Capítulo 21 - Chica de diamante
Brain caminó con extrema elegancia rodeando el escritorio y se sentó frente a dos sillas que supuse debíamos sentarnos, así fue luego de unos segundos.
— ¿Cómo es eso de "no exactamente"? —preguntó Brain mirando directamente a Damián. —No has venido aquí para verme, estoy seguro de eso.
—Claramente no, no vendría a verte por gusto.
— ¿Entonces si has venido a aceptar el trabajo que te ofrecí?
—Vine a conversarlo —comentó Damián.
—Oh, no... Aquí vienen las negociaciones de Damián Wyde —rodó los ojos —. Sólo te dejo hacer esto porque no he encontrado a alguien mejor que tú.
—Bianca entrará también —fue firme al hablar, pero Brain desvió la mirada hacia mí y luego se posó en la de Damián.
—Debes estar bromeando —rio.
—Claro que no.
—Detente ahí, Damián —lo miró Brain con gracia —. Estaría de acuerdo contigo si la chica que tengo en frente fuese, no sé, cualquier persona —manifestó —, pero tú y yo sabemos que no eres cualquier persona —se dirigió hacia mí —Eres la hijastra de uno de los hijos de puta que tiene más dinero dentro del país. Si te pillan, seguramente yo estaría muerto dos segundos después.
—Y bien muerto estarías —soltó Damián encogiéndose de hombros.
—Primero —hablé y Damián me observó de inmediato —Vincent Hayden no está ni a un centímetro de ser llamado "papá" o "padrastro". Y segundo, la muerte es una opción en este lugar ¿no?
—No, para mí no —Contestó Brain de manera tajante. —Si trabajan conmigo ni ustedes ni yo estaremos cerca de la muerte, pero no puedo arriesgarme a tener conmigo a una chica que vive con ese idiota.
—Entonces vámonos —Damián se puso de pie. No pensé que sería tan fácil sacar de quicio a Damián, pero de todas maneras lo seguí y entendí lo que estaba haciendo cuando Brain lo llamó antes de que saliéramos.
—Damián, espera —dijo y Damián se volteó hacia él. —Está bien, vamos a conversarlo, pero hablemos como personas civilizadas ¿sí?
—Tú y yo, estamos lejos de ser civilizados.
—Lo sé, pero, intentémoslo.
Regresamos a las sillas, pero esta vez me quedé en silencio. Sólo Brain y Damián hablarían esta vez.
— ¿Cuál es la razón? —inquirió el hombre.
—Necesitamos dinero ¿cuál otra? —contestó Damián y yo estaba a punto de decirle "¡Por favor muestra un poco de amabilidad!". —Sabes que no vendría aquí por otra razón.
— ¿Es tu madre otra vez? —alzó las cejas.
DAMIÁN
Y es que eso era lo que odiaba, en parte, de Brain. Sabía demasiado de todas las personas que tenía alrededor, y cuánto odiaba que supiera cosas acerca de mi vida que bien reservada la tenía. Por eso lo odiaba y también por un par más, por ejemplo, recibir a mi madre en sus crisis de alcoholismo ofreciéndole más alcohol.
—Eso no te importa, Brain —solté y él sonrió.
— ¿Y ustedes qué son? ¿Novios, algo? —alzó las cejas.
Bianca se quedó mirándome por unos segundos, pero no respondió.
—No importa lo que seamos, pero ten por seguro que si algo le sucede a Bianca, iré a prisión, no por robar para ti, si no por haberte asesinado a patadas en las bolas.
—Ya deja la violencia, Damián —articuló Brain. —Bien, deben enterarse que además de los beneficios que obtendrán ustedes, tengo sólo una regla. Regla que Bianca no conoce y las diré igual aunque te joda —me observó Brain. —Se reduce sólo a esto..., no me traiciones —se dirigió hacia Bianca. —Damián me odia, pero sé que tú puedes ser muchísimo más objetiva que él. Si cumples con esa simple regla tendrás mi seguridad, dinero y confianza.
—Bianca tampoco sabe el trabajo sucio que debemos hacer, así que deberías explicarle —dije y Brain me observó irritado.
—Entregar droga, las primeras veces, a ver cómo se adaptan a las calles y luego de lleno a robar.
— ¿Qué robamos y dónde? —preguntó Bianca, Brain sonrió mirándola.
—Casas, tiendas y si se vuelven expertos, bancos. Jamás personas individuales, jamás clonación de tarjetas. A no ser que odien a alguien y quieran joderle la vida —soltó Brain. —De las casas sólo nos vamos a las cajas fuertes y objetos tecnológicos pequeños, nada de detenerse en el televisor de 400 pulgadas —exageró —, el cuadro, la estatua, el gato... Ya saben.
— ¿Algo más, Brain? —sonreí con ironía.
—No tengan miedo a disparar. Sé que probablemente a Damián le importe una mierda, pero te lo digo a ti, Bianca —le dijo. Probablemente Bianca era todo lo que necesitaba Brain en su negocio, un rostro angelical que ocultara detrás de sus ojos lo inteligente y frívola que podía llegar a ser, pero ahí estaba ella, impredecible.
—No quiero asesinar a nadie —dijo de pronto, me observó fijamente y luego miró con nervios a Brain.
—No lo harás —le respondí de inmediato, lo que menos quería era que se sintiera insegura. —y si algo malo sucede yo estaré ahí para hacerme cargo.
—Me parece justo —comentó Brain.
—Hay algo que debes saber tú ahora —miré a Brain y él alzó su vista hasta chocar con la mía —. Si nosotros nos ensuciamos las manos, tú también lo harás ¿está claro?
— ¿Crees que tengo soldados para que me jodan la vida? —alzó sus cejas con molestia.
—Es que si me vas a ver como un soldado, te jodes —recriminé — o trabajas a la par, o te quedas aquí esperando que otro Damián aparezca.
— ¿Y qué esperas? ¿Quieres que salga con ustedes a robar? —Sonrió con sarcasmo —Sabes que prefiero quedarme sin un Damián, ni con una bomba de problemas como Bianca Morelli.
—Sólo espero que si alguien está siguiéndonos o queriendo cagarnos la vida, vayas y lo mates. Con tus propias manos.
—Para eso tengo soldados, Damián —me observó.
—No, vas tú —dije frío —Un soldado de los que tienes no atormentan a nadie, o vas tú o no cerraremos éste trato.
—Está bien, Damián —asintió mirándome fijamente —, iré yo. Sólo hagan las cosas bien y créanme que podemos llegar a ser un gran equipo —nos guiñó un ojo.
——
BIANCA
Brain nos había facilitado un automóvil, no sabíamos si era suyo o de alguien más, tal vez robado. Nunca había hecho algo parecido a lo que estaba a unas pocas horas de hacer, tenía miedo, sí, pero nada me detendría. Quería ayudar a Damián a ganar el dinero suficiente para salir de esa porquería de vida que tenía y si no quería recibir mi ayuda económica, pues recibiría este tipo de ayuda que podía darle.
Nunca había sido la chica que se arrepentía a último momento de hacer algo. Cuando había que tomar decisiones siempre era la primera en hacerlo y si me daba de bruces con el cemento, volvía a levantarme. Desde que mi vida había comenzado a ser una mierda intenté forrarme en una capa de metal para que nadie más pudiese hacerme daño y no quería permitirle a nadie ver mi debilidad, ver mis lágrimas ni los miedos que tenía bien guardados. Sin embargo, Damián había conocido un poco de lo que no quería mostrarle, y cuando creía que iba a lanzarse encima de mí llenándome de preguntas, sólo se calló dejando que siguiera siendo una estúpida impredecible y sin ganas de que entren en su vida personal.
Quería quererlo, pero no era necesario desnudar mis sentimientos frente a él. Esos sentimientos que dolían hasta gritar con la cara en la almohada.
Damián conducía el automóvil, limpio, polarizado, pero antiguo. Damián era un excelente conductor, se notaba a kilómetros que toda su vida había estado aprendiendo diferentes técnicas. Brain nos había dado sólo una mochila con unos paquetes de algo que no quise preguntar, nos dio una dirección y Damián enseguida supo a donde dirigirse. Brain nos había dado dos teléfonos muy antiguos en donde nos estaría llamando y mandando mensajes, según él, eran teléfonos que no podían ser rastreados.
— ¿Estás seguro que es por aquí? —le pregunté a Damián cuando vi que estábamos entrando en una calle angosta, tanto que apenas había espacio para el auto en el que íbamos, luego dobló hacia la izquierda y se estacionó en un pasaje sin salida.
—Si —respondió.
No había casas, sólo paredes, parecía un lugar en donde sólo vivieran muertos. Estaba totalmente abandonado y no había si quiera una luz en algún palo para que pudiéramos ver. Era una boca de lobo y sólo las luces del auto alumbraban nuestro camino. Nos mantuvimos dentro del auto y el teléfono de Damián sonó, era un mensaje de texto. Lo miró unos segundos y luego desvió su mirada hacia la mía.
"Que Bianca entregue la mochila" estaba escrito. Rodé los ojos.
— ¿Cuál es su problema? —bufé.
—Supongo que si quieres trabajar con él, debe verte actuar —alzó sus cejas.
—Está bien.
Esperamos unos minutos más dentro del auto hasta que una figura masculina se dibujó al final del callejón.
—Ahí está —bajé la voz.
—Sí, ve —contestó Damián. —Si algo se complica, estoy aquí —guiñó un ojo.
Le quité el seguro a la puerta y me bajé con la mochila enganchada a mi brazo izquierdo. A pesar de que jamás había estado en esta situación, ni un poco de nervios tenía. Llegué frente al tipo que tenía las mismas características que nos había nombrado Brain. Cabello oscuro, a lo menos treinta años, algo pasado de su peso, exactamente era el mismo tipo que tenía frente a mí.
—Así que eres la nueva trabajadora de Brain Walker —soltó una carcajada.
No me inmuté.
—El dinero —hablé. Él rodó los ojos.
—Primero los paquetes —alzó la vista.
—Sabes cómo es esto ¿no? —lo miré fijamente y él se mantuvo en mis ojos —me muestras el dinero y luego te entrego la mochila, fácil. Si no haces eso, pues me largo —fui terca, Brain me había explicado que tenía que serlo.
—Está bien —rio. Se sacó la mochila que llevaba en su espalda y la abrió frente a mis ojos, me enseñó el dinero y luego regresó su mirada a la mía desafiante.
Me entregó el dinero al mismo tiempo en que le entregué la mochila con los paquetes.
—Eso es todo —colgué el dinero en mi brazo izquierdo y de pronto sentí que me volteó rápidamente hacia él.
—Brain ha conseguido buenos culos para que trabajen con él ¿cuánto cobras? O alomejor me regalas una noche —sonrió.
El contacto que tuvo con mi cuerpo erizó todos los bellos existentes en mi piel, casi pude ver en sus ojos al hijo de puta de Vincent, pero antes de que el terror apareciera en mí y me dejara petrificada, reaccioné rápidamente y quité mi brazo. Le di un puñetazo tan fuerte y rápido que ni siquiera lo vio venir. Mis nudillos de inmediato ardieron y los anillos que tenía puestos en mis dedos parecieron meterse bajo mi piel por la brusquedad que había usado. Lo vi desequilibrado y no esperé a que reaccionara cuando con mi mano libre la metí en su entrepierna y le apreté tan fuerte su miembro que se retorció del dolor.
—Hijo de puta —solté.
Dios.
Caminé rápidamente hacia el auto con la mochila llena de dinero dejando atrás sus gemidos parecidos a gritos de dolor. Mi corazón latía con fuerza. Abrí la puerta del auto, lancé la mochila adentro y vi a Damián salir, rápidamente corrió, él tipo venía detrás de mí y ni siquiera me había percatado. Miré a Damián desde atrás. Le dio dos puñetazos más dejándolo en el suelo, pateó su cuerpo y luego le dijo algo que no logré escuchar. Regresó relajadísimo al coche y se subió junto a mí.
— ¿Qué demonios fue eso? —pregunté mientras Damián arrancaba el auto.
—No sé, pero estamos en problemas —contestó saliendo del lugar.
— —
—No puedo creer que en el primer trabajo que les doy dejen a un tipo en el suelo —nos dijo Brain moviéndose de un lado a otro. — ¡El puto primer trabajo!
Estábamos sentados como dos estudiantes de primer grado que habían copiado en un examen y el profesor nos estaba regañando.
—Era fácil —decía —entregas la droga, te pasa el dinero y te vas —continuó.
— ¡Pensó que era una prostituta! —alcé la voz y Damián sonrió. —Ni siquiera eso, quería que le regalara una puta noche, no aguantaré eso.
Brain se quedó mirándome unos segundos eternos, intentando analizarme.
— ¿No puedes sólo ignorar esos comentarios? —alzó las cejas. —Puede que en este trabajo te llamen de muchísimas formas. Prostituta o puta, es por lo bajo, creo que nada.
—Pues aprenderán por las malas que no deben llamarme así —solté rápidamente. — ¿Qué mierda se creen? —continué. —No, si esto va a ser así, se joden.
Brain pestañó un par de veces como si no estuviera entendiendo nada de lo que decía y Damián sólo sonreía mirándome tipo "Estás loca, pero te quiero".
— ¿Así que le diste un puñetazo y luego apretaste tan fuerte sus testículos que probablemente imposibilite su vida como un padre? —me preguntó y yo asentí segura de mí.
Él me observó, y de pronto, soltó una carcajada.
— ¡Eso es lo que quería! —Gritó riendo —Dios, eres perfecta para esto —decía —Así me gusta, no dejes que ni un puto imbécil te llame o haga contigo lo que se le dé la gana ¿me oíste?
Pestañé un par de veces.
— ¿Es una broma? —bajé la voz.
Damián miró a Brain con su ceño fruncido.
—Claro, era sólo una puta farsa. El idiota de Paul todavía debe estar llorando, pero necesitaba someterte a una prueba como ésta.
— ¿Qué demonios crees que soy? —lo miré.
—Debí haberlo pensado antes —dijo Damián, se puso de pie e irguió su cuerpo. —Casi mato a ese idiota a golpes, debiste habérmelo advertido.
—No ¿por qué? Sólo quería ver cómo es la forma que tienen para defenderse —nos contó Brain —, quiero decir, sé cómo lo haces tú Damián, pero no sabía lo que traía entre manos mi nueva chica de diamante —sonrió.
Si Damián y yo estábamos locos, Brain era el dueño del hospital psiquiátrico.
***
Espero les esté gustando ésta historia, siempre estoy atenta leyendo todos sus comentarios, así que no olviden dejar su opinión y su estrellita.
BESOPOS
XOXOXO
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