que no parecía que estaba en el estacionamiento de mi propia casa. Mamá no estaba en ella y sólo se encontraría Vincent ahí y seguramente Julie que estaba a unos minutos de terminar su turno.

Caminé con valentía por la entrada hasta que abrí la puerta. Me encontré que en la sala había algunos de los socios de Vincent bebiendo vino y whisky carísimo, iba a continuar caminando para pasar desapercibida, pero una voz conocida me interrumpió.

— ¡Bianca! —me llamaron, volteé a mirar, era Steve. Fruncí el ceño, pero no me acerqué a él, fue él quien vino hacia donde yo me encontraba.

— ¿Qué haces aquí?

—Vincent organizó una cena para todos sus socios y como papá esta con su tobillo malo tuve que traerlo —contó — ¿Cómo estás?

—Bien, gracias.

—Qué bueno, no te veía desde la fiesta en el restaurante.

—Así es —lo miré —, subiré a mi habitación.

— ¿No volverás a bajar?

—No creo, sólo hay hombres y me siento más cómoda en mi habitación.

—Pero sólo es gente mayor, podemos estar juntos ahora —sonrió.

—Si... claro Steve —asentí —bajaré en unos minutos ¿Julie está por ahí?

— ¿Julie?

—La ama de llaves.

—La empleada, dirás —corrigió —. Estaba en la cocina hace unos minutos.

—Bien. Nos vemos —volteé sin antes regalarle una falsa sonrisa.

Subí corriendo las escaleras y me encerré en mi habitación, no bajaría ni aunque me pagaran un millón de dólares. Me duché y luego me vestí, y no recuerdo el tiempo que pasó, pero me distraje con mi teléfono mientras hablaba con Damián sentada en la cerámica del baño, por supuesto, la puerta con seguridad.

¿Estás bien?

—Sí, lo estoy ¿por qué?

No lo sé, te oyes nerviosa ¿dónde estás?

—En el baño de mi habitación ¿nos veremos esta noche?

Sí, Serendipia nos espera —dijo — ¿Y por qué estás en el baño? ¿Acaso estás descargando tu estómago mientras hablas conmigo?

— ¡No! —Reí —Vincent tiene un tipo de fiesta abajo con sus socios, me siento más cómoda aquí.

¿Tu madre está ahí?

—No, viajó por algunos días. Viaje de negocios —le conté.

¿Sólo estás con él? —su voz sonó desencajada.

—Si.

Si quieres puedes quedarte conmigo esta noche.

— ¿Por qué lo dices? —fruncí el ceño, aunque sé que no podía verme.

¿Por qué estaba pidiéndome algo así? ¿Qué es lo que estaba sospechando?

No lo sé, sólo estoy siendo amable —bromeó —Si quieres quedarte en casa, está bien.

—Me lo voy a pensar ¿Si? —intenté no parecer desesperada por quedarme en su departamento. —Voy a vestirme —mentí para cambiar el tema de conversación —, nos vemos dentro de una hora en Serendipia ¿Está bien?

Sí, te espero ahí.

Colgué el teléfono. Me sequé un poco el cabello y ya estaba lista para irme, miré la hora y habían pasado más de dos horas desde que había llegado a casa. Salí del baño y me asomé por la escalera para asegurarme de que la fiesta continuaba, pero no, ya todos se habían ido. El terror se apoderó rápidamente de mi cuerpo, casi me devolví corriendo a mi habitación y cerré la puerta de golpe por los nervios que estaba sintiendo. Saqué una chaqueta del closet y cuando estaba casi con una pierna afuera de la ventana, la puerta de mi habitación se abrió bruscamente chocando con la pared.

— ¿A dónde crees que vas? —Preguntó Vincent.

Estaba borracho, rápidamente caminó hacia a mí y yo sintiendo mi cuerpo congelado no pude moverme. Me tomó del brazo con fuerza y me arrastró hasta mi cama.

—Suéltame —le pedí.

Pero él estaba alejadísimo de escuchar alguna petición de mi parte.

— ¿Por qué te comportas tan mal, Bianca? ¿A caso no recuerdas lo tanto que me excita esa actitud? —arrastró las palabras y casi tuve ganas de vomitar.

Me alejé de él en un descuido y él rápidamente agarró mi chaqueta y me la quitó con fuerza. Fue en ese entonces que recordé que sólo estábamos él y yo y que podía gritar todo lo que se me diera la gana, hasta golpearlo porque mi madre no se encontraba ahí. El miedo me dejaba estática, congelada al punto de acalambrar mis músculos, pero no quería ser violentada una vez más.

—Ya déjame —dije, con mi garganta hecha un nudo, tanto que apenas se escuchaba mi voz.

Vamos Bianca, tú eres más fuerte que esto.

— ¡¿Qué te deje?! —Exclamó con una sonrisa de oreja a oreja — ¡Estamos solos pequeña Bianca! ¡No te dejaré! —Reía como un maniático.

Fue ahí en donde comenzó todo. No podía dejarme. No ésta vez.

Me volteó con fuerza, pero me resistí en silencio. Él se enfadó, pero aun así sonrió con esa cara morbosa como si le estuvieran excitando todos mis movimientos. Le pedí que se detuviera, pero no lo hacía. Sus manos me apretaban para que no pudiera escaparme de él, mis brazos dolían mientras yo intentaba zafarme de su agarre en todo minuto, lo golpeé en el estómago con mis piernas, rasguñé su rostro y aun así logró darme un puñetazo en la cara que me dejó en el suelo mareada. Mi cabeza dolía, pero no me rendiría ésta vez. Mientras me encontraba en el suelo intentando recomponerme del puñetazo que me había dado, su cuerpo cayó encima del mío y cubriéndome la boca con su gran mano comenzó con la otra a tocarme los pechos con fuerza irremediable, dolía tanto y cada vez sentía más sangre en mi boca.

Mi camiseta estaba rota, y mis pantalones ya casi iban a la mitad de mis muslos.

— ¡Por favor detente! —Le grité por primera vez en todo el tiempo que había estado abusándome, él no escuchó. — ¡Ya para hijo de puta! —grité nuevamente y comencé a mover mis piernas para golpearlo, pero parecía ser una pared. Mis golpes no le dolían.

Él estaba concentrado en bajar mis pantalones, en tocarme y golpearme si me movía. Sentía mi rostro arder y la desesperación estaba matándome, la angustia se estaba apoderando de mí, una punzada en el pecho y las irremediables ganas de vomitar volvieron, además de que comenzaba a faltarme el aire. Mis brazos y mis piernas dolían y ya sentía que estaba quedándome sin uñas.

—Ay Bianca... —soltó.

Comencé a llorar, a gritar, pedí auxilio, pero claramente en esas enormes mansiones nadie iba a oírme. Lo que jamás pensé que pasaría pasó..., me aferré a Dios, si es que existía para mí en ese momento y sólo podía pedirle que me sacara de esa situación, susurraba mis peticiones mientras Vincent no se cansaba de tocarme, hasta que por un momento cuando estaba desabrochando su pantalón, golpeé su rostro y luego su entrepierna, se desequilibró y de inmediato me puse de pie a pesar de mis dolores. Lo vi quejarse, y lo único a lo que pude reaccionar fue a lanzarle la lámpara de cerámica que estaba en mi velador en la cabeza. Y corrí. Corrí escalera abajo acomodando mi ropa, no fui capaz de buscar mi auto, sólo salí corriendo del lugar como si mi vida dependiera de ello, ignorando a cualquier persona que se cruzara en mi camino y aferrándome a la idea de que no volvería jamás a ese lugar de mierda.

***

¿Qué creen que sucederá ahora?

Espero que les esté gustando esta historia y estaría eternamente agradecida si la recomendaran con sus amigos. No dejen de votar ni de comentar, que leo todo!

BESOPOS 

XOXOXO

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