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Capítulo 15 - Heridas

Me quedé esperando el batido de fresa que supuestamente iba a traerme Damián. Steve se veía un poco sacado de quicio con cómo le había respondido él, y luego se sentó a mi lado mirándome a los ojos.

— ¿Lo conoces? —me preguntó y yo fruncí el ceño.

—No, ¿por qué?

—Porque sabía que preferirías un batido de fresa.

—Tal vez muchas chicas piden eso y yo no soy la excepción —contesté.

—Nadie pide un batido de fresa en una cena como ésta —sonrió.

—Tal vez si y nadie se percata —me encogí de hombros.

Steve se mantuvo en silencio hasta que vi a Damián venir hacia nosotros, me tendió el vaso y me sonrió.

— ¿Se les ofrece algo más?

—Si —contesté de inmediato. — ¿Dónde está el baño?

—Por allá —indicó Damián —, puedo acercarla.

—Si, por favor.

—No es necesario, yo puedo acompañarte —dijo Steve.

—No, no hay problema —lo miré fijamente y él se quedó sentado.

Caminé junto a Damián por el gran salón de eventos hasta que estuvimos fuera del campo de visión de Steve.

— ¿Qué haces aquí? —Me preguntó directamente.

—Es una cena del esposo de mi madre, todos teníamos que estar.

—Entiendo —asintió — ¿Y con él? —Me observó con seriedad.

—Créeme que no es mi elección.

—Es guapo.

—Damián —fruncí el ceño y él rió. — ¿A qué hora te vas de aquí?

—Dentro de una hora ¿por qué? ¿Quieres que te rescate? —se le dibujó una sonrisa y yo asentí rápidamente. —Inventa algo y cuando estés lista te esperaré afuera en la moto.

—Gracias.

Me guiñó un ojo y luego se alejó. Debía estar una hora intentando entablar una conversación con Steve o al menos evitándolo.

De todas maneras entré al baño a retocar mi maquillaje y luego salí con el batido de fresa en mi mano, caminé a paso lento al lugar en donde estaba esperándome Steve y me senté a su lado, él enseguida me sonrió, supongo que intentando fingir su molestia.

—Yo podría haberte acompañado al baño, no es la primera vez que vengo a estas cenas —me dijo.

—No hay problema, sé moverme sola —respondí, esperaba haberle contestado de una manera amable, pero todavía me encontraba de mal humor por estar ahí.

Estuvimos unos segundos en silencio en donde sólo bebía mi batido de fresa lentamente para que me durara toda la noche o al menos hasta que pudiera irme.

— ¿Te dije que te ves hermosa hoy? —comentó acercándose a mí para que lo escuchara, por el nivel de la música era algo complicado conversar a una distancia prudente. Sólo pude sonreírle. —Es en serio, eres muy bella, Bianca.

Pero como había mencionado, ésta no era la vida correcta para sentirme bella.

—Gracias —contesté de manera seca, él no tenía la culpa, pero esperaba mantenerme alejada de las personas con vidas como las de Vincent. Tenía claro que no todos eran igual, pero me causaba terror.

— ¿Quieres bailar? —murmuró.

—No, gracias, no bailo —respondí.

—Todos bailan, Bianca —rió.

De pronto, sentí que esa era la oportunidad perfecta para inventar algo y salir de ese evento.

—Está bien, vamos —me puse de pie y dejé el batido de fresa encima de la mesa.

Nos dirigimos al centro del lugar en donde había muchas personas bailando al ritmo de una música que sólo podrían ponerla en eventos como ese. Estuvimos bailando por un largo rato separados y sin hablar, él sólo me sonreía y me observaba de pies a cabeza como si de una escultura se tratase y yo no podía evitar sentirme incómoda, hasta que lo peor vino después..., el DJ colocó una canción lenta, en donde todas las parejas se reunieron para bailar abrazados. Steve me observó fijamente y se acercó para colocar sus manos en mi cintura, estaba demasiado cerca y yo parecía estar rígida como una roca. Él tomó mis manos y las llevó hasta sus hombros y luego regresó a posar sus manos en mi cintura.

— ¿Estás bien? —susurró en mi oído.

Respiré profundo, me sentía aterrada y si no hacía algo iba a terminar empujándolo lejos de mi cuerpo.

—Si —respondí casi ahogada.

De pronto vi que una chica de las que servía venía con una bandeja con copas de vino tinto y gaseosas, entonces fue ahí cuando choqué intencionalmente con ella y mi vestido se impregnó del color oscuro y el fuerte olor del vino. La chica me observó fijamente y casi se le desfiguró el rostro cuando las copas se quebraron en el suelo.

Steve se separó rápidamente de mí e iba a increpar a la chica, pero lo detuve con sólo una mirada, además la joven ya había comenzado a disculparse.

—Dios —decía —Cuánto lo lamento, de verdad, haré que le consigan otro vestido, lo lamento en serio —continuaba afligida.

—No, no —contesté —no te preocupes, todo está bien, sólo fue un accidente —toqué su hombro y ella me observó aún más afligida. Les pidió ayuda a unas personas que trabajaban junto a ella para poder limpiar el desastre que Bianca Morelli había ocasionado y nadie se había dado cuenta.

Caminé en dirección a la mesa y comencé a limpiarme con un paño que ahí había, pero era imposible disimular lo mal que había dejado el vestido, me sentía satisfecha por el trabajo que había hecho.

—Dios, Bianca ¿Qué ocurrió? —escuché la voz de mi madre a mis espaldas, volteé a mirarla, pero Steve se adelantó en contestar.

—Una de las torpes chicas que sirven le derramó todo el vino en el vestido —soltó.

—Dios, vamos al auto para que puedas cambiarte, ¿trajiste otra cosa?

—No...

—Le diré a una de ellas que te consiga otro vestido —continuó.

—No, mamá —la miré fijamente. —Odio ponerme cosas que no son mías, iré a casa, no te preocupes.

—Pero si la estabas pasando bien.

—Sí, pero es mejor que me vaya, además tengo tarea que hacer. Llamaré a un taxi, sólo dame mi chaqueta que está en el auto.

—Está bien —asintió mirando aún horrorizada mi vestido.

—Yo puedo ir a dejarte si quieres —comentó Steve, ya estaba comenzando a fastidiarme.

—No, gracias —Le respondí.

—Bianca, deja que vaya a dejarte, él ha venido en su auto.

Mierda de vida, ¡Que me dejen en paz!

—No —ésta vez mi voz sonó desagradable y ambos se quedaron mirándome algo sorprendidos. —No sigan insistiéndome, no me iré contigo Steve, lo lamento —le dije directamente y él asintió en silencio.

Rápidamente le pedí las llaves del auto a mi madre y fui a sacar mi chaqueta que cubría todo el vestido manchado y evitaba el fuerte olor a alcohol, se las devolví y me despedí de ella y Steve y salí del lugar hasta estar en el estacionamiento a un lado de la moto de Damián. No había nadie ahí, así que nadie podría verme.

Luego de unos minutos vi a Damián salir del salón y me observó fijamente, le hice señas para que se diera prisa y él comenzó a caminar mucho más lento, corrí hasta él y lo jalé de un brazo.

—Que buen espectáculo ese de empujar a la chica para que derramara todo encima de ti —dijo en cuanto estuvimos a un lado de la moto, sacó su casco y me lo tendió —Toma, para que no te reconozcan.

—Gracias.

—En serio, deberías enseñarme a actuar tan bien como lo haces —rió.

—Ya vámonos, Damián —le pedí.

—Con una condición.

— ¿Cuál?

—Invítame a dormir contigo.

—Imposible, vámonos —respondí de inmediato.

—Entonces estaremos aquí toda la noche.

—Mi puerta no tiene pestillo, no puedo meterte en mi habitación —le conté.

—Me esconderé —se acercó a mí y yo sonreí.

— ¿Por qué quieres pasar la noche conmigo? —miré sus ojos que parecían el mejor lugar para estar.

—Descubrí que me gusta ¿algún problema? —alzó su vista desafiante.

—Deberías preguntarme si a mí también me gusta —bromeé.

—Sé que si —se encogió de hombros y se subió a la moto, me subí detrás de él y abracé su cintura. —Nadie puede resistirse a los abrazos por la noche de Damián Wyde.

Solté una carcajada y me acomodé el casco. Él encendió la moto y nos fuimos por un camino "secreto", según Damián. ¿Qué tan malo podría ser que Damián se quedara en casa? Vincent y mi madre llegarían tarde.

Comenzamos a acercarnos al lugar en donde vivía y Damián se estacionó cerca, pero no en casa, y luego caminamos a paso firme hasta llegar. Me aseguré de que Julie no estuviera y luego entramos por la puerta principal. Damián observaba detalladamente las cosas de la casa, como si estuviese en un palacio.

—No puedo creer que vivas aquí —bajó la voz, lo miré unos segundos y quise por un momento que dejara de pensar en lo que había a su alrededor.

— ¿Quieres algo de comer?

—No —contestó.

Lo invité a subir a mi habitación y cuando estuvimos ahí, cerré la puerta. Él seguía pareciendo incómodo.

—Deja de mirar mi habitación así, olvídate del lugar en donde estamos —le pedí. —Voy a darme una ducha, acomódate —le sonreí.

DAMIÁN

La habitación de Bianca era tres veces la mía, además de tener un baño personal. No sé cuánto ella confiaba en mí para dejarme a solas ahí mientras se daba una ducha. Podría haber robado todo en cinco minutos si hubiese sido la persona que ella no creía que era.

Me mantuve estático por unos segundos hasta que Bianca entró al baño. Comencé a moverme por su habitación y a divisar todos los detalles que había en ella, desde el color blanco de sus paredes hasta la alfombra fucsia debajo de mis pies. Terminé sentándome en una silla en frente de su escritorio y comencé a revisar mi teléfono. No tenía muy claro el por qué estaba ahí, ni tampoco por qué quería pasar la noche junto a ella, tal vez sólo me había molestado verla con un tipo rico que no miraba más allá de sus zapatos. El agua de la ducha se detuvo y luego escuché un secador de pelo. Después de unos minutos la vi salir con su pijama puesto y sólo pude sonreír.

—Esto es lo mejor que puedo hacer —se encogió de hombros.

Su pijama contaba con un pantalón de polar purpura y una camiseta de mangas largas blanca. Reí al ver que su pijama estaba lleno de corazones y estrellas.

—Podría ser mejor —reí y ella me lanzó un cojín.

— ¿Café o chocolate caliente? —me preguntó y yo fruncí el ceño.

—Chocolate caliente —contesté.

— ¿Un sándwich?

—No es neces...

— ¿Queso y jamón o sólo queso?

—Queso y jamón —respondí aun sin entender por qué tenía esa actitud.

Bianca me dejó solo nuevamente y bajó las escaleras, y luego de unos minutos regreso con una bandeja, un café para ella, mi chocolate caliente y dos sándwiches.

—Está bien, ven —me pidió.

Dejó la bandeja en la cama y ahí nos sentamos, no encendimos la televisión, sólo estábamos ahí, en silencio y comiendo mientras nos mirábamos. Hasta que decidí romper el hielo, quería conocerla y lo único que sabía de ella era más bien superficial, y me interesaba, por primera vez quería saber acerca de la vida de alguien.

—Entonces... ¿Tus padres son divorciados? —solté y ella asintió rápidamente. — ¿Te acuerdas?

—Sí, de algunas cosas —contestó —se divorciaron cuando tenía 7 años. Supongo que me acuerdo porque fue algo repentino y brusco.

— ¿Y Vincent? —sonreí. — ¿Ha sabido reemplazar el cariño de un padre?

Su rostro cambió radicalmente a serio, pude sentir la incomodidad en sus gestos, pero de todas formas continuó hablándome.

—No —respondió seca.

—No quería incomodarte, lo siento.

—Tranquilo —aflojó su mirada —, no tienes nada que ver.

—Sólo quiero conocerte un poco más.

—Pregúntame..., cosas que no tengan que ver con ésta familia —me pidió.

— ¿Color favorito?

—Púrpura. ¿El tuyo?

—No tengo color favorito.

— ¡¿Qué?! No puedes no tener un color favorito, Damián —dijo como si eso fuese lo más terrible en el mundo.

—Dios ¿Qué tiene? —reí.

—Debes preferir alguno.

—A juzgar por las cosas que tengo creo que es el negro y el ¿azul? Tal vez también el blanco y el café.

Bianca soltó una carcajada, lo que me hizo sonreír también. Era muy bella, y al parecer ella no lo sabía.

— ¿Comida favorita? —me preguntó.

—Pastas, definitivamente —aseguré. — ¿Y la tuya?

—Tacos —respondió.

—No he comido aún —le conté.

— ¡No puede ser! —Saltó sobre sí misma, ya que estaba sentada —Prometo que te invitaré a comer.

—Cobraré tu palabra —me quedé mirándola fijamente.

Luego de estar conversando sobre nuestras preferencias, gustos, disgustos, lo que odiábamos y lo que no, Bianca me obligó a quitarme las zapatillas y dejarlas al costado de su cama. Eran alrededor de las 3 de la madrugada y parecía ser de día para nosotros, hasta que finalmente encendimos la televisión, estaban dando una película en ella así que nos tendimos en su gran y cómoda cama. Ella apagó todo solo dejando la luz de la televisión encendida y se recostó a mi lado. Al principio sólo estábamos mirando la televisión a unos centímetros de distancia, y la verdad, yo al menos, no estaba dándole atención a la película, sólo miraba a Bianca de reojo para ver sus gestos cuando cambiaban de escena.

—Damián —susurró con sus ojos puestos en la pantalla.

— ¿Qué? —la miré, pero ella seguía mirando la película.

— ¿Alguna vez te has enamorado? —preguntó de pronto. Miré la pantalla y me fijé que los protagonistas estaban besándose. Sonreí.

—No —contesté — ¿y tú?

— ¿Zac Efron cuenta? —murmuró, ésta vez volteó para mirarme. Estábamos cerca y no podía evitar mirar sus labios.

—Si no lo besaste no —contesté.

—Demonios, pensé que había sido importante —sonrió.

Me quedé en silencio mirándola, si hubiese podido quedarme fijamente mirándola toda la noche o tal vez sólo conocer sus gestos y facciones, lo haría sin pensarlo. Era especial, tal vez sólo especial para mí, pero eso era mucho siendo un tipo complicado como lo era yo.

Me acomodé mirándola mientras ella me observaba también, acaricié su rostro y ella sólo se mantenía fijamente mirando mis ojos y luego desviaba su mirada a mis labios. La tensión entre nosotros era palpable, y me gustaba.

—No sé cómo llegaste a mi vida, Bianca —le dije mientras cada vez acortábamos nuestra distancia.

—Por el humo de un cigarrillo —susurró.

—Espero que ese humo no se vaya nunca.

—Damián... —sonrió.

Ésta vez no dije nada y sólo la besé. La besé de la misma manera en que lo habíamos hecho en la clínica, pero ésta vez ella no se separó de mí, se acercó aún más y pareció como si hubiese desaparecido todo lo que estaba a nuestro alrededor. Era ella, sólo ella estaba enfrente de mí y en mi vida. Me acomodé para profundizar nuestro beso, sus labios eran suaves y parecía que cada vez la deseaba más. Ella puso su brazo en mi cuello y sólo nos concentramos en disfrutar ese pequeño momento que estábamos teniendo.

Mis besos se fueron a su cuello, su rostro y mis brazos se concentraron en acariciar cintura. Ella sonreía bajo mis labios, y me acercaba a su cuerpo.

Pensé que todo estaba bien.

Me acomodé encima de su cuerpo y ya comenzaba a sentir presión en mi pantalón. La besé tanto que parecía conocerla al revés y al derecho, y ella me acarició como nunca nadie lo había hecho. Bajé mi mano derecha por su muslo y Bianca se removió, luego de unos segundos parecía como si todo estuviese estorbándonos.

Metí mi mano por debajo de su camiseta haciendo contacto directamente con su piel, se sentía como una electricidad y esperaba poder estar tocándola toda la noche. Luego de unos segundos su camiseta estaba en la alfombra y la mía también, era hermosa, su cuerpo también y parecía querer ocultarlo por algunos segundos. Mis besos comenzaron a bajar por su cuello, pechos, abdomen, hasta llegar al bajo vientre. Ella debajo de mí con placer, pero no se arriesgaba a inspeccionar mi cuerpo también. Comencé a desabrochar el pantalón de su pijama y luego me desabroché mi cinturón, sentí que ella se quedó quieta como una estatua.

— ¿Estás bien? —pregunté, mientras continuaba besando su cuello y desabrochándome el pantalón.

—Si... —decía con su voz entrecortada.

—Si quieres me detengo —continué. Claramente no quería detenerme, pero no quería incomodarle.

—No, continua, estoy bien —dijo, luego acarició mi espalda desnuda.

Sólo la luz de la televisión dejaba que nos miráramos y la verdad lo que más quería hacer era mirarla y disfrutarla.

Cuando ambos estuvimos en ropa interior, me sentía tan cómodo. Había estado con algunas chicas antes, pero jamás me había sentido de la manera que me estaba sintiendo con Bianca Morelli, parecía que mi corazón iba a salir de mi pecho y sólo quería tratarla con cuidado para que se sintiera cómoda conmigo. Besé sus muslos, su cadera y sus pechos. Acomodé sus piernas a los costados y me acomodé en su intimidad, y cuando lo hice ella pareció pegar un salto esquivándome, me detuve en seco mirándola.

—Bianca.

—Lo lamento, lo lamento —dijo rápido.

Salió de debajo de mi cuerpo y se sentó en la cama con sus piernas apegadas a su pecho, cubriéndose por completa, cubriendo lo hermosa y perfecta que era ante mis ojos.

— ¿Qué sucede? —intenté regular mi respiración.

Me acerqué a ella y despejé su rostro que se encontraba cubierto por su cabello negro.

—No puedo, lo siento, en serio, lo lamento —decía, lamentándose, casi pidiéndome de rodillas perdón.

—Tranquila Bianca, no pasa nada —Me acerqué aún más a ella, pero rápidamente se movió lejos de mí.

—Damián —susurró, sus ojos estaban llenos de lágrimas y yo no estaba entendiendo una mierda ¿Había hecho algo mal?

—Está bien, tranquila —la miré fijamente —sólo soy yo, Damián, el mismo tipo que conociste una noche y le diste un puñetazo, ¿Qué ocurre? Puedes confiar en mí.

—Lo lamento —continuó, se puso de pie y comenzó a reunir su ropa que estaba esparramada en la alfombra.

Algo estaba mal. Ella no se había detenido porque no quería tener sexo conmigo o porque tal vez había sido un idiota como muchísimas veces lo fui. Ella estaba a punto de llorar y definitivamente yo no había sido el causante de eso. Sus movimientos eran rápidos y bruscos, como si quisiera vestirse y arrancar, pero no podía dejarla así. Me puse de pie y ésta vez la tomé de sus hombros haciendo que me mirara fijamente.

— ¿Qué ocurre? —busqué sus ojos azules, ella me miró fijamente y comenzó a llorar de inmediato, sentí algo en mi interior, como si hubiesen roto algo en mi cerebro ¿quién demonios hacía sentir tan frágil a la única persona que parecía tener luz en mi vida? Antes de sentir rabia por eso, sentí lástima porque ella que estaba dañada y preferí no seguir insistiendo con mis preguntas. La acerqué a mí y la abracé. Ella se acurrucó en mi pecho, buscándome y no le importó mi torso desnudo, sólo se aferró como si mi cuerpo fuese la única protección en ese momento.

***

¡Muchísimas gracias por la paciencia! L@s quiero muchisimo! 

No olviden dejar sus comentarios y votos! Y claramente si pueden recomendar estaría infinitamente agradecida <3.

BESOPOS

XOXOXO

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